Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Hermosa
ascensión, variada y moderadamente alpina, que requiere saber manejarse con los
crampones y el piolet por nieve de mediana pendiente, aunque sin pasajes
expuestos. Recomendable sobre todo porque, sin meterse en dificultades serias,
permite salirse de la ruta normal y visitar una vertiente más salvaje de esta
montaña. Es una lástima que me pillara la niebla al rodear la cresta de Coste
Camps, pues intuyo que esa senda es un balcón estupendo sobre el valle de
Ossau.
En la canal
de acceso a la Brecha de Gabardères, me equivoqué de corredor en un primer
intento. Cuando pasé bajo el que debía de haber tomado desde el principio, me
pareció muy claro y, como Robert Ollivier dice en su guía que se ve mal y que,
para localizarlo, hay que mirar desde el collado, lo descarté. Además vi algo
más arriba otro entrante en la pared y pensé que sería ése; así que continué
subiendo y me metí por él. Pero, a poco de empezar a remontar ese corredor
alto, me encontré con que se trataba de un tubo ciego, dominado por una pared
de aspecto imponente y, desde luego, inabordable en solitario. Viendo entonces
el error, volví al corredor de abajo, el primero que había visto. Así pues,
como resumen, el corredor de la Brecha de Gabardères es el primero que se
encuentra a la izquierda; es evidente y se ve de maravilla al subir, diga lo
que diga Ollivier. Y, por cierto, calculé con el BaseCamp lo perdido en subir y
bajar por el error y está descontado de los tiempos total y en movimiento.
También he borrador del track la pifia.
RELATO GRÁFICO:
Poco más
arriba de Pont de Camps, en la bajada del Portalet, aparqué el coche donde
salen dos caminos de la carretera, uno a cada lado. Comencé a andar por el
carril amplio pero borroso, cubierto de hierba, que asciende en suave diagonal
por la vertiente oriental del valle.
La mañana
se presentaba engañosamente clara y fresca. Si miraba hacia lo alto del valle,
podía ver las vertientes de Soques un cielo puro.
Cuando
topé con el Arroyo de Gabardères, giré a la derecha (E), remontándolo por su ribera
izquierda hacia la cercana linde del boque. A punto de alcanzarla, encontré
otro camino que parece ir hacia el torrente y...
... un
hito que parecía señalar un hueco entre los árboles. Crucé la senda y...
... me
introduje bajo los mismos, encontrando enseguida un camino bien marcado, que
asciende en fuerte pendiente.
Al rato,
salí del bosque a un amplio prado rodeado de crestas y cruzado por el
riachuelo. Allí, el camino se desdibuja entre el alto pasto y hube de poner
atención para seguirlo. Es más, creo que lo perdí alguna vez, pero no importa:
el terreno es cómodo y basta saber que hay que remontar el barranco por la
orilla izquierda.
Esta
vertiente se mantenía aún en sombra pero, si me volvía, podía ver sobre los
árboles cómo el sol iluminaba ya el Midi d’Ossau y el macizo de Sesques, al
otro lado del valle.
Junto a
la Cabane de Gabardères, moderna y sin personalidad, asentada en un rellano
elevado sobre el cauce, la senda terminó por desaparecer. Continué caminando al
oeste, siguiendo la manguera que provee de agua al cobijo y que sigue una
terraza adosada a la vertiente izquierda del barranco. Poco después, vi una
marca de pintura azul, muy borrosa, sobre una roca. Durante la remontada del
valle, y luego al volver de bajada, me encontraría alguna más pero la mayoría
deben de haberse perdido.
Sorprendentemente,
al llegar a la toma de agua, vi a la derecha (S) un nítido sendero que ascendía
en diagonal a la derecha y me devolvió al eje del valle, a la altura de un
rellano, y se esfumó tan bruscamente como había aparecido.
Enfrente,
por cierto, tenía la ladera meridional de la cresta de Coste Camps, por donde
regresaría del valle de Lurien a la bajada. En algún sitio, me pareció
distinguir algún rastro pero, desde luego no veía tampoco una senda clara. En
todo caso, el terreno no parecía malo y, lo que sí hice, fue tomar nota mental
de su aspecto y de algún accidente que me pudiera servir luego de referencia.
Girando a
la derecha (SE) retomé la remontada por el eje de un tubo herboso. Al llegar
cerca de un risco que presenta un característico resalte extraplomado en su
parte alta, dejé la línea de subida que llevaba, girando a la izquierda (NE)
para rodearlo.
Pasada su
base, volví a girar, esta vez a la derecha (E), y proseguí remontando el valle.
Tras un
tramo de menor pendiente, superé un resalte más empinado, evitando por la
izquierda unos resaltes. En esta subida, un tanto compleja y sin senda, lo que
hay que hacer es ganar altura y buscar los pasos herbosos entre el roquedo.
A mi
espalda, la presencia constante del Midi d’Ossau... y las nubes que llegaban.
Al menos, aún tardarían un rato.
Alcancé
así una especie de portal, sobre el que se extendía un tubo de hierba y nieve,
de menor pendiente, dominado por crestas de aspecto más agreste. Remontándolo,
alcancé al poco...
... un
alto circo, donde el barranco muere al pie de las agudas crestas, cuajadas de
agujas, del Pico de Arrious. Uno de esos lugares desolados, habitados por el
silencio, que sintetizan en una imagen la alta montaña. Sin llegar al fondo del
cóncavo, donde una hendidura en la capa de nieve marcaba la presencia de un
invisible ibón, giré a la izquierda (NE) para...
... entrar
en la canal del Pourtaous d'Arrious. Pero no por su eje, ocupado por una
pedrera fina de aspecto penoso, sino dejando éste a la derecha. Tras superar un
resalte por una chimenea inclinada sin dificultad, subí por un lomo de hierba
hasta dar con la pared que lo domina, que es un contrafuerte que cae de la
arista occidental del Lurien. Giré entonces a la derecha (SE) para,...
... rodeando
la roca, entrar en la canal.
Al dar
con un nevero no lejos de la pared septentrional, giré para remontarlo. Aunque
la nieve no llegaba a estar dura del todo, me puse los crampones para progresar
mejor, pues la pendiente se acercó a los 40º durante unos 80 m.
Tras ese
tramo inicial, la pendiente de la canal disminuye y nieve y pedrera se alternaban.
Unos cien
metros por debajo el collado, que quedaba bastante a la derecha, vi...
... a mi izquierda
(NO) un evidente corredor de mediana pendiente, que trepaba hacia una marcada
brecha. Aquí vino la confusión pero, como ya está comentado, sigo con la ruta
buena y,...
... tras
una mirada atrás, me metí por él.
Lo
encontré como una rampa de unos 100 m de nieve entre consistente y dura, con
una pendiente regular en torno a 40º, que sólo picaba un poco más, quizá
superando ligeramente los 45º, en un doble codo hacia la mitad. El ambiente era
impresionante tanto si miraba hacia arriba como...
... si
volvía la vista hacia las crestas y picos del otro lado de la canal.
La subida
fue rápida hasta la estrecha Brèche de Gabardères. A mi izquierda, vi un hito
sobre una modesta prominencia que me dominaba por pocos metros y me encaramé a
ella. Desde allí se me descubrió la caída de la cresta occidental del Lurien
hacia un invisible valle de Ossau, tapado de nubes.
Al otro
lado, hacia la cumbre, se elevaba un muro inclinado de placas de esquisto muy
cinceladas. Era una tentación pero, como más arriba se veía un resalte de
aspecto difícil, preferí seguir lo que indican las guías y perder unos pocos
metros por el lado norte de la brecha.
En la
base del contrafuerte, doblé a la derecha (E) para,...
... de
nuevo caminando por nieve, seguir su borde hasta que el cuerpo del risco formó
esquina con la cresta.
Podría
haber trepado por el diedro pero, en vez de eso, preferí recorrer hacia la
izquierda una característica repisa cubierta de nieve. Al cabo de diez metros,
me volví a la derecha y superé gateando (I) por una empinada rampa de roca los
4 ó 5 metros que me separaban de la arista.
Una vez
en la cuerda, no tuve más que remontarla caminando hasta la cumbre. Se trata de
un ancho y empinado lomo pedregoso que no presenta prácticamente dificultad.
Al ganar
algo de altura, pude ver al volverme un corte vertical que presenta el risco
sobre la Brecha de Gabardères: hice bien en rodearlo.
Desde la
cima de Le Lurien, el panorama debe de ser soberbio a juzgar por lo poco que
pude llegar a ver entre las nubes que me rodeaban, sobre todo en el arco sur.
En primer lugar, al suroeste se distinguían perfectamente, pese a la distancia,
las oscuras torres de Aspe, más allá del Anayet. Girándome hacia la izquierda,
podía...
...
pasear la vista por las sierras de la Partacúa y Collarada.
Pero el
plato fuerte estaba al sureste: el Palas sobre el Lago de Artouste; detrás, el
Balaitús, las Frondellas y las montañas de Panticosa.
Como
venían las nubes subiendo, no me entretuve demasiado en la cumbre y...
...
pronto me encaminé al valle de Lurien para el descenso. Pero no directamente.
Comencé
siguiendo la arista norte, que se perdía en la niebla. Pero ahora estaba en una
ruta normal, y bastante transitada en verano: un nítido sendero la recorría. Al
llegar a una antecima, desde donde...
... se
veía así la arista de la Brecha de Gabardères,...
... giré
con la senda a la izquierda (O) y pasé a deslizarme por una zona de cascajo muy
suelto.
Habría
perdido unos 150 m cuando...
...
llegué a la nieve: una ancha pala...
... de
pendiente suave y regular me facilitó aún más el descenso.
Las nubes
iban y venían, restando perspectiva pero adornando el paisaje.
A la
altura del Col de Lurien, tomé el camino que, a la izquierda (NO) desciende el
valle.
Me volví
para despedirme de la cumbre, pero ésta es invisible desde aquí. Lo que sí me
llamó la atención fue el tubo que se abre al otro lado del lomo que había ido
siguiendo: podría ser una alternativa fácil.
Siguiendo
la senda, pasé por el Lago de Lurien, que rodeé por la derecha, y luego, tras
un paso estrecho, por el estanque anónimo de más abajo.
Para
entonces, estaba totalmente envuelto en niebla densa.
Poco
después, llegué a la Prise d'Eau du Lurien, junto a la que hay una cabaña de
gran tamaño. Aquí, dejé el camino principal por la izquierda (O), buscando...
... una
senda que debía remontar en diagonal la ladera de Costa Camps, a la espalda del
edificio. No vi su salida, pero, en la parte alta un nevero próximo, el borde de
unos trozos de hierba sobresalientes podrían marcar un trazo de senda... ¡lo
eran!
Después,
se marcaba en la hierba un rastro sutil pero que, con atención, se puede
seguir. Por desgracia, al cruzar el siguiente nevero, más ancho, perdí la traza
de nuevo y fui incapaz de encontrar su continuación al otro lado.
Como
había ganado altura al pasar la nieve, bajé por la hierba hasta dar con lo que
parecía un trazo. Lo tomé a la izquierda (NO) y no tardó en aclararse y
despejar las dudas.
La
progresión fue, a partir de entonces cómoda e indudable. La pena era caminar
envuelto por la niebla por una ladera alta y despejada que, a buen seguro, debe
de ser un magnífico balcón sobre el Ossau. Especialmente al doblar la Crête de
Coste Camps, para pasar del valle de Lurien al de Gabardères.
Al otro
lado de la arista, la senda se difuminó hasta perderse en la hierba. Pero la
referencia estaba clara: bajar en diagonal a la izquierda, hacia el eje del
barranco.
Con
frecuencia se dibujaban en el verde trazos clarísimos, que se perdían al poco.
Y, al rato, volví a ver una de aquellas marcas azules de la mañana, con lo que
supe que estaba llegando al torrente.
Efectivamente,
al poco y cuando más densa estaba la niebla, me topé no sólo con el agua sino
con una manguera: la toma de aguas de la cabaña. Tomándola como guía, giré a la
derecha (O) y, caminando junto ella, no tardé en llegar a...
... la
Cabane de Gabardères. Había cerrado la ruta y, además, a partir de ahí, el
camino está ya bien marcado.
Ya sólo
me quedó retornando a Pont de Camps por el camino de subida. Volviéndome de vez
en cuando para despedirme de la montaña antes de...
...
entrar en el bosque, donde volvió a espesar la niebla.
Pero no
estuvo mal como epílogo: siempre me ha gustado el aspecto fantasmal de los
árboles recortados contra el vapor.
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