Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: El Tres
Provincias es una cumbre con fama de sosa. Y realmente sus vertientes son muy
suaves, excepto en este rincón. Ya hace tiempo que me había fijado en este
cóncavo rocoso abierto en la cara NE, que se ve muy bien cuando, cresteando al
oeste del Pico del Lobo, se pasa por la zona del Collado de la Chana. Pensé
que, con nieve, tenía que haber ahí tubos bonitos y asequibles. Busqué
referencias y no encontré nada. Alguna ruta en Wikiloc usaba el cortafuegos que
tomé para bajar. Alguna otra trazaba una aproximación parecida pero para subir
por el Collado de la Garganta y el lomo oriental. Nada en ese pequeño enclave
agreste en el que quizá sea el dosmil más romo y menos altivo de todas las
montañas próximas a Madrid.
El
resultado es una ruta fácil pero muy montañera; con un desnivel considerable y
un trazado bastante directo pero sin obstáculos serios. Además, tiene de todo:
paseo por el estepario pie de monte para contemplar la cresta; aproximación a
través del pinar; subida directa por nieve entre roquedos y, como remate, una
cresta panorámica. Desde luego, es la ruta de ascensión más montañera que
conozco al Tres Provincias (y son unas cuantas). Sin nieve, la hice años después. No tiene tanto interés, pero, al menos, es más
entretenida que otras alternativas de ascensión al Tres Provincias.
Creo que la ruta exige lo que podríamos llamar experiencia montañera general: haber pateado mucho monte, aunque no se posea ni una condición física óptima ni una técnica depuradísima. Con instinto para encontrar el paso bueno, paciencia para progresar con calma y una mínima soltura sobre nieve, se saca bien esta larga y sostenida subida. No llegué a utilizar los crampones y el piolet, pues la nieve estuvo blanda desde el principio y, en ocasiones, hube de abrir huella hundido hasta por encima de las rodillas, lo que me retrasó bastante. Pero creo que hay que llevarlos, pues las condiciones no eran normales, con demasiado calor para la cantidad de nieve que había. Por otro lado, el terreno en la cara noreste es demasiado empinado para que las raquetas resulten cómodas.
RELATO GRÁFICO:
Sobre los
prados de La Esquina junto a los que aparqué, era visible la cresta del Tres
Provincias, brillando blanca sobre la banda de pinos que envuelve la montaña.
Volviendo
la vista a la izquierda, seguía el núcleo del Pico del Lobo, “inmirable” por el
violento contraluz, y, ya en dirección este, La Buitrera. Hacia allí apuntaba
la pista por la que había llegado de Rosuero y por la que comencé a caminar,
atravesando el amplio descansadero del Batán.
Al poco,
adquirí la perspectiva necesaria para ver el cortafuegos por el que bajaría más
tarde: un tobogán blanco que salva casi 500 m de desnivel.
Tras
cruzar el Río de la Garganta y dejar de lado un desvío a la izquierda, llegué a
la entrada de un pinar ante el que cortaba el paso una barrera. Justo después
de atravesarla, tomé a la derecha (SE)...
... un
amplio cortafuegos que atraviesa el pinar, al principio en llano, para más
tarde elevarse por la ladera de Carra Cardoso. Antes de eso, cuando...
... una
pista horizontal se cruza con el cortafuegos, la tomé a la derecha (S),
internándome en el pinar.
El camino
es apacible, ganando apenas desnivel muy suavemente a la sombra de los árboles.
De vez en cuando, la monotonía era rota por el cruce de algún torrente o...
... la
aparición de un retazo de cresta entre las ramas... ¡Allá voy!
De nuevo,
cuando el camino iba a tomar pendiente, lo abandoné: al pie del lomo de los
Gradillos, otra pista se cruzaba con la mía y la tomé a la derecha (S).
Al poco,
la nieve se hizo continua sobre el carril y pasé a recorrer horizontalmente,
bajando un poco incluso, las laderas del Cuarto hacia el fondo de la Garganta.
Al cruzar
un barranco, el corte en el bosque me dejó ver la cumbre sobre la cara noreste
que pensaba remontar: un cóncavo de nieve cortado por canchos, sobre el que fui
trazando mentalmente la ruta que mejor parecía. Básicamente, iría por el fondo,
rodeando por debajo y la derecha el más potente de los roquedos, para girar
sobre el mismo a la izquierda y terminar saliendo recto. Por cierto, que a la
derecha también era visible parte de la loma de bajada, que parecía desde allí
más alta.
Poco
después de cruzar el Río de la Garganta, tomé a la izquierda (SO) un desvío más
empinado, afrontando las primeras pendientes que merecieron tal nombre del día.
Unos 300
m después, cuando el bosque se abrió al paso de un torrente, traspuse la
corriente y dejé el camino por la derecha (O), para remontar una incómoda
ladera poblada de matorral y pequeños pinos.
Durante
esta parte inicial de la ascensión, determinada por transcurrir por un pasillo
entre pinos, me mantuve siempre en la vertiente hidrográfica derecha, que me
pareció más transitable. Los primeros 40 ó 50 m de subida fueron incomodísimos;
aunque la pendiente era suave, apenas 20º, la nieve estaba blandísima y
ocultaba un piso irregular de pedruscos y matorral, bastante falso.
Fue un
alivio llegar al segundo tramo, en el que la pendiente se incrementó ligeramente
(30º) y...
... se
mantuvo durante 100 m, ahora con el espesor suficiente como para no sentir el
suelo. Además, el panorama se iba extendiendo a mi espalda, alegrándome la
vista.
El límite
superior del pinar coincidió con la entrada en un gran rellano donde observé
los restos de un par de rediles, último rastro humano de aquí a la cumbre. Ante
mí, se elevaba una pendiente de nieve y roca. El terreno formaba varios tubos
paralelos y escogí el que va justo por el centro, ascendiendo recto al
suroeste. Se trata de un canalón recto que, durante 120 m de desnivel,
mantiene...
... una
pendiente regular de 30º. Y, si presenta algún escaloncillo, se puede soslayar.
El final de este tramo viene definido por dos canchos que forman como un portal. Allí, conviene...
...
volverse a contemplar lo ya subido y cómo se alza al fondo el grupo del Pico
del Lobo, entre la Buitrera y el Cerrón.
Estaba
ahora en un nuevo rellano, a 1.850 m de altitud, dominado por un gran resalte adornado
con carámbanos. Era el gran roquedo que había visto desde abajo. Tal como había
previsto, lo rodeé hacia la derecha (O) para encaramarme...
... al
lomo que limitaba el tubo por ese lado y, desde él, subir por una rampa a la
derecha del cancho. Este tramo, de unos 30 m, es el más empinado de la
ascensión, alcanzando los 40º.
Una vez
por encima del cancho, derivé hacia la izquierda (S) para retomar la línea
directa, subiendo por una terraza más tendida (25º), antes de...
...
afrontar la subida final: una ancha pala de nieve de 130 m a 30º, absolutamente
inmaculada, lisa y regular y con buen espesor. Una pena que fuera hundiéndome
hasta las rodillas...
Porque el
ambiente era magnífico: a mi izquierda, la cresta del Cerrón era visible hasta
el Santuy y,...
... a mi
derecha, la vista quedaba limitada por los bonitos roquedos que sostienen
la Loma de la Cebollera, por donde bajaría.
La
pendiente cambió, reduciéndose con cierta brusquedad al llegar al límite del
domo cimero. Era el momento de volverse para contemplar a placer las crestas
más altas de Ayllón sobre La Garganta y el cóncavo por el que acababa de
subir... ¡buf!
Estaba a
2.090 m de altitud y aún me quedaba, por tanto, un poco de subida. Pero la
pendiente fue ya disminuyendo a cada paso mientras me acercaba al final
aparente de la inmaculada ladera, sobre la que no tardó en...
...
aparecer el hito cimero, mientras convergía con el lomo oriental, sobre el que
se dibujaban unas huellas: las primeras que veía en el día. Desafortunadamente,
cuando llegué, las nubes cubrían todo el arco al sur del Tres Provincias.
Incluso
al oeste, del Guadarrama, apenas se distinguía lo más cercano de la Somosierra.
Más claro
estaba al norte, donde el sol iluminaba buena parte de la Meseta ilimitada,
aunque no ese día no llegaban a verse, como es habitualmente in invierno, las
crestas ibéricas al fondo.
Lo mejor
estaba sin duda al este, donde se levantaban la Buitrera, el Pico del Lobo y el
Cerrón entre sus satélites, aunque la perspectiva ya no era tan buena como
desde la salida del cóncavo. En medio, se extendía la planicie cimera. Para
iniciar el retorno, comencé a recorrerla al noreste pero ligeramente a la
izquierda de mis huellas de subida. Sirva como referencia que apunté mis pasos
hacia el Cerro Gordo, bien visible a la izquierda la Buitrera.
Pronto
fue asomando la prominencia blanca que marca el entronque de la Loma de la
Cebollera, por donde me disponía a bajar.
El
descenso hasta ahí fue relajado y suave. A continuación,...
...
llevando a la derecha el hoyo por donde había alcanzado la cumbre,...
...
recorrí un breve tramo más estrecho pero que no llega nunca a ser aéreo ni
expuesto. Sin llegar al final del mismo, donde la roca quedaba al descubierto
en un hombro,...
... al
ver abrirse a mi izquierda una suave vaguada que recortaba el cresteo, giré
para meterme en ella (N) y descender directamente hacia un rellano en el lomo
que veía más abajo.
Luego me
arrepentí un poco pues este tramo fuera de la cuerda, menos de 100 m, fue de lo
más incómodo: la nieve estaba blandísima y el suelo debajo era irregular y
estaba lleno de matorral. Probablemente hubiera sido más cómodo seguir a todo
cresta.
Desde el
rellano en cuestión, situado a 1.850 m de altitud, había una bonita perspectiva
del frente norte de la sierra.
Muy poco
más abajo, arrancaba un rectilíneo cortafuegos por el que perdería 450 m. Tras
un corto tramo por terreno despejado, pronto entre en un pasillo abierto en el
pinar.
Aunque la
nieve era profunda y seguía blanda, ahora no iba pisado cantos y matojos
ocultos. Así que, pese a irme hundiendo hasta la rodilla,...
... la
pendiente regular entre 15 y 20º me permitió un descenso rápido y cómodo
Por
debajo del límite de la nieve, crucé una pista y, poco después, acabó el
cortafuegos...
...
frente una alambrada, al otro lado de la cual iba un camino. Tras pasarla por
una cancela un poco a la derecha de la base del cortafuegos, lo tomé a la
derecha (E) y...
... fui
siguiendo por él la linde del pinar, alternando cortos llaneos y bajadas.
Cuando el
carril giró a la derecha en ángulo recto, lo dejé por la izquierda (O), para...
...
buscar en la pradera el arranque de un camino. El mismo apenas es visible pero
me dieron la pista los restos de una pasarela de madera medio hundida en el
arroyo que cortaba la hierba.
A partir
de ahí, fui avanzando al noroeste, siguiendo primero el corte en el matorral y
luego unas leves rodadas, hasta...
...
encontrarme finalmente sobre un buen camino que me llevó, en franca bajada
hacia El Batán. Pronto comencé a ver más abajo la pista por donde había
comenzado la excursión esa mañana. Al desembocar en ella, la tomé a la
izquierda (O) para...
...
alcanzar, en pocos minutos, el lugar donde había dejado el coche bajo la cumbre
brillante del Tres Provincias.
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