Madama (1.372)

ASCENSIÓN DESDE JUMILLA

CRESTA OESTE

Una cadena de sierrecillas aisladas atraviesa el altiplano que se extiende por el norte de la provincia de Murcia y el oeste de la de Alicante, uniendo los montes segureños con el extremo oriental del Sistema Bético. La más importante de ellas es la Sierra del Carche, de la cual la Madama es el pico más alto. Se trata de una montaña de altitud modesta, pero muy destacada, que se alza como una aislada fortaleza sobre las llanuras que la rodean. De relieve complejo pese a su poca extensión, presenta una colorida mezcla de caliza y densa vegetación mediterránea, con pinares hacia el interior, mientras que las vertientes externas están pobladas por el pasto duro propio de entornos áridos, más a tono con el altiplano circundante. El relieve es generalmente alomado, salvo en unos pocos roquedos, reducidos pero muy abruptos.

La ascensión consiste en recorrer la cuerda de la sierra, desde su extremo occidental hasta la cumbre, para luego volver por las sendas que siguen el lomo de La Oblanquilla y el Barranco de San Cristóbal, que caen al oeste por la vertiente norte y constituyen el itinerario de ascensión más fácil y popular.

El roquedo de Capurullas, tramo clave de la ascensión, visto desde el extremo oeste de la cresta

SITUACIÓN:

  • Zona: Sierras de Ricote, la Pila y el Carche (Cadenas Béticas)
  • Unidad: Sierra del Carche
  • Base de partida: Jumilla (Murcia)

ACCESO: La Carretera Salero, en Jumilla, está 63 km al norte de Murcia, por Estación Blanca y Casas del Puerto. A los 2,5 km de haber dejado la N-344 por dicha vía, aparece a la derecha (SE) un desvío de tierra, mediocre pero apto para turismos. Tomarlo y seguirlo durante 1.700 m, hasta la ruinosa Casa de Bautista. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 650 / 1.372
  • Mi tiempo efectivo: 3h42
  • Mi tiempo total: 5h06
  • Dificultades: PD. Varias trepadas, de entre cinco y diez metros, bastante verticales pero con buenos y abundantes apoyos (II). La mayor parte de la subida transcurre fuera de sendero, con algunos tramos de terreno muy empinado y suelto.
  • Track para descargar en Wikiloc

Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA


LA RUTA: En la Casa de Bautista, tomar la loma que sube al E, hacia La Pedriza y la cresta de la sierra. En el risco de Las Capurullas (PD), rodear su base a la derecha (S) para encontrar una canal de la cara SO que permite superar el roquedo mediante trepada de escasa dificultad (II). A partir de esa elevación, sólo queda caminar por lomo amplio y despejado hasta la cumbre de la Madama.

Seguir la pista que muere en la cima hasta el Collado del Pozo de la Nieve y tomar allí una senda que, a la izquierda (O), se dirige al mismo. Tras atravesar una pista, al dar en el paraje de La Omblanquilla con una segunda, tomarla a la derecha (N) y avanzar unos metros, hasta la salida a la izquierda (SO) de otra vereda. Seguir bajando por ella hasta salir al Camino del Barranco de San Cristóbal que, tomado a la izquierda (SO), lleva a la Casa de Bautista.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Ruta más bien corta pero exigente en la subida, tanto por las fuertes pendientes como por el terreno por el que se desarrolla, sin traza la mayor parte del tiempo e incluyendo alguna corta escalada fácil pero con cierta exposición. Una hermosa ascensión para montañeros todo-terreno. La variedad de entornos que se atraviesan, las amplias panorámicas desde la cresta, la emoción de la roca en Las Capurullas, el descenso apacible y con alguna curiosidad que visitar... todo ello contribuye a construir una estupenda excursión. Podría prolongarse alargando el cresteo o bajando por el Puntal de la Rosa a las salinas homónimas, aunque sería perdiéndose la Omblanquilla, que también merece la pena. En general, me dio la impresión de que esta sierra tiene bastantes posibilidades, aunque ésta sea posiblemente la más montañera.

RELATO GRÁFICO:

Desde la Casa de Bautista, no se divisa la cumbre pero sí el pico más altivo y rocoso de la cresta que me llevaría hasta allí: las Capurullas. Comencé dejando la ruinosa construcción a la izquierda para tomar una loma poco definida que asciende suavemente al este, caminando por un carril pedregoso entre matorrales.

Éste se extinguió enseguida pero fue continuado por una traza difusa y discontinua pero suficiente para avanzar entre el pasto con comodidad.

Al ganar altura, volviéndome podía contemplar la vecina Sierra de Sopalmo y el Cabezo de la Rosa, con las salinas a sus pies. Más lejos, llegaba a ver la mole brumosa de la Sierra de Santa Ana.

A mi izquierda, en el profundo corte del Barranco del Infierno, se daba la mezcla de caliza y pinos tan propia de estas montañas mediterráneas.

Al acercarme al primer picacho del día, La Pedriza, el terreno se fue empinando y la masa achaparrada de ésta fue ocultando Las Capurullas.

Superada esa primera cuesta importante de la jornada, apareció al sur la Sierra de la Pila, con su doble cumbre, junto a las de Reclot y Quibas.

Mirando atrás por encima la loma recorrida, la visión de las salinas y los montes más cercanos era ahora más clara y habían aparecido las sierras del Molar y las Cabras, que rodean Jumilla por el oeste.

El siguiente hito de la cresta es el risco de Las Capurullas, que aparecía espectacular desde la Pedriza, en lo alto de un empinado lomo en el que se apreciaba un corte, posible resto de un cortafuegos, que facilitaría el ascenso. En el roquedo,...

... se llegaba a apreciar un tubo a la derecha de la arista, que proporciona un acceso fácil a la cara suroccidental del risco, donde un segundo corredor a la izquierda conduce a la cima. Ése sería mi camino.

Previamente, bajé al collado intermedio por una pendiente pedregosa y empinada, algo incómoda pero carente de obstáculos. La subida a partir de la horcada presentaba un terreno similar. A medio camino de la roca, pasé por la curva de una pista, que no tomé; en cambio, continué recto, lomo arriba, no sin...

... aprovechar la novedad para detenerme a mirar atrás. La Pedriza presenta desde ese lado un mejor aspecto, con el fondo de la Sierra de Sopalmo y otras elevaciones menores de las que rodean Jumilla.

El cruce del carril también marca una variación en el terreno, apareciendo los primeros canchos, la mayoría de los cuales rodeé por la izquierda, menos el primero, que superé mediante una trepada corta y sumamente fácil (I).

La pendiente se incrementó aún más pero reapareció, para facilitar la progresión, un trazo de senda, el cual me hizo derivar hacia la izquierda antes de...

... ir a morir al pie del risco cimero. Ya sin traza, al llegar a la roca, giré a la derecha (S) y fui rodeando su base hasta que...

... se abrió a mi izquierda (E), aquel tubo que había visto desde La Pedriza. Tras una corta rampa de terreno compacto y empinado,... 

... sigue un tramo encajonado, cubierto de cantos sueltos de mediano tamaño que hicieron incómodo el ascenso, aunque sin plantear problemas. A la salida, aprecié que una nueva montaña era visible: la cresta de la Sierra Larga, por encima de la de Sopalmo.

Tras el estrecho, el terreno se ensanchó en un espectacular rellano, limitado por agujas entre las que se veía el llano, ya muy abajo. Al fondo del mismo, remonté una corta rampa...

... hasta la arista que separa las caras oeste y suroeste del risco. La traspuse por debajo de un contrafuerte calizo, en una zona donde es un lomo terroso. Al otro lado, bajé una corta pendiente...

... que me dejó en el fondo de una canal que subía a mi izquierda (NE). La rampa pedregosa, de mediana pendiente, moría al pie de un importante resalte, cortado por varias chimeneas. Escogí para superarlo la de más a la derecha, que...

... parecía la más accesible. Pero no la seguí hasta el final; a los pocos metros, cuando el terreno se puso vertical, formado por bloques y matorral, me volví a la derecha (SE) y...

... abandoné el tubo trepando por un muro de unos seis metros, en el que encontré buenos y abundantes apoyos (II). No creo que esta variante sea más fácil que haber seguido por el fondo pero la roca continua parece más agradable y no hay arbustos que entorpezcan el paso.

Tras ese resalte, me encontré en una estrecha repisa, de donde salí con otra trepada, ésta de unos diez metros, de características similares pero menos vertical (II-) y algo más sucia.

Gané así lo alto del espolón, desde donde me sorprendió el amplísimo panorama que se veía sobre la canal de donde emergía; es decir, al suroeste. Más allá de un extenso llano entre las sierras de la Pila y Sopalmo, surgían de la calima las crestas de Espuña, Ricote, el Cambrón, el Oro, María y Moratalla.

Girando a la izquierda, culminé la subida a las Capurullas caminando por un lomo de bloques que acababa ante un último resalte, más corto (3 m) y de escasa dificultad también (II).

Estaba en un entronque de aristas, desde que volví a tener visión al oeste, incluyendo, sobre la cima de la Pedriza, que asomaba tímidamente, la Casa de Bautista, de donde había partido.
También al norte, podía ver las sucesivas sierras de Enmedio, el Buey y las Cinglas, más allá de la boscosa loma de las Morras.

Alcanzada la cima, que estaba pocos metros a mi izquierda (SE), se abrió el panorama a ese lado: sierras del Reclot, Barinas y Quibas en primer término, más las de Crevillent y Orihuela en lontananza.

A partir de las Capurullas, la cresta pierde carácter agreste y pasa a ser un ancho lomo pedregoso, poblado por algunos arbustos y pinos dispersos. La bajada al collado inmediato fue corta y suave, seguida por una subida que se fue empinando al acercarme a la culminación. En ella, encontré, por primera vez desde el inicio de la ascensión, una senda “de verdad” señalada por hitos.

El panorama al oeste desde la Morra de la Mina, era similar a lo que había visto desde las Capurullas pero la atmósfera se había aclarado, quizá por efecto del incremento de altitud. Esto me permitió, además de ver con más nitidez los perfiles, distinguir la silueta característica del Almorchón, modesto colmillo de roca que se alzaba entre las sierras del Oro y el Molinos.

Dejando a la izquierda el rellano arenoso rodeado de árboles donde se abre la Sima de las Grajas, avancé al oeste para alcanzar el punto más alto de esta amplia cima, desde donde vi, por primera vez en el día, la cumbre de la sierra. Una clara senda conducía hacia ella trasponiendo la suave horcada intermedia y acabando en el final de una pista bajo la cima. 

A media bajada, un cartel advertía del peligro de caída en otra sima, la de la Mina, pozo vertical y profundo cuya boca está rodeada de matorrales. Aun así, con luz de día se ve bien pero, si uno quiere asegurarse del todo, basta con seguir el camino para evitar todo riesgo.

De la explanada donde acaba el carril antes citado, una vereda con escalones y todo lleva a la urbanizada cumbre donde, además de la señal geodésica y varias antenas, hay un pequeño refugio abierto de madera, sin ningún servicio pero coquetón y que encontré en un estado de limpieza y conservación perfecto.

Las vistas son amplias desde la Madama. Al suroeste, la Pila, Espuña, Ricote, etc.

Al sureste, un laberinto de crestas modestas separa el altiplano de la llanura costera entre Torrevieja y Santa Pola.

Dando la vuelta, al noroeste se veía ahora el casco urbano de Jumilla entre las sierras de Santa Ana, el Molar, etc. y...

... la del Burro; ésta, más allá del Barranco de San Cristóbal, que será referencia para la bajada.

El inicio del retorno consistirá en alcanzar el Collado del Pozo de la Nieve, visible al noreste. En esa dirección, se veía más allá la oscura Sierra de Salinas y la más lejana del Maigmó. Para ir a dicha horcada, comencé por regresar al extremo de la pista.

Tras rodear la cresta por su ladera meridional, llegué al Collado del Pozo de la Nieve, donde se cruzan varios caminos, y giré a la izquierda (O) para tomar...

... una senda estrecha pero muy clara, que sale entre un monumento de mampostería y unos carteles que indican el pozo en cuestión. Durante el trayecto hasta el mismo, dominado por la cumbre de la Madama, pasé junto a varias indicaciones, innecesarias y excesivamente frecuentes.

No tardé en llegar a las ruinas de una cabaña y, enseguida, al pozo, lo más interesante del cual es asomarse a su interior para ver el profundo boquete el curioso trabajo de revestimiento.

Abandoné el lugar por la continuación de la senda, siempre clarísima, caminando al principio en llano e incluso subiendo un poco a veces, mientras atravesaba al oeste la ladera septentrional de la Madama.

En contadas ocasiones, lo pinos se abrían lo suficiente para dejarme ver el llano de Jumilla a mi derecha o...

... la cumbre de la sierra, que iba quedando atrás al otro lado.

A la altura de la Morra de la Mina, el caminillo me lanzó en una bajada más directa, siguiendo un lomo.

Al atravesar una pista horizontal en la zona de El Espliegarico, pude ver los espectaculares roquedos de Las Capurullas.

Más abajo, también la cima de La Pedriza; era como recorrer con la vista la cresta al revés.

En otro claro del arbolado más adelante, se disfruta la mejor perspectiva de la cresta durante la bajada, con la Morro de la Mina y las Capurullas dominando una ladera boscosa cortada por escalones de caliza.

Al morir la senda en una pista en el paraje de la Omblanquilla, tomé ésta a la derecha (N) para dejarla, a los pocos metros, por una senda a la izquierda (SO), que sale, marcada con un hito de buen tamaño, al inicio de la primera curva a la derecha.

Esta otra vereda es aún más clara y me llevó en un raudo descenso entre los pinos hasta dar con otra pista. Ésta no es la misma de antes, que sube a la cresta de la sierra, sino el llamado Camino del Barranco de San Cristóbal, que muere poco más arriba en ese accidente. En cambio, se trata aquélla por la que había llegado en coche a la Casa de Bautista. Por tanto, el final del retorno estaba claro.

Tomé el carril a la izquierda (SO) y pronto salí del bosque, pudiendo ver, en el extremo más cercano del llano, junto a las hileras paralelas de los frutales, el edificio al que me dirigía e incluso el puntito gris de mi coche. Al fondo, las siluetas de las sierras de Ricote y el Oro y del Almorchón contrastaban contra un cielo vespertino, que la bajada del sol iba dorando. Y, sin más, llegué a la Casa de Bautista.

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