Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Excursión muy
larga pero carente prácticamente de dificultad; sólo hay que pisar un poco de pedrera.
Su principal atractivo es el largo cresteo panorámico, aunque también es bonita
la bajada siguiendo el río de Cady. Atacar desde el Col de Jou y bajar en el
día hace la ruta un poco más larga de lo que considero recomendable para
disfrutar de la montaña con calma. Pero, además de subir con el coche a
Mariailles si volvieran a abrir la pista, cabe dividir la jornada cómodamente
haciendo noche en el refugio o en alguna de las cabañas cercanas. Para hacerse
una idea, desde el Col de Jou al refugio hay 600 m de desnivel y unos 5 km, en
los que empleé hora y media en subida y una en bajada.
RELATO GRÁFICO:
Desde el
Col de Jou, se veía el sol iluminar el Macizo de Madrès, al otro lado de un
brumoso valle de Conflent.
Pero
enseguida se acabó el panorama: la pista que sale del aparcamiento hacia el
Refuge de Mariailles...
...
transcurre a través del bosque. Enseguida, me encontré ante una bifurcación y,
siguiendo las indicaciones de un cartel, giré a la izquierda (N) para ascender
por pendientes moderadas pero sostenidas. El carril va haciendo grandes
lazadas, algunas de las cuales tienen atajos pero, por suavizar la subida, no
los tomé.
Sólo
ocasionalmente, un hueco en el ramaje me dejaba ver algo más allá. Como aquí,
al noreste, unas modestas colinas sobresaliendo de la niebla.
Hacia
arriba, el cielo estaba totalmente despejado. La visión de las crestas de
Quazemi y Sept Hommes anunció la cercanía de Mariailles.
Poco
después, dejé a la izquierda el desvío que va al refugio y la pista salió del
bosque en lo alto de un lomo, más allá del cual se apreciaba el tajo de Cady
por Quazemi de Salt, Puig Sec, Roc Negre y Tres Vents; es decir, que se ya
veían casi todos los picos importantes del macizo, pero no el propio Canigó.
Volviéndome
al noroeste, eran visibles en el horizonte las crestas de los macizos del
Carlit y Madrès.
En el
lomo, el carril hace una curva a la derecha, a cuya salida arranca a la
izquierda (S) una pista que un cartel indica a Pla Guillem. La tomé y...
... en
cuanto cogí unos metros de distancia con el cruce, al volverme pude apreciar,
más allá de uno de las cabañas forestales, los espectaculares roquedos que
dominan la garganta por donde discurre el Cady.
A
continuación, entré en un breve tramo boscoso, del que salí a los prados de la
Llipodera. Al fondo, se podía apreciar la Collade de la Roquette, donde
comenzaría el largo cresteo, objeto principal de la jornada.
Cuando la
pista había girado para tomar dirección sureste, al pasar a la altura de una
rústica cabaña que quedaba abajo a mi izquierda, pude ver al otro lado (SO) un
hito y una marca de GR en una piedra, separados del camino pero destacados, y
dejé el carril para dirigirme hacia ellos. Al principio el trazo apenas se
dibujaba en la hierba pero...
... fue
aclarándose a medida que subía. Más arriba, crucé la pista que, luego, me volví
a encontrar en la misma Collade de la Roquette.
Cuando
alcancé la horcada, surgieron al otro lado las montañas ripollesas, con el
Bastiments bien destacado, sobresaliendo del lomo verde del Pomerole.
A mi
espalda, sobre la vaguada que acababa de remontar, se alzaba la mole ingente de
Sept Hommes, cuya cima me alcanzaría rodeando la cabecera del valle por la
cuerda.
Para
ello, giré a la izquierda (SE) y comencé a seguir la loma, pero no por la pista
sino por una senda balizada (GR), que arrancaba en plena divisoria cruzando un
portillo entre los árboles más cercanos.
Notable
es la vista cuando la senda contornea por el oeste el Pic de la Roquette: las
crestas del Ripollès y del Carlit, donde...
...
destacaban el propio Carlit, los Perics y el Roc Blanc.
Más a la derecha aún, Madrès y Dourmidou.
Tras el
flanqueo, salí al lomo, al tiempo que quedaban atrás los últimos árboles, cerca
del refugio de Pla Guillem y frente a la cresta de Sept Hommes.
Mirando
atrás, hacia las crestas del Ripollès y sus satélites, me di cuenta de que
asomaba ahora…
… la
atractiva silueta del Gra de Fajol, junto al Bastiments y el Pic de la Dona.
Pasé
junto al refugio y, dejando de lado una pequeña prominencia herbosa, me
encontré ante los extensos prados del Pla Guillem, limitados al fondo por la divisoria
del macizo. Derivando a la izquierda (E), me dirigí en derechura hacia la
ligera depresión del Coll dels Bocacers.
Según me
iba acercando, fui descubriendo el ancho lomo por donde iba a subir a Sept
Hommes, más empinado que lo superado hasta entonces, pero no en mucho.
Al llegar
a la cresta, puede ver al sur, más allá de una verde cresta cercana, las
siluetas a contraluz de las montañas de las montañas de la Garrotxa, con los
picos de Bassegoda y Comanegra reconocibles. La tomé a la izquierda (NE), y…
… tras
rodear por la derecha una pequeña prominencia, llegué al verdadero Coll del
Bocacers y acometí la remontada del lomo hacia la cresta de Sept Hommes. A
partir de la horcada, marcas de pintura blanca y amarilla e hitos me guiaron…
… por una
estupenda traza, que hace la subida muy cómoda. Mirando atrás, junto a crestas
ya vistas y sobre el Pla Guillem, podía ver ahora el Costabona, casi alineado
con el más cercano Puig de la Collada Verda.
La
preponderancia de la pedrera sobre la hierba me anunció la cercanía de la
cresta, que...
… alcancé
directamente en el Pic des Sept Hommes. Al otro lado, al norte, descubrí la
cumbre del macizo; el impresionante Pic du Canigou, enmarcado por Quazemi,
Barbet y Puig Sec.
Al
noroeste, se extendían en el horizonte los macizos del Carlit y Madrès, más
allá de la caída de la cresta.
Al
suroeste, el Pla Guillem se mostraba ahora en toda su extensión, bajo el
Costabona, Bastiments y el cónico Gallinas.
Al
sureste, sobre el alto Vallespir, la bruma dejaba poco que ver, aparte de la
masa aislada del Puig de Bassegoda.
Proseguí
por la ancha y suave cresta, cubierta a media de hierba y cantos, hacia el Puig
Roja, siguiente pico de la jornada. Tras una antecima,...
…
traspuse el modesto Pic de Bassibès. Aunque algún cancho interrumpe la
regularidad del lomo verde, una senda facilitaba el paso cómodo. A media
remontada de la ladera del Puig Roja, volviéndose…
… hay una
buena perspectiva de la cresta des Sept Hommes.
Al llegar
al entorno de cumbre y disminuir la pendiente, descubrí al otro lado la cumbre
de la jornada: el Puig des Tres Vents, culminando una larga loma pedregosa
desgajada al sur del cordal principal.
A mi
izquierda, una cúpula herbosa parecía la cima pero no lo es. El punto más alto
está un poco más allá, en una doble punta pedregosa, que alcancé rodeando la
prominencia previa.
La vista
más notable desde el Puig de Roja es la del Canigó rodeado de sus satélites más
cercanos, mostrando la vertiente de La Cheminée, que, así sin más, se llama el
paso por donde se accede a la cumbre habitualmente por este lado. Resulta
incluso sorprendente este pequeño enclave alpino tan al este.
A la
izquierda, el terreno cae rápidamente hacia el Cady y me fijé en un llamativo
roquedo, que es precisamente el que domina Mariailles.
Las
laderas del Tres Vents eran ahora totalmente visibles, más allá del hoyo de
Coumelade, donde persistía uno de los poquísimos neveros que quedaban con…
… un
bonito charco de fusión.
La bajada
del Puig Roja al noreste es una arista más fina, empinada y rocosa que el
terreno previo…
… aunque
el trazo y los hitos permiten un descenso cómodo y relajado. Tras un collado,
una breve subida, que vuelve a transcurrir por suave lomo verde, me llevó a la
anónima cota 2.652.
A mi
derecha, se deslizaba suave y desolada la cabecera de Coumelade.
A
continuación, pasé la Porteille des Tres Vents y ascendí al Puig des Gourgs,
donde la cresta vira al este.
Desde
allí, descubrí los Gours de Cady, que realzaban la vista del Canigó. Siguiendo
la cadena de laguitos iba bajar más tarde, después de…
…
descender la agreste arista que cae al norte de la antecima oeste del Tres
Vents, y que podía ver también a la izquierda de la cuerda que seguía, su
perfil destacado contra la ladera soleada del Puig del Roc Negre.
Para
llegar a la antecima de marras, me esperaba un lomo empinado y pedregoso pero
sin dificultad. Allí giré a la derecha (SE) para…
…
recorrer la cresta secundaria, más tendida, en que se eleva la cumbre del Tres
Vents.
Desde el
Puig des Tres Vents, se ve al nordeste la Serra del Roc Negre, coronada por el pico
homónimo.
Al
sureste, la loma pedregosa baja gradual hacia un panorama brumoso.
Al oeste,
poco se distinguía más allá del Puig Roja.
Al norte,
el Canigou asomaba por el boquete de la Porteille de Leca, adonde tocaba
dirigirme. Tras volver a la antecima oeste, giré a la derecha (NE) y…
… retomé
el cordal principal. La bajada se presenta empinada y agreste, pero…
… los
hitos me guiaron, siempre a la izquierda de la arista, por pasos sumamente
fáciles.
Lo que no
quitaba que en algunos sitios encontrara impresionantes perspectivas, como ésta
del Puig del Roc Negre entre agujas,…
… o esta
otra, mirando atrás a punto de llegar a…
… la
Porteille de Leca. Allí abandoné la cresta, para bajar a la izquierda (NO),
por…
… un
terreno mixto de hierba y pedreras, que se desliza, con considerable pendiente,
hacia los más altos de los Gourgs de Cady. Pese a la pinta,...
… tampoco
la bajada fue incómoda, resuelta la búsqueda del paso bueno por los hitos, y
contando con algún nevero por el que dulcificar aún más el descenso.
Al llegar
al más alto de los lagos, crucé el torrente que lo alimenta y lo bordeé por su
orilla nororiental (derecha). Pasada…
… la
pequeña masa de agua, hay una buena perspectiva de la ladera que acababa de
descender.
Con el
Canigó en los ojos, fui descendiendo entre los ibones, guiado por los hitos y
por terreno suave, cada vez más verde y menos pedregoso. Éste lo rodeé, por
ejemplo, lo rodeé por la derecha y…
… este
otro, al pie del Puig del Roc Negre, por la izquierda.
Poco a
poco, se fue descubriendo el valle del Cady, con el fondo brumoso de las
crestas del macizo del Puigmal.
Al pasar
junto al más bajo de los lagos, dejé atrás el circo del Canigó o Conque du Pic
(así sin más).
La vista
era de todas formas impresionante en cualquier dirección. A mi izquierda, el
Pic des Gourgs, espolón desprendido del Tres Vents, impedía distinguir esa
cumbre.
Atrás, el
Puig del Roc Negre aparecía rodeado de crestas de aspecto recortado (para ser
el Pirineo Oriental, claro). A partir de ese último ibón,...
… seguí
un corto trecho el torrente de desagüe, hasta un cambio de pendiente, a partir
del cual…
… el
valle se abrió y apareció, abajo y a la derecha, el brillo del tejado del
Refuge Arago, hacia donde me dirigía. Así pues, me fui alejando a la derecha
del cauce,…
…
cruzando la ladera herbosa, hasta que...
…
convergí con el camino (GR) que sube hacia el Canigou desde Mariailles. A la
vista de las crestas de Puig Roja y Sept Hommes, lo tomé a la izquierda (SO) y…
… tras
pasar junto al Refuge Arago, llegué enseguida al límite del arbolado.
A
continuación, giré a la izquierda (SE) en un cruce, perfectamente señalizado.
Poco
después, vadeé el Río Cady por cuya…
…
vertiente izquierda transcurriría el resto del descenso hasta Mariailles.
El
característico roquedo que lo domina me anunció su cercanía.
Pronto
pasé junto al refugio forestal y llegué…
… al lomo
donde esa mañana me había desviado para remontar el valle de la Llipodère. Allí
me volví para despedirme de las crestas del macizo. No se llegaba a ver el Puig
des Tres Vents, pero sí el de Gourgs.
A
continuación, me volví para descender por la pista al Col de Jou. En la bajada,
sí que usé alguno de los atajos, aunque no sé hasta qué punto se llega a horrar
mucho tiempo, pues las condiciones del camino son peores.
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