Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Excursión
larga y variada, que combina un cresteo panorámico con una larga caminata a
través de uno de los bosques más bonitos del centro de la Península. Sólo el
tramo de cuerda entre las Dos Hermanas y la altura de la Laguna de los Pájaros
es tan frecuentada como es de esperar en el Guadarrama. El resto va a ser
relativamente solitario y bastante original, pese a la existencia de buenos
caminos, pues pocos optan hoy por una ascensión que casi dobla en esfuerzo a
las rutas que parten del Puerto de Cotos, y esta alternativa resulta menos
habitual aún que las que salen de La Granja. Resulta especialmente adecuada en
tiempo caluroso, pues, saliendo bien temprano, la subida transcurrirá en la
umbría de la vertiente noroeste y, tras el cresteo, estaremos de vuelta a la
sombra de los pinos antes de que el sol apriete de verdad.
Respecto a la
dificultad, todo el itinerario va por buenos caminos y no hay tramos empinados,
excepto la cresta entre Peñalara y Los Claveles. Éste, con la roca seca, no
presenta dificultades o riesgos reseñables, aunque el ir triscando por los
bloques puede ser incómodo para quien no esté habituado. Se puede evitar
pasando al pie del crestón por la vertiente segoviana. Respecto al atajo que, a
la bajada, evita llegar al collado del Moño de la Tía Andrea para tomar la
pista, puede seguirse por el sendero, incrementando la excursión en unos 3 km.
RELATO GRÁFICO:
Desde el
aparcamiento del Puente de la Cantina, todavía en sombra, se veía sobre los
pinos la cumbre del Montón de Trigo iluminada por el sol, junto a la luna aún
presente en el cielo.
Comencé a
caminar por una pista cerrada con cancela que sale a la izquierda de la fuente
que allí hay y avanza en dirección noroeste a través del pinar. Enseguida, tomé
el segundo desvío que se encuentra a la derecha (NE): un carril empinado, el
cual no tardó en…
…
transformarse en una senda estrecha pero clara. Señalizada con hitos, por ella
remonté el lomo de La Solana, que cae de Peña Citores. Tras ganar unos 150 m de
desnivel entre pinos y robles, salía a…
… un
claro desde el que se dominaba, al suroeste, el gran cuenco boscoso que forman
las crestas de Siete Picos y el Montón de Trigo. También la Mujer Muerta
asomaba entre éste y la Camorca.
El
siguiente hito de la subida, unos 50 m más arriba, es una pista asfaltada; por
ella aparecería al bajar de Peñalara. Ahora, la crucé, derivando una treintena
de metros a la izquierda (N) para continuar la remontada por...
… la
senda, a cuya salida del carril vi unas marcas de pintura roja en los árboles.
Más arriba, encontraría unas pocas señales más, escasas y borrosas. De todas
formas, el trazo era tan claro que resultaba innecesario el refuerzo, salvo al
paso por algún claro.
Pasados
los 1.700 m de altitud, llegué a un claro, cerca de la Fuente de los Ceniceros.
A partir de ahí, el bosque iría aclarando y e irían abundando los canchos.
A mi
derecha, descubrí las Guarramillas sobre el Puerto de Navacerrada, iluminados
por el sol, lo mismo que,…
… si
miraba atrás, el Montón de Trigo y la Mujer Muerta. Sólo esta ladera parecía
permanecer en sombra, afortunadamente. Aunque el terreno era ahora más movido,
la senda me llevó con comodidad, rodeando los peñascos por un traza libre de
obstáculos.
La luz me
alcanzó en un rellano, marcado con la cota 1.909, al pie del Mirador del
Cancho. Superando la subida a éste,...
… me
asomé a la vertiente norte y pude ver, por primera vez en el día, la
amarillenta llanura, y en medio la ciudad de Segovia, más allá del verdor de
las faldas serranas.
En el
Mirador del Cancho, hay una minúscula caseta en la punta misma del espolón.
Desde allí se dominan los pinares de Valsaín y las crestas circundantes, del
Puerto de Navacerrada a la Mujer Muerta.
Aquí vino
un tramo de menor pendiente y apareció Peñalara, a la izquierda de la Peña
Citores, hacia donde me dirigía en primer lugar. Los árboles quedaron atrás y
la retama florecida dominaba el paisaje. Menos mal que aún eran apenas las
nueve de la mañana; en un par de horas, no habrá quien camine por aquí
impunemente.
A mi
izquierda, bajo la cumbre, veía la suave bajada de la sierra hacia el pie de
monte segoviano, donde se distinguían los tejados de La Granja en el borde
mismo del pinar.
Al otro
lado, se iba descubriendo la Cuerda Larga y ya eran visibles las Cabezas de
Hierro.
Al llegar
a lo alto de Peña Citores, pude ver ya todo lo que quedaba de ascensión: la
ligera bajada al collado; la rampa hasta las Dos Hermanas, marcada por una
torrentera, y la cresta hasta Peñalara.
Desde la
horcada entre las Dos Hermanas, donde gané la cuerda, de veía atrás la florida
Peña Citores contrastando contra el fondo oscuro de la Mujer Muerta. A la
izquierda, por el boquete de la Fuenfría asomaban la Peña del Águila y la
Sierra de Malagón.
Tomé la
ancha cuerda a la izquierda (NE), incorporándome a la vía normal, y a la
habitual caravana que circula por ella cualquier día no laborable con buen
tiempo. Sorteada la Hermana Mayor por el lado segoviana,...
... me
asomé al collado subsiguiente para contemplar a mis pies la Laguna Grande y, en
el horizonte, las siluetas de la Najarra, el Cerro de la Genciana y el
Mondalindo.
La subida
final hasta la cumbre es un ancho lomo, de pendiente y curvatura regulares, que
está recorrido por una gran traza pedregosa que corta el pasto ralo que lo
cubre. Como se puede ver, la ascensión al techo del Guadarrama, en verano, no
presenta la menor dificultad y es físicamente llevadera.
Si había
hecho el último tramo de ascensión en compañía, en el cancho cimero de Peñalara
me esperaba un verdadero gentío.
Desde la
cumbre, la meseta al noroeste era una extensión amarillenta que se difuminaba
hasta perderse en la distancia brumosa.
Girándome
a la izquierda, al norte del cordal se desprendía Peña Citores, por donde había
llegado. Detrás, se desplegaban al fondo, entre otros, el Monte Abantos, Siete
Picos, Cueva Valiente, el Montón de Trigo y la Mujer Muerta.
Al otro lado
de la cresta, más allá de las empinadas vertientes del Circo de Peñalara, la
Cuerda Larga en toda su longitud, del puerto de la Morcuera al de Navacerrada.
En medio, las Cabezas de Hierro mostraban, como un embudo, su famoso tubo
norte.
Siguiendo
con la vuelta, al nordeste, sobre la cuenca de las Cinco Lagunas, corría el
Valle de Lozoya, donde brillaba el Embalse de Pinilla bajo el Nevero y el Reajo
Alto, a un lado, y las sierras del Hontanar y la Morcuera al otro. Al fondo,
las montañas de Ayllón eran sólo una sombra imprecisa.
Estuve
poco rato en cumbre pues no quería que el calor me alcanzara antes de estar de
vuelta bajo los árboles y, además, si iba a hacer una parada larga para
almorzar, prefería buscar un lugar más tranquilo. Para regresar al Puente de la
cantina por otro camino, comencé por seguir recorriendo la cresta al nordeste,
hacia el Cerro de los Claveles. Tras una corta y suave bajada por lomo, durante
la cual...
... pude
ver de cerca, a mi derecha, los oscuros contrafuertes que forman algunos de los
famosos tubos de Peñalara. Éste concretamente, que aparece junto a Cabezas de
Hierro, es el Encajonado, quizá el más renombrado de esta vertiente de
Claveles.
Así
llegué a la famosa arista de bloques que, en realidad, estando la roca seca,
carece de dificultad objetiva y...
...
tampoco resulta expuesta, salvo en un punto o dos. Si bien el piso es muy
irregular, los cantos son muy estables y los pasé caminando prácticamente de
inicio a fin. Aun así, si alguien encontrara el paso por la cresta
inconveniente, se puede pasar unos metros por debajo, por la pedrera del lado
norte; pero es más incómodo pues ésa sí que se mueve.
Pasada la
cima del Cerro de los Claveles, a los pocos metros, me dejé caer a la izquierda
(NO), por el segundo corte que baja a ese lado, marcado con unas borrosas
señales de PR. Se trata de...
... un
corto diedro muy abierto e inclinado (I) de roca sólida, de unos cinco metros.
Ahora, las nuevas balizas marcan la bajada un poco más adelante en la cresta;
en mi opinión, esta vieja opción es más cómoda por la firmeza de la roca y,
aunque hay que poner las manos, es sumamente fácil.
En fin;
al pie de la cresta arranca un trazo que devolvió a la cuerda y me llevó hacia
la siguiente prominencia, pasada la cual...
... bajé
hacia la cota 2.266 del mapa. Al pie de la misma hay una bonita perspectiva del
Cerro de los Claveles y las negras paredes del Risco de los Pájaros.
A
continuación pasé por encima de la Laguna de los Pájaros y, sin llegar a ella,
dejé la senda por la izquierda (N), para...
...
dirigirme por la anchísima loma hacia el Puerto de los Neveros, caminando sin
senda pero por terreno cómodo entre los arbustos.
Poco
después, volvía topar con el camino balizado, al que me incorporé para seguir
cresteando. A cierta distancia de los riscos, merece la pena volverse para
disfrutar de una de las perspectivas más bonitas que presenta el Guadarrama en
primavera: el contraste del crestón, oscuro y agreste, con la brillante retama
florecida.
Poco
después llegué al Puerto de los Neveros, donde giré a la izquierda (NO), por...
... una
senda marcada con hitos y pintura (PR), que corta el monte bajo llevando a la
izquierda la vaguada que se transformará en el Arroyo de la Chorranca.
No tardé
en llegar al límite de los árboles. Justo a tiempo, pues eran las doce y el sol
había empezado a pegar de lo lindo, sobre todo cuando, al dejar la cuerda, dejó
de llegarme el viento. Tras un corto trecho a la sombra, salí a...
... un
claro hacia los 1.900 m de altitud, desde donde pude ver la cresta de Peñalara
a mi izquierda,...
... la
Mujer Muerta delante y...
... la
Granja, bajo el Moño de la Tía Andrea y el Pinar de Oquendo.
A
continuación, volví bajo los pinos, que empezaban ya a tener un buen porte, al
tiempo que la senda fue sustituida por un camino bastante ancho bien
acondicionado.
El
siguiente claro, no muy grande y donde un cartel prohíbe recoger setas por
libre, es el llamado Esquinazo. A la izquierda del camino, unas piedras en
medio de la hierba es lo que queda de un hito que hubo en tiempos y que marcaba
el atajo para alcanzar la pista asfaltada que recorre el pinar más abajo sin
necesidad de dar un rodea de 3 km hasta la base del Moño de la Tía Andrea. Hoy,
el trazo no existe pero el terreno es fácil y merece la pena, así que dejé el
camino por ese lado (SO) y me introduje en el pinar.
El suelo
está despejado bajo los pinos y, por suave pendiente, perdí unos 50 m de
desnivel hasta dar con un carril. Lo tomé a la derecha (O) y lo seguí hasta...
... una
segunda bifurcación, donde continué también por la derecha (NO).
Muy
pronto llegué al tercer cruce y, esta vez, giré a la izquierda (O), pero
para...
... dejar
el camino apenas 30 m después, cuando hace una curva a la derecha, entrando en
el pinar a la izquierda (S). Atravesándolo más o menos en recto, fui perdiendo
altura suavemente hasta...
... topar
con una pista asfaltada, que tomé a la izquierda (SE).
Esta
carretera forestal está cerrada al tráfico y recorre esta vertiente de la
sierra a la sombra de los pinos que, además, presentan aquí un porte magnífico.
Una gozada para caminantes, y no digo para ciclistas. Ojo, que alguno puede
bajar más que alegre.
Aunque
aparentemente llana, la pista sube y baja todo el rato: según el GPS, el
“descenso” incluyó, a partir de la llegada al asfalto, 300 m de subida en 10
km. Por lo demás, la monotonía forestal era rota, de vez en cuando, por el
cruce de un torrente o...
... la
fugaz aparición entre los árboles de alguna montaña vecina, como la Mujer
Muerta.
Al cabo
del rato, dejé a la izquierda el desvío que sube hacia Majada Hambrienta y...
... poco
después llegué a una encrucijada en Navalesquilar, donde giré a la izquierda
(S).
Durante
un trecho, pasé a remontar el Arroyo de Navalasviudas, cuyos saltos veía a mi
derecha entre los pinos, antes de cruzarlo por el Puente de los Quebrados.
La pista
seguía la misma tónica y, durante este tramo hasta el Puente de Valdeclemente,
pasé de largo ante varios desvíos de tierra.
Sin más
que señalar, llegué a la ladera de la Solana y al punto donde esa mañana, a
poco de comenzar la ascensión, había cruzado esta pista. Allí, giré a la
derecha (SO) para deshacer el camino de ida.
El
sendero, en sus primeros metros desde el carril, no presenta traza pero está
marcado con algunos hitos que ayudan a localizarlo, además de la referencia de
apuntar justo al Montón de Trigo. Poco después llegaba al Puente de la Cantina.
Al salir a su explanada asfaltada a las tres y media de la tarde, todos los
grados del termómetro estaban desplomándose sobre la tierra. Pero, bajo los
pinos, no había sido consciente; y es que no hay como un buen bosque para estos
calores.
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