Peña Amaya (1.377)

ASCENSIÓN DESDE AMAYA

CON LA PEÑA DEL CASTILLO (1.309) Y VUELTA POR EL CINTO NORTE

Las Loras son unas peculiares montañas en forma de meseta de flancos rocosos y culminación herbosa que se extienden por el noroeste de la provincia de Burgos, entre el valle del Pisuerga y el Páramo de Masa. Dentro de ellas, la Peña de Amaya no es la más alta, pero sí una de las de más renombre. Se caracteriza por tener además un nivel intermedio en forma de faja, llamado gráficamente El Cinto, que rodea totalmente el monte, de modo que permitiría recorrer todo su contorno a media altura. Si bien su altitud es modesta, el contraste de la bravura de los farallones con la suavidad de los prados y arboledas que los rodean y culminan, da lugar a un entorno bello y ameno.
La ruta consiste en recorrer la culminación del monte, de suroeste a noreste, para luego descender por la vertiente norte para regresar por El Cinto.

Llegando desde el sur, se ve la Peña de Amaya dominando el pueblo homónimo

SITUACIÓN:

  • Zona: Las Loras (Cordillera Cantábrica)
  • Unidad: Las Loras
  • Base de partida: Amaya (Burgos)

ACCESO: El Aparcamiento junto al Yacimiento de Amaya está 61 km al NO de Burgos, por Olmillos de Sasamón y Sotresgudo. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.150 / 1.377
  • Mi tiempo efectivo: 2h00
  • Mi tiempo total: 2h34
  • Dificultades: F. Unos 30 m de trepada discontinua, con excelentes agarres (I).
  • Track para descargar en Wikiloc

Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: En el collado de Las Herradas, tomar un camino que asciende al SE y conduce al rellano de Solacueva, al pie de la Peña del Castillo. Ascender por los prados hacia otro rellano a la derecha del peñasco, llamado La Nariz, para girar allí a la izquierda (NE) y ascender por una canal herbosa hasta las inmediaciones de la cima de la Peña del Castillo.

Descender al NE por otra canal herbosa, casi simétrica a la anterior, que va a dar al Collado del Castillo. Contornear el espolón de la Peña Amaya por una senda de la vertiente norte y, a unos 200 m, girar a la derecha (E) para superar el resalte por una fractura, equipada con barras de hierro y cuerdas fijas, en mi opinión innecesarias (I). Tras ascender durante unos 30 m, se sale a la planicie cimera (F), donde no hay más que girar a la izquierda (NE) y caminar hasta la cumbre de la Peña Amaya.

Retroceder unos 200 m, pegados al borde norte de la meseta, hasta descubrir un gran hito de piedras. El mismo marca el arranque de una senda que sale a la derecha (NO) y, a base de zigzaguear, consigue hacernos descender por el flanco vertical del monte sin dificultad. Llegamos así al Cinto, amplia faja herbosa, que se sigue a la izquierda (SO) para retornar a Solacueva y, de ahí, por el camino de subida, a Las Herradas.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Breve y bonita ascensión que realicé intentando evitar las lluvias generalizadas en toda la Península ese fin de semana. Al final, me mojé pero poco y sin violencias. No estuvo mal.

Pese a la trepada, la excursión está al alcance de cualquier senderista algo decidido. Ya dije más arriba que el equipamiento sobraba pues los 30 m de trepada están lejos de ser verticales, hay un par de rellanos para descansar y el terreno, muy escalonado, presenta agarres y apoyos de sobra. Ni siquiera creo que pueda provocar vértigo.

RELATO GRÁFICO:

En el collado de las Herradas, la pista que sube desde el pueblo muere en una explanada. Tras aparcar, comencé a caminar por un carril de grava que sube al sureste, buscando una brecha por la que cruzar el resalte superior.

Pasada la misma, me encontré ante la gran pradera de Solacueva, al fondo de la cual se alzaba altiva la Peña del Castillo. El camino se fue difuminando poco a poco hasta desaparecer junto a un cartel que indicaba las diversas rutas para ir a la Peña Amaya. Siguiendo la indicación al Castillo, giré ligeramente a la izquierda (NE) y me dirigí hacia un rellano visible a la derecha de la peña, conocido como La Nariz.

La pendiente es fuerte pero no excesiva y gané altura con rapidez, pudiendo ver a mi espalada cómo quedaba atrás la gran terraza. Más allá la bruma apenas dejaba distinguir nada al sur de la sierra.

Llegando a la Nariz, vi sobre mí, a la izquierda (NE) una discontinuidad en el roquedo que permitía un acceso fácil a la cima y por ella entré.

A media subida, me desvié a un saliente a la derecha para ver desde arriba el Cinto y la senda que lo recorre, por debajo de las paredes superiores de Peña Amaya. Esa es una ruta bastante conocida, por la Fuente Hongarrera y era por donde había pensado volver pero, como el viento dominante sur era bastante molesto, cambié de idea y decidí regresar por el norte.

En su tramo final, el tubo herboso se fue definiendo y estrechando, justo antes de llegar a un rellano, donde giré a la izquierda (N) y superé, con ayuda de manos, dos pequeños escalones rocosos sin dificultad para pisar la cima de la Peña del Castillo.

Al llegar, apareció ante mis ojos la larga cresta de la Sierra de Albacastro, que se extiende al otro lado del Vallejo. A mis pies, el tramo norte del Cinto.

Al este, se elevaba la Peña Amaya, cumbre principal de la jornada, sobre la que estaba aterrizando una nube... ¡Vaya! Al sur y oeste seguía sin verse casi nada y no pasé mucho tiempo antes de proseguir camino.

Lo primero fue regresar al tubo herboso; concretamente a su rellano superior. Del mismo, cae al noreste otro corredor que...

... me facilitaría el descenso de la peña.

Una vez al pie de la pared, giré a la izquierda para bordearla hacia una brecha cercana... ¿Y a qué me recordará esto?

Allí, en el collado del Castillo, merece la pena volverse a contemplar la peña homónima, antes de continuar...

... bordeando la base de la pared de la Peña Amaya por la vertiente norte; es decir, dejando el espolón a la derecha. Una senda recorre una pequeña repisa al pie de la roca,...

... colgada sobre el Vallejo y el Cinto, la gran faja que va más abajo.

Al cabo de unos 200 metros, se abrió un hueco a mi derecha y parecía que había rastro de paso entrando en él. Al alzar la vista,...

... vi unas estacas de hierro y una cuerda que recorrían un resalte muy empinado pero lejos de ser vertical.

El equipamiento en cuestión lo encontré bastante deteriorado y no lo usé. La verdad es que, incluso así, la trepada es francamente fácil (I) y creo que, al menos en condiciones normales, ese material es innecesario.

Salí a un rellano desde el que se veían más clavijas que, si para algo sirven es para marcar el recorrido.

Pasado ese segundo tramo, al volverme, constaté lo que llevaba subido y, la verdad, creo que ni siquiera puede calificarse de expuesto el paso: una caída no tendría mucho recorrido.

Aún tendría que superar un tercer tramo equipado, éste más rocoso y vertical pero igualmente fácil (I). Tras superar así un total de 30 m de desnivel,...

... me encontré en el gran llano cimero, topándome de paso con la niebla. Pero no hay problema, ya que unos hitos me indicaban el camino a la cumbre. Giré a la izquierda (NE) y me puse a seguirlos, ganando altura ahora muy suave y cómodamente, aunque lamentando la falta de visibilidad.

Por fortuna, la nube comenzó a levantar llegando cerca de la cumbre, donde la pendiente se intensifica un poco.

Volviéndome en la subida final, pude ver la gran extensión herbosa que corona la Peña Amaya, en cuya cumbre...

... se alza un pequeño chozo junto al hito.

La vista desde allí es muy buena sobre la vecina Sierra de Albacastro, aunque ese día era un tanto nebulosa.

Bajando la vista y a la derecha, se llegaba a ver Rebolledo de Traspeña y, al fondo, la vertiente de la Peña del Monte; otra de estas mesetas.

Desplazándome un poco al este, a través de un rellano con dolinas, pude distinguir en la bruma la Peña de la Ulana, otra de las Loras principales.

Y poco más se distinguía. Comenzaba a lloviznar y el viento era desagradable, así que, al poco rato de llegar, comencé el regreso, deshaciendo el camino de subida pero pegado al borde norte de la meseta. Al cabo de unos 200m,...

... encontré un hito de piedras bastante grande. Marca el inicio de una senda que baja hacia el Cinto por la vertiente norte. No se veía el trazo al principio pero giré a la derecha (NO) y...

... me acerqué más al borde. Al asomarme,...

... vi más abajo el trazo clarísimo de una zigzagueante senda. Localicé el arranque y descendí por ella.

Superada la parte más abrupta de la vertiente, el camino se va al noreste. Yo entonces, dado que el terreno no presentaba obstáculos, lo dejé por la izquierda (NO), atravesando una suave pendiente de hierba y piedras hacia la parte más plana del Cinto.

Una vez en ella, volvía a girar a la izquierda (SO) para recorrer la faja. La misma es ancha y casi horizontal; por otro lado, el terreno, herboso, es muy cómodo. Así, sin molestarme en buscar rastro ninguno, fui recorriendo la repisa...

... bajo el resalte que defiende Peña Amaya. Mirando atrás, podía ver el corte en los canchos por donde acababa de bajar.

Algo más adelante, pasado un cóncavo, me cerró el paso...

... una alambrada, que rodeé por abajo. Con la pérdida de altura,...

... al volverme disfruté de una bonita perspectiva de los farallones que dominan el Vallejo bajo el Cinto.

Al ratito de panorámico paseo (lástima de día...), comenzó a asomar la Peña del Castillo y, poco después,...

... la brecha que la separa de la de Amaya. Alzando la vista,...

... aproveché para examinar el lugar por donde había trepado a esta última. Hasta se distinguían las estacas de hierro.

Luego, fui bordeando la Peña del Castillo.

Antes de doblar un lomo, me volví a echar un último vistazo al Cinto bajo las paredes superiores.

Al otro lado, veía ya cercanos los prados de Solacueva, donde me reencontré con...

... el itinerario de subida, que me devolvió a Las Herradas.

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