Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Montaña
modesta pero vistosa y panorámica, creo que es de visita obligada para todo
amante del Pirineo. Sólo posee una subida fácil, que es ésta. Con tiempo claro
y sin nieve, está al alcance de cualquier persona sana que se mantenga en una
forma física razonable: la senda está bien marcada hasta la cumbre; desnivel y
distancia son moderados; las pendientes resultan asequibles, y no se encuentran
obstáculos ni pasos expuestos. Incluso se puede ir con niños.
RELATO GRÁFICO:
El
Collado de Santa Isabel es un amplio prado donde se levanta un refugio abierto
en razonable estado de conservación y limpieza. El lugar es delicioso; ya al llegar con el coche por la pista
de Saravillo, nos recibe la visión de las peñas Montañesa y Solano.
A la izquierda, nos dominan los grandes canchos que defienden la Era
de las Brujas.
Pero es
al otro lado donde estaba mi objetivo: al oeste, la Punta Llerga se elevaba
masiva y solitaria, mostrando una impresionante vertiente que es, sin embargo,
la más accesible. Para iniciar la ascensión, comencé a caminar hacia su base
por el lomo herboso, el cual...
...
conduce a la base de la pared. Allí se diluye en la linde de un pinar.
Derivando un poco a la izquierda, encontré un par de hitos de buen tamaño
marcando la entrada de...
... una
senda, que resulta de todas formas bien visible, bajo los árboles. El camino es
amplio y cómodo y va ganando altura gradualmente en diagonal. La sombra se
agradece pero los pinos impedían ver; sólo en contadas ocasiones...
... un
hueco en las copas mostraba las paredes que me dominaban a la izquierda.
Doblado
el contrafuerte de El Cantal, salí del bosque. Estaba al borde de una pedrera
bajo la cual se veían las casas de Saravillo; más allá, la Peña de Sin y, al
fondo, pintadas de nieve, la Punta Suelza, el Bachimala, las Espadas y los
Eristes.
La
pedrera se prolongaba hacia arriba y, al otro lado de la misma, se veía la
arista de La Litera hacia donde debía dirigirme. Así pues, continué ascendiendo
en diagonal a la derecha, siguiendo una traza razonablemente estable.
Tras
cruzar una torrentera seca, en lo alto de la cual asomaba la cresta de la
montaña,...
... el
terreno cambió, pasando a poblarse de monte bajo, a través del cual la senda
abría un amplio pasillo.
Al ganar
altitud, había ido descubriéndose la cumbre del Cotiella, refugiado entre sus
grandes altiplanos. A sus pies, el Collado de Santa Isabel, bien reconocible
por el cruce de caminos.
Un poco a
la izquierda, asomaba el Aneto.
Al llegar
a la arista antes mencionada, aparecieron al noroeste las Tres Sorores y las
Sucas más allá de la Suelza y las vecinas peñas del Mediodía y Pegueras, que
flanquean el valle del Cinca. Allí giré a la izquierda (SO) para...
...
acometer la remontada de la arista. Al principio, el terreno parece tornarse
abrupto pero, a los pocos metros,...
...
volvió la tónica de suavidad de toda la ascensión. Aunque ahora la traza era
invisible, abundantes hitos marcaban el mejor paso.
Con la
altura, la vista hacia el valle del Cinqueta ara cada vez más aérea, al tiempo
que las grandes cumbres de la cadena axial aparecían cada vez más altivas.
A mi
derecha comencé a ver lo que creía la cumbre, aunque resultó ser la Punta del
Cubilar, donde acabaría más tarde el cresteo.
Poco
después, la arista que seguía se fundió en la ladera, en el rellano que aloja
la Basa Llerga, que encontré seca. Aquí, la senda se bifurca y yo tomé el
ramal izquierdo (S), que...
...
continúa ascendiendo suavemente por lo alto de un lomo herboso, no hacia la
cumbre sino hacia el extremo oriental de la cresta.
A
continuación, da un rodeo al este para facilitar la trasposición de una arista
antes de...
...
acometer la subida final, a través de una amplia rampa de hierba y piedras algo
más empinada, a la Punta Palomera.
Al estar
situada esta modesta elevación, más hombro que pico, en el extremo sureste de
la culminación de la montaña, se goza desde la misma de una excelente
perspectiva hacia el Cotiella y satélites, el Collado de Santa Isabel y el
profundo hoyo de Fornos.
Al sur,
aún se ve otro punto destacado en el borde de la planicie cimera, la Punta
Solán, por delante de la cresta de la Sierra Ferrera.
Giré a la
derecha (NO) en la Punta Palomera para recorrer la amplia loma culminante hacia
la Punta Llerga pero no me dirigí directamente a ella, sino que antes decidí
pasar por una punta anónima, casi de igual altitud, que destacaba a la
izquierda.
Durante
el trayecto, los grandes macizos de Bachimala, con la Punta Suelza muy
destacada, Posets y la Maladeta destacaban en el horizonte septentrional.
Al llegar
al extremo oeste de la cresta, se abrió a mis pies un profundo abismo entre
aristas de roca que caía hacia el valle del Cinca. Al otro lado del mismo, veía
ahora la altura de Santa Marina, Sestrales y el Castillo Mayor, mientras que en
el horizonte se destacaban las siluetas de la Peña Canciás, la Manchoya y la
Sierra de Tendeñera.
Girando a
la derecha (NE), atravesé la breve horcada que separaba de la cumbre de Punta
Llerga.
Más allá
de la suave culminación de esta montaña, de apariencia tan bravía desde el
valle, veía las crestas del Cotiella y la Peña Montañesa.
La vista
al suroeste era amplia hacia el Prepirineo y Sierras Interiores, con el Tozal
de Guara en el horizonte más lejano. Girando la vista a la derecha, pasaban los
ojos por la Sierra de Tendeñera antes de...
...
encontrarse con las Tres Sorores y la Munia.
Mirando
abajo en esa dirección, la caída era impresionante.
Al
noreste, el horizonte blanqueaba en los otros tres grandes macizos que ya
llevaba viendo durante buena parte de la ruta.
Hacia
allí continué el cresteo, siempre por terreno suave, para alcanzar una última
punta, la Boltorín, desde la que pensaba tener mejor perspectiva. Pero para
obtenerla, hube de perder altura hasta un hombro cercano situado un poco más
allá, invisible en la foto.
En ese
lugar, la vista alcanza el fondo del valle del Cinqueta, rodeado de montañas y
con la peculiar Peña de Sin plantada en medio.
Inicié el
regreso descendiendo al sureste por una rampa de hierba y piedras, sin senda
pero sin dificultad, hacia una vaguada cercana que se veía bajo la cima del
Cotiella. En el fondo de la misma, me encontré con la senda “normal”, que seguí
a la izquierda (E) para rodear el siguiente lomo.
En lo
alto del mismo, me volví a contemplar las puntas Llerga y Boltorín.
Al otro
lado, me encontré ya de nuevo en la cuenca de la Balsa Llerga y, tras rodearla,
con la bifurcación de la subida, donde giré a la izquierda (NE) para retomar la
ruta de ida.
Así por
terreno conocido descendí la arista de la Litera y...
... crucé
la gran pedrera y el pinar hasta regresar al Collado de Santa Isabel.
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