Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Bonita
ascensión a un pico poco conocido, de bellas laderas y vistas amplias. La
travesía de la cresta entre el Bassias y el Arrouyette queda reservada a
montañeros diestros en la pequeña escalada y seguros en pasos aéreos. Tomé la
idea de recorrerla Philippe Queinnec (creo que fuera de él es inédita), el cual
registra un paso de III; creo saber cuál es y lo evité con una pequeña travesía
por el lado derecho (II). El resto, no pasa de ese grado. Y, respecto al
esfuerzo físico, puede calificarse de medio y, en general, el desnivel es
llevadero.
La verdad es
que no estoy muy seguro de que merezca la pena pasar esa arista. La cresta
empezó divirtiéndome pero, con unas perspectivas que cambian poco; mucho
subibaja sin ganancia de altitud, y con la roca muy poco fiable, acabó por
hacerse larga. Por otro lado, tampoco es que sea una hazaña deportiva. En suma,
que ahora escogería otra opción, evitando la cresta. Lo más natural sería tomar
en el primer paso por el telesquí el camino que baja al valle de Sarrouyes,
remontarlo un trecho y ganar sin dificultad el collado norte por su vaguada,
siendo el resto de la ruta igual. Con ello, disminuye la dificultad hasta
quedar casi anulada. Por otro lado, se pierde el paso por el Bassias, pero ese
puede dejarse para otra ocasión.
Partí del
propio Col d’Azet no sabiendo que en el de Couret hay también espacio para
aparcar y es además mejor. Llegando con el coche hasta éste, apenas se ahorran
diez minutos que no aportan nada a la excursión.
RELATO GRÁFICO:
Al llegar
al Col d'Azet, lo primero que sorprende es el descubrimiento del Pico Hourgade
más allá de los prados de Val Louron, dorados por el sol matinal.
Claro
que, mirando al otro lado al bajar del coche, la visión del Arbizon sobre la
niebla que llenaba el Valle de Aure era igualmente fascinante.
Comencé a
caminar, bajo un cielo recién lavado tras las tormentas de la tarde anterior,
por una pista de grava que sale al suroeste, hacia las montañas de la cadena
axial. Rodeé casi en horizontal un cerrillo para salir, al otro lado, al...
... Col
de Couret, donde muere el carril en una amplia explanada, muy adecuada para
aparcar. Frente a mí, todo suavidad, un cóncavo herboso se abría bajo lomas
onduladas. Tomé un carril que arrancaba de la explanada y por él atravesé el
tubo y superé la ladera por el lomo de la izquierda.
Por este
terreno cómodo y moderadamente empinado, pronto estuve por encima del Col
d’Azet y descubrí el Tuc de Labatiadère, verdísimo monte achaparrado que se
eleva al otro lado del mismo. Más allá, un mar de nubes se extendía hasta el horizonte.
Más
arriba, cambié a la vertiente oriental del monte, donde destacaba un bonito
conjunto de canchos de roca clara en medio del mar de hierba. Como castellano,
me fascina ver pastos tan frescos tan arriba. Ya se explica el aspecto satisfecho
de las vacas que andaban por allí.
Siguiendo
el carril, entré en la cuenca y luego giré a la derecha, ascendiendo hacia un
collado en la loma, por donde asomaba una cima gris: el Pic de Sarrouyes, que
sería una presencia constante de ahí al final de la jornada.
El camino
me llevó a trasponer la loma para entrar en la ladera oeste del Tuc d’Ardounes,
la cual remonté junto al telesquí al que da nombre. Sobre el horizonte de esa
verde rampa, asomaban las cimas de dos nuevos picos junto al Sarrouyes:
Parraouis y, por fin, el propio Arrouyette.
Por
cierto, que este aspecto presentaba la cresta de Gourgs Blancs, vislumbrada al
sureste.
Al
descrestar, descubrí el valle de Sarrouyes, dominado por el pico homónimo y con
la cumbre del día a la izquierda. Por ahí bajaría más tarde y, de las dos
sendas que salen del rellano en la loma donde estaba, dejé de lado la que
desciende a la derecha y tomé el ramal izquierdo (SE),...
... menos
marcado, que va por la cuerda. La pendiente era suave y continua y, la
progresión, cómoda. Rodeé una primera prominencia por la derecha y,...
... al
volver a la cresta, me encontré ante un cartel. Siguiendo sus indicaciones,
continué por lo alto hacia el anchísimo Cap de Toudous. Al pie del mismo, la
senda se desviaba a la izquierda y la dejé, continuando lomo arriba, por una
pendiente ya algo más recia pero aún suave.
Mirando
atrás desde esta modesta prominencia, podía ver la cresta recorrida y, más
abajo a la derecha, el Col d’Azet. También observé que las nubes iban
desplazándose desde el norte, llenando los valles que me separaban del macizo
de Néouvielle y empezando a entrar en el de Sarrouyes.
Al otro
lado, me esperaban el Bassias y el Arrouyette, entre los que podía ya
distinguir parte de la cresta intermedia.
Me llamó
la atención al nordeste un pequeño macizo alomado y extenso, todo suavidad y
verdor. Su pico más característico se llama Montious y pensé que, alguna vez,
tengo que visitar ese Pirineo amable, tan diferente de lo que tenía delante.
A partir
del Toudous y hasta el Bassias, volví a disponer de trazo, aunque la verdad es
que no resulta necesario en este lomo tan amplio y regular. Tanto la bajada al
collado intermedio como...
... la
subida posterior, pese a algunos peñascos y lajas, fue cómoda.
Justo
antes de alcanzar el Pic de Bassias, la perspectiva me permitió apreciar mejor
la cresta que me esperaba: una sucesión de prominencias de hierba y roca, de
aspecto fácil, precedían a un gran risco de flancos lisos y verticales, que parecía
ser su punta más alta.
El
Bassias tiene una doble culminación, con una punta desplazada al este de donde
marca el mapa la cota. Ya me lo pareció a vista pero comprobé con el GPS que la
oriental es un par de metros más alta, luego es la verdadera cima. Además, la
visita a la misma...
... me
permitió echar una ojeada al otro flanco de la cresta, comprobando que ésta
cuenta con al menos dos puntas más tras la más alta y abrupta. El aspecto
seguía siendo de dificultad baja o moderada pero muy aérea y movida.
Además,
miré al este. Pese a la distancia, reconocí una silueta conocida al contraluz:
el Maubèrme, alineado con el Montlude.
Al otro
lado del valle de Louron, los abismos que se desplomaban desde el Hourgade
aparecían tremendos.
Al sur,
el Arrouyette también se mostraba como una gran montaña, aunque más apacible.
Por su
situación desplazada de la cuerda, también es éste un buen lugar para contemplar la cuerda ya
recorrida. Y, sobre la misma, el macizo de Néouvielle, desde el pico que le da
nombre al Arbizon.
Para
continuar, regresé al punto que el mapa da como cima y, sobrepasándolo, en la
siguiente horcada, bajé a la izquierda por...
... una
canal empinadísima de piedra suelta. El paso no tiene dificultad pero me lo
tomé con cuidado, pues el terreno era traicionero. Tras perder unos 50 m, me
encontré...
... en
una repisa de hierba al pie del flanco rocoso de la cresta, la cual recorrí a
la izquierda hasta alcanzar una brecha. Una vez en la arista, rodeé por la
derecha una primera prominencia y trepé a otra algo mayor, usando las manos (I)
por primera vez en el día.
Desde la
horcada subsiguiente, remonté una empinada pendiente herbosa hasta dar con el
cancho puntiagudo y vertical que la corona. Lo rodeé por la derecha,
aprovechando una breve repisa de roca, de la que destrepé un par de metros para
situarme en la base de...
... un
diedro vertical de unos 10 m, con muy buenos y abundantes apoyos (II-). Una vez
en lo alto del risco,...
... miré
atrás y vi que quizá hubiera sido mejor bajar por el contrafuerte de la falsa
cima del Bassias, que por la canal por donde lo hice. Pero no puedo asegurarlo.
Ahora
estaba ante otra brecha, profunda y con la entrada bastante vertical, primero
roca con pequeños agarres y luego hierba con los típicos escaloncitos (II+).
Tras el
destrepe, subí caminando por un lomo herboso hasta el gran cancho que forma la
punta más alta y llamativa de la cresta y cuyo acceso final resultó
sorprendentemente fácil.
Desde
allí, el aspecto del Bassias era impresionante y, además, podía comprobar que
la punta oriental es más alta.
La
culminación de la cresta es una cuchilla de roca podrida, extremadamente
afilada y formada por una sucesión de cantos puntiagudos (II+). La pasé
alternando el gateo por el filo con bavaresas por uno u otro lado, según me iba
pareciendo.
La última
punta presentaba un resalte vertical, de roca más firme pero con escasos
apoyos. Debe de ser el paso que habla Queinnec califica de III. Yo creo que lo
hice menos difícil, avanzando un par de metros por el lado derecho, en...
... una
travesía expuesta pero poco difícil (II), y recuperando a continuación la
arista superando un pequeño escalón.
Tras
cabalgar otro tramo de arista más o menos horizontal, me encontré ante un corte
vertical. Lo resolví bajando a la derecha...
... unos
cuatro metros, por una placa de roca inclinada (I), hasta una repisa herbosa.
De allí salí a la izquierda, aprovechando para atravesar el cancho una fisura
horizontal donde crecían unos arbustos (II+). El paso, dificultad y exposición
aparte, se me hizo incómodo ya que el matorral me arañaba manos y brazos.
Tras el
mismo, continué perdiendo altura hacia una nueva horcada por el flanco derecho
de la arista, atravesando....
... la empinada
vertiente herbosa. Acometí la subida a la siguiente prominencia, primero por un
lomo de hierba y luego por roca.
Un
par de metros antes de culminar, me desvié a la izquierda por una repisa
estrecha pero cómoda (I), por la que llegué a...
... la siguiente
horcada, que es ancha, afilada y horizontal. Al otro lado, la última punta de
la cresta. Me acerqué a su base y...
... trepé
a lo alto de la misma por una chimenea de unos 12 m del lado derecho, vertical
en su inicio pero con buenas presas (II).
Como en
cada punta, miré atrás antes de acometer...
... la
bajada subsiguiente, primero por un lomo rocoso empinado pero con escalones (I)
y, luego, por...
... una
arista más estrecha, herbosa e inclinada, que ya recorrí caminando.
La misma
acaba horizontal ante un corte vertical de unos 20 metros, bajo el que se veía
la traza de una senda en la hierba del collado. Afortunadamente, a la derecha...
...
cortaba el flanco de la cresta una chimenea estrecha y vertical (II) que,
siendo de buena roca, me permitió una bajada cómoda y bastante segura.
A continuación,
seguí la base de la cresta hasta el Col Bassias, ya en la base del Arrouyette. A
partir de ahí, no volví a encontrar dificultades en todo el día. De hecho, el
camino de aquí a la cumbre forma parte de la ruta más fácil a este pico. Y el
acceso a la cumbre no podía estar más claro: remonté el ancho lomo herboso y de
moderada pendiente, usando el trazo que lo recorre y evitando algún cancho por
la izquierda.
Habiendo
ganado algo de altura, al volverme para contemplar el hermoso aspecto del
Bassias y su cresta, vi cómo las nubes aceleraban su desplazamiento y...
...se me
echaban encima.
Hacia los
2.600 m de altitud; es decir, más o menos a media subida final, el lomo se
tornó rocoso pero, ancho, suave y regular, y seguía sin presentar obstáculos.
Por entonces, las nubes del lado de Louron se engancharon en la arista,
formando un muro blanco a mi izquierda, mientras que...
... la
vista estaba clara al otro lado. Es curiosa la mezcla de placidez y fiereza que
se da en este pico.
Pero por
ese lado, también se fue tapando la cosa y la vista no era tan clara sobre el
Pico Sarrouyes.
Algo más
arriba, vi un par de viejas argollas de hierro fijadas a la roca, dispuestas
como para montar un rápel o una reunión, más una chapa de aspecto flamante. Algo
sorprendente en esta arista que, aunque se afila un poco a veces, carece de
dificultad. Hacia los 2.750 m, ya cerca de la cumbre, la arista se empina
bruscamente y tomé a la izquierda...
... una
terraza herbosa, donde reapareció el trazo, que ascendía en diagonal por ella.
Cuando el terreno a la derecha perdió pendiente, giré a ese lado (SO), para
culminar la ascensión por unas gradas.
Entonces,
al pisar la cima del Pic d'Arrouyette, las nubes se abrieron, dejándome ver las
crestas y valles de alrededor; al menos, del arco sur. Junto al hito cimero, vi
a mi izquierda (E), otro situado en el extremo de lo que parece un espolón y me
dirigí a él, caminando por la ancha arista rocosa, sospechando que sería un
buen balcón.
Efectivamente,
la perspectiva hacia el Macizo de Gourgs Blancs era magnífica pero, más a la
derecha, le superaba...
... la
visión del de Bachimala, rodeado de nubes, sobre los prados soleados de un
profundísimo Valle de Louron.
Al
suroeste, el Lustou y Parraouis aparecían, sobre todo el segundo, altivos y
terribles. Las nubes se cerraron al poco pero, como no amenazaba tormenta,
aguanté un buen rato en la cumbre, pese al viento, con la esperanza de que
volvieran a abrirse.
Al cabo
de más de media hora, me cansé de esperar y emprendí la bajada por el lomo
occidental, empinado y pedregoso, en cuyo lado derecho se dibujaba una
clarísima senda: estaba en una ruta normal.
Aunque
había algún pasaje escabroso, incluso un par de brechas, no presenta dificultad
esta arista.
Yo, desde
luego, bajé caminando. En una de las miradas atrás, llevando ya un buen trecho
descendido, las nubes volvieron a reglarme un bonito cuadro: un Arrouyette
fumante. Y, a la derecha, caía tremenda la cara sur, con el telón de fondo de
los Gourgs Blancs.
Perdidos
unos cien metros, la arista se abre en dos, dejando en medio una amplia rampa
de pendiente suave, cubierta de pedrera. Aunque se marcaba la senda en el
cascajo, no la utilicé mucho, pues preferí ceñirme a los neveros que aún
quedaban.
Perdiendo
plácidamente altura bajo la sombra del Parraouis, encontré...
... nieve
continua en torno a los Lacs des Miares, que ocupan el rellano en que desemboca
la rampa. Llegando a ellos, me desvié a la derecha (NO) para...
... seguir
su desagüe. Pronto acabó la nieve y me reencontré con la senda marcada en la
hierba. Ésta me condujo a través de terrazas suaves hasta una cabaña de
pastores, cerrada a cal y canto, bajo el Pico Sarrouyes.
Dejé el
lugar por una buena vereda que sale a la espalda del edificio y desciende el
valle junto a la orilla izquierda del torrente. Al perder altura, me fui
sumergiendo en la niebla, que pronto me rodeó totalmente.
Caminando
a través de los prados en completo silencio y con una visibilidad de pocos
metros, sólo el cruce de algún torrente tributario rompía la monotonía de la
suave bajada.
Donde el
valle se encajona, el camino se separa del cauce. Precisamente en ese tramo, un
fugaz claro en la niebla me mostró que estaba pasando a la altura del Lac de
Sarrouyes, que dejé bastante lejos a la derecha.
Luego,
volví a caminar junto al agua y, al cabo de un trecho, crucé el arroyo por un
buen vado.
Ya en la
orilla derecha, al bajar de la cota 2.000 parecía que iba a salir de la nube
pero el camino volvió a subir entonces, para superar en diagonal la herbosa
ladera, dejando abajo otra cabaña.
La cuesta
me llevó a lo alto de la loma oriental del valle, que alcancé...
... junto
al Téléski d'Ardounes. Con esto cerraba la ruta, pues estaba en el lugar en
que, esa mañana, había comenzado el cresteo tras remontar la zona de pistas.
Sólo me quedó deshacer el camino de la ida. Acabé de salir por debajo de las
nubes cuando estaba a la vista del Col Couret y el apacible Tuc de Labatiadère,
entre los que está el Col d'Azet.
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