Torre da Estrela (1.993)

ASCENSIÓN DESDE EL VALLE DO ZÊZERE

POR EL COVÃO D’AMETADE, CON LOS CANTAROS

La Serra da Estrela, situada en la zona central de Portugal, es el macizo importante más occidental del Sistema Central. Su cumbre más alta, la Torre, se queda a sólo siete metros de los 2.000, siendo el segundo pico más alto del país y primero del territorio continental. Incluso dentro del Sistema Central, esta montaña se caracteriza por la gran extensión de su planicie cimera, auténtica meseta donde se encuentran hasta lagunas en medio de prados desolados. Desde esa culminación, el terreno cae bruscamente en las laderas, llegando a tornarse abrupto y rocoso en las cabeceras de los antiguos valles glaciares. Los bosques están reducidos a los rincones más recónditos de esos valles, donde predominan el pasto y el matorral. Por otra parte, nunca he visto una montaña de altitud semejante tan urbanizada, con la estación turística de Penhas da Saude en plena cresta o el centro comercial de la cumbre de la Torre.

El itinerario comienza remontando el Covão d’Ametade, la fuente más alta del afamado valle glaciar de Zêzere, para encaramarse a la cresta de la sierra por el Cantaro Gordo y recorrerla, visitando las cimas más significativas que rodean dicha cabecera, entre ellas la Torre, y regresar siguiendo el Espinhaço de Cão y la Nave de Sto. Antonio.

Vistos desde el Cantaro Gordo, los edificios de la cima de la Torre brillan a la derecha del Cantaro Magro

SITUACIÓN:

  • Zona: Montañas portuguesas (Sistema Central)
  • Unidad: Serra da Estrela
  • Base de partida: Covilha (Castelo Branco - Portugal)

ACCESO: El aparcamiento del Covão d’Ametade está 220 km al SO de la capital de provincia española más cercana, que es Salamanca, por Ciudad Rodrigo, Guarda y Covilha. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.422 / 1.993
  • Mi tiempo efectivo: 5h18
  • Mi tiempo total: 7h36
  • Dificultades: PD. Trepada de 40 m, con una sucesión de pasos cortos entre I y II+, en el Cantaro Gordo. Apoyos de manos (I) en el Magro.
  • Track para descargar en Wikiloc

Cartografía tomada de la hoja “Parque Natural da Serra da Estrela” de ©Adventure MAPS

LA RUTA: Desde el aparcamiento, tomar la pista que entra en el Covão d’Ametade y se transforma enseguida en una senda que remonta el barranco. Bajo el Cantaro Gordo. Cuando la senda deja de ganar altitud, dejarla por la derecha (NO) para trepar a la cresta por una empinada canal de bloques llena de matorral (II). Al salir al cordal, girar a la izquierda (O) para ir a la cima del Cantaro Gordo (PD).

Seguir la cuerda al O, reencontrando la senda en el collado siguiente. Tomarla a la derecha (O), hasta que gira al S. Dejarla entonces por la derecha (E) para atravesar los prados hasta la cota 1.928, buen mirador de la vertiente occidental. Para ir a la cumbre de la sierra evitando las pistas de esquí, dirigirse al SE hasta dejar atrás la valla que las encierra y girar a la derecha (SO), subiendo junto a la misma hasta la Torre da Estrela.

Descender al NE, hasta salir a la carretera frente al Cantaro Magro y cruzarla para bajar al collado. Girar a la derecha (NE) y seguir los hitos por una terraza del flanco del risco, perdiendo altura (I). En la base de una empinada canal a la izquierda (NO), remontarla hasta la cima del Cantaro Magro (F).

Descender por el mismo camino y tomar la carretera a la izquierda (S), dejándola por la misma mano (SE) al pasar por una pradera con un gran cancho al otro lado. Cruzarla y remontar la rocosa vertiente por pasillos herbosos, hasta dar con una senda que, tomada a la izquierda (E), conduce al Cantaro Raso.

Retroceder por la senda hasta la Senhora da Boa Estrela y tomar la carretera a la izquierda (SE). Cuando traspone el Espinhaço de Cao, dejarla por una senda que sale a la derecha (SE) y sigue la loma, bajando al llano de Nave de Sto. Antonio, donde desemboca en un camino. Girar a la izquierda (NE) hasta dar de nuevo con la carretera que, a la izquierda (N), lleva al Covão d’Ametade.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: En mi primera visita a la Serra da Estrela, intenté ascender a la Torre por un itinerario interesante, evitando alcanzar la cumbre en coche. Pues, pese a la intensa urbanización de esta montaña, se encuentran en ella parajes interesantes e incluso espectaculares, que se pueden visitar de camino a su cumbre.

La ruta tal como está tiene un fallo: la subida directa al Cantaro Gordo no aporta atractivo y es incómoda y desagradable por el matorral que crece entre los bloques. Hubiera sido más cómodo e igual de bonito llegar por la senda al collado occidental y retroceder por la cuerda, con lo que la dificultad bajaría además (F). En cambio, la visita a la cota 1.928, que parece un rodeo trivial, es recomendable; por un lado, nos asomamos a la vertiente occidental de la sierra y, por otro, se completan las puntas que pasan los 1.900 m.

Aun sin la mejora expuesta, creo que éste es un itinerario montañero bonito y variado, aunque reservado a montañeros con experiencia en “terreno mixto”; es decir, agreste, sin senda en momentos clave y con mala o nula señalización. La visita a los tres Cantaros es imprescindible en mi opinión. Realmente, en este caso, el paso por la cumbre está más justificada por hacer otra “muesca en la culata” que por lo que aporte a la ruta.

RELATO GRÁFICO:

A la altura del área recreativa de Covão d’Ametade, hay un aparcamiento dominado por la oscura mole del Cantaro Magro. Tomé allí la pista que, en dirección oeste, se interna en dicho paraje.

Marcada con pintura amarilla y roja, tras un corto trecho bajo los árboles, llega a una zona con mesas y barbacoa. A mi derecha (N), vi un puentecillo sobre un riachuelo; lo crucé y retomé la dirección original, caminando ahora por una estrecha senda junto al cauce.

Al poco, la vereda salió del arbolado y se empinó para remontar una ladera abriendo un pasillo angosto pero nítido en el denso matorral. A partir de aquí, las marcas de pintura fueron escasas y estaban medio borradas pero, en cambio, proliferaron los hitos.

Al despejarse el terreno, volví a ver el Cantaro Magro, ahora completo.

Paulatinamente, fui ganando altura, desplazándome a la izquierda del eje del vallecito.

A la vista de un gran cancho, el camino me devolvió al centro de la vaguada y luego a la vertiente norte antes de alcanzar...

... un rellano o collada situado sobre aquél. Volviéndome, podía ver la loma del Curral do Vento al otro lado del Valle de Zêzere.

Quedaba a mi izquierda el Cantaro Magro, cada vez más impresionante. Junto al mismo y...

... delante mía, el Covão d’Ametade acababa en un circo, del tipo de los que se encuentran en Guadarrama, con tubos que deben de ser bastante interesantes en invierno. Esta montaña no sólo se parece en sus formas a la sierra madrileña; como sucede en Peñalara, los circos de origen glaciar están orientados al este.

Para seguir hacia mi primer objetivo del día, giré a la derecha (N) y, guiado por abundantes hitos, ascendí en diagonal para rodear una importante prominencia. Al otro lado,...

... me encontré ante el Cantaro Gordo y su collado oriental. La senda me llevó hacia esa horcada, desde la cual...

... descubrí al noroeste un paisaje de lomas suaves cortado por el gran tajo del Valle del Zêzere. En el horizonte, llegaban a...

... distinguirse las crestas nebulosas de la Sierra de la Peña de Francia.

A mi espalda, la presencia imponente del Cantaro Magro atraía la mirada.

Giré a la izquierda (NO) y proseguí la subida hacia el Cantaro Gordo, siguiendo primero la loma y, llegando cerca del pie del cancho cimero, derivando a la izquierda para rodearlo por el sur.

Cuando la senda adquirió dirección oeste y comenzó una travesía horizontal al pie del roquedo, se abrió sobre mí un pasillo de matorral. Estimé que estaba cerca de la vertical de cima y, aunque no tenía referencias, pareciéndome una ruta accesible y más directa que la balizada, giré a la derecha (NO) y remonté este empinado pasillo.

Aunque no había trazo, no presentaba más obstáculo que una considerable pendiente.

Al ganar altura, pude distinguir al sureste la superficie azul del Lago de Viriato, rodeado de los edificios de Penhas da Saude. Más lejos, otras montañas borrosas: creo que la Sierra de Malcata y el extremo de la de Gata.

Salí del corredor hacia la izquierda, gateando por una rampa de bloques (I). Al cabo de la misma,...

... me encontré en un rellano del que salía a otro pasillo entre rocas, también un poco a la izquierda. Manteniendo la dirección, me dirigí al mismo y...

... comencé a remontarlo, primero por una incómoda pendiente llena de matorral y cantos, hasta llegar a un resalte vertical, formado por...

... dos escalones de un par de metros cada uno, cuya superación resulta más incómoda, por los matojos, que difícil (II+).

Tras ese primer paso, sigue una trepada muy vertical, formada por pasos cortos con buenos y abundantes apoyos (I / II), separados por estrechas repisas herbosas.

Hubiera sido una subida divertida si la abundancia de arbustos no la hiciera tan desagradable. Superados 40 m de desnivel, me encontré un montaje de cintas para rápel y...

... salí de la canal a una ladera abierta y suave, pocos metros por debajo de la cresta.

Mirando al este de la misma, veía más allá de su extremo el valle del Zêzere, dominado por Poios Brancos y el Curral do Vento; aún más lejos, el horizonte se quebraba en las crestas de Francia y Gata. También asomaba parte de la Laguna dos Cantaros.

Pero mi camino estaba al otro lado: girando a la izquierda (O), me dirigí por la cuerda, amplia y suave, entre cantos y matorral rastrero hacia la cima del Cantaro Gordo, la cual tenía a unos 100 m. Pese a su relativa notoriedad, me llamó la atención que no estaba marcada ni por un triste hito.

Sin embargo, vale la pena visitarla, pues la vista hacia los cantaros Raso y Magro es espectacular. También me di cuenta, por primera vez, de que eran visibles las cúpulas de la cumbre de la Torre.

Al este, más o menos lo mismo de antes más allá de la cresta recorrida.

Girando a la izquierda, el Valle Mourisco era visible desde casi su desembocadura en el de Zêzere, hasta...

... la cabecera, dominada por el romo cabezo conocido como Cume.

En fin; al oeste, la cresta que une el Cantaro Gordo con el núcleo principal de la sierra me indicaba el camino. Al principio, el terreno seguía siendo amplio y cómodo pero...

... pronto me encontré ante una profunda brecha. La bajada impresionaba pero resultó ser...

... bastante más fácil y tendida de lo que aparentaba, aunque hay que ir apoyando manos todo el rato (I) durante sus 20 m finales.

A la salida, en medio de la horcada hay una pequeña aguja pero no llegué a pasarla pues, antes, me fijé en que a mi izquierda (S), se veía próxima la traza de una senda. Evidentemente, era la que había abandonado para trepar por la canal y allí que me fui para...

... tomarla a la derecha (O) y recorrer una ancha y suave terraza que, enseguida me dejó de nuevo en la cresta, la cual...

... se empina al ir a fundirse con el cuerpo principal de la sierra. Al ganar altura, hay que volverse a contemplar el Cantaro Gordo, que posiblemente muestra desde aquí su mejor perfil.

La pendiente acabó en el borde de la gran planicie cimera. Allí, la senda se bifurcó y yo seguí por la izquierda (SO), Vaya contraste entre lo que tenía delante y...

... las vertientes del Covão d’Ametade, que iba bordeando, a mi izquierda.

Con el desplazamiento, al sur, otra perspectiva del Cantaro Gordo.

La senda iba girando a la izquierda paulatinamente con el borde del gran hoyo. Cuando adquiere dirección sur, la dejé por la derecha (O), comenzando por remontar una suave vaguada cubierta de hierba amarilla, bastante llamativa en el entorno de matorral rastrero y cantos.

Por ella, salí enseguida a otro llano superior, al final del cual se veía una modestísima elevación. Se trata de la cota anónima 1.928, que era mi objetivo al dejar el camino. La visita tenía dos propósitos, siendo el principal era asomarme a la vertiente oeste de la sierra. De paso, y ya que iba, completaría la visita a todas las puntas de más de 1.900 m de la Serra da Estrela. Total, que me dirigí hacia el punto más alto del horizonte occidental a través del prado, suave y despejado.

Contrariamente a lo que pasaba en el Cantaro Gordo, aquí sí que hay hito. Y eso que el... ¿pico? es anónimo. Las vistas, aunque despejadas, no son espectaculares. Al norte, el cordal va por la Cume a perderse en la lejanía.

Al oeste, la cima es tan amplia, que no había perspectiva hacia el valle. Así que caminé hacia allí.

Al cabo de un buen trecho sólo llegaba a ver las dos lagunas más altas del grupo que figura en esta zona en el mapa y el corte de un barranco que baja. Además, la carretera de la sierra estaba ya cerca y tenía bastante tráfico, así que lo dejé. Aun así, estuvo bien la visita.

Sobre todo, porque se puede ver al sur la cumbre de la Serra la Estrela, en lo alto de una ladera ancha y suave, cortada por pistas de esquí que convergen en unos edificios. No es que sea muy salvaje, pero es lo más alto, así que había que pasar por allí. Para evitar las pistas de esquí, que además están encerradas por un vallado, giré a la izquierda (SE) y...

... caminé por la hierba paralelo a la cerca y la carretera, hasta la esquina de aquélla momento en que, siguiéndola, giré a la derecha (S), crucé el carril y emprendí la subida final hacia la Torre, que transcurre por una suave y regular ladera cubierta a medias de hierba y lanchas de roca.

Al ganar altura, pude volver a contemplar a mi espalda el Cantaro Gordo y las estribaciones septentrionales de la sierra.

Así llegué a la Torre, la cumbre más alta del territorio continental de Portugal, llena de gente que había subido en coche. Es más, hasta ese momento, apenas me había cruzado con tres personas durante la jornada. Luego, de bajada, me encontré con muchos coches y no más de cuatro caminantes más... En fin, que me acerqué al monumental hito, descubriendo que, por lo extenso de esta cima, no hay buenas perspectivas, aparte de que los edificios tapan lo suyo.

Por ello, me dirigí más allá, hacia una modesta prominencia situada a unos 300 m al sur, a la que se acercaba la gente.

Éste sí que es mejor punto de vista, al menos hacia (de derecha a izquierda) las estribaciones meridionales de la propia Serra da Estrela, así como las vecinas montañas de Muradal y Gardunha.

Llevando los ojos a la izquierda, la Laguna do Viriato al pie de la loma de Varanda.

Sin volver a la cima, me dirigí al nordeste, por una ancha terraza, pocos metros por debajo de la culminación.

No tardé en encontrar marcas de pintura, hitos y trazas intermitentes de camino, interrumpidas habitualmente por los restos de viejas obras, excavaciones o basamentos de hormigón, de irreconocible propósito. Así que, sin hacer caso de las señales, me dediqué a ir rodeando la cumbre por la derecha, al tiempo que perdía altitud según me marcaba la comodidad del paso. Así llegué al Covão do Boi, hoya herbosa en el costado oriental de la Torre, al otro lado de la cual vi un edificio ruinoso. Me dirigí hacia él rodeando la depresión para no tener que recuperar altura.

Desde allí, vi los dos picos con que cerraría la jornada: los cantaros Magro y Raso. Tenía delante un arroyo que bajaba al nordeste. Bajé junto al cauce, donde encontré una senda que va junto al mismo y la tomé a la derecha para descender. Poco antes de llegar a la carretera, dejé torrente y vereda por la izquierda (N), para trasponer un modesto lomo pedregoso e intentar alcanzar la vía junto al collado del Cantaro Magro.

No fue exactamente así, sino que salí un poco al oeste, pero no estuvo mal: desde allí hay una perspectiva estupenda del Cantaro Magro.

A continuación, giré a la derecha (E) y recorrí por la carretera los escasos metros que me separaban de la cerrada curva con aparcamiento que hay justo frente al pico. Podía ver desde allí su única ruta fácil de subida: bajar al collado y tomar una terraza a la derecha (bien marcada por el matorral), en cuyo extremo se distingue el arranque de una canal que sube en diagonal izquierda.

Pues bueno, manos a la obra; tras un breve descenso entre bloques de roca y tramos de tierra un poco suelta, llegué al fondo de la horcada y busqué el paso a la derecha (NE). La vía normal tiene senda y su arranque está marcado por un gran hito algo más arriba; en la foto, se ve a la misma altura y a la derecha de los escaladores que examinan el espolón por donde se disponían a subir.

La senda, en su recorrido por la repisa, baja para luego recuperar altura por unas chimeneas en que...

... unos bloques encajados permiten pasar sin dificultad.

Durante todo este recorrido por el flanco meridional del pico sólo hube de ayudarme de las manos tres o cuatro veces, siempre en superaciones cortas, fáciles (I) y sin apenas exposición.

La repisa va a morir al pie de una rampa que sube en diagonal a la izquierda (O), la cual empieza como terraza y acaba como canal, manteniéndose la misma tónica de avance fácil con unos pocos obstáculos mínimos.

Salí de ahí a la cima del risco, teniendo el punto más alto unos 50 m a la derecha (NE). Allí me encontré un par de grupos, que habían subido escalando por vías de la otra vertiente... curiosamente, en esta jornada me encontré más escaladores que caminantes; y la suma de ambos grupos es mucho menor que los coches con me crucé en mis encuentros con la cartera. Esto es el revés del mundo, que dicen en mi pueblo.

Asomándome al extremo oriental de la cima, dominaba el valle del Zêzere, en cuyo fondo veía la curva de la carretera de donde había salido.

Dando la vuelta hacia la izquierda, el Cantaro Gordo al otro lado del Covão d’Ametade.

La cabecera del circo.

Al suroeste, las cúpulas marcaban la cumbre de la Torre.

Más a la izquierda, al otro lado de un profundo corte, el último objetivo del día: el Cantaro Raso. Aunque su mejor vista no es desde aquí, sino...

... durante el descenso, que realicé deshaciendo la ruta de subida, al pasar de la canal a la repisa.

Una vez de vuelta en la carretera, la tomé a la izquierda (SO), hasta que el terreno a esa misma mano (SE) me permitió dejar el asfalto para atravesar una pradera y...

... encaramarme a un cancho al otro lado, aprovechando una suave canal. En lo alto del lomo, encontré el trazo de una senda y la tomé a la izquierda (E).

Enseguida llegué a un ancho rellano entre dos elevaciones; la más alta estaba a la derecha pero yo giré al otro lado (N), dejando el caminillo para alcanzar la punta a través de piornos dispersos. Merece la pena este pequeño desvío por la cota 1.906 para disfrutar de otra bonita vista del cantaro Magro. Además, distinguiendo bien toda la vía normal.

Volviéndome, me dirigí hacia la cumbre, de la que me separaba la pequeña depresión que ya conocía. Se yergue en la cima un círculo de grandes hitos, aunque el punto más alto no está ahí sino en el de más alejado de los dos canchos que se veían a la derecha.

Encaramado al modesto roquedo cimero del Cantaro Magro, volviéndome al oeste podía ver todas las puntas visitadas durante la jornada, excepción hecha de aquella modestísima cota 1.928.

Asomándome al borde de la amplia cima, el valle del Zêzere.

Al suroeste y sobre ese cortado y rocoso borde, Penhas da Saude junto al Lago de Viriato.

Regresé por la senda que recorre al lomo.

Cerca del collado en que se une el cantaro al cuerpo de la sierra, me encontré a la izquierda con la enorme imagen de una virgen (Senhora da Boa Estrela) tallada en bajorrelieve en uno de los riscos de un espectacular roquedo. No me lo imaginaba así...

Enseguida llegué a la carretera y la tomé a la izquierda (S). Este tramo, aunque bonito por las vistas, es bastante incómodo, por el intenso tráfico que soporta la vía y la falta de arcenes. Según el mapa, y era mi idea, una senda sale del asfalto a unos 400 m de donde salí; pero no la encontré; es posible que me la pasara. La cosa es que acabé siguiendo la carretera durante casi kilómetro y medio, hasta que traspone...

... el Espinhaço de Cao, cuyo flanco derecho había ido siguiendo. Entonces, al volver a dar vista al Lago de Viriato, me fijé en un hueco en la barrera del lado derecho de la vía. Se trata del...

... arranque de un camino que va a buscar el lomo de este espolón. Lo tomé, pues me ahorraba una gran curva de la carretera. Tras una zona en que el trazo prácticamente se pierde en el alto pasto amarillento, cuando el terreno pierde pendiente, me encontré con una senda balizada que lo cruza, saliendo de la vertiente del Covão do Ferro; debe de ser el mismo camino cuyo arranque no encontré. En fin, lo tomé a la izquierda (SE) y entré en...

... el flanco oriental del lomo, que descendía en diagonal, cruzando la carretera antes de alcanzar el amplio llano, cuenca plana de un barranco que corre al nordeste, llamado Nave de Santo Antonio.

La senda desembocó en un carril más ancho, que tomé a la izquierda (NE), para descender suavemente el curso. Durante el trayecto, pasé junto a un espartano y deteriorado refugio abierto y...

... llevé a mi izquierda la silueta de los tres Cantaros sobre la vertiente más rocosa de la sierra. Pasada la casita, estuve buscando la salida de una senda que, según el mapa, evita una curva, bajando paralelamente al cauce arroyo; encontré lo que parecía el arranque, incluso con una borrosa señal de pintura pero, a los pocos metros, el matorral se cerraba y enmarañaba: el paso se había perdido o fui incapaz de seguirlo.

Así pues, seguí por el mismo camino que, al entrar en el bosque, fue mejorando hasta...

... acabar siendo una calzada elevada poco antes de encontrarme, una vez más, con la carretera.

Para regresar al aparcamiento del Covão d’Ametade había de tomarla a la izquierda (NE) y seguirla durante más de dos kilómetros. Al menos, ya a esas horas, cayendo la tarde, no me encontré tanto coche y este tramo final no estuvo mal, sobre todo cuando al pasar una curva me encontré a la vista de los cantaros sobre el Covão, con la curva de donde había salido al pie.

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