Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Esta “otra
cara” de Peñalara es habitualmente un lugar solitario pues está más lejos de
Madrid y, además, las ascensiones son siempre más largas. Por otra parte, en
seco, remontar los 500 m de pedrera de la cara NO es durísimo y feo. Sin
embargo, con buena innivación, se pueden realizar actividades invernales de una
magnitud poco habitual en estas tierras.
Aunque la
pendiente no pasa de 45º, lo largo y sostenido de la pendiente y la presencia
casi segura de hielo, reservan esta ascensión a montañeros diestros en técnica
invernal y una mediana preparación física. Para ellos, la remontada de esta
ladera será una divertida experiencia, relajada y panorámica. Y solitaria
incluso en fin de semana... un raro privilegio en estos montes.
Respecto a la
aproximación como la hicimos, es poco práctica. Teóricamente, salimos del sitio
más lógico, por cercanía. Sin embargo, el trabajo de los madereros transforma
continuamente la red de caminos de la zona y lo reflejado en la cartografía no
es real. Por ello, quizá sea mejor ceñirse a pistas principales, como la
asfaltada de la Cueva del Monje, la cual se puede tomar en La Granja o incluso
en el Puerto de Cotos.
RELATO GRÁFICO:
Ya era de
día pero el sol estaba aún bajo el horizonte cuando aparcamos en el Centro
Nacional de Educación Ambiental de Valsaín. Más allá del mismo, sobre el
bosque, se veía Peñalara con menos nieve de lo que yo esperaba, pero la
suficiente como para poder salvar con comodidad la cara NO, visible a la izquierda
de la cumbre que, al otro lado, proyectaba hacia nosotros un lomo: por ahí
íbamos a bajar. Pero antes habría que subir y, para ello, comenzamos por rodear
el edificio del CENEAM, para tomar...
... una
pista de tierra que, de la parte de atrás, sale al sureste y se interna en el
bosque. El camino estaba balizado con estacas, unas marcadas de verde y otras
de rojo.
Ascendimos
suavemente a través de un arbolado, al principio de robles y luego de pinos, en
el que abundaban ejemplares de buen porte.
Al cabo
de un ratito, llegamos a un cruce múltiple, con restos de trabajo maderero.
Giramos a la derecha (S), cruzamos por una pasarela el Arroyo de Peñalara y,...
... antes
de que el carril se empinara, tomamos el segundo de los caminos que salen a la
izquierda (SE). Ambos remontan, por su orilla correspondiente, un torrente
tributario del anterior; así pues, comenzamos...
...
llevando el cauce a la izquierda. Al principio, el carril estaba claro pero,
pronto, se fue difuminando hasta desvanecerse. Como la pendiente era suave y el
terreno, cómodo, mantuvimos la dirección y continuamos caminando, aprovechando
a veces difusas trazas que tan pronto aparecían como se desaparecían.
Buscando
siempre el paso cómodo, acabamos cruzamos el torrente. Luego, derivamos a la
izquierda (E),...
...
remontando y cruzando el lomo de ese lado, yendo a situarnos sobre otro
barranquillo, cuyo curso cruzamos. A continuación, giramos a la izquierda (N) y
lo seguimos un corto trecho en descenso, hasta...
... ir a
salir a una pista asfaltada. Pocos metros a nuestra derecha (SE), teníamos la
salida de una ramal de grava que subía al este y nos dirigimos a hacia él. La
nueva pista sube con una pendiente considerable, para el tipo de vía, trazando
lazadas a través del denso y bien desarrollado pinar.
Cuando
los árboles dejaban un hueco, podíamos apreciar que, casi sin sentir, habíamos
ganado cierta altitud; por ejemplo, ante esta vista de la Mujer Muerta sobre el
pinar de Valsaín.
Al poco
rato, pasamos ante un desvío a la derecha, que no tomamos: por ahí íbamos a
bajar más tarde. A continuación,...
...
pasamos frente a tres regatos, el último de los cuales es el Arroyo Peñalara,
que baja de la cara noroeste del pico.
Justo
después de dejarlo atrás, tomamos a la derecha (O) un carril empinado que sigue
su curso a cierta distancia.
La
pendiente remitió enseguida y dejamos de lado algún desvío de peor condición,
antes de llegar a otro claro con restos de trabajos donde desaparecía el
camino.
Para
entonces, el sol asomaba ya sobre la cresta y, entre los árboles, distinguíamos
la blanca ladera que se extiende por encima del bosque.
Como el
terreno continuaba siendo cómodo y teníamos la referencia del arroyo, no nos
preocupó la falta de senda y proseguimos con la remontada. Comenzamos siguiendo
la orilla derecha pero, cuando nos pareció conveniente, pasamos a la opuesta.
Andábamos
por los 1.850 m de altitud cuando vimos un hito a nuestra derecha (S), que
parecía señalar la entrada de un pasillo abierto en una masa de matorral.
Creímos que sería la senda horizontal que lleva al refugio de Majada Hambrienta
desde la subida al Puerto de los Neveros y lo tomamos. En realidad, esa senda
va más arriba y está mejor pero el estrecho paso abierto en el monte bajo nos
bastó para cruzarlo sin pelea e...
... ir a
salir del bosque a un prado con algunos pinitos todavía y arbustos dispersos,
dominado por la ladera nevada que íbamos buscando. De allí bajaba un arroyuelo
y, girando a la izquierda (SE), lo remontamos, dejando lejos a la derecha...
... el
refugio, detrás del cual se elevaba el lomo por el que dejaríamos la cumbre.
Frente a
nosotros, la cara noroeste, cortada por varios tubos. En el centro, había tres
que se unían en uno, el cual subía, en una falsa deriva a la derecha, fruto de
la perspectiva, hacia una poco definida cima aparente. Es el más directo y por
él íbamos a subir, así que continuamos caminando en la dirección que traíamos,...
...
remontando una suave rampa de pedrera, aprovechando pasillos de nieve. Ésta
estaba ya dura, aunque aún no helada.
La ligera
ganancia de altitud fue suficiente para contemplar a nuestra espalda cómo la
llanura mesetaria se extendía más allá de la Mujer Muerta y la loma de La
Camorca, a un lado, y el Moño de la Tía Andrea, al otro. Más cerca, el rellano
de las majadas Hambrienta y Aranguez, que acabábamos de dejar.
Nos
pusimos los crampones poco antes de alcanzar la cota 2.000, cuando el terreno
se empinó bruscamente. Durante los siguientes en 400 metros de desnivel, la
pendiente se mantuvo entre 30º y 40º, aproximándose a 45º en dos pequeñas
panzas cerca del final. Pero no adelantemos; de momento, tomamos el central de
los tres tubos de base, que nos dio mejor pinta y que se une con los otros...
... al
cabo de 60 m de pendiente regular de 30º de nieve ya muy dura.
El tubo
principal es algo más empinado, pasando los 35 º. En el lomo que llevábamos a
la derecha, vimos algún hito, creo que innecesario, pues si bien es abierto y
poco profundo, la curvatura del tubo es bastante clara. Pero las marcas nos
confirmaron que habíamos elegido la subida lógica (no es que fuera muy
difícil). La subida es tan regular y las condiciones de nieve eran tan buenas,
que...
... nos
pudimos dedicar a recrear la vista mientras subíamos a ritmo suave. A un lado,
la Mujer Muerta.
Al otro,
a la izquierda, se iba descubriendo el cordal de la Sierra de Guadarrama al
noreste, con el Alto del Morete destacado.
Hacia
media subida, nos encontramos varias placas de hielo, donde sólo penetraban las
puntas de los crampones. Para entonces, la vista abajo era ya muy atractiva
pues, si esta vertiente carece del carácter agreste de la madrileña, no le
falta encanto montañero.
Debíamos
andar por los 2.250 m cuando me di cuenta de que, a mi derecha, junto a la
Mujer Muerta, asomaban la cresta del Circo de Gredos y la Sierra de la
Paramera.
A partir
de ahí, en los últimos 150 m de tubo, la ladera se abomba y la pendiente
alcanza los 40º, al tiempo que íbamos encontrando la nieve más blanda.
A la
izquierda, aparte de ver ya los picos del Nevero y Regajo Alto, la aparición
del Cerro de los Claveles nos indicó la cercanía de la cresta.
Cerca de
los 2.350 m, pasamos un par de pancitas, de apenas un par de metros, en que la
pendiente rozó los 45º. La más baja, está a la altura de las piedras del centro
de la foto, que está sacada desde la más alta. Es la máxima dificultad de la
ruta.
Poco
después, al superar la cota 2.400, la pendiente remitió y vimos aparecer la
cumbre, y las primeras personas que veíamos en todo el día, muy cerca al otro lado de una suave rampa helada.
Antes de
llegar a ella, el Cerro de los Claveles presentaba este bonito aspecto, contra
el fondo del grupo del Puerto de Navafría y Ayllón. Incluso se llegaba a
distinguir la borrosa cresta del Urbión por encima de aquéllos. Nótense también
las dos caras del risco y el grupito de montañeros rodeándolo.
Al pisar
la cumbre de Peñalara, se extendió a nuestros pies el alto valle del Lozoya,
dominado por...
... la
Cuerda Larga, magnífica en toda su extensión. Más allá, por encima de la zona
al oeste (derecha) de las Cabezas de Hierro, otra sombra nebulosa en el
horizonte: los Montes de Toledo. Por cierto, que, curiosamente para la época y
lo despejado del día, no soplaba nada de viento y la tibieza del sol invitaba a
relajarse y pasar un buen rato en cumbre, sobre todo tas haber subido por la
umbría de la cara noroeste.
Siguiendo
con el giro a la derecha, al oeste, las crestas de Gredos las Parameras
llenaban el horizonte más allá de Abantos, Siete Picos, el Montón de Trigo y la
Mujer Muerta, entre otros montes del Guadarrama occidental.
Por
cierto que, por encima del Montón de Trigo, en Gredos, se llegaban a reconocer
bastantes cimas, de la Mira a la Plaza de Toros, pasando por el Almanzor, la
Galana y Cabeza Nevada entre otras.
Tras un
buen rato en cumbre, comenzamos la bajada, dirigiéndonos directamente al oeste,
a través de un anchísimo y suave lomo. Al llegar al borde de la meseta cimera,...
...
descubrimos, sobre el pinar de Valsaín, la continuación del mismo hasta un
rellano libre de nieve. Situado hacia los 2.200 m de altitud, desde allí...
... se
tiene cierta perspectiva de la cresta de Peñalara y su vertiente noroccidental.
Vimos los
hitos de la senda que va de Peña Citores a Majada Hambrienta, pero no la
tomamos. El lomo era ancho, de pendiente moderada y regular y estaba cubierto
de pasto, salpicado sólo de algunos cantos y matorral perfectamente evitables.
No siendo incómodo, decidimos seguir por lo alto, aunque cometimos error de
quitarnos los crampones: si nos hubiéramos asomado al borde del rellano,
hubiéramos visto que, más abajo, volvía a cubrirse de nieve y, aunque nos
apañamos metiendo cantos, hubiera sido mejor ir con pinchos. Buscando la nieve
más continua, derivamos a la derecha (NO).
Quedando
la terraza de Majada Hambrienta pronto atrás, se extendía bajo nosotros la
parte más alta del pinar y el Alto del Morete al fondo.
Al llegar
al límite del arbolado, nos encontramos ante una mediana pedrera. A fin de
pasarla por lo más corto, giramos a la izquierda (O), cortándola por su parte
superior y entrando...
... a
continuación en el pinar, donde nos encontramos el típico terreno despejado y
de pendiente suave bajo los árboles. Poco después, nos cortó el paso una pista
horizontal. La tomamos a la izquierda (SO) y,...
... poco
después, nos encontramos ante una bifurcación, donde giramos ahora a la derecha
(N). No tardamos en alcanzar un segundo cruce, éste conocido. Estábamos en la
pista de grava por la que subimos desde Navalesquilar; en el desvío previo a
los tres arroyos. Así pues, giramos a la izquierda (S) para...
...
proseguir el plácido descenso a través de un bosque iba ya dorándose con la luz
declinante del sol, aunque aún no eran las tres de la tarde.
Al dar
con la pista asfaltada, la tomamos a la derecha (NO) pero, en vez de seguir por
la ruta de subida, nos pareció mejor bajar por otro itinerario conocido, que
también tiene un corto tramo sin senda pero es más cómodo. Dejamos atrás el
lugar por donde salimos del pinar por la mañana y al cabo de 50 m desde el
cruce, justo antes de entrar en una curva a la derecha, dejamos la carretera
por la izquierda (NO), tomando una senda muy borrosa y estrecha que avanza
entre pinos y retama: es el pasillo entre los pinos que se ve salir en
divergencia con la pista.
El camino
bajaba suavemente por un lomo entre dos barrancos y, más adelante, se aclaró
bastante, pero no por mucho tiempo.
Pronto,
giró a la derecha y lo dejamos por la izquierda (SO), yendo a cruzar el
torrente de ese lado y remontando el corto lomo de la vertiente opuesta, al
otro lado del cual...
... el
terreno se suaviza. Bajando suavemente en la misma dirección (SO) que traíamos,
enseguida topamos con un carril, que tomamos a la derecha (O).
En pocos
minutos, desembocamos en otra pista conocida: aquélla por la que habíamos
cruzado por primera vez el Arroyo Peñalara esa mañana. Tomándola a la derecha
(N), salimos al cruce múltiple, donde giramos a la izquierda (NO).
Ahora ya
sí que sólo quedaba deshacer camino. Cuando los robles se fueron imponiendo a
los pinos, supimos que nos acercábamos al final y...
... no
tardó en aparecer el CENEAM, desde donde ahora, con la luz vespertina, se veía
mucho mejor Peñalara, así como el lomo por donde habíamos bajado y hasta el
trazo del tubo que habíamos seguido a través de la cara noroeste.
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