OTROS
DATOS:
- Cota mínima / máxima: 788 / 1.745
- Mi tiempo efectivo: 5h20
- Mi tiempo total: 6h57
- Dificultades: F. Trepadas (I)
de hasta 12 m. Tramos empinados y por terreno descompuesto.
- Track
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Mapa
tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA
LA RUTA: Salir de Albánchez de Mágina por la senda que
remonta el Arroyo de la Cañada hasta
su collado cabecero. Girar allí a la
derecha (NE) y subir por una canal pedregosa, de la que se sale al lomo
suroccidental del Aznaitín de Albánchez,
por el cual se alcanza esa cima. Siguiendo la cuerda a la izquierda (NO), se va
a la cumbre principal del Aznaitín.
Continuar el cresteo,
ahora con alguna pequeña dificultad, hasta pasar el Aznaitín de Jimena (F) y, cuando el terreno es favorable, bajar en
diagonal a la derecha (N) y dirigirse, a través de una ladera pedregosa, hacia
el extremo de una pista que se ve abajo. Continuar el descenso por ella atravesando
un pinar; al salir a un prado, tomar un desvío a la derecha (E), que muere en
otro rellano al pie de la cota 1.029 del mapa. Continuar el descenso por la
vaguada que cae al sur de la misma, yendo a dar con el Cortijo Sierra. Tomar la pista que nace allí, llegando enseguida a
un cruce junto a la Fuente del Moro.
Girar a la derecha (SE) y, poco después, en un segundo desvío, seguir a ese
mismo lado (S), para regresar, bajo la vertiente oriental del Aznaitín a Albánchez.
Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Bonita y variada
excursión, recorriendo la cresta de esta hermosa peña y contemplando todas sus
vertientes. Tiene cierta exigencia física por las pendientes y el terreno
suelto. Aparte del par de trepadas, fáciles en todo caso, no se encuentran
obstáculos serios, pero la progresión se hace incómoda por la fuerte karstificación,
sobre todo en la cuerda. Aunque hay bastante tramo sin camino, la orientación
es fácil siempre que haya buena visibilidad.
En la bajada
tras el Aznaitín de Jimena, tengo la impresión de que hubiera sido mejor
aguantar más rato en cresta antes de dejarme caer a la derecha, o bien haber
hecho el descenso más gradual al principio. Así, hubiera evitado el último
destrepe y la pedrera más incómoda del día; sin embargo, no conozco esas
alternativas y he mantenido la descripción tal como realicé la ruta. Pero, si
volviera, probaría a aguantar en cresta hasta la cota 1.500 o poco antes.
Lo mismo vale
para el paso de la cumbre principal al Aznaitín de Jimena: para acabar en el
costado este de la cresta, mejor haber empezado situándome en él, en vez de
intentar ir por arriba. El roquedo es bastante resbaladizo y está muy
fracturado, por lo que el paso por la arista es más incómodo que divertido y,
en mi opinión, no merece la pena. Mejor caminar por las terrazas de hierba al
pie de la cresta de roca y, para ello, abandonar la cumbre por el norte y girar
a la izquierda al pie del cueto cimero.
RELATO GRÁFICO:
Al dejar
atrás las últimas casas de Albánchez por la pista que sale de la Calle Horno,
frente a la mole del Aznaitín, tomar a la derecha un camino que sube...
... hacia
los coloridos canchos que dominan el pueblo, al pie de los cuales se abre lo
que pudo ser una vieja cantera. Al llegar a la misma, se bifurca el carril; a
la izquierda, iría hacia las ruinas del castillo árabe.
Yo giré a
la derecha (O), para remontar el Arroyo de la Cañada, que baja del collado sur
del Aznaitín. Pero, como este carril acaba poco más allá en una toma de aguas,
a los pocos metros lo abandoné por la izquierda (SO), subiendo en diagonal...
... en
busca de un senderillo estrecho pero claro que remonta el vallecito bajo el
resalte calizo.
Siempre
por la vertiente derecha, la vereda me sacó a terreno más despejado, desde el
que se apreciaba perfectamente el tubo por el que ascendía. Al poco, llegué a
un rellano donde se alzan las ruinas de un cortijo. Hay que parar y volverse
allí a...
...
contemplar cómo Albánchez queda atrás y se van descubriendo los picos de la
Serrezuela de Bedmar y, en un último horizonte, la línea quebrada de la Sierra
de Cazorla.
A partir
de ahí, el barranco se suavizó, tornándose menos empinado y más abierto.
A mi
derecha, seguía alzándose el Aznaitín, destacando el pico de Albánchez, como un
gran cancho centrado en la cresta visible.
Superados
los 1.100 m de altitud, pasé cerca de una casa en buen uso. A partir de ahí, el
ascenso continuó, aún más gradual, por un camino más amplio y apareció también
el Cerro Castellar, marcando la cabecera del barranco.
Poco
después, llegué a la pista que va al mismo desde el Puerto de Albánchez. A la
izquierda empecé a ver algunas estribaciones del núcleo central de Mágina,
hasta entonces oculto.
Tomé el
carril a la derecha (NO), hacia la cercana horcada, que no llegué a alcanzar.
Antes, me desvié a la derecha (N), por unas rodadas que bajan brevemente a un
prado enfrente de...
... una
amplia canal que corta la vertiente septentrional del Aznaitín, por donde
pensaba subir. Para ir hacia ella, tomé...
... un
claro trazo que parte del mismo prado y se dirige al noreste, cortando en
diagonal una ladera de matorral para alcanzar el tubo un poco por encima de su
base.
En su
interior, la canal es pedregosa y empinada. La senda desaparece a veces, pero
el camino es obvio: remontar por donde más cómodo resulte el estrecho corte en
la ladera.
Enseguida,
apenas había comenzado a ganar altura, me di cuenta de que se había ensanchado
el panorama a mi espalda. Más allá del Castellar y el Monteagudo, se elevaban,
nevadas, las crestas principales de Mágina, con el Almadén, el Ponce y Cerro
Cárceles en primer término; detrás de éste, asomaba a medias el Pico de Mágina.
Tras
pasar por un lugar especialmente angosto, el terreno se abrió y suavizó a mi
alrededor, volviéndose también...
... más
herboso. El tubo se disolvió así en la ladera al pie de la loma suroccidental
del Aznaitín de Albánchez, que alcancé en un rellano junto a una cota 1.634.
Asimismo desapareció el trazo que iba siguiendo, aunque, como se verá, a partir
de aquí era aún más innecesario.
Al
asomarme al otro lado, pude ver la espectacular cara oeste del
Aznaitín más alto, llamado de Torres, y la cresta prolongándose al norte.
Girando a
la derecha, subí por lo alto del lomo, ancho y libre de obstáculos. Sólo en lo
alto de la pendiente se elevaba un cancho, que rodeé por la izquierda para...
...
descubrir el cancho cimero del Aznaitín de Albánchez a corta distancia. En ese
roquedo encontré la primera (y mínima) dificultad del día: una inclinada placa
de caliza agrietada que remonté sin manos pero me obligó a escoger dónde apoyar los pies.
Mirando
atrás, descubrí unas crestas oscuras a la derecha del Almadén: la zona de
Grajales y la Pandera que, en días más claros, deben de verse bastante bien.
Pues, si había comenzado a caminar bajo un cielo límpido, hacía rato que se
estaban llegando unas nubes oscuras, no muy amenazantes, que impedían vistas
lejanas.
Ahora sí
se distinguía mejor el corte entre los dos cordales que delimitan los arroyos
del Perú y Castillejos y que, en torno al Collado del Espino, articulan el
núcleo central de la Sierra de Mágina.
Pero, si
algo impresiona desde este pico es la visión de Albánchez de Mágina al fondo
de una caída de 900 m.
También
al este, las crestas de Cazorla estaban tapadas por las nubes, más allá de la
Serrezuela de Bedmar donde, incluso, golpeaba la luz del sol. Estaba en una
isla de claridad.
Continué
camino hacia la cumbre principal bajando al norte, a través de un terreno mixto
de hierba y cantos, de pendiente suave. Fui derivando un poco a la derecha para
pasar el collado intermedio por su parte más alta. Tras una breve subida por
terreno más rocoso pero sin obstáculos que reseñar, alcancé la cima del
Aznaitín.
Atrás
quedaba el pico de Albánchez.
Justo
antes de pisar el hito, se abrió a mi izquierda un impresionante corredor por
el que vi las vertientes del circo occidental, con el Almadén al fondo.
Girando
la vista a la derecha, aparecía la boca del gran hoyo flanqueada por los
modestos cerros del Tesoro y el Morrón. Este cuenco es la vertiente más boscosa
del Aznaitín; lástima que medio pinar se quemara el verano pasado.
La
continuación de la ruta hacia la siguiente punta, en realidad un simple hombro
rocoso, está clara: por la cresta al norte, amplia y libre de obstáculos aunque
algo incómoda por los cantos fracturados de que está sembrada. Sin embargo,
apenas llevaba recorridos cien metros cuando...
... la
arista se afiló y desplomó ante mis pies. Intenté seguir, a pesar de ello, pero
lo resbaladizo, pese a estar seca, y lo dislocado de la roca, me hicieron
cambiar de idea. Viendo a mi derecha (E) una terraza que corría paralela al crestón,
destrepé hacia la misma, perdiendo unos 25 m por una empinada cascada de
bloques apilados (I).
En el
rellano, me encontré con un trazo de senda, que me había pasado desapercibido
hasta entonces, reforzado con hitos. Total que, para acabar aquí, mejor tomar
el camino marcado desde el inicio, que debe ser al este de la cumbre del
Aznaitín, donde este rellano ya existe. Volviendo a la ruta, obviamente giré a
la izquierda (NO) y comencé a seguir la senda y los hitos por la vertiente
oriental de la cresta.
El
recorrido es cómodo, comenzando por una bajada suave por buen piso. Al poco,
pasada la caída que interrumpe la cresta, me volvía examinarla: no es que sea
difícil pero, por el tipo de roca, tampoco creo que fuera agradable.
A partir
de ahí, fui un buen trecho a toda cresta, que es casi horizontal, alternando
tramos relativamente estrechos, pero nunca expuestos, con...
... otros
mucho más amplios. La cima principal mostraba ahora su vertiente noroeste, tan
espectacular como la suroeste, aunque quizá no tan alta.
Tras la
segunda de las zonas rocosas que pasé, me encontré ante un corte más profundo,
creo que inevitable. En el lado izquierdo de la arista, encontré una...
...
empinada repisa diagonal de caliza (I) de una docena de metros.
En la
horcada, cambié de vertiente y rodeé por la derecha un breve cueto, volviendo a
continuación a...
... la
arista, en un tramo estrecho que presenta un par de peñascos evitables sin
mucho esfuerzo, hasta desembocar al pie del canto cimero del Aznaitín de
Jimena. Para alcanzar su punto más alto, superé una placa inclinada de caliza
agrietada (I) de unos cinco metros de altura.
Como
última punta de la cresta, se imponía volverse a contemplar lo recorrido.
Hacia el
Almadén y los montes del sur de Jaén, las nubes seguían adensándose.
Al
noreste, veía el pinar de las Pilas atravesado por un camino. Podría haber
bajado directamente pero lo vi muy empinado y...
... continué
por la cuerda buscando terreno más cómodo, pues sabía que el carril llega al
lomo norte. Comencé caminando por una terracita herbosa del flanco izquierdo.
Dejado atrás el cancho cimero,...
... pasé
a la otra vertiente, desde la que vi el arranque del camino. Y entonces creo
que me equivoqué: vi la pendiente accesible y dejé la cresta para bajar
directamente por lo que parecía una rampa herbosa con algunas piedras pero sin
obstáculos.
La
perspectiva me había ocultado los profundos surcos que cortan la ladera cien
metros más abajo... poco dispuesto a subir, fui siguiendo por lo alto el lomo
entre los dos de más a la izquierda, que apunta más directamente a mi objetivo.
Cuando me encontré ante una considerable caída, me metí en el tubo de la
derecha y me dejé deslizar por su pedriza suelta hasta sobrepasar el resalte.
Entonces,
a la altura de este característico cóncavo rocoso rematado por tres puntas,
cambié de vertiente, teniendo que volver a destrepar otro escalón fácil (I) de
unos ocho metros.
Retomando
la bajada a la derecha, hube de franquear una alambrada tendida en la boca del
cóncavo (deben usarla como redil), tras la que me quedó una bajada, ahora sí,
franca hasta el visible arranque de la pista del pinar.
Visto
desde allí, creo que hubiera sido mejor mantenerme más tiempo en el lomo:
seguramente no habría tenido que destrepar y el terreno no hubiera estado tan
roto.
En fin,
que tomé el susodicho camino y, muy contento por haber completado la cresta y
por la recuperada comodidad, fui dejándome caer relajadamente por este carril
amplio y suave. A un lado, veía el llano, interrumpido por la Serrezuela de
Bedmar, tras la que volvían a ser visibles las sierras de Cazorla y el Pozo,
que aparentaban ser una sola.
Al otro,
me dominaban las abruptas vertientes del Aznaitín que contrastaban seductoras
con el verdor de los pinos.
Al salir del bosque a un prado, tomé un desvío a la derecha (E);
no hay pérdida, pues es el primero que se encuentra.
El nuevo
camino baja, también suavemente, entre jóvenes olivos, hacia la modesta
elevación marcada con la cota 1.029, la cual deja a la izquierda para morir en
un rellano al pie de la misma.
De allí
salí caminando, ya sin camino, por el fondo herboso de la vaguada que baja al
este a la derecha del cerrillo citado. Tras pasar por un pasillo entre pinares,
tomé como referencia la linde del de la izquierda, que fui siguiendo.
Acabados
los árboles, me encontré ante un terreno cárstico muy roto e incómodo, que
crucé manteniendo la dirección noreste, con la referencia visual del par de
cerrillos que interrumpen lo que llama el mapa Llano de Santisteban. Al llegar
ante un corte del terreno...
... cerca
de una pequeña prominencia, giré a la derecha (SE) para bajar por la vaguada
que la rodea por el sur. A la salida de la misma, giré a la izquierda,
recuperando...
... la
dirección original (NE) para rematar el descenso hasta el Cortijo Sierra, que
aparecía ya muy cercano. De allí arranca una pista, que tomé a la izquierda
(NO).
Enseguida,
llegué al cruce que hay junto a la Fuente del Moro, del que salí por la derecha
(E).
El
siguiente giro fue poco después, en el segundo desvío que encontré a la
derecha (S), para comenzar el regreso a Albánchez siguiendo la base de la
vertiente oriental monte.
El mismo
transcurrió alternando tramos anchos entre campos de olivos con...
... otros
de sendero estrecho entre encinas. Pero no hay pérdida ni cruces en el largo
llaneo entre...
... las
laderas del Aznaitín y...
... el
llano de Bedmar dominado por la Serrezuela, pequeña pero con buena pinta.
Las nubes
descendían cada vez más, dejando sólo ver la parte inferior de los rocosos
contrafuertes cuando...
... tuve
Albánchez a la vista. Tras una bajada al pasar el Cortijo de Pedro, en que la
pista casi se une a la carretera, recuperé altura y tomé a la derecha en sendas
bifurcaciones, para mantenerme siempre en el ramal más alto y acabar entrando
en el pueblo por donde lo había abandonado esa mañana.
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