Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Me fijé ya en
este cerro en mi primera visita a la zona, allá por 1993, al ver su silueta no
muy altiva pero aislada y definida, desde el Bigardón. No es un monte muy
visitado, pese a sus múltiples atractivos y a que tiene varias posibilidades
fáciles de ascensión. Ésta de la vertiente de Valdeprado es una ruta cómoda,
que salva, casi siempre por buen camino, un mediano desnivel por pendientes
suaves. Un recorrido senderista agradable visitando una cumbre de amplias
perspectivas.
RELATO GRÁFICO:
Tras
aparcar en la explanada frente al edificio donde estuvo el bar de Valdeprado,
bajé caminando por el ramal de acceso al pueblo, crucé el río y atravesé el
caserío por su calle principal. Enseguida, salí de la aldea, pasando a remontar
el valle por un buen camino que bordea
las laderas del cordal que me disponía a recorrer. Mientras caminaba a su
sombra, veía enfrente, cómo el sol comenzaba a iluminar las crestas que bajan
de la Gubia del Portillón.
También,
al desplazarme al norte, fui descubriendo la cuenca del Arroyo Busmori, bajo
las alturas del Miro, la cumbre más alta de los Ancares Orientales, y el
Alcornón.
Tras un
rato de sosegado caminar, llegué a las primeras casas de la Braña de Susañe y,
en sendas bifurcaciones separadas pocos metros, giré a la derecha para, sin
llegar a entrar en la aldea, salir al sureste por...
... un
camino que sube en diagonal por la vertiente sur del valle y desde el cual se
domina el mismo hasta la aldea de Valdeprado.
Al poco,
entré en el Arroyo de Valdelosa, por el cual remonté la ladera. A partir de aquí,
me encontraría tramos de camino más empinados aunque, en general, la tónica de
la subida era más bien suave.
Con la
ganancia de altitud, también mejoró la perspectiva sobre la vertiente opuesta,
al menos mientras el terreno continuó despejado, con la vereda abriendo un
nítido surco en el matorral.
Luego,
coincidiendo con la proximidad al cauce del riachuelo, entré en un denso bosque
de ribera. Sólo de vez en cuando, al paso por algún claro, pude ver retazos de
las crestas circundantes y, una vez,...
... el
Miro, al otro lado del valle.
Salí a
terreno despejado hacia los 1.550 m de altitud. Ante mí, un breve rellano
herboso daba paso a un resalte de mediana inclinación, cubierto de matorral, en
el que se dibujaba el zigzag del camino. Al superarlo, llegué a...
... un
nuevo cambio de pendiente. A mi izquierda (NO) se alzaba, en medio de una
diminuta vaguada herbosa, un pequeño refugio: la Cabaña de la Pandiecha, por
encima ya de los 1.700 m de altitud. Encontré el pequeño edificio en buen
estado, dotado de cierto mobiliario y chimenea y con una fuente ante su puerta.
Al fondo se veía una cresta: el lomo oeste del Bustatán, donde pensaba ganar la
cuerda. Hacia él me dirigí.
Al poco
de dejar la cabaña, pasé junto a una pequeña balsa, sobre de la cual veía el
valle de Valdeprado bajo el Miro y lejanas crestas al fondo: los Montes Aquilianos
y la Sierra de la Cabrera.
Este
último resalte presentaba una mediana pendiente y, aunque el brezo crecía
bastante cerrado, el trazo de la senda era suficiente para pasar con comodidad.
Al ganar
la cuerda, hacia los 1.800 m, lo primero que se presentó ante mis ojos fue la
Sierra de Degaña, sobre la que asomaba la elegante silueta cónica del
Caniellas. El lomo de la montaña es amplio y estaba cubierto en parte de hierba
y en parte de un matorral que no llegaba a resultar incómodo. Girando a la
derecha (NE),...
... ascendí
hacia la redondeada cima.
Culminando
el Cerro de Bustatán, me volví a contemplar el grupo del Miro, sobre el que
asomaban al fondo las crestas de los Ancares occidentales. Mirando a la
derecha, veía...
... el
Valle del Ibias a mis pies, separando dichos montes de las sierras de Degaña y
Rañadoiro.
La cumbre
de la primera, el Caniellas, seguía casi tapado.
Antes de
seguir con la vuelta, me acerqué al extremo noreste de la amplia culminación,
que es también su punto más alto. Desde allí, se me descubrió la continuación del
cordal, que cae por la Peña Mayor hasta el invisible Puerto de Cerredo. Más
allá, tras una explotación minera afeaba el paisaje, se alzaba el Cueto de
Arbas, ya en la Cordillera Cantábrica. Y, por detrás de éste, los montes de
Somiedo y la Babia.
Al este,
se abría el gran hoyo cabecero del Río Pedroso, por encima del cual destacaban las
siluetas de las Ubiñas, al final de las crestas sucesivas de Laciana. A la
derecha, más suave, la Sierra de Villabandín y, siguiendo con los ojos el curso
del Pedroso,...
... más
allá de sus vertientes, la vista se extendía hasta la Sierra de Gistreo.
Fui luego
hacia el sureste, al otro extremo del domo cimero. Hay allí un par de pequeños
hitos de piedras, aunque es notorio que la culminación no es ésta. Allí,
reapareció el Valle de Valdeprado. Al fondo, el tono diferente permitía
distinguir las crestas del Teleno - Aquilianos y la Cabrera.
Tras un
buen rato en cumbre, comencé la bajada por la cuerda que cae al sureste, amplia
y de pendiente moderada. Aunque no había senda, era cómoda de caminar.
Llevaba a
mi derecha el Miro y sus satélites y, a...
... mi
izquierda, el profundo valle del Río Pedroso.
La
progresión se hizo algo más incómoda al rato, al aparecer algunas pedreras y
retoños de roble. Pero fue por poco rato. Cuando la pendiente disminuyó, volví
a caminar...
... entre
el brezo y encontré una traza de paso, estrecha pero suficiente.
Ésta me
dejó en una buena senda, junto a cuyo arranque había pasado antes, en la
Pandiecha, y que llega desde allí atravesando el flanco del cordal. La tomé a
la izquierda (S) y, a partir de ahí, el recorrido de la cuerda fue más que
cómodo, confortable, además de...
...
bonito.
La
pendiente era tan suave todo el tiempo que no la noté ni al pasar un par de
prominencias, la más considerable de las cuales es la Moroquina.
Desde allí,
hay una notable vista de la cabecera del Pedroso.
Al bajar
de este modesto cabezo, me encontré en un ameno paraje: un prado con fuente y
rodeado de árboles... pero es que estaba en cresta. Sorprendente lugar.
Poco
después, vi el final del cresteo: una amplia horcada al pie del Miro de Susañe.
En medio, sobre un altozano, brillaba una cabaña en medio de un prado. Se trata
de la de Catxao, también en buen estado, amueblada y con fuente. Frente a la de
la Pandiecha, suma a los encantos comunes, unas magníficas vistas sobre los
montes de Gistreo.
Llegando
al altozano que se yergue en medio del Collado de Valdeprado, hay una buena
perspectiva hacia el Cerro de Bustatán y la cresta recorrida.
Y, ya
desde la cabaña, hacia el alto curso del Río del Pedroso y...
... el
Miro, bajo el que se ve, en el fondo del valle, el edificio junto al que había
aparcado.
Paré ahí
muy poco, pues iba haciendo calor y se me hacía la hora de comer. Proseguí por
el cordal hasta la depresión sur, donde giré a la derecha (NO) y me dirigí
hacia...
... la
linde del bosque. Allí encontré el arranque de un camino que baja por la
vaguada.
La senda
es buena y cómoda y alterna tramos bajo los árboles con claros.
Finalmente,
con el final del bosque, llegué al arranque de una pista, desde que se ve el
collado sobre este Arroyo Vache. Tomándola, continué descendiendo hasta...
...
doblar un espolón y salir del barranco a la vista del edificio del Bar
Valdeprado. Pero, como sería incómodo ir directamente a través de los campos,
proseguí por el carril, que sigue bajando en diagonal hasta las primeras casas del
pueblo.
Allí tomé
a la izquierda (O) un carril de cemento, que me condujo hasta la calle
principal. Girando de nuevo a la izquierda (S), regresé por ella al coche. Por
cierto, que en ese segundo cruce hay una amplia explanada que no conocía, muy
buena para aparcar. Para esta ruta, sería un lugar más lógico que el viejo bar,
aunque el ahorro no llegaría a diez minutos.
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