ASCENSIÓN
DESDE BURBIA
CRESTEO CON PEÑA LONGA (1.881)
Y PIEDRA DE MIRANDELO (1.791)
La cumbre de los Ancares es una gran cabezo
aislado y prominente entre sus satélites. Situado en una confluencia de largos
y profundos valles, el Cuiña eleva a gran altura sobre robledales y hayedos
unas laderas altivas de hierba y matorral, cortadas por anchos estratos de roca
oscura y rellanos de origen glaciar. Algo parecido sucede en las culminaciones:
amplios lomos herbosos por lo general, se ven rasgados de vez en cuando por
afilados crestones cuarcíticos. La impresión de conjunto es de una suave
grandiosidad, mezcla de naturaleza amable y brava que, siendo típica de la alta
montaña galaico-leonesa, se da en este macizo con especial intensidad.
La
ruta comienza remontando el Río Burbia hasta ganar el cordal al suroeste del
Cuiña, para seguirlo luego, pasando por Peña Longa, hasta la cima. Para
regresar, se prosigue el cresteo al este y, a partir de los Dos Hermanitos, al
sureste. Tras pasar por la Piedra de Mirandelo, en el collado previo al pico
homónimo, se deja la cuerda, descendiendo por la pista al sur hasta Burbia.
Dos
Hermanitos y Cuiña desde el noreste
SITUACIÓN:
- Zona: Los Ancares (Montes
Galaico - Leoneses)
- Unidad: Sierra de los
Ancares
- Base de partida: Burbia
(León)
ACCESO: Burbia está 140 km al NO de León, por Astorga, Bembibre, Toreno,
Vega de Espinareda y San Martín de Moreda. Puedes calcular un itinerario desde
tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.
OTROS
DATOS:
- Cota mínima / máxima: 887 / 1.992
- Mi tiempo efectivo: 7h11
- Mi tiempo total: 8h42
- Dificultades: Muy fácil. Varias
trepadas cortas, con dificultad mínima (I), y algo de terreno incómodo
por el matorral y piedras sueltas en la cresta.
- Track
para descargar en Wikiloc
Mapa
tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA
LA RUTA: Salir de Burbia por la pista que remonta el
valle y acaba, transformada en senda, por alcanzar la Mallada del Mostallar. Tomar allí el cordal a la derecha (NE),
pasando por la Peña Longa, hasta la cumbre del Cuiña.
Bajar por la arista que
se proyecta al este, donde habrá que superar alguna pequeña trepada al paso por
los Dos Hermanitos y otras puntas secundarias. En la Piedra de Mirandelo, tomar la pista que continúa el cresteo al sur,
hasta el Pico Mirandelo, donde hay
que coger un desvío a la derecha (SO) para descender a Burbia.
Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Esta no es la
ruta habitual para subir al Cuiña pero, posiblemente, sí la más bella. El valle
de Burbia es profundo y ameno. La cresta hasta el Cuiña es, primero, apacible;
luego, discretamente bravía, y, todo el tiempo, panorámica. Por último, el
descenso del cordal a Burbia es relajado y con unas vistas hermosísimas; un maravilloso
epílogo a una gran jornada. En suma, una equilibrada mezcla de sabores para un
menú montañero memorable. Eso sí, desnivel, distancia y los pocos pasajes
agrestes del cordal, exigen estar en buena forma y cierto hábito de moverse
fuera de senda.
RELATO GRÁFICO:

Dejé
Burbia por la Calle Poza de Arriba, que sale al noroeste de la población,
prolongándose en una pista que remonta el río. Ya desde el inicio, destacaba al
fondo valle un pico rocoso: el Mustallar. A la derecha, al otro lado de un
cerro más verde y cercano, asomaba también la Peña Longa, primero de mis
objetivos del día. El Cuiña, por su parte, quedaba más a la izquierda, oculto
por la ladera de ese lado.
Aunque el
fondo del valle es ancho y suave, me dominaban empinadas laderas donde se
mezclan hierba y roca.
Ascendiendo
muy gradualmente, llegué frente a una confluencia, donde el camino se bifurca.
Seguí por la derecha (NO), siguiendo la indicación de un cartel al “Mostallal”
y Cuiña.
Continuando
con esta larga aproximación, al pasar una zona de más despejada, el cambio de
perspectiva me permitió descubrir la cumbre del Cuiña, barreada de nieve, de
apariencia pacífica entre la Peña Longa y el primero de los Hermanitos, que
asomaba apenas más a la derecha.
La ruta
alternaba tramos arbolados con otros de prado y, de vez en cuando, me tocó
vadear algún arroyo.
En una
segunda bifurcación, al pie del Reventón, giré a la izquierda (NO), siguiendo
la indicación al Mustallar.
Entré
entonces en un bonito hayedo, a través de cuyas copas llegaba a entrever...
... los
roquedos espectaculares de la cresta que se desprende al sur del Mustallar.
El carril
acabó frente a un arroyo, sobre el cual unos troncos atados permitían un cómodo
vadeo. Al otro lado, proseguía el ascenso una senda más estrecha, pero clara y
balizada con hitos.
Ahora,
mirando a la derecha entre las ramas, veía asomar de vez en cuando una
perspectiva más bravía del Cuiña.
Al salir
del bosque, me encontré en un rellano herboso al pie de la Mallada del
Mustallar, collado que se abre entre el pico del mismo nombre y la Peña Longa.
Allí se alzan los restos ruinosos de una cabaña. Junto a la misma, un cartel
indicaba a la derecha la ruta al Cuiña, pero yo no seguí por ahí, pues deseaba
alcanzar la cresta en la citada horcada. Así, giré a la izquierda (SO),
siguiendo unos hitos bastante visibles.
Los
mismos me llevaron a atravesar prados y pedreras, acercándome al eje del
barranco, que crucé.
Al otro
lado del mismo, siempre guiado por las señales, giré a la derecha (O) para
adquirir la dirección del valle y acabar de remontarlo. Encontré los canchales
muy estables y bastante cómodos de recorrer para lo que suelen ser estos
parajes, de modo que no es de extrañar que los hitos lleven por ahí, pues el
avance resulta más confortable sobre los bloques que a través del matorral que
surge en otras partes.
A mi
derecha, iba ya viendo la Peña Longa “de perfil”.
Al acabar
las pedreras, el itinerario marcado por los hitos se continuó con una senda
bastante cómoda y gané altura con rapidez. Pronto, al volverme, pude ver la
cabecera de este valle y, más allá, el cordal por donde iba a regresar, desde
el más oriental de los Hermanitos a la Piedra de Mirandelo.
Al
alcanzar el collado de la Mallada de Mustallar, el valle gallego del otro lado
apareció cubierto de vapores. Las nubes responsables estaban contenidas por la
sierra, de modo que el cresteo que allí comenzaba se desarrollaría en parte en
la niebla y en parte despejado.
Giré a la
derecha y comencé el ascenso hacia la Peña Longa, por un ancho lomo cubierto de
monte bajo, en cuya vertiente izquierda (occidental) encontré...
... un
buen trazo que me permitió pasar el matorral sin pelea. Al ganar altura sobre
el collado, fui descubriendo el roquedo del Mustallar, desafortunadamente medio
velado por las nubes.
Sin
embargo, estando despejado al oeste, al llegar a la cima pude disfrutar de un
buen panorama del valle de Burbia; además, coincidió con que los vapores se
retiraron momentáneamente de la cumbre del Mustallar.
La
continuación de la cuerda al noreste, hacia el Cuiña, seguía siendo amplia y suave,
implicando un descenso al collado intermedio y posterior subida pero siempre
por terreno muy cómodo y con pendientes asequibles. Por cierto, que a la
derecha de la cumbre, iba viendo ya el tramo de cresta más movido, previo a los
Dos Hermanitos.
Al ganar
altura ya en el lomo meridional del Cuiña, se puede contemplar una bonita
perspectiva del Mustallar y la Peña Longa.
También
aproveché para ir estudiando la rocosa subida a los Dos Hermanitos. Más allá,
pese a lo brumoso del día se llegaban a distinguir los Ancares orientales, con
el Miro al fondo, alineado con el Tabillón y los vecinos Hermanitos.
Finalmente,
el trazo me condujo hasta la cumbre del Cuiña, donde me encontré a las dos
únicas personas con que me encontré a lo largo de la jornada.
Al otro
lado, las nubes sólo dejaban ver, y eso intermitentemente, la caída hacia el
cuenco nororiental, cabecera del Valle de Ancares, donde un laguito semihelado
se distinguía en el manto de nieve. La zona del Miravalles permaneció invisible
entonces y durante lo que me restaba de día.
Al
sureste seguía despejado sobre el valle de Burbia.
Continué
por la cresta de los Campanarios, que une el Cuiña con los Dos Hermanitos al
este. El inicio se presentó relajado, descendiendo por un ancho lomo de hierba
de pendiente moderada, pero pronto...
... me
topé con el primero de los resaltes que lo cortan. El primero lo rodeé por la
derecha pero el segundo es inevitable, aunque su dificultad es mínima y, su
altura, apenas dos metros.
A
continuación del collado, la cresta se torna rocosa y, por momentos, afilada
pero no tanto que no se pueda pasar caminando. Si bien no hay una senda, se
distinguía un rastro de paso, que me fue llevando por lo más cómodo. Al pie del
primer resalte que encontré, por ejemplo, me llevó al lado derecho de la arista
para...
... pasar
ese tramo por una repisa, que me sacó a una horcada. A la salida, la cresta se
yergue rocosa y vertical, pero también pude soslayar ese obstáculo, de nuevo
por la derecha, aunque...
... en
esta ocasión hube de superar un fácil escalón de tres o cuatro metros, lleno de
buenos apoyos (I). No sería el único, pues encontré otro par de ellos, pero me
ahorro la foto, pues son todos similares.
Los
últimos resaltes, los sorteé por la izquierda, que pasó a ser el flanco más
transitable.
Así, salí
a una primera punta, más allá de la cual, cerca y al extremo de un ancho lomo
de pedrera, vi el hito que marca el punto culminante de este pico.
Más allá
el terreno, baja ligeramente y... ¡se vuelve a elevar en una tercera punta! Los
dos hermanitos terminaron siendo tres.
Tras
perder bastante altitud, por una vertiente menos rocosa y más herbosa, aunque
con bastante bloque suelto, una breve subida me dejó en esa tercera punta.
Insisto en que, si bien no hay senda como tal, el paso de montañeros ha
establecido un rastro que no resulta difícil de seguir y marca los pasos más
cómodos. Al volverme, vi que los dos que me había encontrado en cumbre venían
ahora siguiendo mis pasos y se encontraban justo en el más alto de los
Hermanitos.
Al haber
girado el cordal al sur, había ahora una buena perspectiva sobre la cabecera de
Burbia, dominada por Mustallar, Peña Longa y Cuiña.
A la
derecha de los Ancares orientales, se distinguía entonces una borrosa línea de
cresta muy lejana: la Sierra de Gistreo.
El
siguiente descenso lo realicé por el flanco izquierdo (oriental) de la arista,
buscando la mejor manera de descender un resalte.
La
encontré en una fácil chimenea de dos o tres metros (I). La pequeña lámina
acuosa del Pozo Ferreira sirve de referencia para localizar el paso.
Al volver
a la cresta, se desveló la cumbre del Mustallar que, además, presenta desde
aquí un aspecto magnífico.
Una suave
y corta subida me dejó en la siguiente cota, la Ferreira, que no es más que el
más prominente de los bultos que jalonan el tramo de cuerda hasta el siguiente
picacho, el Lourantín. Eso sí, la vista desde ahí sobre los Hermanitos es
estupenda.
El
siguiente tramo, más que cómodo es ya apacible, en forma de ancho lomo con algo
de matorral, cortado por buena traza, aunque, de vez...
... en
cuando hube de ayudarme de las manos para bajar algún escalón de roca. Pero
todos fueron sumamente fáciles; tanto, que no les daría ni el I grado.
La
sombría visión de las crestas del Miravalles cubiertas de nubes, contrastaba, a
mi izquierda, con el soleado Valle de Ancares.
Con el avance,
variaba al otro lado la perspectiva del Mustallar, diferente pero no menos
bella.
Tras ese
tramo de poco desnivel, acometí una subida de más entidad hacia el Lourantín.
Al llegar a un hombro, merece la pena volverse a contemplar la cresta recorrida,
al menos desde el Cuiña. Los dos que venían detrás estaban ya a punto de
alcanzarme entonces pero, a partir de ese momento, no les volví a ver: supongo
que bajaron hacia el Valle de Ancares.
Desde ese
hombro, vi cercana la cima del Lourantín, rocosa y altiva, de la que se
desprende además un bonito espolón al este. Tras salvar un tramo casi
horizontal de lomo, acometí el pico por el lado derecho de la arista, donde una
banda de verdor marca la discontinuidad de la roca. Empinado pero sin trepar.
A
continuación, el lomo se pacifica ya mucho en una ligera bajada y posterior
subida, más larga y empinada hacia la Piedra de Mirandelo, en cuya cima hay una
caseta. Antes de alcanzarla, me topé con una pista, que tomé a la izquierda
(SE) para culminar la subida.
Un poco
antes, conviene volverse, pues la perspectiva sobre la cabecera de Burbia y las
cimas recorridas en mejor. Desde ese lugar, se llegaba a ver todo el cresteo,
desde el collado de la Mallada Mustallar, así como la vaguada por donde accedí
al mismo.
La caseta
en cuestión, llamada de la Braña de Pereda, la encontré abierta, en muy buen
estado y bien amueblada y provista (mesa, sillas, armarios,... ¡un sofá!). Y hay buenas perspectivas; al noreste, por ejemplo, hacia el resto de los
Ancares, por desgracia cubiertos ese día.
Volviendo
un poco la vista a la derecha, un lomo herboso conduce al hermano mayor de esta
cima secundaria: el Verdies, con pinta de magnífico balcón sobre el Valle de
Ancares. Estuve dudando, pero el día ya iba ser suficientemente largo y decidí
tomar nota y dejar su ascensión para otra ocasión, llegando mejor desde el
este.
Al sur,
el cresterío continuaba ya como una ancha loma de bastante menor altitud. Sobre
ella, una imprecisa cresta se dibujaba en la lejanía, marcada por unos puntitos
blancos de nieve: la Sierra del Teleno. No bajé directamente en esa dirección,
por donde continuaría la ruta, sino que, dado que el matorral no parecía muy
cómodo ni se veía traza, retrocedí...
... por
la pista, que ya no dejaría. Tras descender de la Piedra de Mirandelo por su
lomo septentrional,...
... rodeé
el pico por el oeste y regresé al lomo que, como ya dije, es ahora amplísimo y
suave y está recorrido por una pista, que...
... sólo
deja la cuerda para sortear algún alto, asomándose a la vertiente de Burbia, en
la que se veía ahora, bajo Mustallar, Campo Longo y Vedual, el verde Vallejo.
Al
volverme, con la distancia, había buena vista de la Piedra de Mirandelo.
Al otro
lado del Valle de Ancares, brillaba al sol el Alto del Viso.
Pasando
el Pico Mirandelo, ya casi al pie de la Chana Grande, la pista vuelve a
flanquear la cresta por la derecha y, enseguida,...
... me
encontré un desvío a la derecha (SO), que tomé para...
...
descender hacia Burbia, en cómodas lazadas, por el empinado lomo llamado Subida
de Mirandelo.
Aunque
pueda parecer que un descenso de casi 600 m por una pista que no cambia de
vertiente se puede hacer monótona, no fue así. La belleza del entorno, la
suavidad del descenso y lo agradable de la tarde me sirvieron para relajar piernas y...
...
llegar al pueblo tan descansado casi como cuando salí. O eso me pareció. Buena cosa cuando te esperan cuatro horas y media
de coche hasta casa.
Comentarios
Publicar un comentario