Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Excursión
bella y variada, con un desnivel y una distancia medias. En general, creo
además que el esfuerzo se lleva bien, pues las pendientes nunca son
excesivamente intensas ni sostenidas. El par de veces que trepé, eran pasos
evitables pero los ataqué de frente por comodidad, así que no las cuento para
establecer la dificultad. Otra cosa es la orientación; encontrar la vieja senda
que remonta el hayedo desde el molino no es fácil; mantenerla tampoco. Y no se
arregla con brújula ni GPS; es cuestión de cuidado, intuición, paciencia y, en
caso de duda, repasar. El terreno, de todas formas no es enmarañado y se podría
ascender la ladera a la buena de dios; pero sería más incómodo.
RELATO GRÁFICO:
Tras
aparcar en la plazoleta junto al Río Lores, comencé a caminar por la calle que
sube frente al puente. Fui cruzando el pueblo un poco al azar pero siempre en
ascenso hasta las casas más altas, que dejé atrás por una pista de tierra que
se encarama al principio por lo alto de una loma para, enseguida, derivar a la
izquierda y entrar en el valle del Arroyo Gerino, momento en que empecé a ver
la Peña Carazo, primer objetivo del día.
Poco
después, se añadieron la Horca de Lores y el Castro, siendo visible todo el
tramo de cresta iba a recorrer. Cuando encontré un desvío, el primero, a la
izquierda (SO), lo tomé; el mismo baja a cruzar el río para alcanzar una casa
en la base de la ladera boscosa del otro lado.
Se trata
de un antiguo molino, sin maquinaria pero bien conservado como edificio, que ha
sido habilitado como refugio, con tarimas, mesa y hogar. La pista se esfumó
ante él, aunque parecía continuar por unas rodadas que salían a la derecha
(NO). Continué por ellas y...
...
llegué, tras una breve subida, a un campo de hierba recién segado, al fondo del
cual me cerraba el paso la espesa linde del bosque. Me acerqué a ella y fui
examinándola, yendo hacia la derecha, es decir, bajando hacia el río, hasta...
... ver
un estrecho corte en el muro de vegetación. La existencia de hierba pisada ante
el mismo y el corte reciente de algunas ramas como para mantener el paso
abierto, me confirmaron que podía ser lo que buscaba. Entré por el boquete y...
...
efectivamente, un poco a la derecha, salía un trazo muy deteriorado e invadido
por el matorral en algunos puntos, pero muy claro, que avanzaba al NO; es
decir, paralelo al arroyo aunque manteniéndose apartado de la orilla y ganando
altura al ritmo del valle. La mayor parte del tiempo, caminaba por un túnel
verde, aunque...
... alguna
vez un hueco en el ramaje del lado del cauce me permitió ver las audaces peñas
que se alzan en la vertiente opuesta.
Después
de cruzar un torrente, llegué a un prado abierto donde la traza se perdió
totalmente. Fui recorriendo su borde superior y, erróneamente, tomé por senda
lo que no debía ser sino una zona casualmente más despejada. Cuando me di
cuenta, empecé a trazar diagonales entre las hayas, dando pronto con la senda,
que había dejado a mi izquierda (es decir, al oeste). De eso, deduzco que la
salida buena de la traza me la debí de dejar atrás en el claro y que debe de
estar por la esquina superior izquierda (extremo SE) del mismo. En fin, la cosa
es que los daños no eran graves, apenas pocos minutos de retraso, y que
encontré la vereda más ancha y mejor que antes.
De hecho,
inopinadamente, me encontré avanzando por un todo un camino real... ancho y de
piso regular, que se abría paso a través del denso hayedo, ascendiendo por la
ladera manteniendo una pendiente cómoda.
Salí del
arbolado al cabo de bastante rato, encontrándome ante una cancela, la cual me
dio paso a...
... una
pista aún mejor acondicionada. Se trata de un carril que recorre la loma que
baja al este del Carazo y la tomé a la derecha (O) para continuar mi camino
hacia esa cima.
Tras un
tramo más o menos llano, pasado el Collado de la Matorra, el carril comenzó a
ganar altura y, al poco, giró a la izquierda separándose de la cerca que
recorre la divisoria. Yo entonces abandoné por la derecha (O), siguiendo un
camino junto a la valle que, al poco, la cruzó...
... por
un portillo. Yo no lo hice así, sino que proseguí llevando la alambrada a la
derecha, caminando ahora por una senda más estrecha pero razonablemente cómoda.
Al pasar
del bosque al matorral, afortunadamente cortado por una nítida traza, la
pendiente aumentó y pasé a ver de nuevo, ahora ya todo el rato, la cumbre del
Carazo ante mí.
Desde lo
alto de esta loma, iba viendo a la derecha las siluetas de las sierras de Peña
Sagra y Peña Labra, más allá de la loma culminada por la Peña Maldrigo.
Según
ascendía,...
... fui
descubriendo el Coto Redondo y, a la derecha, asomando por un collado, la
espectacular Peña Campunuera.
Luego,
aparecieron más arriba la Horca de Lores y el Castro.
La
pendiente remitió coincidiendo con un giro de la loma a la derecha, tomando
dirección suroeste.
Al otro
lado, a mi izquierda, se fue descubriendo la Sierra de la Peña, reconocible
pese a la intensa calima por la característica mole de la Redonda.
El
terreno se vuelve a empinar al pie de los riscos cimeros, a falta de unos 200 m
de desnivel para culminar el Carazo. Sin rastro de senda e interrumpida la
cerca, ascendí en diagonal a través del matorral, manteniendo la misma
dirección suroeste que llevaba, rodeando por debajo la pedrera más cercana.
Sobrepasada la misma,...
... iba
pasando por debajo de otro cancho con la idea de girar luego a la derecha para
subir por el matorral, cuando...
... vi
sobre mí un pasillo más cercano. Un poco harto del matorral, que, sin ser de
los peores, resultaba incómodo, decidí subir directamente hacia él. Giré pues a
la izquierda (NO) y me pegué al roquedo de mi izquierda...
... a fin
de facilitar la progresión aprovechando la discontinuidad entre el matorral y
la roca. Tras unos 20 metros de empinada subida,...
... me
encontré ante un escalón vertical de tres metros. Podía haberlo rodeado por la
derecha pero preferí la roca a la maleza y lo superé mediante una trepada de
escasa dificultad (II-). Insisto en que cuatro pasos a la derecha se puede
evitar por una rampa de monte bajo; cada cual que decida qué prefiere.
Salí del
resalte a una terraza que asciende suavemente a la izquierda (SO). Por ella,
fui ganando altura hacia una especie de horcada, de nuevo a través del
matorral, pero que ahora, siendo bajo y menos denso, no suponía molestia.
Al llegar
a la collada, sabiendo que la cumbre debía de estar a la izquierda (S), giré a
ese lado y encaré la rampa de roca que constituye la cara norte del flanco;
aunque empinada, la remonté caminando sin más. Pero, al culminarla,...
... vi
que la cumbre quedaba algo más allá, en la siguiente prominencia. Podía haber
rodeado el primer cancho, pero no lo sabía. Total, que, caminando la hierba del
lomo, me dirigí al pequeño hito que marca la cumbre de la peña Carazo, el cual
alcancé en pocos minutos.
Al este,
destacaba una nebulosa cresta de la Sierra de Peñalabra sobre el verdor
ondulado de la Pernía.
Al sur,
ya era visible en su totalidad el cordal culminado por la Peña Redonda.
Pero era
el oeste lo que atraía la vista: invisible hasta hacía cinco minutos, se abría
el Valle de Pineda, encajado entre el Curavacas, la Peña Prieta y el Pico
Lezna.
Sin
retrasarme mucho, giré a la derecha (N) para crestear hacia la Horca de Lores,
de la que me separaba una horcada amplia y suave,...
...
cubierta de hierba y matorral rastrero, bajo las pedreras que defienden las
cimas.
Tras
alcanzar el punto la Horca de Lores, continué unos metros al norte para llegar
al hito geodésico que, aunque un metro más bajo, tiene mejores vistas.
El
panorama al oeste aún había mejorado, viéndose ahora el Arroyo de Arauz, que
corre entre el Lezna y el Bistruey. Precisamente entre estos dos picos, se
distinguía más lejos...
... parte
de los Picos de Europa. Por la posición, supongo que serán los macizos de los
Urrieles y Andara porque, con la atmósfera turbia, las siluetas quedaban
desdibujadas.
Claro que
pero estaba la cosa al este, donde calima y contraluz se unían para entorpecer
la vista. Aunque se llegaba a distinguir el Arroyo Gerino, por donde empezó y
terminaría mi ruta; concretamente, la zona de las Tenadas, reconocible por las
peñas que la dominan. Y, en el horizonte oriental, omnipresente, el largo
cordal de Peña Labra.
Continué
el cresteo al norte, hacia el cercano Castro, picacho secundario tras el que
asomaban, más allá del cordal que se desprende al este del Bistruey, el trío de
altivas peñas que dominan Caloca: Córcina, Campunuera y Cigal. Tres maravillas
calizas contra el fondo oscuro de la Sierra de Peña Sagra.
Tras
cruzar el collado que, como el anterior, es amplio, suave y predominantemente
herboso, aunque con alguna pedrera llevadera, traspuse la cima y...
... vi
ya, al otro lado, el collado de la Cruz de Tañuga y la pista que lo atraviesa,
que eran mi siguiente objetivo. Comencé por descender una pedrera, algo más
empinada que las anteriores, sin llegar a ser mala. Vino luego una banda de
matorral en la que, sin encontrar senda definida, di con abundantes trazas de
paso, suficientes para una travesía cómoda. Salí así a un gran rellano herboso,
desde el que...
... hay
una buena perspectiva de la pendiente que acababa de descender.
Siguió
otra bajada por matorral, con tónica similar a la anterior, que desembocó en un
nuevo prado. Al llegar al mismo, me desvié a la derecha (NE), a fin de...
...
asomarme a una especie de saliente desde donde hay buenas vistas hacia el
Castro y...
... el
Arroyo Gerino. Estuve tentado dejarme caer por la vaguada que desciende directa
desde el prado donde estaba, pero preferí atenerme al guion y volviéndome a la
izquierda (N), acabé de recorrer el lomo hasta el collado que se abre bajo la
Cruz de Tañuga.
Allí tomé
a la derecha (E) la pista que pasa por él y desciende el Arroyo Gerino. Tras
pasar una zona estrecha y empinada,...
...
llegué al extenso prado de las Tenadas, desde el cual...
...
descubrí una nueva perspectiva de la cresta recorrida.
En fin,
que siguiendo la pista, no tardé en llegar al lugar en que la había abandonado
para dirigirme al viejo molino. Poco después, tuve Lores a la vista.
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