Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Esta
ascensión puede suavizarse considerablemente empleando el teleférico de la
Sagette, que sube de Fabrèges a las instalaciones superiores de la estación de
Artouste: el ahorro en desnivel es de unos 700 m, casi la mitad del total. Pero
la subida por la pista, sin aportar gran cosa a la excursión, no es fea y se
trata de un paseo relajado por bosque y prado, que no viene mal como
calentamiento. En suma, que yo no usé el telecabina y, teniendo tiempo y
fuerzas, recomiendo hacerlo así.
En vez de caminando por la
pista, puede alcanzarse el Col de la Sagette por una senda más directa, bien
acondicionada como recorrido para ciclocrós, o como se llame eso de descender
en bici a toda pastilla y dando saltos. Yo no la usé, pues coincidí con una
competición el día que subí; pero en otra ocasión, puede ser una alternativa
más directa, sobre todo para acortar la bajada.
Tal como está, la ruta es
una excursión agradable y suave; bastante más de lo que puede hacer pensar el
desnivel, pues el terreno sólo se empina en tramos cortos y, en general, es
cómodo para caminar. Por otro lado, aunque hay pequeñas trepadas, tienen poca
exposición. Finalmente, si bien buena parte del recorrido no está balizado y
transcurre fuera de senda, la orientación es obvia. En conclusión, creo que es
un bonito y tranquilo recorrido, al alcance de la mayoría de excursionistas con
una experiencia mínima.
RELATO GRÁFICO:
Desde la
explanada que se extiende sobre Fabrèges, tomé la pista de servicio de la
estación de esquí, que sale al norte, hacia el Pic de la Sagette, que recibía
en esos momentos los primeros rayos del sol.
No tardé
en entrar en un hermoso bosque de abetos; sólo al cruzar algún barranco, se
abrían los árboles lo suficiente para dejarme ver cómo la luz iba resbalando
por laderas vecinas.
Pero fue
a través del corte de la pista cómo, al volverme en una ocasión, vi por primera
vez la mole achaparrada del Petit Lurien, oscura bajo un cielo claro,
totalmente despejado.
Llevaba
un buen rato subiendo cuando pasé del bosque a los prados y descubrí el Lago de
Fabrèges, ya bastante abajo. Más lejos, limitando el valle a la izquierda, se
elevaba con alguna nieve el grupo de Soques, mientras que enfrente la pirámide
tremenda del Midi d’Ossau se alzaba al cielo bajo la luna.
Al ir
ganando altura, fui distinguiendo la cresta a recorrer completa de la Sagette
de Bouzy al Petit Lurien. Por detrás de éste, asomaba el Lurien, el grande...
ése, para pasado mañana.
Pronto
tuve delante la estación superior del teleférico, situada bajo el collado al
que me dirigía. Llegando al edificio, giré a la derecha (E) en una bifurcación
y llegué a una corta pista de esquí recorrida por un par de arrastres, que sube
hasta...
... el
mismo Col de la Sagette, desde el que se me descubrió la accidentada cresta
dominada por el Pic d’Amoulat. Girando a la derecha (SE),...
... dejé
la pista que se dirige horizontal al Col de l’Ours y me encaramé a la loma
herbosa que constituye la cresta del macizo. Ni encontré senda, ni la eché
falta: se trataba de subir por un ancho lomo verde de pendiente moderada, cuyos
únicos obstáculos, dos afloramientos rocosos, los rodeé por la derecha sin
dificultad.
No tardé
en alcanzar el pico de la Sagette de Buzy, afeado por multitud de artefactos
para el funcionamiento de la estación. Así que mejor levantar la vista hacia el
horizonte. Como al noroeste, donde destacaban los picos de la Merère, Montagnon
d’Iseye y Cézy...
... y
todo el macizo de Sesques ¡Qué de montañas por subir!
Pero es
que, al otro lado, la presencia del Midi d’Ossau sobre el valle era imponente,
y así sería durante todo el cresteo.
Proseguí
caminando por lo alto de la loma herbosa, contorneando unos artilugios de
hierro y madera plantados en la misma y cuya utilidad desconozco, aparte de
molestar discretamente el paso.
Bajé al
collado que me separaba de la Cresta de la Sagette propiamente dicha (según el
mapa), la cual aparecía como un airoso pico previo al más masivo Petit Lurien.
La horcada está dividida por un puntón que rodeé por la derecha, siguiendo un
claro trazo en la hierba, que desapareció en la subida subsiguiente.
Realmente
no era necesario un camino en esa mullida y verde cuerda, tan suave y regular.
A partir de la punta más occidental (2.225) de
las tres de que consta la cresta, la loma se estrecha y se vuelve algo más
abrupta.
A mi
derecha, podía ver ya el Pan d’Aulière, por donde transcurriría el retorno.
En el
descenso de ese primer pico, me encontré con un crestón esquistoso, que
destrepé fácilmente por el filo (I), aunque también podía haberlo evitado por
la derecha.
El
terreno era cada vez más agreste, mezclando hierba empinada y placas en los
flancos y con la roca marcando la arista, seguía sin oponer obstáculos serios,
como se aprecia en esta vista de la punta oeste desde la central.
A partir
de ésta, encontré roca en la divisoria, que fui dejando a la izquierda al
principio, hasta que me incomodó el flanqueo y...
... terminé
encaramándome al crestón y destrepando varios escalones, nunca altos ni
difíciles (I).
Otro paso
por roca en plena horcada me dejó...
... al
pie de un muro de 20 m, que rodeé por la derecha siguiendo la base de la roca.
Al volver a la arista, trepé por una placa inclinada, que...
...
presentaba multitud de viras y fisuras horizontales que convertían el paso en
una verdadera escalera (I).
A
continuación, el terreno se tendió y llegué caminando cómodamente a la cima de
la Crête de la Sagette.
Ya tenía
delante el objetivo final de la jornada, en lo alto de un lomo de aspecto
cómodo.
Pero
antes debía bajar al collado intermedio. El terreno volvía estrecharse y
empinarse, presentando varios canchos de mala roca. Pareciéndome que esto podía
ser, si no difícil, incómodo y expuesto, me dejé caer a la derecha por...
... un
empinado tubo herboso hasta una terraza visible más abajo. Allí, giré a la
izquierda (E) para dirigirme...
... al
collado, que tenía a mi nivel. Al retomar la cresta, ascendí por una rampa
herbosa de pendiente mediana.
Al ganar
algunos metros y volverme, me di cuenta de que la bajada no era tan mala;
probablemente, hubiera sido mejor destrepar directamente por el filo. Para otra
vez.
Según
ascendía, el terreno se fue haciendo más cómodo, ensanchándose y tendiéndose la
loma, aunque impresionaba la pared que caía a mi izquierda. Precisamente sobre
ella, vi entonces el Pallas, oculto hasta ese momento; también, el Pic des
Quintètes, objetivo del día siguiente, y el Lurien, que ascendería dos días
después.
En la
antecima norte del Petit Lurien, me volví a mirar la Cresta de la Sagette desde
el que sea posiblemente su mejor ángulo.
Más allá
tenía ya muy cerca la modesta pirámide cimera del Pic du Petit Lurien, que alcancé
tras caminar brevemente por un lomo herboso y suave.
Al
volverme, comprobé que no es tan buena desde ahí la vista sobre la cresta.
Pero, más a la derecha,...
... el
horizonte se llenaba de crestas con bastante nieve, más altas y alpinas, donde
asomaba el Ger y...
... se desplegaban
al completo las crestas de Tourettes y la Lie.
Siguiendo
la vuelta, la cresta proseguía por las Quintètes y más lejos se veía también el
Lurien. Al día siguiente retomaría por ahí el cresteo.
Al sur,
corría el verde Valle de Ossau, dominado por el pico de Soques, mientras
quebraban el horizonte las crestas de la Partacúa, Collarada, Ip y compañía.
Naturalmente,
el pico del Midi seguía dominando el paisaje enfrente.
Al oeste,
en fin, se alzaba el macizo de Sesques. Por debajo, en la hierba de la ladera
del Pico de la Sagette, se dibujaba la pista por donde había ganado la cresta.
Hacia ella debía volver.
Comencé
por bajar por la amplia y herbosa arista oeste, que no presenta ninguna
dificultad, aunque es bastante empinada. Pronto estuve en la collada previa a
la cota 2.183, primer rellano que presenta.
Merece la
pena encaramarse a esa pequeña prominencia para tener una bonita perspectiva no
sólo del lomo que acababa de descender, sino también del...
... Lurien
y los picos de Soques.
De vuelta
en la horcada, giré a la izquierda (NO; derecha en bajada) para descender por
una empinada vaguada herbosa hasta un nevero cercano.
Podía evitarse
por las pedreras, pero era más cómodo dejarse resbalar por él.
Luego, continué
por prados de pendiente moderada hacia un segundo nevero, que ocupaba un
rellano donde encontré...
... los
restos de un cobijo bajo unos canchos impresionantes, más aún en este entorno
tan verde.
Estaba en
el Pan d'Aulière, de donde salí caminando por una terraza en dirección norte
para luego girar a la izquierda (O) y...
... perder
altura más rápidamente cuando la pendiente del prado se hizo asequible. Tenía
como referencia unos trazos paralelos en la hierba que atravesaban la ladera
meridional de la Cresta de la Sagette. Tomando el más marcado de ellos,...
... fui
alejándome del fondo del barranco, caminando horizontalmente por la ladera.
La senda
se fue haciendo más clara a medida que avanzaba.
Pronto
llegué a un bosque, donde encontré el único obstáculo de esta parte de la ruta:
una banda de terreno arrasada por un alud. En el amontonamiento de troncos, la
senda se perdía y opté por, ganando algo de altura, buscar una zona más o menos
intacta, donde recuperé la progresión horizontal unos metros antes de volver a
bajar a recuperar el camino. De todas formas, el bosque no es tan cerrado como
para que no se pueda caminar bien sin senda y la orientación, marcada por la
empinada pendiente lateral, era fácil.
Al
ratito, la vereda dejó atrás los árboles y entró en el cóncavo por donde va el
teleférico. Tras atravesarlo horizontalmente, llegué a las Cabanes de la
Sagette de Buzy y, poco después, desemboqué en la pista de servicio de la
estación.
Tomándola
a la izquierda (SO) deshice el camino de esa mañana, con la única variación de
aprovechar algunos atajos entre lazadas.
Tras
despedirme del Petit Lurien, entré en el bosque, por cuya sombra caminaría ya
hasta estar de vuelta en Fabrèges.
Comentarios
Publicar un comentario