Peña Rueda (2.152)

ASCENSIÓN DESDE LINDES

POR EL CUCHILLAR Y RETORNO POR CORTES

Situada al norte de la divisoria Cantábrica, Peña Rueda es el dosmil más septentrional de la cordillera si dejamos fuera los Picos de Europa. Concretamente, esta gran pirámide está encajada entre los dos cordales mayores de las Ubiñas: el principal y la Sierra de Vallín. Se trata de un pico solitario, que, con más de 500 m de prominencia, no forma sierra con otros. Por otro lado, es un ejemplar bastante típico de montaña occidental: una desnuda peña de caliza gris, sostenida por empinadas laderas de hierba y matorral y aristas, que, sean más o menos accidentadas, son siempre airosas. Los valles circundantes, profundos y umbríos, están poblados por un denso bosque atlántico, con predominio de hayas, pero donde también abundan acebos y robles. En su espesura se refugia una fauna que incluye grandes mamíferos (cérvidos, jabalí, zorro,...) en variedad y número poco habitual por otros pagos, pese a la intensa actividad ganadera del área.

La ascensión consiste en remontar la arista noreste de la montaña, llamada Cuchillar de Rueda, accediendo a ella por lo más cómodo. El descenso transcurre por la ruta normal; es decir, el lomo norte y los caminos que siguen el curso del Arroyo Buseca hasta Cortes, aldea situada a kilómetro y medio de asfalto del punto de salida en Lindes.

El Cuchillar de Rueda marca la división entre sol y sombra

SITUACIÓN:

  • Zona: Montaña Leonesa Occidental (Cordillera Cantábrica)
  • Unidad: Macizo de Ubiña
  • Base de partida: Lindes (Asturias)

ACCESO: Lindes está 51 km al sur de Oviedo, por Pola de Lena, y el Alto de la Cobertoria. Sin llegar al pueblo, aparcar en el cruce anterior, a medio camino entre esa aldea y la de Lindes. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 883 / 2.152
  • Mi tiempo efectivo: 5h44
  • Mi tiempo total: 8h27
  • Dificultades: F en las condiciones del día: nieve dura poco espesa. Lomo nevado de 250 m, con pendiente media de 30º y máxima de 35º. Unos pocos pasos fáciles sin exposición en la arista (I).
  • Track para descargar en Wikiloc

Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Desde el cruce entre Cortes y Lindes, seguir la carretera hacia Lindes, atravesar la aldea y salir al SO por el camino que va a la Veiga de Manín. En ese amplio prado, tomar a la derecha (NO) la senda que sube a El Praón. Dejando la Vallina Grande a la izquierda, seguir por un lomo en la misma dirección hasta alcanzar el Cuchillar de Rueda y tomarlo a la izquierda (SO) para culminar Peña Rueda (F), tras alguna mínima trepada.

Descender por la loma NO hasta Las Cochadiechas (F) y girar a la derecha (SE) para bajar por la vaguada de ese lado. Buscar una senda que va por el Arroyo Buseca y tomarla a la izquierda (NE). La misma, sale del barranco y alcanza la cuerda en el Colláu Cimeru, donde se transforma en pista y cambia de vertiente. Siguiéndola, se vuelve a cruzar la loma en La Mortera y se llega a Cortes. Atravesar el pueblo para salir por la carretera y retornar al cruce donde iniciamos la ruta.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Excursión extraordinariamente bonita y variada. No es muy original; me he limitado a unir dos de las rutas más habituales, cuyos puntos de partida, las aldeas de Cortes y Lindes, están lo suficientemente cerca como para poder realizar todo el itinerario en una jornada sin agobios, incluso con los días cortos de finales de diciembre. Si la subida por el cuchillar es panorámica, la bajada a las Cochadiechas es espectacular. Y tanto aproximación como retorno transcurren por pintorescos parajes forestales y ganaderos, encantadores en cualquier época.

Respecto a las dificultades, ni la zona de pequeños apoyos de manos en el cuchillar ni el tramo empinado del lomo noroccidental presentan pasajes expuestos. Si el desnivel es considerable, la comodidad del terreno lo hace más llevadero de lo esperable.

RELATO GRÁFICO:

Tras aparcar junto a la bifurcación de la carretera entre Cortes y Lindes, me calcé las botas, me abrigué bien y comencé a caminar siguiendo el asfalto hacia la segunda de dichas aldeas. Al salir de los árboles, apareció ante mí el extremo nevado de la Sierra Vallín: Pico de Bosbigre, Carva de Valseco y Tapinón, parecían sonreír, cálidos y luminosos, vistos desde la umbría helada por la que caminaba. Al doblar una curva a la derecha,...

... apareció Lindes, dominada por el cuchillar, blanco y afilado, contrastando con el paisaje apagado de árboles desnudos y pastos de invierno que me rodeaba. Atravesé el breve caserío y, en su extremo sur, me encontré ante el arranque de dos pistas de tierra divergentes. Tomé la de la derecha (SO), que...

... desde el principio fue ganando altura entre densa vegetación. En pocos minutos, me encontré ante una nueva bifurcación, donde volví a girar a la derecha (SO), tomando la más estrecha de las sendas.

El caminillo se empinó enseguida y, aunque el arbolado me limitaba mucho la visión, de vez en cuando una ventanita en el ramaje me dejaba ver algo más.

Por ejemplo, la Sierra de Aramo, coronada por el Gamoniteiro.

El bosque fue ganando en porte y solemnidad cuando pasaron a dominar las hayas, en la zona de Manín.

En Manín de Arriba, hay un claro donde pisé la primera nieve de la jornada. Una rústica cabaña colabora al carácter pintoresco del lugar, dominado por un bonito roquedo y con el fondo del cabezo nevado de Los Antiojos.

A mi izquierda, al sureste, el Siegalavá y la Peña Arpín se habían añadido a los picos visibles en la Sierra Vallín. El violento contraluz no impedía apreciar el carácter agreste de ese rincón, aunque sólo es un aperitivo de lo que esperaba más allá.

La senda, cada vez más difusa pero balizada con hitos, me volvió a meter entre árboles, para salir enseguida a un prado mayor: la Veiga de Manín. Desde este paraje, la vista se abrió también al este; el blanco Estorbín de Valverde, presidiendo la cresta del Valle de Cuadro, asomaba por encima del vecino Cordal de Lena.

A mi derecha (O), un anchísimo tubo verde cortaba los resaltes, permitiendo un acceso fácil a los niveles superiores de la montaña. Giré hacia allí y tomé la senda, bien clara, que lo remontaba abriendo un cómodo paso a través del matorral.

Con la ganancia de altitud, pronto dominé a mi espalda la gran Veiga de Manín, delicioso prado cerrado además por dos bonitas peñas. Más allá, en el horizonte, junto a la cabecera del Valle de Cuadro, se veía ahora el Cellón. El Brañacaballo, gigante de esa zona, seguía sin aparecer: debía de estar tapado por ese último.

En lo alto del tubo, el terreno se estrecha y empina y aparecen algunos roquedos pero la senda, muy clara como ya dije, serpentea en sabio trazado, evitando los obstáculos. Pasado un horizonte aparente,...

... me encontré pisando de nuevo algo de nieve en un embudo menos empinado. A la salida del mismo, próximo ya a los 1.600 m de altitud, apareció por fin el Brañacaballo, como una cabecita blanca a la izquierda del Cellón. Pero más me llamó la atención una silueta grisácea en el horizonte nororiental: Picos de Europa; en su extremo izquierdo,...

... el Cornión. La Peña Santa y la Torre de Santa María se distinguían a los extremos del cresterío de los Tesos pese a estar a más de 80 km.

Estaba en El Praón y, a mi izquierda, la Vallina Grande ascendía hacia la cumbre. Por allí va la ruta más utilizada, pero que no era la mía.

En lugar de eso, mantuve más o menos la dirección (NO), siguiendo un trazo que seguía un lomo de hierba y matorral rastrero por su flanco izquierdo, hacia la arista nordeste de la montaña.

La nieve acabó por cubrir totalmente el terreno justo antes de culminar la cota 1.712, desde la cual,...

... hube de perder unos pocos metros antes de emprender otra subida, que transcurrió por un lomo menos definido aún, ancho y que sólo en los metros finales y...

... más empinados rozaba los 30º. Desde el Cuchillar de Rueda, volviéndome podía ver, sobre la cota 1.712 y la última subida, más allá del Siegalavá y la Peña Chana, un arco de montañas que iba del Cornión al Cueto Negro.

Al norte, sobre la caída de la arista  y los verdes collados Cimeru y de la Mortera, por donde bajaría a Cortes más tarde, la Sierra de Aramo.

Al oeste, junto a la pared tremenda del Tambarón, destacaba la Sierra de Sobia más allá del cono herboso de la Siete, bajo el que destacaban las líneas marcadas por la nieve de tres caminos paralelos; por el intermedio descendería esa tarde.

Estaba a 1.840 m de altitud; es decir, que me quedaban poco más de 300 de desnivel hasta la cumbre y el primer tramo se presentaba como una arista ancha, de pendiente moderada (<30º) y constante, que se extendía 110 m hasta una culminación aparente... que realmente era de lo más aparente.

A poco de iniciar la remontada hacia ella, me fijé en que, sobre el lomo suroriental de Peña Rueda asomaba la cumbre del Fariñentu, afectada por una brutal ventisca. A mí el viento me golpeaba más levemente... pero se me puso carne de gallina sólo de ver lo que me esperaba en cumbre.

Al otro lado, los espolones y corredores de la vertiente septentrional impresionaban.

Tras el primer tramo, a 1.950 m, llegué a un hombro desde donde era visible Cortes. 

A continuación, la arista se ensanchó y perdió pendiente durante otros 100 m de desnivel.

En este segundo tramo, destacaba, a mi izquierda, la vista del Siegalavá, flanqueado al fondo por las Tres Marías y las peñas de la cresta del Cirbanal.

A mi derecha, la caída tremenda de la cara norte, aunque recuerdo que la arista nunca presenta exposición.

El final de este segundo tramo está marcado por un resalte que es lo más empinado que encontré en el Cuchillar: unos 30 m de nieve a 35º, con algunas rocas sobresalientes donde hube de apoyar las manos (I).

Estaba a 2.080 m de altitud y...

... la arista se aplanaba ya mucho a partir de ahí hasta la cercana cumbre. Además, se descubrieron más allá las cimas mayores del macizo: aparte del Fariñentu, Ubiñas y Fontanes a un lado, y Ranchón y Huerto del Diablo al otro. También me fije, a la izquierda, en que el Cirbanal ya era totalmente visible.

El tramo final era tan plano de hecho que, desde el hito cimero, era invisible el valle de donde había partido.

Otra cosa era al norte, donde las sierras de Sobia y Aramo enmarcaban el Monte del Carrizal, por donde transcurriría el retorno.

Al otro lado del cuchillar, al este, dominaba el paisaje el brillo de la nieve en las sierras de Casomera y Cuadro. Más a la izquierda, grises y adustos,...

... los Picos de Europa, de la Torre de Santa María al Jario, con la peña Santa destacadísima.

Al sur, las cumbres mayores del macizo ponían un fondo agreste a los campos de nieve superiores de la Vallina Grande:...

... el Siegalavá,...

... el Cirbanal más lejos,...

... Fariñentu, las dos Ubiñas y los Picos del Fontán.

Al oeste, uno de los tramos más abruptos y afilados de la divisoria cantábrica: el que va del Ranchón al Tambarón. Por encima, asomaba el auténtico mar de picos de las comarcas de Babia y Laciana. Conseguí identificar el espectacular Montihuero, pese a estar medio tapado por el Huerto del Diablo y un lejanísimo Cornón de Peña Rubia. Pese a lo duro que efectivamente pegaba el viento, estuve un buen rato antes de emprender el descenso a ese lado; caminando por una  ancha arista horizontal proyectada al oeste que, enseguida, picó y giró, transformándose en...

... un amplio lomo que descendía suavemente al noroeste, que no tardó en hurtarme la visión de la cumbre.

A cambio, se me despejó el panorama a mi izquierda, dejándome ver en toda su magnitud los paredones que caen a plomo sobre los Puertos de Agüeria y el Reguero Salgada: entre 500 y 800 m de verticalidad durante casi cinco kilómetros.

Para no cansarse de mirar. Vaya día. Y ni una sola huella en la nieve.

Al poco de empezar la bajada, aparecieron piedras sobresaliendo de la nieve y me fui hacia el lado el lado derecho (norte) de la arista. Allí el terreno es más empinado, llegando a los 35º y manteniéndose durante unos 60 m, pero...

... la pala era también más regular y limpia.

Por debajo de los 1.800 m, la pendiente decreció mucho y desparecieron los cantos, con lo que volví al lomo. Ante mí, veía ya cerca las Cochadiechas, donde acabaría el verdadero descenso, delante de un verde y plácido Cueto de la Siete y de la Sierra de Aramo.

Sobre mí, la cresta de Peña Rueda empezaba a ser visible.

A mi izquierda todavía no estaba oculta del todo la gran pared ¡Qué contraste con...

... el panorama al oeste! Y me importa un rábano ser repetitivo con las imágenes; la tarde lo merecía.

Para cuando llegué a las Cochadiechas, vi a mi derecha el Arroyo Buseca, que me marcaría el camino del regreso, aunque éste transcurriría por la loma de la izquierda.

Para entonces, impresionaba ya mirar atrás, hacia la Peña Rueda.

Al llegar a la segunda de las horcadas que forman este collado, giré a la derecha (SE) y me dejé caer por la vaguada. Aunque había bastantes piornos, no llegaban a cerrarse como para entorpecer el paso. Perdidos unos 40 m y tras pasar junto a una cabaña en ruinas, di con...

... el cauce del barranco. Girando a la izquierda (NE), comencé a seguirlo, hasta que, al cabo de 200 m de caminar,...

... vi unas marcas poco visibles a la izquierda que parecían alejarse del cauce, manteniendo cota, por esa vertiente. Pensando (acertadamente), que sería la senda que buscaba, me puse a seguirlas.

Antes de meterme entre la vegetación, eché una mirada a la Peña Rueda, que ahora sí que se iba viendo bien. Por cierto, bonitas canales.

No tardó mucho el caminillo en aclararse.

Ya en terreno despejado y al poco de pasar una fuente, la senda se bifurcó. Dejando de lado un ramal que sube ligeramente (mi sombra), proseguí por el derecho (NE).

El camino estaba jalonado por abundantes acebos.

Alcancé el lomo de este Monte del Carrizal en el Colláu Cimeru, delicioso lugar, amplio y cubierto de una hierba mullida caldeada todavía por el sol. Me pareció un buen sitio para parar y dejar pasar el tiempo sobrante, ahora que ya sólo quedaban buenos caminos hasta Cortes.

Además, goza de buenas vistas hacia la Peña Rueda; aunque llevaba un rato viéndola, la perspectiva iba cambiando y ahora se veía muy bien el Cuchillar, último tramo de mi subida.

Al este, las sierras del Cuadro y Casomera iban ocultándose pero aún eran visibles sus crestas.

Al norte, al otro lado, la Sierra de Aramo. Cuando me pareció prudente retomar camino, hacia allí lo hice, cambiando de vertiente respecto a la que me había llevado allí. Abandoné la horcada por un buen camino en el lado derecho de la vaguada, que me fue llevando horizontal a rodear el Pico Rueda.

Pronto, al entrar del todo en la vertiente septentrional, me encontré caminando entre árboles.

Justo antes del siguiente collado, el de la Mortera, la vereda se bifurcó y tomé por la derecha (E).

Traspuse la horcada y descendí por la vaguada oriental. A partir de ahí, la senda se tornó incómoda; estrecha, empinada y con tramos con agua corriendo. Aun así, era suficiente para pasar el matorral con comodidad.

Volví a ver la cumbre, que seguía cambiando con el ángulo; ahora sí que se ve bien el Cuchillar de Rueda.

La cercanía del final me la anunciaron los característicos canchos del Pico Cangón, que dominan Cortes. Durante este tramo intermedio, dejé de lado varios desvíos, ninguna de los cuales plantea dudas de orientación: o dejan de bajar o son aún más precarios que la senda principal.

Ésta mejoró además al acercarme al pueblo, ensanchándose y apareciendo tramos empedrados.

Los tejados de Cortes aparecieron de improviso, a la vuelta de un recodo, casi al alcance de la mano. Ya sólo me quedó atravesar la aldea por donde me pareció, siempre en bajada, hasta...

... dar con la carretera, que tomé a la derecha (O) para cubrir el medio kilómetro que me separaba del cruce donde había comenzado la excursión, bajo la arista nororiental de Peña Rueda. Por cierto, que en Cortes estaban cerradas el par de casa rurales que hay pero, acercándome a Lindes, aún me pude tomar un café calentito (de puchero y en conserva, eso sí) mientras terminaba de caer el sol.

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