Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Las rutas de
las portillas del Crampón y los Cobardes son complementarias: con una
dificultad similar, atacan la cumbre desde lados opuestos. Parece lógico
combinarlas para formar un recorrido más completo a través del Circo de Gredos.
Respecto al sentido, subir por el Crampón es lo habitual pero, como su acceso
es más empinado y directo, creo que en condiciones invernales es mejor dejarla
para descender. En todo caso, este circuito de las dos portillas cerrado en la
Hoya Antón es una larga ruta invernal de dificultad baja pero físicamente
exigente. Además, las condiciones meteorológicas en esta montaña pueden ser más
duras aún de lo esperable por situación y altitud.
Si la
dificultad en nieve siempre se atenúa cuando se sigue una buena huella, en este
caso el cambio es radical: las travesías por la cara oeste del Almanzor sólo
requieren entonces poner cuidado al cramponear y estar atento; si nos toca
abrir traza, la cosa cambia mucho y se transforman en pasos delicados, pese a
su escasa dificultad objetiva, pues la pendiente lateral puede llegar a 60º y
el suelo queda muy abajo. En el resto de la ruta, se trata sólo de superar
pendientes de nieve de no más de 45º, algo que no debería plantear problemas a
un montañero bien preparado. Es la exposición antes citada, en parajes donde la
progresión no encuentra obstáculos y con la cumbre al lado, lo que explica, en
mi opinión, el largo historial de accidentes del Almanzor, en el que no faltan
víctimas que tenían gran experiencia y preparación.
RELATO GRÁFICO:
Con un
frío glacial, a pesar de las nubes que cubrían buena parte del cielo, dejamos
la Plataforma por el camino empedrado que remonta, al suroeste, la Garganta de
Prao Puerto. Aún no había nieve a esa altitud, pero nos encontramos varias
placas de hielo de extensión y espesor considerables.
Al llegar
al Prado de las Pozas, dejamos a la derecha la senda del Refugio de Reguero
Llano y, a la izquierda, la del Puerto de Candeleda y...
...
cruzamos ese gran rellano hacia el Morezón, que estaba tapado por un nubarrón
oscuro de aspecto poco amigable. Al pie del monte, cruzamos el Río de las Pozas
y emprendimos la remontada de la ladera a la derecha de la cumbre.
Ésta es
una recia pendiente de hierba y cantos, que el camino hace cómoda de subir.
Pronto, fue quedando abajo el prado que acabábamos de cruzar, más allá del cual
las nubes tapaban igualmente las crestas de La Mira y Los Campanarios.
A nuestra
derecha, veíamos la cima del Cabezo de la Solana, como un bastión adelantado
hacia el Valle del Tormes.
Según
ganamos altitud, fuimos entrando en la niebla y cruzamos el alto de Los
Barrerones caminando con pocos metros de visibilidad; menos mal que el camino
está muy claro, pues a partir de 2.000 m la nieve ya era casi continua y, dura
como estaba, nos pusimos los crampones. Nos llegamos a plantear dejar el
Almanzor para otro día, pues ambos lo habíamos subido varias veces,
conformarnos con un paseo e irnos a gestionar un chuletón. Por suerte, de
momento decidimos seguir, al menos, hasta la laguna.
En los
Barrerones, el camino dobla un lomo y entra en el Circo de Gredos. En este
pórtico de la alta montaña, la gente suele parar a contemplar al Almanzor y su
corte, engarzados en crestas cuajadas de agujas. Nosotros también, aunque hoy nos
tuvimos que conformar con la foto de un cartel informativo. A continuación,
emprendimos la bajada hacia...
... el
fondo del gran hoyo, siguiendo la traza siempre clara de la senda. Poco a poco,
al perder altura, nos encontramos de nuevo fuera de la nube y pudimos ver la
cuenca que aloja la Laguna Grande ante nosotros y, al volvernos,...
... el
corte de la Garganta de Gredos enmarcado un fragmento de llano.
Llegando
cerca de la laguna, se anunció un cambio: el sol se reflejó en un trozo de
ladera y, en menos que tarda en decirse,...
... se
descubrió la cumbre del Almanzor recortada contra un cielo azul. Tiempo entre ambas fotos, tres minutos exactos.
Mientras
la cubierta de nubes se retiraba rápidamente, dejamos a la derecha la trocha
que va al Gargantón y...
... nos
dirigimos al refugio directamente a través de la laguna, aprovechando la gruesa capa de hielo que la cubría. Para entonces, también el Ameal de Pablo era visible.
Llegados
al edificio, lo rodeamos y continuamos remontando el barranco por su vertiente
izquierda. Unos hitos nos facilitaron encontrar el buen paso, de modo que el
trayecto se desarrolló cómodamente, a cierta altura sobre el cauce, caminando
por anchas terrazas y suaves rampas de nieve dura entre peñascos. Si la cresta
Ameal - Cerro de los Huertos, bajo la que caminábamos se había despejado, el
Cuchillar de las Navajas, que se elevaba a nuestra izquierda, al otro lado de
la garganta, seguía cubierto de nubes.
Aunque
esto posibilitaba visiones tan sugestivas como éste juego de luz con los Tres
Hermanitos y el Perro que Fuma.
Los hitos
nos devolvieron al cauce en un rellano, conocido como la Hoya Antón, al pie del
Almanzor. Allí confluyen la canal que sube a las portillas Bermeja y del
Crampón, a la izquierda, y la de Isabel II a la derecha. Nosotros tomamos esta
último, pero no por su fondo, como es habitual en verano. Para evitar
eventuales escalones cubiertos de hielo íbamos a subir por una terraza adosada
a la vertiente norte del tubo, para lo cual giramos a la derecha (NO) para...
...
ascender por una pala de pendiente moderada, próxima a 30º, que deja el fondo
del barranco.
Unas
huellas la remontaban y también vimos unos pocos hitos señalándola. Al
culminarla en una especie de hombro entre peñascos,...
... se
extendió ante nosotros la repisa en cuestión, ancha y de ligera inclinación
lateral. Al principio, estaba cubierta bien de nieve pero luego, en la segunda parte,
cuando sube a un segundo portillo, la roca ganaba terreno. Sin embargo, a base
de serpentear un poco, conseguimos pasar pisando casi siempre nieve.
La
pirámide cimera del Almanzor a nuestra izquierda impresionaba. Y la presencia
de vapores en continuo movimiento colaboraba a hacer aún más bella su visión.
Además,
con la remontada, fue cambiando la perspectiva y no nos cansábamos de mirar.
Así, fuimos descubriendo también el Cuchillar de Ballesteros, cuya base íbamos
a recorrer, e incluso la Portilla de los Cobardes, justo a la izquierda de la
brecha más profunda al pie del Almanzor.
A partir
del segundo portillo, la nieve volvió a ser continua.
La
terraza acabó enseguida contra un cancho y giramos a la izquierda (O) para
bajar, por una corta e intensa pendiente, al eje de la Canal de Isabel II, por
el cual retomamos la subida.
Llegando
a un cambio de pendiente, se fue descubriendo sobre nosotros el Ameal de Pablo:
nos acercábamos al final del tubo.
Efectivamente,
pasamos a caminar por una vaguada más suave, al fondo de la cual asomaba La
Galana sobre la culminación de la canal.
Al
alcanzarla, nos volvimos a contemplar la impresionante perspectiva del Ameal y,
más lejos, los Tres Hermanitos y otras agujas del Cuchillar de Cerraíllos,
entre las que aún jugaban penachos de nube.
Estábamos
en el Venteadero, amplio rellano al pie de la Galana. Tocaba ahora girar a la
izquierda (O) y...
...
remontar una ladera de pendiente moderada (30º) hasta la cresta del macizo.
Desde
allí, el Ameal de Pablo, junto al cual se veía el Risco Moreno, ofrece su mejor
perspectiva, que se ha convertido en una imagen icónica del Circo de Gredos.
A la
izquierda, entre dichos agujones y la Galana, corre el Gargantón, al fondo del
cual se veía una densa capa de nubes cubriendo el valle del Tormes. Parece que
estábamos mejor en lo alto.
Estábamos
en la amplia depresión entre los núcleos del Almanzor y la Galana, donde el
cordal gredense se presentaba como un amplio y suave lomo blanco. A la
izquierda (S), la cumbre de la cordillera se veía ya cercana, junto al flanco
del Cuchillar de Ballesteros, que íbamos a faldear por ese lado; teníamos que
andar como si fuéramos recto al pico. Al principio, el terreno era bastante
regular; un plano inclinado lateral de ligera pendiente, con pequeñas
ondulaciones por...
... el
que fuimos avanzando más o menos en horizontal, hasta llegar a un primer lomo.
Al otro
lado, el terreno era más abrupto y nos vimos obligados a perder y ganar altura
entre una confusa sucesión de hondonadas y abombamientos. Los hitos y rastro de
paso que se ven en verano estaban cubiertos de nieve. Así seguimos hasta un
segundo lomo, desde el cual veíamos a la izquierda...
... los
cuchillares de Cerraíllos y las Navajas sobre la Hoya Antón y, al otro lado,...
... un
magnífico Almanzor y las agujas más meridionales del Cuchillar de Ballesteros.
Entre ambos, se abría un profundo corte, a la izquierda del cual se veían dos
brechas más modestas y altas; la inmediata es la Portilla de los Cobardes. Nos
dirigimos a ella atravesando, en muy ligera subida, una ladera cóncava de
inclinación moderada, aprovechando además una huella vieja pero aún útil, hasta
llegar a la vertical de la portilla, a la cual accedimos...
...
remontando a la derecha (S) una ancha repisa diagonal de 35 m de desnivel y 40º
de pendiente.
Desde la
Portilla de los Cobardes, había una buena perspectiva de la Galana y el
Cuchillar de Ballesteros sobre la ladera que acabábamos de atravesar.
Al otro
lado, entre los espolones que se desprenden al suroeste del Almanzor, se
divisaba el soleado valle del Tajo.
A
continuación, entramos en la cara oeste del pico y atravesamos en horizontal
una pendiente de nieve. La inclinación lateral superaba los 45º y la nieve
estaba helada. Hubiera sido un paso delicado no hubiéramos contado con, al menos, los restos de una huella, que redujo el asunto a caminar poniendo cuidado en meter bien los crampones y con el piolet
"atento". Al doblar el siguiente contrafuerte,...
... se
abrió a sobre nosotros un pasillo cubierto de nieve entre dos espolones
rocosos: el paso final a la cumbre. Lo que en verano es una trepada fácil pero
vertical, nos lo encontramos como un pequeño corredor de 20 m y 45º. Giramos a
la izquierda y...
... lo
remontamos, yendo a salir a la horcada entre las dos puntas del Almanzor. La
más alta es la de la derecha (S) y la forma más fácil de subir a la misma es
encaramarse a una repisa que la rodear por el oeste (derecha).
Salimos
de ahí a una arista de bloques que domina el Cuchillar de las Navajas. Girando
entonces en redondo, sólo nos restó un par de metros de trepada fácil (I) pero
bastante expuesta para alcanzar el hito y la cruz que coronan el Almanzor. He
subido por aquí con crampones un par de veces pero, si alguien no se siente
seguro, mejor quitárselos; insisto en que el paso apenas tiene dificultad pero
el vacío a los lados es considerable.
Desde la
cumbre, al noreste se despliega el Circo de Gredos, de la Galana al Sagrao,
aunque hoy las nubes no dejaban ver mucho del cresterío y menos aún del valle
del Tormes, que se extiende más allá.
Sí que se
distinguía la lisura blanca de la Laguna Grande bajo las laderas del Morezón y,
más a la derecha, en el Cuchillar de Cerraíllos, la Campana, sobre la cual
asomaba el Cabezo del Cervunal.
En el
centro, el grupo del Ameal estaba despejado totalmente.
Al norte,
la vista quedaba algo tapada por la otra punta del propio Almanzor, aunque
llegaban a asomar, más allá del Cuchillar de Ballesteros, los riscos de Cinco
Lagunas y el Gutre, además de la Galana.
Al
suroeste, se extendía el valle del Tajo, más allá de...
... los
cordales secundarios, de gran desarrollo en esta parte de Gredos.
El
horizonte se quebraba con el perfil de los Montes de Toledo, donde se
identificaba bastante bien su máxima cumbre: el Pico de las Villuercas.
Con el
vendaval, aguantamos muy poco en cumbre y pronto emprendimos la bajada, por el
mismo camino. A llegar a la base del corredor, paraje soleado y relativamente
resguardado entre las agujas de las Canales Oscuras, sí que paramos un ratito.
Reemprendimos la marcha girando a la izquierda (S) y...
...
proseguimos la interrumpida travesía de la cara oeste que, en este tramo
meridional, presenta las mismas características ya descritas. En la Portilla
del Crampón, al pie del risco homónimo, giramos a la izquierda (SE) para...
...
dejarnos caer por un corredor estrecho y empinado, que...
...
alcanza, si no supera ligeramente, los 45º durante los primeros 40 m. La bajada
nos la facilitó una auténtica escalinata tallada en la nieve helada; esto está
muchísimo más transitado que la Portilla delos Cobardes. Había varios hitos
marcando estos primeros metros de descenso; es decir, la salida de la canal...
¿realmente necesitará alguien que le indiquen aquí el camino?
Con la
seductora visión del Cuchillar de las Navajas enmarcado por las paredes del
corredor en los ojos, continuamos el descenso durante 200 m. El pasillo se fue
ensanchando y la pendiente, decreciendo gradualmente hasta los 30º.
En el
Nevero del Almanzor, donde la canal de la Portilla del Crampón se une con la de
la Bermeja, giramos a la izquierda para seguir descendiendo.
Aún
hubimos de perder otros 150 m de desnivel, 50 de ellos a 30º, antes de
desembocar en la Hoya Antón. En este otro rellano, bajo la cresta del Ameal,
confluimos con la Canal de Isabel II, cerrando por tanto el circuito. Nos
quedaba volver, deshaciendo el camino de ida, a la Plataforma. Para ello,
comenzamos por girar a la derecha (E) y...
...
seguir el ancho barranco que alimenta la Laguna Grande en un descenso, ahora
suave. A la derecha, la cresta del Cuchillar de Cerraíllos seguía con nubes
agarradas, pero que dejaban ver de vez en cuando algunos riscos, como...
... unos
escarchados Tres Hermanitos y Perro que Fuma.
Luego,
pasamos junto al refugio y atravesamos la laguna, desde el centro de la cual...
...
merece la pena volverse a contemplar el Almanzor sobre el Circo de Gredos. El
Sol declinante y las nubes se conjugaban en juegos, a veces...
... tan
peculiares como esta cresta del Cuchillar de las Navajas proyectando su sombra.
Apenas duró la visión un par de minutos.
Incluso
la subida a los Barrerones, la cuesta más odiosa de Gredos cuando la tomas de
regreso, se hacía llevadera cuando volvíamos la vista.
Ya fuera
del Circo de Gredos, la bajada hacia el Prado de las Pozas y la Plataforma
transcurrió fría pero apacible, con las nubes cubriendo las crestas de La Mira
y...
...
dorando las lomas cercanas. Un final de jornada que nada tiene que ver con el
sombrío aspecto que presentaban estos parajes cuando iniciamos la excursión.
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