RELATO GRÁFICO:
Desde la
carretera, atravesé el breve caserío de Beniure por su única calle y salí por
la pista que desciende suavemente al suroeste, hacia el Barranc del Bosc.
Este
modesto corte del terreno, paralelo al cordal, separa el Montsec de la Serra
d’Alzina, cadena de lomas en cuyas faldas se asientan caseríos y cultivos. Una
frontera entre el campo y el monte.
Cerca del
fondo, coincidí un corto trecho con unas señales de GR. Sin hacerles caso,
seguí el carril, que me llevó a cruzar el cauce y, tras pasar una barrera,
remontar...
...
suavemente la ladera del Montsec a través de un arbolado poco denso. Ahora se
trataba de ir por la pista principal sin hacer caso de ningún desvío.
Al
alcanzar lo alto de una loma, la vegetación quedó reducida a matorral, pudiendo
observar a mi izquierda...
... la
complejidad del relieve de esta vertiente: los barrancos no son perpendiculares
a la divisoria principal, sino que se curvan para adoptar direcciones poco
esperables. De hecho, la loma por la que caminaba era, en ese tramo, paralela
al cordal del que se desprende.
No tardé
en volver a caminar entre árboles, ascendiendo siempre gradualmente. La
pista siguió varios contrafuertes y, ni siquiera al cambiar de uno a otro,
presentaba mayores pendientes.
De vez en
cuando, un hueco en el ramaje me dejaba ver cómo iba quedando abajo el valle,
al tiempo que asomaban crestas nevadas más allá de la Serra d’Alzina, a pesar
de que las nubes cubrían la zona axial del Pirineo, ensombreciendo y
enturbiando las vistas lejanas.
Al pasar
por El Clotó, la pista se debía haber transformado en senda según el mapa; sin
embargo, no fue así y el camino seguía siendo amplio y excelente al paso por
las laderas superiores, una vez quedaron atrás los árboles.
Las
vistas hacia el Pirineo oscense eran limitadas, aunque destacaba la vistosidad
del Turbón que, destacado al sur de la cadena, quedaba fuera del palio de
nubes.
Mucho más
turbia era la visión hacia las montañas catalanas, donde sólo el Macizo de Boumort se identificaba bien.
Al cabo
de un buen rato de andadura apacible, llegué a Lo Coll, rellano al pie del lomo
cimero donde acabó el carril. Girando a la izquierda, tomé...
... su
continuación, en forma de unas rodadas más difusas pero lo suficientemente
claras para seguirlas sin dificultad y ganar altura con comodidad por la curva
ladera final.
Intuí la
cercanía de la cumbre cuando vi a mi altura la cresta que, por el Cap del Ras,
va hacia el Coll d’Ares y el observatorio astronómico.
Y,
efectivamente, enseguida me encontré con la pista que recorre el cordal, la
cual crucé para llegar en minutos a la cima del Castell de Sant Alís, con su
hito rodeado de casetas y antenas.
Al llegar
a la cresta, apareció ante mí el gran corte rocoso que constituye la vertiente
meridional del Montsec. Al este, se me descubrió también el Montsec de Rúbies,
la más alta de las unidades que conforman esta cadena.
La calima
era bastante espesa y la visión hacia la Noguera y las modestas sierras al otro
lado no era clara.
Girándome
al oeste, se aclaraba algo y se veían con más nitidez los cantiles,...
... la
cresta. Incluso se llegaba a distinguir la sombra de Guara sobre el extremo de
aquélla.
Siguiendo
con el giro a la derecha, las Sierras Interiores eran visibles sobre la mancha
grisácea que tapaba las grandes cumbres del Pirineo central.
Al
noreste, la cosa seguía aún más sombría.
Después
de un largo rato en soledad en la cumbre (no me crucé con nadie en todo el
día), continué camino dirigiéndome al este por el carril que va junto a la
cresta, hacia otra prominencia anónima en la que se levantan grandes antenas.
A mi
derecha, el mundo se desplomaba entre grandes espolones rocosos.
Después
de una breve bajada, cuando el camino vuelve a subir y entra en la vertiente
norte, lo dejé por la derecha (E) para continuar caminando por terreno
despejado y suave pero junto al borde.
Una
especie de soplidos me hicieron volverme hacia la cumbre y vi un numeroso grupo
de parapentistas.
Tras la
primera culminación, viene otra pequeña depresión, el Pas de l’Os y una segunda
prominencia. La vista de la pared meridional era todo el tiempo espectacular y
no dejaba espacio a la monotonía, pues además de la simple caída vertical,...
...
incluía cornisas y extraplomos de formas curiosas.
Por
entonces, las nubes de la zona axial empezaron a levantar un poco. Aunque
seguían ensombreciendo el último horizonte, los macizos más meridionales se
iban precisando. Menos mal, pues el principal atractivo de esta montaña es el
panorama.
Tras esas
dos pequeñas elevaciones vino un tramo de cuerda más lisa.
Según me
alejaba de la cumbre, la perspectiva sobre la vertiente sur mejoraba.
Al
extremo de ese sector llano, cota 1.661 en el mapa, me despedí de la verde
Noguera y...
... me
lancé a un descenso acusado, siempre sin senda pero por terreno comodísimo
siguiendo el borde, hacia la Collada de Colobor, que separa el Sant Alís del
Serrat Alt.
Al paso
por esa depresión, la arista se estrecha un tanto pero sigue careciendo de
obstáculos o pasos expuestos.
Por
cierto, que a mi izquierda, pude ver las crestas del alto Pirineo bellamente
(en mi opinión) enmarcadas por las laderas de un barranco que cae al norte.
Al cabo
de la suave subida subsiguiente, volví a tomar, a la derecha (NE) el camino de
la cuerda, el cual...
... me
condujo hacia la vertiente norte de la sierra.
Delante,
destacaba la vista del sector ribagorzano de las Sierras Interiores, destacando
ahora...
... un
imponente Turbón iluminado por el sol.
Junto al
camino, apareció un palo de madera marcado con pintura amarilla. Estaba en un
itinerario balizado y me mantendría en él durante toda la bajada. Pero las
señales son escasas, aunque tampoco hacen mucha falta. De hecho, cuando el
camino acaba bruscamente, no había marca pero...
... me
bastó mirar alrededor para ver a mi izquierda (NO) la clara traza de una senda
pedregosa que proseguía el descenso.
Para
entonces, se descubrió al norte, donde más espesas eran las nubes, un pico de
aspecto atractivo al extremo de una cresta más baja: la Roca de Sant Aventí.
Si al
principio el descenso fue intenso, luego se suavizó en tendidas diagonales y
fueron apareciendo los robles desojados al borde de la senda.
Así,
hasta llegar a la Font de la Veça, que marca también el límite del bosque. La
salida de ese paraje no está muy clara. Hay que situarse junto al caño que
alimenta la fila de abrevaderos y girar a la izquierda (NE) para...
... pasar
por un hueco entre la densa vegetación de ese lado. Al cabo de ese pasillo, se
vuelve a dibujar la senda y no tarda en aclararse el arbolado.
Por
entonces, vi abajo y a mi izquierda Beniure rodeado de campos verdes. Aún
quedaba trecho.
Al otro
lado, las sierras de Sant Joan de l’Erm y el Boumort se veían mejor aunque no
del todo claras.
La senda
me llevó a lo alto de un lomo que seguiría el resto de la bajada al valle. Un
claro hacia los 1.150 m de altitud, me permitió echar un vistazo a la cresta
del Montsec sobre mi cabeza.
El descenso
continuó cómodo y, como ya dije, por lo alto de un suave contrafuerte. Al pasar
por zonas de matorral podía ver...
... el
vecino Montsec de Rúbies a mi derecha y...
... el
Barranc del Bosc a mi izquierda.
Un poste
de madera con chapita, me informó de que la ruta que seguía era la número 2 de
los Camins del Montsec d’Ares, que sube a la Font de la Bessa y Pic de Sant
Alís. Para entonces estaba casi abajo y se alzaba ante mí el armonioso domo de
la Roca de Santa Llúcia.
Enseguida,
entré en un pinar y llegué a una bifurcación sobre el Barranc del Bosc. Giré a
la derecha (NE) y enseguida me encontré ante el cauce que vadeé. A los pocos
metros,...
... un
poste marcado de rosa señalaba el inicio de la ruta 1: Molí Fariner de Beniure,
del que, por cierto, tampoco queda rastro. Hacia allí quería ir, así que dejé
la pista por la izquierda (NO) para tomar un senderillo estrecho pero muy claro
que remontaba la ladera de...
... los
Brugals d’Alzina. Así llama el mapa al escalón que se forma a media vertiente
de la Serra d’Alzina y sobre el que se asienta el rosario de caseríos y campos.
La subida transcurrió sobre el borde del corte rocoso que cae al cauce,
trazando...
... una
diagonal llevadera y cómoda. Al ganar altura, la vista se amplió...
... sobre
el sector oriental del Montsec d’Ares, distinguiéndose a la derecha el lomo por
donde había bajado y, a mis pies, el vado.
También,
al este, seguía asomando el Montsec de Rúbies.
Al poco
de entrar en el pinar que había ido llevando a mi derecha, el camino acabaría
bruscamente. Poco metros antes del final, un poste marca una senda borrosa que
sale a la derecha (NO), llanea un poco y...
... gira
a la izquierda al tiempo que se ensancha y aclara para continuar el suave
ascenso, ahora a través del bosque.
Durante
el paso por el pinar, dejé de lado un par de desvíos sin posibilidad de
confusión y pasé por el lugar donde el mapa señala la Ermita de Sant Martí, de
la cual no encontré el menor rastro. Al salir del arbolado, desemboqué en una
pista que bordeaba unos campos. Había marcas de GR... el mismo que había visto
al inicio, luego la continuación estaba clara: a la izquierda (O) y seguir
hasta cerrar la ruta.
Mientras
caminaba por este rellano bajo las lomas de la Serra d’Alzina, crucé el
torrente homónimo. Poco después, donde la pista hace una curva a la derecha
para subir hacia la carretera, un poste me marcó que debía dejarla por la
izquierda (NO) para ir hacia Beniure, caminando...
... por
una linde entre campos desde la cual, al volverme, volvía a ver la cresta.
Aún
cruzaría otro torrente, donde habría estado el molino, antes de llegar al
camino por donde había salido de Beniure, el cual tomé a la derecha (N) para
regresar a la aldea.
Antes de
entrar en Beniure, me volví a contemplar a placer el Montsec d’Ares.
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