Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: No es porque
se me ocurriera a mí solo, pero esta ruta es una joya. Me había propuesto
alcanzar la Punta Suelza por su arista oriental tiempo antes, a la vista del
mapa, donde aparece como la más definida, directa y prolongada de las que caen
de la cumbre: 1.500 m de desnivel desde el fondo del Valle de Gistaín, sin
apenas interrupciones en su ascenso ni cambios de dirección, con una primera
mitad de lomo empinado y una segunda parte más tendida y afilada.
Busqué información en
viejas guías y también en Internet, encontrando un vacío total. Las rutas
referidas, aparte de la normal de Ordiceto y alguna variante, subían por el
lomo sur, el del Pico la Parda, que resulta menos definido e irregular. También
están las alternativas por la vertiente del Cau, con una aproximación más
cómoda. Me resultaba chocante que, en apariencia, a nadie se le hubiera
ocurrido esta ascensión, de trazado tan puro y evidente. Su único inconveniente
sería el gran desnivel a salvar, que, por otra parte, tampoco es extremo
tratándose del Pirineo central.
Así pues, en principio, me
hallaba ante una ruta original. Y no las tenía todas conmigo, pues la única
referencia sobre las dificultades que podía encontrar eran unas pocas fotos,
tomadas de lejos y que no estaban propiamente enfocadas a la arista; se veían
brechas, pero no tan bien como para estimar su dificultad. Incluso en el gran
corte llamado (erróneamente) Paso de los Caballos en la cartografía, se veía un
gran resalte de salida, pero no su verticalidad y mucho menos la textura y
formas de la roca. A pesar de ello, decidí intentarlo: para darse la vuelta,
siempre hay ocasión.
Lo que me encontré es una
ruta larga, plácida y deliciosa; muy panorámica y sorprendentemente fácil; en
mi opinión, la dificultad no supera a la normal de Ordiceto; incluso es más
agradable la progresión y tampoco hay pasos vertiginosos ni expuestos. Sólo el
rodeo para contornear el gran resalte sobre la brecha 2.457 m de altitud platea
cierta complejidad, pero no en exceso para quien esté habituado a buscar el
paso bueno entre caos de bloques. Respecto al desnivel, casi triplica el de la
normal: desde que tomé la arista en Viciele, fueron 1.400 m de subida, con sólo
50 de bajada acumulada, y una pendiente media del 22%.
Por otro lado, parece que
efectivamente poca gente viene por aquí. Durante el ascenso de la arista, no
encontré senda, ni trazas de ella, ni otros hitos que dos: uno señalando la
cota 2.371, donde entroncan varios contrafuertes y nace la verdadera arista, y
otro en la penúltima punta previa a la cumbre, cuya utilidad me resulta un
misterio. En medio, nada de nada; ni el menor rastro de paso o presencia
humana.
Por lo dicho, considero
que esta ascensión está alcance de senderistas y montañeros, con la única
condición de una buena forma física y costumbre de caminar por alta montaña.
Las trepadas son fáciles, cortas y seguras. Eso sí; quien emprenda esta
ascensión ha de ser un amante de los grandes horizontes en soledad, sin miedo a
salirse de las rutas trilladas. En fin que, yendo en busca de una bonita
ascensión, me topé con un auténtico tesoro.
RELATO GRÁFICO:
En la
umbría matinal del Valle de Gistaín, comencé a caminar deshaciendo el camino
que previamente había recorrido en coche, desde San Juan de Plan a la Sargueta.
En pocos minutos, alcancé la bifurcación y tomé a la derecha (NO) el ramal que
se introduce en el vallecito de Viciele. Sobre los pinos, podía ver ya el
arranque, ancho y herboso, de la arista oriental de la Punta Suelza a la
derecha de la cresta que baja, más afilada y accidentada, del Pico de la Parda.
Ascendía
suavemente, dejando de lado, algún desvío de la pista principal, entre los pinos
que, al abrirse de vez en cuando, me dejaban ver cómo las crestas del macizo del Cotiella
se doraban más allá del valle.
No tardé
en cruzar el torrente de Sallena, muy encajonado, junto a las ruinas del
Hospital de Gistaín.
Salí del
bosque al doblar el espolón que da entrada a un amplio valle de suaves laderas
herbosas: Viciele. Al fondo, bajo un la redondeada Peña Susán, una cascada
ponía una pincelada blanca en el paisaje. En ese momento, podía haber dejado la
pista y tomar ya la arista, pues lo que se elevaba a mi derecha era un amplio
lomo herboso de mediana pendiente, sin obstáculos de ningún tipo.
Pensando
en una subida más cómoda y sabiendo que el carril volvía al lomo más arriba,
continué por él, ganando altura muy suavemente mientras daba un amplio rodeo
por los prados. No creo que se gane nada y, si volviera, tomaría el lomo la
primera vez que lo cruza el camino. Bueno, al menos, me llevé esta perspectiva
del Montó sobre el Valle de Gistaín.
Así, en
la siguiente curva a la derecha, cuando la pista vuelve a tocar la loma que
separa los barrancos de Viciele y Sallena, la dejé por ese lado (NO) y comencé
a caminar prado arriba, pasando junto a una borda cercana. Iniciaba así la
ascensión de la arista oriental de la Punta Suelza. El terreno, siendo
empinado, no presentaba obstáculos e...
...
incluso encontré ocasionalmente algún trazo de ganado que me facilitó el
avance, mientras dejaba atrás sucesivas casitas, de las que este gran cuenca
herbosa está sembrada.
Cuando me
volví a encontrar con la pista, la crucé sin más y continué ganando altura
directamente, por el lomo, cada vez más definido y empinado. Sobre mí, la
ladera culminaba en una punta: el hombro marcado con la cota 2.371.
Las
vistas a los lados eran paulatinamente más amplias. Del lado derecho, el
terreno caía en el Barranco de Sallena, sobre el que se iban descubriendo los
suaves prados que sostienen la Tuca Blanca o de Cauarère.
Al otro
lado, a mi izquierda, se extendían los de Viciele, bajo...
... la
tendida Sierra de Fubillons.
Tras
cruzar una senda que traspone la loma, comunicando ambos vallecitos, me
encontré cerca de los primeros afloramientos rocosos. Éstos no representaron el
menor obstáculo, más allá de lo empinado, y pasé caminando sobre o entre ellos.
Mientras
subía, se fue descubriendo el Pico de la Parda, con su arista oriental, única
nota rocosa en el plácido Viciele.
Al otro
lado, asomó la cumbre de la Punta Suelza, sobre el Collado de Ordiceto, cuando
estaba a punto de alcanzar la mentada cota 2.371.
Allí me
detuve a tomar resuello y, de paso, volverme. Más allá de la loma que acababa
de superar, sobre el Valle de Gistáin, eran ya visibles las crestas de Posets,
desde la propia Tuca de Llardana a los Eristes, pasando por las Espadas. A la
izquierda...
...,
también asomaba el Bachimala. Entre ambos y más lejos, la parte más occidental
del Macizo del Perdiguero.
Al
noreste, sobre la sierra de Picaruela, surgían los Culfredas.
A partir
de aquí, la cuerda se afila, pasando de ser un lomo a una verdadera arista.
También el carácter rocoso iría incrementando con la altitud. En primer lugar,
recorrí una zona rocosa, evitable por la izquierda, pero...
... en la
que el ancho y regularidad del filo permiten pasar andando tranquilamente.
Como
instrumentos en una fuga, nuevas cumbres se iban incorporando a la sinfonía
visual que se desplegaba a mi alrededor. No tardé en tener a la vista algunos
conspicuos representantes de las Sierras Exteriores: Chía, Turbón y Cotiella.
Al otro
lado, descubrí el que posiblemente sea uno de los ibones menos frecuentados del
Pirineo, el de Sallena. Su plácida superficie azul yacía bajo el Collado de
Ordiceto, entre la Punta Suelza y el Pico Homónimo. A su través, además de los
cercanos picos de la Espada e Ibonet, se distinguían ya el Soum des Salettes y
el Campbieil.
En la
cota 2.485, me encontré ante el principal accidente de esta cresta, la amplia
brecha nombrada, creo que por error, en algunos mapas como “Paso de los
Caballos”.
Aquí, la
arista está definida de nuevo por un crestón relativamente afilado, evitable
por la izquierda. En los primeros metros, esto resulta innecesario, pues se
camina bien por el filo, hasta que...
... el
terreno se desploma bruscamente unos 25 m. Entonces, sí me desvié un poco por
la hierba de la vertiente de Viciele, bastante empinada pero carente de
dificultad. El fondo de la brecha es un lomo rocoso prácticamente horizontal
que fui recorriendo hacia...
... el
resalte de salida. Éste presenta alternativamente zonas de rampa pedregosa y
varios resaltes de roca. Comencé a remontarlo pero ya en el segundo me encontré
ante un muro liso y vertical de unos diez metros y cuya dificultad no debe de
bajar de IV. Afortunadamente, ya había observado que, esta ocasión por la
vertiente de Sallena una terraza de hierba y pedrera rodeaba la base del
cancho.
Así pues,
volví a la brecha y me dejé caer unos metros por el flanco derecho (en subida)
de la cresta para tomar dicho camino, el cual no presenta obstáculos y...
... es
además, al principio, cómodo y tendido.
Fui
progresando pegado a la pared de la cresta, por pendientes cada vez más
empinadas.
Al
desviarme del eje de la arista, mejoró momentáneamente la perspectiva sobre el
tramo recorrido desde la cota 2.371.
Instintivamente,
fui buscando el mejor paso y así me introduje en una canalita estrecha entre la
pared y una torre desprendida. Aquí ya tuve que ayudarme de las manos un par de
veces para pasar algún bloque más grande. En lo alto de ese paso angosto,...
... hube
de atravesar una especie de gatera bajo un bloque y destrepar un par de metros
al otro lado (I). El paso no era obvio y me costó un par de minutos mirar otro
par de alternativas antes de decidirme. Y pensé que, si desde que dejé la
arista hasta ese momento, incluida esta solución, no había encontrado ni una
sola señal, es que realmente muy poquita gente venía por aquí. Y, en todo caso,
gente poco dada a las rutas normales.
En fin,
que salí a una nueva terraza cubierta de pedrera, pero ahora la pared a mi
derecha era franca y fácilmente superable: a los pocos metros de la gatera,
giré a la izquierda, gané por bloques un par de metros, recorrí una cornisa a
la derecha y volví a trepar (I) a la izquierda una corta chimenea herbosa para
encontrarme...
... de
nuevo en la arista. Estaba a 2.600 m de altitud y veía muy cerca, a menos de 50
m, la punta en que culmina el resalte de superior del falso Paso de los
Caballos. Al cabo de un rato, pensé que debería haberme acercado a la misma,
pero entonces no se me ocurrió.
En vez de
eso, continué remontando la arista, que ahora se presentaba ancha y rocosa.
Este tramo es empinado pero cómodo de andar, así que...
...
retomé mi recreo visual. Al este, por encima del cancho desprendido antes
citado, veía el Macizo del Culfreda; más a la derecha, el de Bachimala y, al
fondo, junto al Perdiguero, eran reconocibles, Spijeoles, Gourgs Blancs y Sehil
dera Baquo, entre otros.
Impresionante
era la perspectiva que ofrecían desde allí, sobre el Pico de Ordiceto, Aret y
Arbizon. Para mí, resulta agradable reconocer las montañas en el horizonte;
unas son viejas amigas y es un gusto saludarlas; otras suponen una invitación a
nuevas aventuras.
Incluso
bajar la vista al suelo puede deparar alguna sorpresa. En esta zona de la
arista, entre los 2.600 y 2.800 m de altitud, había una llamativa abundancia de
edelweiss; otro indicio de que por aquí viene poca gente.
El nuevo
descubrimiento fue ya el del Lago de Ordiceto, sobre los dos hermanos menores
que tiene en la vertiente de Sallena.
En fin;
mirando atrás podía contemplar el segmento de arista ya recorrido, cuando,...
... cerca
de los 2.800 m de altitud, me disponía a entrar en la última parte de la
ascensión. La más rocosa y agreste. Hasta la cota 2.838, Una sucesión de
pequeñas prominencias culminaba una cresta afilada que, al norte, se desplomaba
en un extraplomo de más de 300m de colorida roca. Sin embargo, la progresión
por la arista seguía presentando una sorprendente falta de dificultad.
Tras ese
tramo de pequeños subibajas, encontré la subida final a la cota 2.838 más
empinada pero todavía más cómoda.
Desde esa
punta, vi por primera vez en el día la cima verdadera de la Punta Suelza. Pero
aún me quedaba casi media hora y superar un par de prominencias para llegar.
Para empezar, hube de trasponer una brecha de...
... unos
15 metros de profundidad, cuyo acceso fue quizá el paso (I) menos fácil de toda
la ruta. Pero la roca presentaba abundantes apoyos, distaba de ser vertical y
era razonablemente segura. La salida fue aún más sencilla: subí hacia la...
...
siguiente punta caminando por un lomo rocoso.
En lo
alto de la misma, me encontré el segundo y último hito de la jornada. Curioso,
porque esta punta no aparece, al contrario de vecina oriental, señalada en el
mapa. Ahora ya sí que veía bien, y cerca, el hito cimero y un grupito de gente
junto al mismo. Por original que sea esta ruta, lleva a una cumbre bastante
popular. Se acabó la soledad. Continué caminando por el lomo rocoso, bajando
tres o cuatro metros escasos antes encaramarme a otra punta redondeada.
Siguió
una bajada algo más empinada y considerable, ocho o diez metros de roca afilada
y escalonada que, caminando por la vertiente sur (izquierda) carece de
dificultad. Por último, la subida final a la Punta Suelza transcurrió por una
ladera empinada de piedra suelta. Superando sus 50 m de desnivel, hube de
ayudarme con las manos para superar varias placas cortas e inclinadas (I) que,
además, iba buscando: prefería gatear a caminar resbalando penosamente por las
zonas de grava.
Al llegar
a la cima, se me descubrió el Valle de Pineta, con el fondo de la Munia, el
Vignemale y...
... las
Tres Sorores, todos ellos ocultos hasta entonces.
Llevando
la vista a la izquierda, al sur, veía las cumbres sucesivas del Maristás, la
Punta Llerga y la Montañesa sobre el tramo inferior del Valle de Bielsa. Pese a
la calima, llegaba a distinguir, a lo lejos, la Sierra de Guara.
Siguiendo
con el giro a izquierdas, seguían el
Cotiella, el Turbón y la Sierra de Chía.
Al este,
sobre la arista que acababa de recorrer, los macizos de Posets y...
... el
Perdiguero que, con el avance del día y el cambio de luz, mostraban ahora con
claridad sus vertientes. Frente a toda esa roca descarnada,...
... los
de Bachimala y Culfreda aparecían más verdes y amables.
Al norte,
sobre los lagos de Ordiceto, más montañas; de derecha a izquierda, Arbizon,
Aret, Ibonet, Espada, Mechant, Néouvielle y Campbieil.
Por fin,
Salettes, la Munia y Vignemale eran el telón de fondo contra el que se
proyectaba la cresta que va de la Punta Suelza a la Fulsa. Tras un buen rato en
cumbre, por ella comencé el descenso, caminando por su amplio lomo rocoso.
A los
pocos minutos, aumentó la pendiente y se descubrió la Punta Fulsa completa. A
Continuación, comencé a atravesar una banda de piedra negra y vi a mi
derecha...
...
varios montañeros que subían o bajaban en diagonal por la pedregosa ladera que
se extendía más abajo. No había visto la salida de la senda en la cumbre, pero
estaba claro que debe de haberla. Como la bajada no parecía mala, giré a ese
lado (S) y atajé directamente hasta el trazo, que tomé a la derecha (NO),
incorporándome a la procesión.
Tras
atravesar la ladera, evitando así un resalte, hitos y senda me condujeron de
vuelta al lomo de la montaña, cerca de la Punta del Cau. Al pie de la misma, se
ve a la derecha...
... el
ibón homónimo ocupando el fondo de un suave y profundo circo.
Giré a la
derecha (NE) para continuar la bajada, entrando en una amplia cuenca pedregosa.
Los primeros metros eran muy empinados y rocosos, pero...
... la
roca estaba cortada en escalones que me permitieron un descenso fácil (I)
hasta...
... la
pedrera, recorrida por una cómoda traza. Descendí por ella hasta un rellano,
bajo...
... la
impresionante cara norte de la Punta Suelza.
En de
esta terraza, giré a la izquierda (N), siguiendo los hitos, que me llevaron en
muy ligero descenso por una terraza pedregosa, siguiendo la curva del monte.
Pronto se
descubrieron de nuevo los lagos y, tras una bajada algo más fuerte por un lomo
herboso, llegué junto...
... al
Lago de Ordiceto, enmarcado por el agreste cresterío de la Punta Fulsa.
La senda
me llevó a cruzar un dique, al otro lado del cual encontré una pista, que tomé
a la derecha (NE).
Tras unas
cuantas lazadas atajables, desemboqué el Collado de Ordiceto, al pie del pico
homónimo. Allí giré a la derecha (E), incorporándome al GR.11. El sendero
balizado, cómodo y bien marcado, me llevó, tras pasar junto a una cabaña, a...
...
descender suavemente a través de las extensas laderas herbosas de la vertiente
septentrional del Barranco de Sallena, tributario del Valle de Gistaín.
A mi
derecha, llevaba la Punta Suelza, que muestra desde aquí su cara más
impresionante. A la izquierda de la cumbre, podía ver la arista que había
recorrido durante la subida, reconociendo las sucesivas puntas.
Una corta
subida me dejó en lo alto de la loma de El Cau, buen mirador hacia lo que me
quedaba de barranco. Por su lomo proseguí la bajada, hasta la cota 2.199.
Allí el
camino gira a la izquierda (N), entrando en la amplia cuenca del Barranco de
Montarruego, toda verdor y suavidad, dominada por la Tuca Blanca o de Cauarère.
Mirando
atrás, hasta el Pico de Ordiceto parece bravío. Por cierto, que no he dicho
nada pero toda esta bajada desde el Collado de Ordiceto al Valle de Gistaín fue
cómoda y absolutamente plácida.
La
pendiente sólo se intensificó momentáneamente cerca ya del cauce del barranco
que, de pronto, se mostró más abrupto, al tiempo que aparecían los primeros
pinos. Al llegar junto al agua, la senda giró para seguir el torrente en su
descenso y, al poco...
... lo
cruzó por un puentecillo, en un lugar, por cierto, muy apropiado para un buen
descanso.
Mirando
arriba, descubrí la cresta de la Peña Suelza, a partir del falso Paso de los
Caballos, que, con el cambio de vertiente, hacía un ratito que no veía.
Luego, ya
en la vertiente izquierda del Barranco de Montarruego, entré en un pinar, del
que...
... salí
cerca de la Cabaña de Sallena, espartana pero en buen estado, que se ubica al
borde de un panorámico prado, frente a los Picos de Eriste y el Turmo.
De este
paraje arranca una pista que las marcas de pintura me llevaron a seguir para
continuar el descenso al sureste.
La misma recorre
la ladera, perdiendo altura en lazadas, que asimismo se pueden atajar por los
correspondientes senderos. Si bien las señales conducen siempre por el atajo,
la pista termina encontrándolas. Así, cada uno que decida, según como lleve las
piernas, si prefiere comodidad o rapidez. Yo alterné ambas opciones. El carril
recuperó luego altura para alcanzar la collada de la Punta Falagons, al otro
lado de la cual...
... se
abre otro claro en un rellano, balcón natural hacia el Macizo de Posets que,...
... con
el cambio de luz, mostraba ya los variados colores de sus sinuosos estratos.
Tras otro
breve paso bajo los pinos, alcancé otro prado, el Plan de Carlistas, donde dejé
la pista para tomar una senda que sale a la derecha (SE). De nuevo fui cruzando
varias veces el carril hasta...
...
llegar a un cruce múltiple junto a una cabaña. Continué recto por la pista, que
ya no abandonaría sin hacer tampoco caso de las señales del GR.
Nuevo
breve paso por bosque, para salir a terreno descubierto en las Bordas de
Lisiert, desde donde hay un buen panorama de la boca del Valle de Gistaín y las
crestas del macizo de Cotiella en torno a la Peña de las Once.
También,
de los prados de Viciele, por los que había comenzado la ascensión esa mañana.
Por fin,
sin más que seguir el carril, llegué al fondo del Valle de Gistaín donde
desemboqué en la pista que lo recorre. Giré entonces a la derecha (SO) para
recorrer por ella la corta distancia que me separaba La Sargueta.
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