Oturia (1.920)

ASCENSIÓN DESDE YEBRA DE BASA

POR SAN ROMÁN Y BAJADA POR LAS ERMITAS

El Oturia es uno de los picos más destacados del Serrablo, comarca altoaragonesa que incluye el segmento de Sierras Interiores que va del Río Gállego al Ara. No es la cumbre más alta de la zona pero sí destaca por su situación, dominando la Val Ancha y frente a algunas grandes cumbres de la cordillera. La cima es un cabezo redondeado plantado en un altiplano herboso, desde el cual caen a pico las típicas laderas de esta parte del Pirineo: estratos de caliza cortados por fajas donde prospera una variada vegetación. En mi opinión, es más atractivo ese zócalo, con el vértigo de las paredes y el abierto espacio panorámico de la meseta, que el propio pico.

La ruta de subida no es muy utilizada. Consiste en remontar la gran vertiente del Solano de San Román desde la aldea del mismo nombre, enlazando las fajas que la cortan. Tras alcanzar luego la cima por su herboso y redondeado lomo occidental, la bajada va a transcurrir, sin embargo, por el itinerario más frecuentado por los que parten del valle del Basa, en vez de acercarse en vehículo hasta el Santuario de Santa Orosia, y, antes de bajar por el barranco homónimo, pasa por las renombradas ermitas rupestres.

El Monte Oturia, visto desde el norte

SITUACIÓN:

  • Zona: Sierras Interiores (Pirineos)
  • Unidad: Alto Serrablo
  • Base de partida: Yebra de Basa (Huesca)

ACCESO: La Ermita del Angusto, llamada erróneamente de Santa Orosia en el mapa del IGN, está a 55 km al norte de Huesca, yendo por Sabiñánigo. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 882 / 1.920
  • Mi tiempo efectivo: 5h58
  • Mi tiempo total: 8h32
  • Dificultades: Ninguna. Itinerario por caminos o terreno cómodo.
  • Track para descargar en Wikiloc

Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: En la Ermita del Angusto, tomar el camino izquierdo (N) de los dos que salen hacia el monte. Tras remontar brevemente el barranco, en el primer cruce que se encuentra, seguir por una senda a la izquierda (O) para subir a la Corona de San Román y continuar faldeando el monte hasta San Román de Basa. Salir del caserío por la carretera que lleva a Isún y, enseguida, tomar un carril de tierra a la derecha (N), el cual se aproxima a la ladera de la sierra, a cuyo pie se estrecha hasta quedar reducido a una senda. Remontar por ella el Solano de San Román hasta el borde de la meseta superior, donde se gira a la izquierda (NO) para seguirlo hasta la Punta del Mallo. Proseguir al N, cruzando un extenso prado hasta situarse en el contrafuerte de La Lera y girar a la izquierda (NE) para remontar el herboso lomo que cae del Oturia.

Bajar por el lomo SE hasta dar con una pista cerca de la Caseta San Cocoba y tomarla a la derecha (O). Después de pasar por el Puerto de Santa Orosia y el santuario de dicha advocación, tomar el desvío a la derecha (S) que lleva a la Ermita de la Cruz. A su espalda nace el sendero que recorre las ermitas rupestres. Tomarlo y, en la de San Cornelio, proseguir descendiendo el barranco hasta la Ermita del Angusto.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Excursión prolongada pero llevadera y sin dificultad, al alcance de andarines en una mediana forma física. Durante casi todo su desarrollo transcurre por caminos marcados, salvo el tramo entre la Punta del Mallo y la cumbre; pero ahí se trata de caminar por un prado despejado y con la referencia del pico ante los ojos. Pero, en caso de niebla en la meseta, es mejor ir a la cumbre por el carril que pasa por el santuario y el camino que utilicé para bajar.

El paso por las ermitas rupestres añade un punto de atractivo a la ruta, aunque, para mí, lo bonito de esa bajada fue el entorno de roca y bosque y no esos modestos edificios. Nadie espere una maravilla de románico: son del XVII. Además, estas construcciones, si bien son una curiosidad por su emplazamiento, carecen de valor artístico y, estando la obra correctamente ejecutada, tampoco poseen la gracia que, por ingenuo, tiene a veces el arte popular. Merece la pena el camino en sí más que por las ermitas.

Existe la posibilidad de alcanzar en coche el santuario de Santa Orosia y reducir así a un corto paseo la culminación del Oturia. Lo desaconsejo: como dije más arriba, lo más atractivo de la excursión se encuentra por debajo de la altiplanicie.

RELATO GRÁFICO:

En la Ermita del Angusto, tomé el camino de la izquierda (NO) de los dos que salen del final del ramal de asfalto, indicado a las ermitas rupestres (PR-HU 4). Por el mismo, bajé al cauce del barranco y pasé un estrechamiento. Al salir del mismo,...

... en una curva a la derecha, giré a la izquierda (O), para tomar el sendero GR-16 en dirección a San Román de Basa. La salida del mismo no es muy visible y el cartel que lo indica está separado y medio tapado por las zarzas (no es el que se ve en la foto). Pero sirven de referencia una torre eléctrica, que hay que dejar a la izquierda; un hito, que podría desaparecer en la siguiente riada, y, sobre todo, que hay que vadear el Barranco de Santa Orosia y...

... remontar la torrentera que recibe del oeste y discurre al pie de una llamativa ladera margosa. También hay estacas e hitos pero la mitad, al menos, se los ha debido llevar el agua. Tras unos minutos sin apenas ganar desnivel,...

... la vereda me llevó a emprender la subida de una áspera pendiente de hierba y matorral. Por ella, salí del barranco y...

... me encontré en un gran llano herboso al pie del zócalo que defiende el altiplano sobre el que se levanta el Oturia. Estaba en la Corona de San Román y, desde lo alto, me dominaban las antenas de la Punta del Mallo, donde iba a ganar el nivel superior. Pero antes de iniciar la subida,...

... me dispuse a faldear un trecho al oeste, donde veía ya las casas de San Román de Basa, con el fondo sombrío de la Sierra de la Partacúa. Atravesé el prado en esa dirección, incorporándome al poco a un carril que iba por el límite meridional del campo, hasta...

... su extremo oeste. Allí, cuando gira a la izquierda, tomé a la derecha (N) una senda, cuya salida estaba marcada con una estaca. La misma me introdujo en la vegetación,...

... a través de la que bajé al Barranco de Gabardué, que crucé. Al subir la ribera opuesta,...

... gané un alto desde el que se veían las sierras de Portiello y Picardiello, que cierran por el sur el Valle de Basa.

La senda seguía ahora, siempre al noroeste, el lomo de un reborde de la sierra, desde el que descubrí también la Peña Oroel.

Al llegar a su unión al monte, el caminillo giró a la derecha (N), dejándome enseguida...

... en San Román de Basa, pequeño conjunto de casas modernas, aunque fieles al estilo tradicional, que rodean una vieja iglesia ruinosa. Atravesé el caserío siguiendo las señales del GR, saliendo del mismo...

... por la carretera que viene de Isún, la cual dejé a los pocos metros: cuando hace una curva a la izquierda, tomé un carril de tierra que sale al lado (NE), indicado a Santa Orosia. Por él me dirigí directamente hacia el monte.

El camino se estrechó y fue empinándose gradualmente al elevarse el terreno en el Solano de San Román. Al principio, gané altura muy gradualmente a través de un paisaje de aspecto árido con algún matorral.

Pronto entré en un denso pinar, entre cuyas copas veía la Punta del Mallo cada vez más encima de mí.

Con la altura, aumentaba la pendiente y los pinos iban siendo paulatinamente sustituidos por los robles. Hacia los 1.250 m, salí del bosque y me encontré enfrentado a la primera banda de roca de las que defienden el altiplano de Santa Orosia. Su aspecto impresiona al principio, pero...

... no tardé en descubrir que el sendero va enroscándose en torno a los canchos, buscando entre...

... fajas y canales el paso mejor, de modo que la subida transcurre cómodamente y sin ninguna dificultad. Ni siquiera llega a ser fuerte la pendiente. Y, cuando el camino se abalcona,...

... las vistas sobre el valle son amplias y hermosas.

Al cabo de esa amena remontada, llegué a una faja herbosa recorrida por un camino, donde va a desembocar la senda que llevaba. Aquí, ya no hay ni que atender a las señales. Girando la vista a la izquierda, se ven cercanas las antenas de la Punta del Mallo y hacia ellas (NO) me dirigí.

Tras un trecho por la terraza, desde la que se veía la Sierra de Guara hasta entonces oculta, una brevísima subida me dejó...

... al borde de un gran llano herboso al fondo del cual se elevaba el Oturia.

Pero, antes de coronar la cumbre del día, quería pasar por un picacho secundario con pinta de ser un buen mirador: la Punta del Mallo, que se elevaba al oeste, muy cerca. La senda se perdía en la hierba, pero ese amplio prado suavemente ascendente, no era un problema: caminé directamente hacia las antenas que se alzaban en la cima.

Al asomarme, entre ellas, al oeste, se desplegó a mis pies la Val Ancha, flanqueada por cordales modestísimos, donde la Peña Oroel destacaba como única cumbre de relieve.

Al norte, el Gállego se abre paso entre las sierras de la Partacúa y Tendeñera. Por el boquete abierto, veía las siluetas lejanas de las cimas fronterizas, de Ferraturas al Balaitús.

Más a la derecha, tenía la verde pirámide del Oturia, al otro lado de una gran pradera. La misma estaba interrumpida por el corte cabecero del Barranco de las Gargantas. Así, pues, me dirigí a la cumbre trazando un ligero rodeo para dejar de lado ese hoyo.

Mientras caminaba, veía a la derecha alzarse sobre el cercano horizonte del prado las siluetas anchas pero armoniosas de los montes Suerio, San Loriente y Canciás. Más lejos, a través del hueco entre los dos primeros, llegaba distinguir las siluetas borrosas del Cotiella y la Peña Montañesa.

Si miraba al sur, veía la Sierra de Guara o, al menos, sus dos núcleos más importantes: el Tozal y la Gabardiella.

Pasado el Barranco de las Gargantas, tampoco subí directamente hacia la cumbre, sino que proseguí al norte, dejando a la derecha el pico y entrando en el testero de La Lera, asomándome a la cabecera de un segundo barranco, el de Vallés. En él, prospera un bosque, cuyas copas otoñadas mostraban un colorido extraordinariamente variado.

Al llegar al lomo que cae al oeste del Pico de Oturia, giré a la derecha (E) y, entonces sí, emprendí la subida final. El terreno seguía siendo un prado despejado de obstáculos, comodísimo de caminar, donde no se marcaba ninguna senda, ni falta que hacía. Eso sí, la pendiente que empezó suave, fue aumentando paulatinamente y la última parte de la subida es extremadamente empinada.

Llegando a la cima del Oturia, me volví a contemplar el altiplano a través del cual llegué desde la Punta del Mallo. No dejan de sorprenderme estas praderas colgadas en altura.

Al oeste, por encima de las cabeceras de los barrancos de las Gargantas y Vallés, veía la Val Ancha entre Peña Oroel y la Partacúa. Al fondo, el aire se tornaba gris por las nubes bajas y las cortinas de lluvia: había un cambio de tiempo anunciado a media tarde y ahí venía.

Merecía la pena bajar un poco la noroeste para ver mejor la cabecera multicolor del Barranco de Vallés.

Al norte, sobre las últimas estribaciones orientales de la Partacúa, descubrí la silueta oscura del Midi d’Ossau.

Más a la derecha, al norte, corría el monótono paredón de la Sierra de Tendeñera.

Siguiendo la vuelta, se distinguían las paredes de Ordesa bajo una banda de nubes y, sobre ellas, las cimas de las Tres Sorores.

A oriente, la montaña se mostraba aún sonriente, con mucho azul entre las nubes sobre unos valles aún mayoritariamente verdes, pero donde el otoño se agazapaba en los bosques expuestos al norte, rodeados por los picos amables de la Manchoya, Suerio y Canciás.

Más allá del segundo, seguían Cotiella y la Peña Montañesa.

Y, al sureste, Guara. En esa dirección abandoné la cumbre, caminando por un lomo herboso carente de obstáculos. El mismo es al principio casi horizontal pero...

... no tarda en adquirir cierta pendiente, aunque nunca es extrema ni presenta ningún obstáculo.

En suma, que se trata de una bajada, la de este lomo suroriental, cómoda por el terreno y bella por el panorama. Al cabo de cierto tiempo, me cortó el paso una pista y la atravesé, siguiendo las indicaciones pintura amarilla y blanca y los hitos que habían ido apareciendo según bajaba. Al llegar a un segundo carril, lo tomé a la derecha (O) y, tras pasar junto a la Caseta San Cocoba,...

... pasé a atravesar, casi horizontalmente, la falda meridional del Oturia.

Caminaba a cierta altura sobre el altiplano, donde iba viendo el edificio rodeado de coches del santuario y, más cerca, un cruce de caminos. El mismo marca el Puerto de Santa Orosia, collado amplísimo y tan suave que cuesta trabajo distinguirlo. Para llegar a él, estando a su altura, giré a la izquierda (S) para bajar por una vereda mucho más deteriorada y de arranque impreciso, la cual se dirige directamente a la encrucijada. En todo caso, ésta es bien visible y el terreno carece de obstáculos. Una vez en la misma, tomé la pista que va al suroeste, la cual me llevó...

... al cercano Santuario de Santa Orosia, en aquel momento en obras, que estaba rodeado de coches y paseantes. No me daban envidia: como ya dije en la introducción, subir hasta aquí así resta a la ascensión buena parte de su atractivo. Total, que giré a la izquierda (S) en el cruce de pistas cercano al edificio y, apenas 50 ó 60 metros más allá, tomé a la derecha (SO)...

... una senda indicada a los “Santuarios Rupestres”. Desde su arranque se tiene quizá la composición más atractiva del Oturia y el santuario.

El camino, que empieza borroso pero enseguida se aclara, me llevó a atravesar entre matorrales un llano a cuya izquierda...

... hay una atractiva perspectiva del Canciás. Bajo el mismo, distinguía el corte del Barranco de Santa Orosia, referencia de la bajada, pero que no tomaría por su cabecera, cosa lógica, sino siguiendo un itinerario sorprendente.

Alcancé de nuevo el borde del altiplano en el lugar donde se levanta la Ermita de la Cruz. Es un buen mirador, pero empezaban a caer algunas gotas y no quise entretenerme mucho más. Dejando el edificio a la derecha, en su parte trasera,...

... un cartel indicaba el incierto arranque de una senda que bajaba a Yebra. Era mi camino y, tras un corto descenso cara al valle,...

... salí a una faja colgada sobre el abismo. La tomé a la izquierda (SE) e inicié la bajada hacia el barranco, recorriendo el zócalo cerca de su culminación. La misma es, en todo su recorrido, una amplia y despejada banda de hierba, sin ningún obstáculo, colgada entre una gran caída y una pared de roca. Esto último me vino bien pues se puso a llover y, cuando caía con cierta intensidad, me encontré...

... caminando bajo el techo natural que forma, en buena parte de su recorrido el estrato calizo superior. Al poco, llegaba a la segunda de las ermitas que jalonan el recorrido, primera de las rupestres. La de Santa Bárbara, como sus compañeras, no es en realidad un edificio sino el cierre de mampostería de una cueva usada como oratorio. Construidas en la primera mitad del siglo XVII, no responden a ningún estilo definido pero su factura es buena, profesional; por ello, digo más arriba que carecen de tanto de valor artístico como del encanto de las construcciones populares. Su principal interés es la curiosidad de su emplazamiento.

Lo cual no es poco, pues el entorno es realmente impresionante y parece lugar adecuado para que un creyente identifique la grandeza de la naturaleza con la de su creador.

En poco tiempo, llegué a una nueva ermita, la de San Blas, más pequeña pero parecida a la anterior.

A continuación, doblé un espolón y entré en la cuenca del Barranco de Santa Orosia, al fondo del cual se encuentra el mayor y más espectacular de estas capillas: la Ermita de San Cornelio consta de dos partes, la inferior tan sencilla como las anteriores, y la superior más grande, encajada entre dos paredes y dotada incluso de hueco para campanas. Al final de la faja, la senda se prolonga a través del bosque, yendo a cruzar el torrente para bajar por la ribera opuesta. Antes del vado, sale a la izquierda (N) un tramo de escalones que permite visitar el edificio superior de San Cornelio.

Lo hice y puedo decir que carece de interés, salvo por ver el conjunto, y la parte final de la faja, desde otro ángulo. Además, creo que no lo he comentado, todos los edificios estaban cerrados; no sé si existe la posibilidad de verlos por dentro. Si estuve un rato en este lugar fue porque, a partir de él no hay resguardo y a lo lejos se veía llegar algún claro.

Efectivamente, en menos de media hora había dejado de llover y volví a la bifurcación para retomar la senda. Ésta, como ya dije, cruza a la ladera opuesta para emprender un descenso más decidido. A través de los árboles, al tomar distancia, merece la pena ir fijándose en las nuevas perspectiva que va mostrando San Cornelio, antes de...

... que la senda se introduzca en un túnel vegetal durante un rato considerable. La senda se mantuvo cómoda y amplia hasta el final. Primeramente, bajé en prolongada diagonal derecha la ladera de Canecillo, que constituye vertiente izquierda del Barranco de Santa Orosia.

Luego, cambié de dirección para volver al eje del vallecito y pude ver enfrente una de las ermitas, que me marcó la faja por donde había iniciado la bajada del zócalo.

Tras vadear el torrente,...

... proseguí el descenso y pronto tuve ocasión de ver el final de la excursión: a la izquierda del llamativo terreno margoso bajo el que subí a la Corona de San Román, distinguía el estrecho por donde había comenzado a caminar esa mañana.

Pasé por otra ermita, la llamada de las Rodillas, que no es en realidad más que una capilla con hornacina asentada sobre una roca al borde del camino.

Poco después, descubrí al pie de la ladera otra formación de marga multicolor que, junto a los árboles con distinto grado de coloración otoñal formaba un cuadro muy atractivo. Su nombre, la Sierras.

La última capilla recibe el nombre de As Coronillas, tomado del estrato sobre el que se asienta, que forma un reborde que remata la ladera del monte y...

... desde el que hay una hermosa perspectiva del Barranco de Santa Orosia.

A partir de ese punto, la senda se prolonga en una pista, ya por terreno menos empinado, pero que dejé enseguida, guiado por las señales de PR, tomando una senda que sale a la derecha (S). Ésta baja más directamente pero es igualmente cómoda.

Incluso cuenta con escalones cuando la pendiente se agudiza. Por ella llegué enseguida al cruce donde esa mañana me desvié por el GR-16 y, de ahí, por camino conocido, en minutos...

... arribé de vuelta a la Ermita del Angusto mientras caían las sombras de la tarde y el cielo se iba terminando de aclarar.

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