La Filera (1.873)

ASCENSIÓN DESDE ABELGAS DE LUNA

RECORRIDO DE CRESTA

La Sierra de la Filera es una prolongación al este de la de Villabandín, a cuyo núcleo central se une a través de Peña Correa. Es una loma se perfil suave, salvo por algún crestón aislado, que, volcado sobre el Embalse de Barrios de Luna, separa los valles de Luna y las Omañas. Estando fuera de rutas montañeras habituales, sus principales atractivos son la tranquilidad y la situación, destacada al sur de uno de los sectores más bravíos de la Cordillera Cantábrica. Desde su cresta se domina, por un lado, las grandes cumbres de Villabandín, las Ubiñas y los Montes de Luna y, al otro, los llanos ondulados de las Omañas y la Maragatería, que se extienden hasta los Montes de León. En suma, una montaña poco conocida y dejada de lado pero que permite jornadas de gran paz y belleza.

Esta excursión recorre, de oeste a este, el tramo más alto de la cresta de la Sierra de la Filera. Para la aproximación y retorno a Abelgas, escogí los itinerarios que me parecieron más lógicos y cómodos.

Cumbre de La Filera vista desde el este

SITUACIÓN:

  • Zona: Montaña Leonesa Occidental (Cordillera Cantábrica)
  • Unidad: Sierra de Villabandín
  • Base de partida: Abelgas de Luna (León)

ACCESO: Abelgas de Luna está 78 km al NO de León, por La Magdalena y Sena de Luna. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.273 / 1.873
  • Mi tiempo efectivo: 4h50
  • Mi tiempo total: 6h28
  • Dificultades: Muy fácil en las condiciones del día: nieve fresca con poco espesor. Un tramo de matorral y otro de pedrera estable, ambos cortos e incómodos. Pendientes de nieve de menos de 30º.
  • Track para descargar en Wikiloc

Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Salir de Abelgas de Luna por el sur, por la pista que remonta el río, que corre encajonado. A la salida del estrecho, desviarse a la derecha (O) para entrar en el valle de Guariza. Pasada la vertical de la Peña del Castillo, tomar a la izquierda (E) un camino que para remonta la vertiente meridional. En el Collado del Remansadero, dejarlo por la izquierda (SE) y subir por una ladera de pasto y matorral hasta el collado entre Peña Negra y La Viesca. Tomar el cordal a la derecha (SE) y, rodeando la segunda por el NE (izquierda), alcanzar la cima de la Filera.

Continuar cresteando al E hasta el collado siguiente a la Peña Blanca. Abandonar entonces la cuerda por la izquierda (NE), descendiendo, de nuevo por buen camino, al collado de La Raya, donde hay una bifurcación. Girar a la izquierda (NO) y no abandonar ya esta pista hasta Abelgas de Luna.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Ruta muy bonita con nieve y tranquila, tanto por la soledad como por su escasa dificultad y exposición. Sólo eché de menos una nieve más dura o más espesa: la capa de polvo no llegaba a eliminar las irregularidades del terreno que, encima, no se veían. Y haberse puesto las raquetas habría sido arriesgarse a romperlas e igualmente incómodo. Ésa es la causa de que invirtiera casi cinco horas de movimiento en una ruta que, en mejores condiciones, me hubiera costado poco más de cuatro.

Dije en la introducción que esta montaña es para jornadas calmadas pero, repasando las fotos me doy cuenta ahora de que se encuentran en ella rincones agrestes, como la Peña del Castillo o el contrafuerte que proyecta al norte el pico de la Filera, donde se pueden realizar actividades con cierta dificultad. Pero no es obligatorio enfrentarlas para alcanzar la cumbre y recorrer la cresta de esta sierra.

RELATO GRÁFICO:

Tras aparcar junto a la iglesia de Abelgas de Luna, comencé a caminar por la Calle Real hacia el fondo del pueblo. Sobre los tejados aún en sombra, brillaban blancos la Peña Negra, en la cresta de la Filera, y el cercano cerro del Pico. Cuando la vía se bifurca, continué por la izquierda (S), saliendo poco después de la población por...

... la pista que remonta el Río de Pereda, que corre encajonado.

Al salir del estrecho, giré a la derecha (SO) para cruzar el torrente por una pasarela y tomar un camino más estrecho que asciende por la vertiente izquierda.

Enseguida salí a otro carril más ancho, que tomé a la derecha (O), accediendo enseguida a un cercano collado a cuyo través vi asomar la cima de la Peña del Castillo.

Pasé entonces a remontar suavemente, trazando una diagonal en su vertiente sur, el Arroyo Guariza, que penetra en la Sierra de Villabandín hasta Peña Correa.

Al volverme en otro alto posterior, podía ver el desfiladero de donde había salido, abierto entre un anónimo cerro cónico y la doble cima del Cuartero; más lejos, la alineación continuaba en la Sierra Blanca. A la izquierda del primero y sobre otro estrecho, sobresalía toda blanca la cresta del Cirbanal.

Iba rodeando la Peña del Castillo, que me dominaba abrupta a mi izquierda. Al dejarla atrás,...

... dejé el camino por la izquierda (S), remontando un arroyo, sin senda pero por terreno cómodo. Podía haber seguido por el camino pero, de esta forma, iba a recortar un considerable rodeo, al precio de un corto tramo campo a través.

En un par de minutos, salí a un llano despejado frente a la   cresta occidental de la Peña del Castillo y topé con un camino. Lo tomé a la derecha (O) y, enseguida desemboqué en...

... una pista que tomé a la izquierda (S). Ésta se desvía de la que va por el valle principal unos 400 m más adelante de donde yo la dejé; debí ahorrarme unos 600. En fin, que el nuevo carril me llevó en un ascenso más fuerte hacia una brecha, visible al suroeste, que corta la cresta meridional.

Al ganar altura sobre el valle de Guariza, me llamó la atención la atractiva silueta de un segundón:...

... el pico Corralines.

Mirando atrás, el panorama de montañas se había ampliado. En el horizonte,...

... junto a la larga cresta del Cirbanal,  el Cueto Negro, la Peña de los Corros y la espectacular Peña del Prado.

Tras pasar por un breve estrecho,...

... superé una corta pendiente antes de llegar al amplísimo Collado del Remansadero, encantador lugar rodeado de montañas, donde se levanta una pequeña cabaña abierta.

Al sur, la visión hacia las Omañas era bastante limitada.

Al este; es decir, a mi izquierda según llegué, se elevaba la cresta de la Sierra de la Filera, en lo alto de una ladera de matorral de mediana pendiente. Me fijé en que, a la derecha de la vertical de la Peña Negra, había dos bandas de terreno despejado y, pensando aprovecharlas para facilitar el paso, me dirigí hacia ellas.

Sin indicios de senda ni traza de paso, la primera parte de la subida transcurrió por terreno bastante despejado, cubierto de una capa de nieve fresca en la que me hundía entre 10 y 15 cm, notando las piedras bajo las suelas: no era cuestión de usar crampones ni raquetas. La pendiente, por otro lado, se mantuvo entre los 20 y 30º.

Al ganar altura, se amplió el horizonte, tanto a la izquierda, donde aparecieron las Ubiñas sobre la Peña Castillo y la Muesa, como...

... a la derecha, donde se veía el cordal más oriental de la Sierra de Gistreo, llegando a asomar el pico Arcos del Agua en el extremo derecho.

Atrás, sobre el Collado del Remansadero se extendían las crestas de Villabandín. Entre el Monte Viejo y el Corralines, había aparecido el ahora el Alto de la Cañada y se distinguía mejor la Peña Correa. A la izquierda del conjunto, destacaba el Pico Pelao.

Pasados los 1.700 m de altitud, llegué al límite superior del claro más alto y no me quedó más remedio que acometer la travesía del matorral; por fortuna éste era bajo y el paso no estaba tan cerrado, pero la progresión fue incómoda. Éste tramo, de unos cincuenta metros de desnivel fue el más empinado de la ruta pero no llegaba a 30º.

Salí del matorral al tiempo que la pendiente remitía, muy cerca ya del collado que se abre entre la Peña Negra y la Viesca, que ponía un toque agreste en la suavidad general del entorno inmediato.

Al asomarme a la horcada, me encontré ante un horizonte quebrado por las crestas de la Tercia, del Cueto Negro al Cerroso, enmarcado por el Cirbanal y la cumbre de la Filera, que culminaba el ancho lomón en que me encontraba; la ruta era ya obvia.

En primer lugar, giré a la derecha (E) y rodeé por la izquierda (norte) la peña de La Viesca, hacia el siguiente collado. Este tramo también fue incómodo, pues transcurrió por una pedrera de bloques medianos, estables pero resbaladizos por la nieve blanca que los “glaseaba”.

A mi derecha, impresionaba la pared de la peña.

Al reganar la cuerda, me encontré ante un bonito cuadro: el llano se extendía, infinito y brumoso, más allá de un crestón helado.

Tomando la loma a la izquierda (E), acometí la parte final del ascenso. Siguiendo con la tónica de nieve blanda con poco espesor, remonté un anchísimo lomo de curvatura y pendiente ligeras.

En un momento de esta subida, me fijé en que era visible Abelgas de Luna, alineado precisamente en la vertical de la Peña Ubiña.

La pendiente aún disminuyó en los metros finales, pues la cumbre se encuentra en un sector de cresta...

... casi horizontal. Al llegar junto al hito, fui descubriendo, al este, el núcleo oriental de los Montes de Luna, aunque lo que más destacaba era la gran pirámide del Pico Cerroso en segundo término.

Ese mundo de picos y aristas contrastaba con el llano que, al sur, se extendía hasta un horizonte impreciso.

Al oeste, por encima de la vecina peña de La Viesca, el cono del Cueto Agudo y, en el último horizonte, la Sierra de Gistreo, donde destacaban los picos de Arcos del Agua y Catoute.

Siguiendo con la vuelta, a mis pies el Arroyo Guariza corría a clavarse en el núcleo principal de Villabandín. Sobre él, las montañas de Laciana y Babia marcaban el horizonte nororiental, destacando mucho la cresta alargada del Morro Negro. Seguían, ya al norte, las Ubiñas y los Montes de Luna.

Más cerca, el grupo de los Fontanes a la Peña Ubiña Pequeña.

Peña de la Silla y Cirbanal.

Al noreste, más montañas, del Cellón al Bodón.

En medio y en primer término, espectacular, la Peña del Prado. Más allá, el Cueto Negro, el gripo de la Peña de los Corros y el Brañacaballo.

Emprendí el regreso recorriendo la amplia cresta al este. Encontré una huella reciente, posiblemente de esa misma mañana, y la aproveché para hacer más cómoda la progresión.

Buena parte del tiempo me llevó por la vertiente meridional, pero estaba bien: así me protegía del viento. Pronto quedó atrás la cima y...

... vino un corto tramo empinado, donde hube de poner cierto cuidado pero sin poder hablarse de obstáculo ni exposición. Enseguida, la cuerda volvía a su tónica de amplitud y suavidad y se veía ya el ancho collado entre las peñas Blanca y del Palomar donde dejaría el cresteo.

Mirando al norte, entre las Ubiñas y el Cirbanal se distinguían bien ahora el Fariñentu y la Almagrera.

Al otro lado, aparte de la serenidad de la bruma brillante sobre la llanura apagada, nada que resaltar.

Lo dicho; tras ese tramo (ligeramente) abrupto, un levísimo subibaja por terreno cómodo me dejó en lo alto de la Peña Blanca.

Apareció allí un camino y lo tomé para terminar lo poquito que me quedaba de cresteo. En la horcada siguiente, giré a la izquierda (NE) para bajar por la vaguada, ya siempre por buen camino.

Dejé atrás un desvío a la derecha, sin confusión posible pues sube, y no tardé en llegar al extenso puerto de La Raya. Mejor dicho, a su vaguada oriental, pero muy cerca. Allí desemboqué en el Camino de Abelgas a Mallo, que tomé a la izquierda (NO) para dirigirme al primero de los pueblos. Tras breve subida, en el collado mismo,...

... pasé una cancela y nueva bifurcación; continué por la izquierda (O), descendiendo suavemente el Arroyo del cuartero, que corre entre la cresta homónima y la Filera.

El valle se fue haciendo más profundo y estrecho al bajar.

Tras seguir por la derecha (NO) en una bifurcación, enseguida pasé por el primer desvío que había tomado por la mañana y entré en el estrecho bajo El Pico. Al cabo de un día luminoso y brillante, alcanzaba Abelgas junto con las sombras de la tarde declinante.

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