Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: El
aparcamiento que hay donde la carretera de Cotos cruza el Arroyo de la Laguna
no es el lugar ideal para ir a las Cabezas de Hierro, pero en invierno es más
tranquilo los fines de semana y una alternativa factible, que sólo alarga la
excursión en media hora (150 m de desnivel y 1,5 km más).
En la
vertiente norte de las Cabezas de Hierro te puedes complicar la vida lo que
quieras. Hay trazados difíciles (la cascada) y sin apenas dificultad (Tubo de
Las Cerradillas). Éste fue un intento de sacar más partido al sector, yendo más
a la derecha de los Pulmones, donde la montaña presenta una rampa de nieve
abierta y regular. El resultado es una subida fácil pero más prolongada y
sostenida que las del tubo norte propiamente dicho, pues esta ladera carece de
sus escalones. Siendo una ruta invernal, todo lo que digo está condicionado por
el estado y cantidad de la nieve, que nosotros encontramos excelente.
Por su
orientación, la posibilidad de encontrar en la cara NO placas de hielo
superficial, que ya es alta en todo el sector, es aún mayor. Estéticamente,
puede que sea un poco menos espectacular que el pasillo entre riscos del Tubo
Norte pero, por otro lado, la tranquilidad está garantizada. En suma, que se
trata de una alternativa tranquila a los itinerarios clásicos, para quien
quiera ver el entorno desde una perspectiva distinta. Por otro lado, es un
itinerario invernal fácil y poco expuesto, adecuado para iniciarse con los
pinchos sin asumir un riesgo excesivo pero sin renunciar a la emoción.
Mención
aparte merece la bajada: la loma proyectada al norte por la Cabeza Menor no es
un lugar de paso habitual pero carece de dificultades significativas y tiene la
mejor perspectiva que conozco de la vertiente norte de la Cabeza Mayor.
RELATO GRÁFICO:
Dejamos
el Aparcamiento del Arroyo de la Laguna descendiendo su curso, siguiendo una
traza de paso que encontramos en su ribera derecha, aunque poco más abajo
cambiamos de orilla.
Un
descenso suave y cómodo a través del pinar nos dejó ante la pista que recorre
el valle del Río Lozoya. La tomamos a la derecha (SO) y comenzamos a recuperar
altura aún más gradualmente, remontando primero dicho curso y, luego, su
afluente el Arroyo de las Cerradillas.
La nieve
se hizo continua ya antes de alcanzar los 1.600 m de altitud y su presencia,
combinada con la neblina húmeda que llenaba el fondo del valle, resultaba en un
ambiente entre melancólico y solemne, de esos que imponen silencio.
Siempre
siguiendo el carril principal, dejamos atrás varios desvíos en los que, si
hubiera dudas, unos postes con marcas del itinerario RV-1 ayudan a elegir el buen
camino.
Al llegar
al cruce del Arroyo de Entrecabezas, giramos a la izquierda (SE) y, ya...
... sin
senda, comenzamos a remontarlo, caminando a veces junto al cauce y...
... otras
separándonos un tanto, según nos parecía mejor. En realidad, en verano aquí hay
trazo pero la nieve lo había tapado. Por otra parte, a la vista está que no es
que haga mucha falta: bajo los pinos, el terreno es liso y despejado y la
pendiente, aunque se fue incrementando gradualmente, se mantuvo suave.
Cuando
salimos del bosque, vimos ante nosotros la cresta de las Cabezas de Hierro y,
bajo la misma, uno de los Pulmones; es decir, de los espolones que limitan el
Tubo Norte. Concretamente, se trataba del derecho y, más a la derecha aún, es
por donde íbamos a subir.
Enseguida
alcanzamos un rellano a 1.850 m de altitud, saliendo al tiempo del pinar y de
la niebla: si mirábamos atrás, los vapores todavía llenaban el valle, mientras
que...
... ante
nosotros, ya se había descubierto por completo el Tubo Norte. A la derecha,
veíamos también el lomo por donde bajaríamos, por hacer variado el recorrido.
De momento, continuamos ascendiendo a la derecha del eje del barranco,
dirigiéndonos en dirección al Tubo Norte, por suaves pendientes, que encontramos
ya heladas sin el cobijo de los árboles.
Diez
minutos después, al volvernos, vimos para nuestra sorpresa cómo el valle y
Peñalara se habían despejado con una rapidez inusitada.
Entramos
en la vaguada de Entrecabezas atravesando pendientes laterales superiores a
30º, siempre con la referencia del tubo que, a esas alturas se iba llenando de
gente. Razón de más para ir más a la derecha: una ruta de características
similares pero mucho más tranquila. Luego descubrimos además que su pendiente
es más regular, pues no presenta los pequeños resaltes de los trazados clásicos
entre los Pulmones.
Para
entonces, Peñalara se había despejado del todo.
Tras
pasar ante la boca del Tubo Norte, ganamos algo de altura bajo el espolón derecho
hasta...
...
descubrir la cara NO, que se presentaba como una pala limpia y abierta. Girando
a la izquierda, la atacamos de frente y, tras un inicio en torno a 30º, la
pendiente fue aumentando hasta llegar a 40º a la altura de la base del espolón,
inclinación que se mantendría durante unos 100 m de desnivel.
Pese a no
estar entre ellos, la vista de los Pulmones a la izquierda también era
impresionante desde aquí.
Al otro
lado, más allá del pequeño circo inmaculado donde estábamos, se fue
descubriendo la Mujer Muerta. En suma, un bello entorno para una subida
agradable y fácil: no tuvimos que usar en ningún momento ni el pico del piolet
ni la técnica de puntas. El tramo más empinado acabó...
... con
el espolón, cuya parte superior ponía un marco alpino a Peñalara.
Al otro
lado, la Cabeza Menor comenzó a asomar, anunciando la cercanía de la cresta.
A
continuación, derivamos muy ligeramente a la izquierda y atravesamos la boca
superior del Tubo Norte y...
...
pudimos ver, por encima del Pulmón izquierdo, la monótona cuerda principal del
Guadarrama, cortada por el Puerto de Navafría.
Nos
quedaba superar 150 m de desnivel por una pendiente inmaculada, regular y más
suave que lo anterior: ya sólo se sobrepasaría por poco los 30º. Según la
superábamos, fueron asomando los riscos cimeros (la cumbre es el de la
izquierda), barridos por una ligera ventisca.
A la
derecha, veíamos ya el edifico de la Bola del Mundo, Valdemarín, parte de los Siete
Picos y la Mujer Muerta.
Para
cuando se descubrió del todo la cresta, empezamos a converger con los que
salían del Tubo Norte. Al tiempo, la pendiente fue disminuyendo paulatinamente
hasta...
... la
cumbre de las Cabezas de Hierro. Encontramos el hito, más que escarchado, casi
enterrado en una gran masa de hielo. Pocas veces he visto tanto acumulado aquí.
Al sur,
la bruma invadía el Pie de Monte madrileño. Hacia la derecha, aún se veían las
Maliciosas y la Cuerda de los Porrones pero, más allá, la Sierra de Hoyo de
Manzanares y la Cabeza Mediana eran sólo siluetas turbias.
Hacia el
otro lado, el contraluz dejaba distinguir sólo los perfiles en la Pedriza y,
detrás, la regular geometría del Cerro de San Pedro.
Al este,
se extendía la parte más ancha y monótona de la Cuerda Larga: el Collado de las
Zorras hasta el Asómate de Hoyos.
Siguiendo
con el giro, al norte, por encima de la vertiente por donde habíamos llegado,
la Mujer Muerta, Peñalara, el sector del Nevero, Reajo Alto y hasta el Tres
Provincias, ya en Ayllón, llenaban el horizonte.
Al
suroeste, una perspectiva clásica, realzada por la abundancia de nieve:
Maliciosa, Cabeza Menor, Guarramillas y Valdemarín, confundidos por la
blancura. Más allá, llegaban a verse Cueva Valiente y la cresta de Siete Picos.
Hacia ese lado emprendimos el regreso caminando por la cuerda.
Poco
antes de llegar al collado de Entrecabezas, nos desviamos a la derecha (O)
para, aprovechando lo regular de la blanca alfombra que pisábamos, atajar
directamente hacia una collada en la loma septentrional de la Cabeza Menor.
Por ahí
se pasa al circo de Las Cerradillas, que se puede considerar la ruta normal.
Pero no bajaríamos por él sino que, tras echar un vistazo de despedida a la
Cabeza Mayor,...
...
giramos a la derecha (N) para seguir el lomo propiamente dicho. Primeramente,
éste se presentó ancho y suave.
Luego,
aparecieron unos riscos afilados en la cuerda, que nosotros rodeamos por la
derecha; es decir, del lado de la vaguada de Entrecabezas, por pendientes entre
30 y 35º durante unos 100 m de desnivel.
Enfrente,
a la derecha, la vista sobre el Tubo Norte era estupenda; creo que es su mejor
ángulo. Así que nos alegramos de haber tomado esta alternativa de bajada, pues
es poco usada; yo mismo nunca había pasado por lo alto de esta loma, siendo lo
normal bajar o por la Vaguada de Entrecabezas o por las Cerradillas. También se
veía muy bien la pala por donde habíamos subido, con la sombra marcando las
pendientes... y sí que forma algo de tubo, de lo que no habíamos sido
conscientes al subir.
Y también
tenían su encanto los risquitos de este lomo.
La
pendiente fue disminuyendo según nos acercábamos a los primeros pinos y descubrimos
algo más abajo aquel rellano donde salimos del bosque y desde el que habíamos
visto por primera vez las Cabezas de Hierro.
Antes de
entrar entre los árboles, echamos una última ojeada a la loma de bajada y...
... al
Tubo Norte sobre la vaguada de Entrecabezas.
Ya sólo
nos quedó deshacer camino: bajar a través del pinar, por terreno cada vez más
suave hasta...
... dar
con la pista del valle del Lozoya, desde la que nos regalamos la vista con esta
perspectiva de un glacial Cerro de Valdemarín enmarcado de verde.
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