Aznaitín (1.745)

ASCENSIÓN DESDE ALBÁNCHEZ DE MÁGINA

CRESTA DE LOS TRES AZNAITINES

El Aznaitín es un pequeño macizo desprendido al norte de la Sierra de Mágina, lo que le convierte en un estupendo mirador y monte muy destacado, pese a su altitud modesta. Lo culminan tres puntas, que acompañan el nombre genérico con el de los tres pueblos que se recuestan al pie de la montaña: Albánchez, Torres y Jimena. Montaña arquetípica de las del sur de Jaén, en sus laderas se alzan potentes canchos calizos sobre la mezcla arboledas y pasto que las pueblan por encima de los olivares que llegan a trepar por las pendientes más bajas. Un entorno de belleza adusta, impresionante a veces.

Albánchez está situado en la esquina suroriental del monte. La ruta consiste en remontar al oeste el Arroyo de la Gargantilla hasta la cuerda, recorrerla hasta su extremo norte y bajar luego al este para regresar a Albánchez siguiendo el pie de monte.

La mole del Aznaitín domina Albánchez de Mágina

SITUACIÓN:

  • Zona: Sierras de Alta Coloma y Mágina (Cadenas Béticas)
  • Unidad: Sierra de Mágina
  • Base de partida: Albánchez de Mágina (Jaén)

ACCESO: Albánchez de Mágina está 43 km al este de Jaén, por Mancha Real y Jimena. Al entrar en el pueblo, ir atravesándolo por la Avenida de Hutar, que prolonga la carretera. Al acabar en la Calle San Marcos, girar a la derecha (O) y, al pasar la Plaza de la Constitución, seguir subiendo a la derecha (O), por la Calle Horno. Cuando ésta gira en redondo, de nuevo a la derecha (NO) por pista una de tierra que sale del pueblo entre dos naves y aparcar. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 788 / 1.745
  • Mi tiempo efectivo: 5h20
  • Mi tiempo total: 6h57
  • Dificultades: F. Trepadas (I) de hasta 12 m. Tramos empinados y por terreno descompuesto.
  • Track para descargar en Wikiloc

Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Salir de Albánchez de Mágina por la senda que remonta el Arroyo de la Cañada hasta su collado cabecero. Girar allí a la derecha (NE) y subir por una canal pedregosa, de la que se sale al lomo suroccidental del Aznaitín de Albánchez, por el cual se alcanza esa cima. Siguiendo la cuerda a la izquierda (NO), se va a la cumbre principal del Aznaitín.

Continuar el cresteo, ahora con alguna pequeña dificultad, hasta pasar el Aznaitín de Jimena (F) y, cuando el terreno es favorable, bajar en diagonal a la derecha (N) y dirigirse, a través de una ladera pedregosa, hacia el extremo de una pista que se ve abajo. Continuar el descenso por ella atravesando un pinar; al salir a un prado, tomar un desvío a la derecha (E), que muere en otro rellano al pie de la cota 1.029 del mapa. Continuar el descenso por la vaguada que cae al sur de la misma, yendo a dar con el Cortijo Sierra. Tomar la pista que nace allí, llegando enseguida a un cruce junto a la Fuente del Moro. Girar a la derecha (SE) y, poco después, en un segundo desvío, seguir a ese mismo lado (S), para regresar, bajo la vertiente oriental del Aznaitín a Albánchez.


Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Bonita y variada excursión, recorriendo la cresta de esta hermosa peña y contemplando todas sus vertientes. Tiene cierta exigencia física por las pendientes y el terreno suelto. Aparte del par de trepadas, fáciles en todo caso, no se encuentran obstáculos serios, pero la progresión se hace incómoda por la fuerte karstificación, sobre todo en la cuerda. Aunque hay bastante tramo sin camino, la orientación es fácil siempre que haya buena visibilidad.

En la bajada tras el Aznaitín de Jimena, tengo la impresión de que hubiera sido mejor aguantar más rato en cresta antes de dejarme caer a la derecha, o bien haber hecho el descenso más gradual al principio. Así, hubiera evitado el último destrepe y la pedrera más incómoda del día; sin embargo, no conozco esas alternativas y he mantenido la descripción tal como realicé la ruta. Pero, si volviera, probaría a aguantar en cresta hasta la cota 1.500 o poco antes.

Lo mismo vale para el paso de la cumbre principal al Aznaitín de Jimena: para acabar en el costado este de la cresta, mejor haber empezado situándome en él, en vez de intentar ir por arriba. El roquedo es bastante resbaladizo y está muy fracturado, por lo que el paso por la arista es más incómodo que divertido y, en mi opinión, no merece la pena. Mejor caminar por las terrazas de hierba al pie de la cresta de roca y, para ello, abandonar la cumbre por el norte y girar a la izquierda al pie del cueto cimero.

RELATO GRÁFICO:

Al dejar atrás las últimas casas de Albánchez por la pista que sale de la Calle Horno, frente a la mole del Aznaitín, tomar a la derecha un camino que sube...

... hacia los coloridos canchos que dominan el pueblo, al pie de los cuales se abre lo que pudo ser una vieja cantera. Al llegar a la misma, se bifurca el carril; a la izquierda, iría hacia las ruinas del castillo árabe.

Yo giré a la derecha (O), para remontar el Arroyo de la Cañada, que baja del collado sur del Aznaitín. Pero, como este carril acaba poco más allá en una toma de aguas, a los pocos metros lo abandoné por la izquierda (SO), subiendo en diagonal...

... en busca de un senderillo estrecho pero claro que remonta el vallecito bajo el resalte calizo.

Siempre por la vertiente derecha, la vereda me sacó a terreno más despejado, desde el que se apreciaba perfectamente el tubo por el que ascendía. Al poco, llegué a un rellano donde se alzan las ruinas de un cortijo. Hay que parar y volverse allí a...

... contemplar cómo Albánchez queda atrás y se van descubriendo los picos de la Serrezuela de Bedmar y, en un último horizonte, la línea quebrada de la Sierra de Cazorla.

A partir de ahí, el barranco se suavizó, tornándose menos empinado y más abierto.

A mi derecha, seguía alzándose el Aznaitín, destacando el pico de Albánchez, como un gran cancho centrado en la cresta visible.

Superados los 1.100 m de altitud, pasé cerca de una casa en buen uso. A partir de ahí, el ascenso continuó, aún más gradual, por un camino más amplio y apareció también el Cerro Castellar, marcando la cabecera del barranco.

Poco después, llegué a la pista que va al mismo desde el Puerto de Albánchez. A la izquierda empecé a ver algunas estribaciones del núcleo central de Mágina, hasta entonces oculto.

Tomé el carril a la derecha (NO), hacia la cercana horcada, que no llegué a alcanzar. Antes, me desvié a la derecha (N), por unas rodadas que bajan brevemente a un prado enfrente de...

... una amplia canal que corta la vertiente septentrional del Aznaitín, por donde pensaba subir. Para ir hacia ella, tomé...

... un claro trazo que parte del mismo prado y se dirige al noreste, cortando en diagonal una ladera de matorral para alcanzar el tubo un poco por encima de su base.

En su interior, la canal es pedregosa y empinada. La senda desaparece a veces, pero el camino es obvio: remontar por donde más cómodo resulte el estrecho corte en la ladera.

Enseguida, apenas había comenzado a ganar altura, me di cuenta de que se había ensanchado el panorama a mi espalda. Más allá del Castellar y el Monteagudo, se elevaban, nevadas, las crestas principales de Mágina, con el Almadén, el Ponce y Cerro Cárceles en primer término; detrás de éste, asomaba a medias el Pico de Mágina.

Tras pasar por un lugar especialmente angosto, el terreno se abrió y suavizó a mi alrededor, volviéndose también...

... más herboso. El tubo se disolvió así en la ladera al pie de la loma suroccidental del Aznaitín de Albánchez, que alcancé en un rellano junto a una cota 1.634. Asimismo desapareció el trazo que iba siguiendo, aunque, como se verá, a partir de aquí era aún más innecesario.

Al asomarme al otro lado, pude ver la espectacular cara oeste del Aznaitín más alto, llamado de Torres, y la cresta prolongándose al norte.

Girando a la derecha, subí por lo alto del lomo, ancho y libre de obstáculos. Sólo en lo alto de la pendiente se elevaba un cancho, que rodeé por la izquierda para...

... descubrir el cancho cimero del Aznaitín de Albánchez a corta distancia. En ese roquedo encontré la primera (y mínima) dificultad del día: una inclinada placa de caliza agrietada que remonté sin manos pero me obligó a escoger dónde apoyar los pies.

Mirando atrás, descubrí unas crestas oscuras a la derecha del Almadén: la zona de Grajales y la Pandera que, en días más claros, deben de verse bastante bien. Pues, si había comenzado a caminar bajo un cielo límpido, hacía rato que se estaban llegando unas nubes oscuras, no muy amenazantes, que impedían vistas lejanas.

Ahora sí se distinguía mejor el corte entre los dos cordales que delimitan los arroyos del Perú y Castillejos y que, en torno al Collado del Espino, articulan el núcleo central de la Sierra de Mágina.

Pero, si algo impresiona desde este pico es la visión de Albánchez de Mágina al fondo de una caída de 900 m.

También al este, las crestas de Cazorla estaban tapadas por las nubes, más allá de la Serrezuela de Bedmar donde, incluso, golpeaba la luz del sol. Estaba en una isla de claridad.

Continué camino hacia la cumbre principal bajando al norte, a través de un terreno mixto de hierba y cantos, de pendiente suave. Fui derivando un poco a la derecha para pasar el collado intermedio por su parte más alta. Tras una breve subida por terreno más rocoso pero sin obstáculos que reseñar, alcancé la cima del Aznaitín.

Atrás quedaba el pico de Albánchez.

Justo antes de pisar el hito, se abrió a mi izquierda un impresionante corredor por el que vi las vertientes del circo occidental, con el Almadén al fondo.

Girando la vista a la derecha, aparecía la boca del gran hoyo flanqueada por los modestos cerros del Tesoro y el Morrón. Este cuenco es la vertiente más boscosa del Aznaitín; lástima que medio pinar se quemara el verano pasado.

La continuación de la ruta hacia la siguiente punta, en realidad un simple hombro rocoso, está clara: por la cresta al norte, amplia y libre de obstáculos aunque algo incómoda por los cantos fracturados de que está sembrada. Sin embargo, apenas llevaba recorridos cien metros cuando...

... la arista se afiló y desplomó ante mis pies. Intenté seguir, a pesar de ello, pero lo resbaladizo, pese a estar seca, y lo dislocado de la roca, me hicieron cambiar de idea. Viendo a mi derecha (E) una terraza que corría paralela al crestón, destrepé hacia la misma, perdiendo unos 25 m por una empinada cascada de bloques apilados (I).

En el rellano, me encontré con un trazo de senda, que me había pasado desapercibido hasta entonces, reforzado con hitos. Total que, para acabar aquí, mejor tomar el camino marcado desde el inicio, que debe ser al este de la cumbre del Aznaitín, donde este rellano ya existe. Volviendo a la ruta, obviamente giré a la izquierda (NO) y comencé a seguir la senda y los hitos por la vertiente oriental de la cresta.

El recorrido es cómodo, comenzando por una bajada suave por buen piso. Al poco, pasada la caída que interrumpe la cresta, me volvía examinarla: no es que sea difícil pero, por el tipo de roca, tampoco creo que fuera agradable.

A partir de ahí, fui un buen trecho a toda cresta, que es casi horizontal, alternando tramos relativamente estrechos, pero nunca expuestos, con...

... otros mucho más amplios. La cima principal mostraba ahora su vertiente noroeste, tan espectacular como la suroeste, aunque quizá no tan alta.

Tras la segunda de las zonas rocosas que pasé, me encontré ante un corte más profundo, creo que inevitable. En el lado izquierdo de la arista, encontré una...

... empinada repisa diagonal de caliza (I) de una docena de metros.

En la horcada, cambié de vertiente y rodeé por la derecha un breve cueto, volviendo a continuación a...

... la arista, en un tramo estrecho que presenta un par de peñascos evitables sin mucho esfuerzo, hasta desembocar al pie del canto cimero del Aznaitín de Jimena. Para alcanzar su punto más alto, superé una placa inclinada de caliza agrietada (I) de unos cinco metros de altura.

Como última punta de la cresta, se imponía volverse a contemplar lo recorrido.

Hacia el Almadén y los montes del sur de Jaén, las nubes seguían adensándose.

Al noreste, veía el pinar de las Pilas atravesado por un camino. Podría haber bajado directamente pero lo vi muy empinado y...

... continué por la cuerda buscando terreno más cómodo, pues sabía que el carril llega al lomo norte. Comencé caminando por una terracita herbosa del flanco izquierdo. Dejado atrás el cancho cimero,...

... pasé a la otra vertiente, desde la que vi el arranque del camino. Y entonces creo que me equivoqué: vi la pendiente accesible y dejé la cresta para bajar directamente por lo que parecía una rampa herbosa con algunas piedras pero sin obstáculos.

La perspectiva me había ocultado los profundos surcos que cortan la ladera cien metros más abajo... poco dispuesto a subir, fui siguiendo por lo alto el lomo entre los dos de más a la izquierda, que apunta más directamente a mi objetivo. Cuando me encontré ante una considerable caída, me metí en el tubo de la derecha y me dejé deslizar por su pedriza suelta hasta sobrepasar el resalte.

Entonces, a la altura de este característico cóncavo rocoso rematado por tres puntas, cambié de vertiente, teniendo que volver a destrepar otro escalón fácil (I) de unos ocho metros.

Retomando la bajada a la derecha, hube de franquear una alambrada tendida en la boca del cóncavo (deben usarla como redil), tras la que me quedó una bajada, ahora sí, franca hasta el visible arranque de la pista del pinar. 

Visto desde allí, creo que hubiera sido mejor mantenerme más tiempo en el lomo: seguramente no habría tenido que destrepar y el terreno no hubiera estado tan roto.

En fin, que tomé el susodicho camino y, muy contento por haber completado la cresta y por la recuperada comodidad, fui dejándome caer relajadamente por este carril amplio y suave. A un lado, veía el llano, interrumpido por la Serrezuela de Bedmar, tras la que volvían a ser visibles las sierras de Cazorla y el Pozo, que aparentaban ser una sola.

Al otro, me dominaban las abruptas vertientes del Aznaitín que contrastaban seductoras con el verdor de los pinos.

Al salir del bosque a un prado, tomé un desvío a la derecha (E); no hay pérdida, pues es el primero que se encuentra.

El nuevo camino baja, también suavemente, entre jóvenes olivos, hacia la modesta elevación marcada con la cota 1.029, la cual deja a la izquierda para morir en un rellano al pie de la misma.

De allí salí caminando, ya sin camino, por el fondo herboso de la vaguada que baja al este a la derecha del cerrillo citado. Tras pasar por un pasillo entre pinares, tomé como referencia la linde del de la izquierda, que fui siguiendo.

Acabados los árboles, me encontré ante un terreno cárstico muy roto e incómodo, que crucé manteniendo la dirección noreste, con la referencia visual del par de cerrillos que interrumpen lo que llama el mapa Llano de Santisteban. Al llegar ante un corte del terreno...

... cerca de una pequeña prominencia, giré a la derecha (SE) para bajar por la vaguada que la rodea por el sur. A la salida de la misma, giré a la izquierda, recuperando...

... la dirección original (NE) para rematar el descenso hasta el Cortijo Sierra, que aparecía ya muy cercano. De allí arranca una pista, que tomé a la izquierda (NO).

Enseguida, llegué al cruce que hay junto a la Fuente del Moro, del que salí por la derecha (E).

El siguiente giro fue poco después, en el segundo desvío que encontré a la derecha (S), para comenzar el regreso a Albánchez siguiendo la base de la vertiente oriental monte.

El mismo transcurrió alternando tramos anchos entre campos de olivos con...

... otros de sendero estrecho entre encinas. Pero no hay pérdida ni cruces en el largo llaneo entre...

... las laderas del Aznaitín y...

... el llano de Bedmar dominado por la Serrezuela, pequeña pero con buena pinta.

Las nubes descendían cada vez más, dejando sólo ver la parte inferior de los rocosos contrafuertes cuando...

... tuve Albánchez a la vista. Tras una bajada al pasar el Cortijo de Pedro, en que la pista casi se une a la carretera, recuperé altura y tomé a la derecha en sendas bifurcaciones, para mantenerme siempre en el ramal más alto y acabar entrando en el pueblo por donde lo había abandonado esa mañana.

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