Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ruta variada
y muy bonita, que incluye desde trepadas con cierta emoción a relajados tramos
por buenos caminos a través del hayedo, combinando parajes apacibles y bravíos.
Si se prescindiera de las subidas a Larrasa y Palomares, la dificultad baja
muchísimo y el itinerario quedaría como una caminata senderista, conservando la
mayor parte de sus atractivos estéticos. Pero, claro, entonces no es una
ascensión. De hecho, me encontré dos parejas que subieron a la Cruz del
castillo y prescindieron de Larrasa, pese a haber estado apenas a 15 ó 20
minutos de la cima. Está claro que hay a quien el pasito de II le echa para
atrás. Por otro lado, las fuertes pendientes de algunos tramos aumentan la
exigencia física que ya de por sí plantean los 1.300 m de desnivel del
recorrido.
RELATO GRÁFICO:
Del final
del asfalto en El Nacedero, parten dos pistas de tierra. Yo comencé a caminar
por la de la derecha (N), que ostenta las marcas del GR-38. Ante mis ojos, se
elevaba el cresterío gris de la sierra, con el pico de Larrasa justo sobre mí.
Pero poco me duraría esta visión, pues pronto me vi rodeado por un denso
encinar.
Sólo
esporádicamente se abría la vegetación para dejarme ver, en el valle del Ebro,
el altozano de Laguardia y los montes de Cameros al fondo o, más a la
derecha,...
... la
Sierra de la Demanda, con el San Lorenzo y el núcleo separado del San Millán
bien reconocibles.
Según
ascendía, fui dejando de lado varios desvíos, ninguno de ellos dudoso, bajo un
Larrasa cada vez más dominante.
También
se descubrió al oeste el bravío sector de la cara sur de la sierra bajo la Peña
del Cuervo y el Pico Cervera.
Al
desplazarme al sureste con la pista, fui descubriendo otras perspectivas del
Larrasa.
A
oriente, llamaba la atención el Castillo de Lapoblación, por encima de cuya
unión con la sierra se llegaba a ver la cumbre de la Sierra de Codés.
Al rato,
acabó la pista pero continuó por un camino más estrecho, entrando en un denso
bosque de hayas, del cual salí...
... muy
cerca ya del cordal, defendido por paredes verticales. Cambié entonces de
dirección al oeste para...
...
alcanzar en breve el Puerto de Lagrán. Llegando a la brecha abierta en la
cresta, entré de nuevo en una zona de vegetación densa, de la cual salí justo
delante de un cartel indicador de múltiples itinerarios.
Ahora sí
que estaba en la cuerda de la sierra y descubrí al norte los Montes de Vitoria
y, más lejos, algunas de las cumbres mayores de la montaña vasca: Gorbea,
Anboto, la cresta de Aizkorri y el solitario Aratz.
Girando a
la izquierda (O), dejé la encrucijada por una senda que se abría paso a través
del bosque. El cartel la señalaba como camino a la Cruz del Castillo y la
marcaba como PR-A-50; sin embargo, no vuelve a ostentar marcas, aunque...
... está
lo bastante clara como para poder seguirla sin ellas. El camino, alternando
tramos más y menos empinados, me fue haciendo ganar altura en lazadas bajo las
hayas, hasta...
... que
fui a salir a una ladera de hierba y matorral. Estaba enfrente y muy cerca del
cancho cimero del Larrasa. Pero antes de ir hacia él, al pasar por la horcada
abierta a la derecha del mismo, giré a la ese lado (N) para...
...
encaramarme por un senderillo a la Cruz del Castillo. Durante esta subida hube
ya de ayudarme de las manos un par de veces, pero sólo para superar sendos
escalones para los que no me daban las piernas.
El objeto
de subir a esta punta secundaria, con nombre y monumento pero secundaria, son
sus vistas, especialmente al este, en que supera al propio Larrasa. A mis pies,
tenía el Puerto de Lagrán, con la senda de acceso y la canal boscosa por donde
había subido. Levantando la vista, podía apreciar, sucesivamente, el sector de
cresta coronado por la Peña del León, el Castillo de Lapoblación, el Yoar y
Montejurra. A la izquierda, un brusco escalón en el horizonte me permitió
identificar al Beriain; a la izquierda de éste,...
... las
montañas vascas seguían ocupando un horizonte, más amplio ahora que desde el
collado, al fondo de los llanos de Treviño.
Otra
visión que proporciona la visita a la Cruz del Castillo es la de la cresta que
va del Larrasa al Palomares, la cual me disponía a recorrer. No por el filo,
sino evitando la roca por la verde y empinada ladera bajo la misma; el recorrido
lo haría mayormente por la vertiente norte, visible en la imagen, pasando a la
meridional, según me lo marcó la senda, sólo para rodear la cota 1.412, que es
la que se ve aislada a medio camino del Larrasa al Palomares. Pero mejor voy
poco a poco. En primer lugar, regresé a la horcada y, girando a la derecha (SO)
tomé la intermedia de las tres sendas que salen al oeste (la más baja de las
dos que se ven en la foto).
La misma
llanea e incluso pierde algunos metros al principio, mientras rodea el espolón
que baja de una primera punta secundaria.
Dejada
atrás la roca, gira a la izquierda para encarar una empinadísima rampa de
hierba. En dos sitios, la pendiente se acerca a la vertical y aparece la roca,
teniendo que trepar (I) para superar unos diez metros de desnivel en ambos
casos.
La traza
me llevó finalmente a la angosta chimenea, paso clave de la ascensión. NO
parece que pase del I grado y carece de exposición pero su ancho es bastante
menor que el de mis hombros y, por tanto, preferí...
... subir
por otra más abierta, situada un par de metros a la izquierda. Si bien en ella
te puedes caer, sólo son cinco los metros verticales y están llenos de apoyos
(II); vamos, que se gana mucho en comodidad a cambio de un mínimo incremento de
dificultad y exposición. A la salida del paso, hay un par de argollas para
rapelar o asegurar a quien lo necesite.
En la
cima de Larrasa, se descubre la arista hasta el Palomares, toda una maravilla,
y, más lejos, los picos Recilla y Cervera y la Peña del Cuervo. Luego, el
Toloño en un segundo término y, en el horizonte, los Montes Obarenes, con la
Cantoña y el Umión reconocibles.
Al norte,
la perspectiva sigue similar; desde este ángulo fue quizá donde mejor se
distinguían las siluetas enfrentadas del Gorbea y el Anboto.
Al otro
lado, se descubría ahora el valle del Ebro en toda su extensión, limitado en la
parte izquierda por los suaves Montes de Cameros y, a la derecha,...
... por
los más altos de la Demanda.
Al este,
una cercana antecima y la Peña del Castillo limitaban bastante la visión. Para
continuar el recorrido, comencé por regresar hacia el collado oriental de
Larrasa. Poco antes de alcanzarlo,...
... un
trazo me llevó a atajar ladera abajo hacia la senda más baja de las que salen
de la horcada, la cual pierde unos 70 m en diagonal bajo la cresta.
Más o
menos en su punto más bajo, dejé a la derecha un desvío que continúa perdiendo
altura y, tras un breve llaneo, comencé a subir hacia una característica brecha
abierta entre las cotas 1.408 y 1.426 del mapa. En la misma, merece la pena...
...
volverse a contemplar la Cruza del castillo, el Larrasa y, por debajo, la
ladera herbosa de acababa de atravesar. Por cierto, que en la foto se
distingue, aunque algo borrosa, la
bifurcación en el punto más bajo de la travesía.
Al otro
lado de la horcada, el mundo se estrecha entre formidables roquedos.
Bajando
la vista, se ve el camino a seguir: un estrecho trazo se abre paso en el denso
matorral que puebla la empinadísima canal que cae al suroeste. Sin presentar el
descenso dificultades significativas, en varios lugares tuve que utilizar las
manos para salvar algún corte vertical, así como realizar alguna que otra peripecia
entre el ramaje de los arbustos... no pasa mucha gente por aquí.
Poco a
poco, se fue abriendo la canal, dejando ver enfrente una terraza que subía,
bastante empinada, a otra brecha. Para alcanzarla, al llegar a la altura de la
base de la pared de la cota 1.412, que estaba rodeando, giré a la derecha (NO)
para...
...
acercarme a la pared. Hay que tener cuidado aquí pues la continuación de la
senda no está clara (como puede verse; está a la derecha de las ramas secas),
medio tapada por el matorral, mientras que hacia abajo continuaba una tira de
pedrera que puede llevar a confusión. En fin; a los pocos metros, la traza se
aclaró y, una vez pegada a la pared (se ve un trocito a la izquierda y arriba
de las mismas ramas secas), me llevó a...
...
rodear en horizontal la cabecera de un barranco, a través de cuya boca podía
verse el valle del Ebro.
Al ganar
altura por la terraza subsiguiente, pude examinar, a mi espalda, la canal y la
travesía que acababa de dejar atrás. El terreno no puede ser más escabroso.
Al cruzar
la horcada, volví a la vertiente norte, más suave. De allí partían dos sendas
cortando la hierba. Para ir al Palomares, cuya cumbre tenía enfrente, tomé la
más baja; es decir, la de la derecha (NO). Siguiéndola, rodeé por abajo un
espolón...
...
rocoso que cae de la cota 1.394, pasado el cual giré a la izquierda (NO) para
encarar una pendiente de hierba y matorral, de la que salí a una cresta
aparente.
Se trata
en realidad de una pequeña terraza al norte de la cota 1.426. Enfrente y muy
cerca, descubrí la cima del Palomares. Para llegar a ella, continué en la misma
dirección noroeste, cruzando la depresión que forma el arranque de una canal.
En el punto más bajo, encontré una traza que descendía a la derecha; yo
continué recto, yendo a salir a un rellano entre varias modestas prominencias.
La cima quedaba a mi derecha (N) y hacia allí giré,...
...
superando un fácil resalte de unos seis metros, inclinado y con buenos apoyos
(I).
Desde la
culminación del Palomares, descubrí su arista oeste ante el Recilla, siguiente
cima prevista. Más allá, los ya vistos Cervera, Toloño y Obarenes.
Al sur,
valle del Ebro y Cordillera Ibérica.
Donde sí
se gana una perspectiva que justifica la visita es al este, donde aparece el
Larrasa al otro lado de una hermosa cresta.
La
continuación de la ruta me llevaría a la vertiente norte y, para ello, comencé
con deshacer la subida hasta...
... aquel
cruce en el arranque de la canal bajo la cumbre. Allí giré a la izquierda (NE),
por la senda que la desciende. En algunos sitios, el terreno es tan empinado
que hube de ayudarme de las manos (I).
Pero
pronto, apenas perdidos 50 m, alcancé un camino mejor que atravesaba la ladera
en diagonal. Lo tomé a la izquierda (NO), continuando la baja, ahora mucho más
suave. Cuando la vegetación me lo permitía,...
... podía
ver el tremendo roquedo que me dominaba a la izquierda y...
... los
ondulados bosques y campos del otro lado.
Pronto,
la vegetación de robles y grandes arbustos dio paso al hayedo, el cual...
... se
había tornado solemne cuando desemboqué en un cruce de pistas en la zona de
Hoyos Juntos. Un cartel me indicó el camino a seguir, por si no estuviera
claro: la de más a la izquierda (O), por donde el GR-1 va a Pipaón.
He visto
unos cuantos bosques de hayas y he de decir que éste es de los más bonitos que
he recorrido. Este tramo relajado y prácticamente horizontal me sirvió para preparar
la última subida.
En apenas
cinco minutos me encontré ante una nueva bifurcación, también indicada con
cartel. Allí giré a la izquierda (SE), dejando el GR-1 por un camino más
estrecho que remonta en lazadas la boscosa ladera.
Al salir
del arbolado, me encontré muy cerca de volver a la cresta de la sierra, que es
aquí un lomo cubierto de matorral, donde destaca un cono calizo: el pico
Recilla. La senda me llevó al collado homónimo, donde giré a la izquierda (E)
para alcanzar esa última cima del día por un trazo que corta el monte bajo.
En esta
ocasión, se llega a la cumbre caminando, para descubrir al otro lado lo que iba
buscando: una hermosa vista del Palomares al otro lado de una hermosa arista.
Al sur,
el Valle del Ebro se extendía bajo una terraza herbosa, donde se dibujaba una
senda: mi camino de regreso.
Para
llegar a ella, comencé por regresar al collado por donde había subido y, allí,
retomar la senda a la izquierda (SE).
La misma
fue girando con el monte, entrando en la citada terraza, la cual atraviesa
hasta el espolón que la limita por el este. Sobre el mismo asomaba el
Palomares, que...
... acabó
de desvelarse al otro lado, dominando la verde ladera que la vereda me llevó a
descender en una tendida diagonal.
No tardé
en volver a caminar entre árboles, ahora una mezcla de robles y encinas. Allí
el camino traza diagonales, la más amplia de las cuales cuenta con atajo.
La senda
desembocó en una pista, que tomé a la a la izquierda (SE).
El carril
prosigue aún más gradualmente el descenso, cortando la densa vegetación al pie
de las paredes que defienden la cresta.
Ya muy
cerca del pie de monte, con la Demanda enfrente, llegué a una bifurcación,
donde giré a la izquierda (S).
Poco
después, me alejé de la cresta al rodear un lomo, momento que aproveché para
volverme a contemplar a placer todo el frente de sierra que va de la Peña del
Cuervo al Larrasa. Continuando camino, el carril que seguía desembocó en una
pista: era la misma por la que esa mañana había comenzado a caminar (el GR-38)
y, tomándola a la derecha (SO), me encontré en pocos minutos en el punto de
partida de la ruta en El Nacedero.
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