Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Esta ruta es
fácil, no incluye pasajes demasiado expuestos y requiere un esfuerzo sólo
moderado. En general, calificaría el recorrido de cómodo y agradable, al
alcance de montañeros con una mínima preparación. Además, el entorno es muy
bonito y tranquilo y, las vistas desde la cresta, bastante extensas. Aunque fui
en verano, recomendaría mejor la primavera, cuando el pasto presenta un verde
más intenso.
Aunque el
valle está muy humanizado, es por la actividad ganadera y no por invasiones
turísticas o urbanísticas. Los establecimientos públicos son escasos y, en
Casares concretamente, no encontré ninguno abierto en 2015. Y la carretera
desde Villamanín no está mal pero, desde el otro lado, desde el Embalse de
Luna, tenía tramos de asfalto infame; peor que algunas pistas. A lo que voy, es
a que éste es un rincón bastante apartado dentro de una zona, la vertiente sur
de la Montaña Leonesa, donde la práctica montañera no es masiva.
Además, esta
salida fue la primera en este valle y me llevé una agradable sorpresa, no sólo
por la belleza y tranquilidad de la zona, sino sobre todo por la concentración
de peñas de aspecto tremendo que me encontré.
RELATO GRÁFICO:
Todavía
remontando la Calle del Cadaval para dejar Casares de Arbás, podía ver a mi
izquierda los tres riscos que me proponía visitar, e incluso la propina de la
Peña Esquina.
Más allá,
la línea de pináculos calizos se prolongaba al oeste por las peñas Barragana y
Bermeja.
Al salir
del pueblo, la calle se continuó por la pista que remonta el Arroyo de Casares.
Ahora,
fuera de las casas, tenía una perspectiva más completa de las peñas de Arbás,
con...
... las
Tres Marías.
Después
de cruzar una cancela, la pista transcurre horizontal durante un tramo, con lo
que el arroyo queda más accesible, justo antes de rodear el lomo sureste de la
Peña del Palero. Allí, dejé el carril por una traza de ganado que, a la
izquierda (O),...
... desciende
hacia el cauce por una suave pendiente herbosa.
Tras
vadearlo, sin dificultad pues apenas llevaba agua, remonté la ribera opuesta,
siguiendo las huellas del ganado para caminar más cómodamente, y gané enseguida
el lomo de Los Calderones. Giré allí a la derecha (N) para...
... remontarlo.
El herboso lomo comienza ancho y suave, pero se va empinando y tornando
pedregoso al subir, mientras gira hacia el oeste para...
... fundirse
con la primera de las Tres Marías.
Si bien
con la altitud perdí perspectiva hacia el resto del cordal a mi izquierda,...
... a mi
espalda se descubrieron el Embalse de Casares y, más allá, varios cordales,
donde destacaba la doble cumbre de La Maja. También vi que el lomo llegaba al
pueblo y pensé que podía haberlo seguido desde allí, haciendo de la ascensión
un recorrido totalmente circular.
Al ser el
terreno más incómodo, aparecieron hitos y una borrosa traza, que seguían la cuerda
por la vertiente meridional.
Alcancé
el lomo en el hueco entre dos peñas, que dejaban ver las llamativas
construcciones que ocupan la cima del Cueto Negro, junto al Puerto de Pajares.
Más
arriba, en otro rellano, pude contemplar parte del lomo recorrido, con el fondo
de la Montaña Central a contrasol.
Poco
después, alcancé la base del risco cimero de la Peña del Palero, llegando a una
collada...
... flanqueada
por imponentes espolones.
De ella,
salí remontando una rampa herbosa en el flanco norte de la peña. Al topar con la
roca,...
...
cambié de vertiente, pasando a progresar por una zona de estratos empinados,
donde, a lo largo de casi 50 metros, hube de apoyar las manos (I). Pero apenas
hay exposición y seguí a trechos los huecos entre tiras de roca, pasando al
superior cuando me parecía cómodo.
Volví al
lomo en un tramo ancho, regular, y de pendiente moderada.
La
comodidad me permitió recrearme las vista en las paredes que llevaba a mi
derecha, las cuales...
... caían
en un profundo abismo hacia Cadaval.
Al otro
lado, el panorama era muy distinto, pero también hermoso, con el pueblo y el
embalse a mis pies y...
... el
cordal que limita el valle por el sur, culminado en el Pedroso, como horizonte.
La última
defensa de la cima es un resalte de hierba y roca unos doce metros (I), desde lo
alto del cual...
... se
domina muy bien el lomo por donde transcurrió la subida.
A partir
de ahí, el terreno se tiende y se descubren las otras dos peñas de la cresta,
que la perspectiva no dejaba diferenciar.
Fue en lo
alto de la Peña del Palero desde donde vi por primera vez en el día el gran macizo
del entorno: las Ubiñas, aunque muy borroso. Girando a la derecha,...
... al
noreste destacaban Cellón y Brañacaballo.
Las
vistas al sur no eran muy diferentes de las contempladas hasta entonces, aunque
la mayor altitud hacía que apareciera algún pico nuevo en la lejanía.
La
continuación de la cresta al oeste estaba aquí interrumpida por un corte
vertical de más de 100 metros altura, así que...
... volví
sobre mis pasos, hasta...
...
alcanzar la base de la peña, hacia los 1.700 m de altitud. Allí, giré a la
derecha (SO) para recorrer la base del risco por el sur. El terreno alternó
tramos herbosos con otros rocosos, que podían ser empinados pero no oponían
dificultad.
Levantar
la vista a la derecha era impresionante.
El final
del rodeo se anunció por la aparición de la Peña del Medio y, poco después, del
collado que la separa de...
... la
del Palero, que se ve impresionante de este lado.
La subida
a la segunda María comienza por una empinada rampa herbosa, que remonté directo
al pico aparente.
Con la ganancia
de altitud, la vista sobre el Palero aún gana más... ¡vaya agujón!
Al llegar
a la roca, giré a la izquierda (SO) para seguir subiendo por el verde y, a
punto de ganar el lomo de ese lado, nuevo giro a la derecha (NO), con la rampa,
entrando...
... en un
corto callejón del que salí trepando breve y fácilmente (I) a una pequeña
horcada. Al asomarme a la misma, vi...
... la
Peña de los Corros, máxima altura de la cresta. Giré a la derecha (N) y,...
...
trepando por un amplio lomo formado por cantos interrumpidos por repisas y
canalizos de hierba (I), gané los últimos veinte metros que me restaban para
culminar la Peña del Medio.
Desde
aquí, la del Palero aparecía tan tremenda como antes, pero ahora, por mor de la
perspectiva, enmarcada por unas montañas verdes y más bien suaves, que
realzaban su fiereza.
En esta
ocasión, la arista permite continuar la travesía a toda cresta, bajando por una
especie de pasarela mixta de hierba y roca, carente de dificultad. La misma
acaba en...
... una
caída de unos diez metros, casi vertical pero...
... con
muy buen destrepe (I), lleno de estupendos apoyos.
Traspuse
el collado y, en la base de la siguiente peña, pasé a su lado derecho para
ganar una terraza herbosa. Los primeros metros obligan a trepar (I), pero enseguida
disminuye la pendiente.
Toda la
subida a la cima más alta de las Tres Marías transcurrió por la cara norte, a
través de...
...
sucesivas repisas herbosas, que se encadenan en diagonal.
Algunos
hitos, los justos para resultar útiles, me aclararon las dudas y me permitieron
avanzar sin dificultad, aunque...
... algún
paso resultaba ciertamente aéreo.
Al llegar
a la cumbre de la Peña de los Corros, me encontré con algo que me faltaba,
aunque en absoluto echaba de menos... el típico enjambre de bichos de las cimas
estivales. Así que, pese a estar en el punto más alto de la travesía, apenas me
paré. Ni siquiera los diez o quince minutos que había gastado en los dos picos
anteriores: sólo un rapidísimo vistazo a la Ubiñas,...
... la
Sierra Casomera,...
... la
afilada cresta recorrida, con el fondo del mar de peñas de la Montaña Central,
y...
... el
apacible valle de Casares.
Al oeste,
la cresta se prolonga por otras peñas, también hermosas. Hacia allí dirigí mis
pasos, pues para una bajada cómoda me convenía alcanzar el siguiente pico; la
Peña Esquina. Al principio, la loma era amplia y cómoda. Luego, la bajada del
pico, me...
... encontré
con un aéreo crestón, que pasé parte por arriba y parte por el flanco
izquierdo, según me pareció. Tras él, rodeé por la derecha una prominencia
anónima, desde la que merece la pena volverse a...
...
contemplar la Peña de los Corros, antes de...
...
completar el suave camino hasta la Peña Esquina.
Desde
esta última punta del cresteo, la vista sobre las Tres Marías no es muy buena,
interrumpida por la punta vecina.
Respecto
al oeste, el panorama queda también tapado por el cercano Pico de la Brazosa,
sin duda el menos airoso del cordal. Así que tampoco me entretuve mucho, que el
calor apretaba, y, girando a la derecha (NE),...
... bajé
en diagonal por una moderada pendiente herbosa, hacia el lomo que cae al norte
de la cota anónima. Una vez en él, bajé a la izquierda (N) sobre el mismo,
disfrutando a mi derecha de...
... la
vista de la vaguada del Cadaval, dominada por...
... las
peñas que acababa de recorrer y, al otro lado,...
... de la
del Arroyo Carrió, enmarcado por el Cirbanal y las Ubiñas.
Al llegar
al anónimo collado norte (1.777), giré a la derecha (SE) para tomar un
caminillo que sale a contramano y baja suavemente por ese lado. Al poco, cuando
la senda traspone un lomo poco marcado, la dejé por la izquierda (NE) y...
...
descendí por lo alto de esa nervadura que divide en dos la amplia vaguada.
Realmente,
sería casi igual ir por otro sitio, pero éste parece un poco más cómodo.
A mi
derecha, la Peña del Medio, la más pacífica hasta entonces de las tres,
mostraba una cara norte impresionante.
Tras
pasar una zona de grandes bloques,...
... una
bajada breve pero más intensa, me dejó en el fondo de la parte izquierda del barranco,
donde se marcaban una serie de trazas de ganado. Tomando una de ellas, la seguí
a la derecha (E), caminando...
... ahora
bajo los desplomes de la Peña del Palero.
Una
última bajada intensa me llevó hasta la cabaña del Cadaval, situada...
... en un
entorno realmente impresionante. Allí nace una pista, que...
... tomé
y que me llevó a cruzar y luego seguir el Arroyo de Casares.
Es la
misma por donde había comenzado a caminar y, sin más que seguirla, llegué a
Casares de Arbás.
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