Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ascensión
corta a una gran cima. La travesía del karst, sin tener gran dificultad,
incluye pasos expuestos entre grietas profundas y, en su mayor parte, ni está
señalizado ni es obvio. Con la roca mojada o helada es desaconsejable pues,
recalco, hay tramos en que se pasa sobre cortes profundos, pisando en rocas
donde no cabe toda la suela; un resbalón puede acabar en caída grave. Así pues,
conviene tener experiencia y cierta destreza en este tipo de terrenos tan
accidentados y rotos.
Hay muchas
posibilidades para prolongar la ruta aumentando su interés. Yo tenía prevista
una actividad más larga; de hecho, por eso dejé el coche donde lo dejé y no más
arriba, llegando ya a Las Llusas. Pero, al encontrarme la nube agarrada a la
montaña y sin trazas de despejar, decidí subir y bajar por lo más corto. La
niebla tampoco es muy recomendable en este terreno confuso.
RELATO GRÁFICO:
Nubes
grises cubrían el cielo cuando aparqué en el cruce de pistas bajo los prados de
Juan Briza. El lugar está dominado por las dos peñas llamadas Mazo Grande y
Chico y, más a la derecha, se distinguía el lomo meridional del Mortillano.
Comencé a caminar por el carril que sube a la izquierda (N).
A mi
izquierda, llevaba el valle del Asón, al otro lado del cual se alzaban los
Montes de Valnera, con las cretas cubiertas de nubes.
Enseguida,
en otra bifurcación dominada por el Mazo Chico, seguí por la derecha (NO), para
entrar en el hueco entre esa peña...
... y el
Mazo Grande. La vaguada es corta y de pendiente suave y, en pocos minutos,
alcancé...
... el
collado de La Espina.
A continuación,
el camino me llevó a atravesar la vertiente occidental del Hornijo, rodeando...
.... el
enorme hoyo del Llano la Cueva, al otro lado del cual veía el cordal Mazo Chico
- Pico Tejos.
La
travesía concluyó en otra horcada, llamada El Crucero; allí dejé el carril por
unas rodadas que salen a la izquierda (O) y van por lo alto del lomo verde que
cierra la dolina por el norte. Precisamente hasta este lugar podría haber
llegado con el coche. Caminando, me costó media hora.
Al poco
de dejar la pista, se abrió a mi derecha otro embudo, mucho más pequeño que el
Llano la Cueva, pero también notable por su regularidad cónica. Me acerqué a su
borde opuesto y, desde él, pude ver...
... la
siguiente gran dolina, el Hoyo Salzoso y adivinar la famosa de Hoyo Masallo. Al
fondo, en el gris impreciso, llegué a distinguir...
... la
sombra de Peña Ganzo, el promontorio de Santoña.
Mirando
atrás, los mazos Grande y Chico sobre el Llano de la Cueva.
La nueva
senda bajó un poco antes de retomar el suave ascenso que estaba siendo la
tónica de la ascensión, para rodear el Pico los Tejos.
Delante, las
nubes medio tapaban la Porra del Mortillano. Aunque a veces se aclaraban, era
sólo un momento y nunca del todo.
A mi derecha,
se alzaba la pared caliza de las Peñas Rocías, mientras...
... iba
quedando atrás el pico Hornijo, que, sin ser el más alto, da nombre a la
sierra.
La vereda
se fue difuminando según remontaba Las Llusas hacia la cumbre, hasta...
... desaparecer
del todo en la masa de helechos, ante de la linde de un hayedo.
Entré
bajo los primeros árboles y giré a la derecha (NO) para mantenerme cerca del
límite del bosque, serpenteando por donde más cómodo me pareció entre peñascos
calizos.
Salí de
nuevo al descubierto frente a un espolón que se desprende al este del lomo sur
del Mortillano. Caminé directamente hacia él, a través de...
... un
matorral blando cortado por numerosas trazas de ganado, y me encaramé al mismo
por un corto pasillo empinado entre árboles.
Al llegar
a lo alto, me encontré con un pequeño lapiaz, primera muestra de lo que sería
terreno dominante hasta la cumbre. Girando a la izquierda (SO), recorrí...
... la
loma, ancha y suave, pero incómoda por su intensa karstificación. Mirando
atrás, podía ver ahora el Hornijo totalmente descubierto. Poco duraría.
A mi
derecha, se alzaba la masa redondeada de la Porra, al otro lado de un gran hoyo
de accidentadas paredes verticales.
Mantuve
la dirección rodeándolo, alternado la roca con tramos de matorral rastrero.
La visión
de los abismos a mi derecha era espectacular.
A mi
izquierda, las nubes que subían densas del Asón cubrían ya los Mazos y pronto
devorarían el Hornijo.
Al otro
lado, continuaba el terreno hundido, hasta que finalmente, di con...
... la
manera de cruzar el gran foso. El paso, que calificaría de clave, es una
empinada pasarela caliza, a cuya base hube accedí perdiendo cinco o seis metros
por una rampa de hierba a mi derecha (NO), para luego ganar otros doce. La
parte superior es una placa lisa pero la superé sin apoyar siquiera las manos.
Una vez
arriba, continué subiendo, derivando ligeramente a la izquierda (O).
Al cabo
de unos pocos metros entre árboles, aparecí en lo alto de un anchísimo lomo
calizo de escasa pendiente, que tomé a la derecha (NO).
El
terreno estaba tan quebrado que, a cada cuatro pasos, tenía que franquear
alguna grieta. Todas profundas, unas eran espectaculares y, otras,...
...
simplemente inquietantes: zanjas cuajadas de puntas y filos de roca sobre el
que cruzaba pisando apoyos más pequeños que la suela de mis botas.
La niebla
se cerró entonces y, coincidiendo, apareció un hito. Luego menudearon, lo que
me vino bien para encontrar el paso cómodo en el roquedo. Posiblemente acababa
de incorporarme a la ruta que sube del Collado del Asón, aunque, durante el
descenso, fui incapaz de encontrar la continuidad hacia abajo de esta primera
señal.
Cuando los
vapores se abrieron un momento pude ver la cota 1.382 que, si bien no tiene
nada especial como tal, domina uno de los fenómenos kársticos más
espectaculares que recuerdo. Siguiendo hitos y superando grietas, lo rodeé por
la derecha, por...
... una
ancha plataforma de caliza agrietada, al fondo de la cual se adivinaba la
sombra de la cumbre.
Una
mirada a la izquierda según pasaba el gran embudo y...
... otra
al dejarlo atrás.
Los
últimos minutos de ascensión transcurrieron entre la más densa niebla, sin ver
más allá que el hito siguiente. Sin ellos, tampoco hubiera sido complicado
llegar a la cima: subir por una rampa rocosa, interrumpida a veces por...
...
trincheras de herbosas en que se dibujaba la senda. Es evidente que esto es una
ruta transitada. En el tercero de esos pasillos, intuí que estaba a punto de
hace cumbre. La duda era si ir a la derecha o la izquierda. Pareciéndome que
tenía mejor pinta, comencé a trepar por el borde derecho (S).
No llevaba
ganados tres metros cuando vi el hito en la peña de enfrente; es decir, que
debía haber girado a la izquierda (N) para encaramarme, a través de una repisa
sin dificultad, a lo alto de la Porra del Mortillano.
La
visibilidad desde la cima era prácticamente nula. Los vapores se despejaron
sólo por un momento y sólo en un angosto sector,...
...
dejándome ver la antecima noroeste y...
... la
vertiente verde y gris que se despeña hacia los Hoyos de la Yesca.
No tardé,
pues, en emprender el regreso, deshaciendo el camino de ida. Al llegar al borde
suroriental del lomo cimero, por la zona donde había encontrado el primer hito
al subir, salí de la nube.
El
recorrido no fue exactamente igual en este terreno confuso pero, sin afrontar
pasajes especialmente malos,...
... aunque alguno
fue aéreo,...
... conseguí
localizar aquella pasarela de roca que permite cruzar el hoyo que se abre entre
La Llusas y la montaña.
A partir
de ahí, ya sí que hay poco que contar. Que no llovió pero llegué mojado de agua
de niebla. Y que los Mazos estaban ocultos cuando pasaba entre ellos de vuelta.
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