Tras aparcar en la
plazuela junto a la iglesia de Alós d’Isil, tomé la calle que sale frente a la
fachada del templo y...
... la fui siguiendo hasta el extremo oriental del caserío, de donde sale un camino empedrado, marcado con trazos amarillos, que...
... remonta el Barranco de Moredo por su orilla izquierda, al principio entre densa vegetación.
Más arriba, ya transformado en senda, sale a unos prados bastante por encima del cauce, desde donde se veía ya el Pic de Qüenca, contrastando su palidez caliza con el verdor del valle. También, fijándose un poco a la derecha de la peña, se distinguían los tejados de las Bordes de Moredo, fin de la primera parte de la ascensión.
Durante la subida, pasé
por varias bifurcaciones, todas indudables, salvo ésta, situada hacia los 1.500
m de altitud. El camino bueno es por la izquierda, el ramal más estrecho y que
baja; tras probar por ambos, la reaparición de las marcas amarillas unos metros
más adelante, me lo confirmó.
La senda volvió a
acercarse al cauce y a transcurrir por la sombra antes de...
... salir definitivamente
del bosque, en un gran prado junto a las Bordes de Moredo, desde donde,
volviéndome, podía ya contemplar la vertiente de Estanyardo y el Mont Roig a la
izquierda, en el macizo homónimo.
Al fondo del rellano, me
encontré con el carril de acceso a las bordas y lo tomé a la izquierda (SO),
llevando delante, de nuevo el Pic de Qüenca; ya empecé por aquí a pensar que
podría dar un buen recorte a la ruta sin sacrificar nada, subiendo directamente
hacia la cima aparente (luego, resultó no serlo), a través de esta vertiente
oriental.
Antes, me topé con una
pista, que por aquí está ya en excelente estado. Es la prolongación de la de
Lapre y la tomé a la derecha (O), para continuar remontando la ladera...
... en amplias y cómodas lazadas. Aunque el tramo es largo, las vistas impiden que se llegue a hacer monótono. Sobre todo, al otro lado del valle del Noguera Pallaresa, donde se alzaba...
... el Mont Roig, cada vez más tremendo.
Al acercarme al Pic de Qüenca, fui decidiéndome por la subida directa y puliendo la idea: el gran lomo de hierba que se ve me permitiría un cómo acceso al roquedo superior.
La pista acaba cerca de la cota 2.000, junto al cauce del Barranco de Moredo. Continué, girando a la izquierda (SO), por...
... un camino más deteriorado y, sobre todo, con pinta de poco uso, que corta en horizontal la ladera del Clot d’Escorralets. Desde aquí, vi el nacimiento de un torrente anónimo, pocos metros por encima de la vereda; pensé que sería un buen acceso al lomo de hierba que cae del centro de la cara este y que, ahora, veía de perfil.
Antes, hube de vadear el Barranco de Moredo; el cruce exige dar un par de saltitos, pero no es de los malos. Luego, pasé por una bifurcación, a la que volvería luego de bajada, manteniéndome en suave ascenso por la derecha (S).
Desde aquí, el macizo del Mont Roig, mostraba ya buena parte de sus crestas. También se veía una manta de nubes pugnando por rebasar la divisoria pirenaica más al oeste, por donde la curva del Noguera. Afortunadamente, ahí se quedó, pero, por si acaso, la fui vigilando.
En fin, al llegar al
torrente anónimo, dejé la vereda por la derecha, para remontarlo hasta el
nacedero y, luego, alcanzar por la hierba...
... este lomo medianero de la cara este, ancho y de pendiente moderada al principio, que permitía evitar con comodidad las primeras barreras rocosas. La subida es sumamente cómoda, pero conviene tomársela con tranquilidad: desde aquí, aún quedaban 500 m de desnivel hasta la cima.
A mi izquierda, podía ver el perfil del Serrat d’Escala Grau, por donde se suele ascender a este monte. La pendiente es similar.
Al otro lado, se iba descubriendo el Pic de Moredo; no aún la cima, sino un espolón (2.595) que proyecta al suroeste.
Y atrás, sobre la pendiente superada, el omnipresente Mont Roig.
A partir de un cóncavo rocoso que dejé a la izquierda, cerca de los 2.300 m de altitud, y...
... hasta pasar entre las dos peñas más sobresalientes que se ven, la pendiente se incrementó notablemente...
... durante unos cien
metros.
A partir de ahí, el terreno se tendió algo y fue volviéndose paulatinamente más pedregoso, hasta llegar a la roca blanca que se veía arriba.
Con la ganancia de altitud, a mi izquierda se fue descubriendo el tajo del valle de Áneu.
A otro lado, más allá del Pic des Miques, las nubes seguían jugando al que sí que no en la cresta fronteriza.
Atrás, se veían ya muy abajo las mancha claras de las Bordes de Moredo y hasta de Alós.
Los últimos doscientos metros de desnivel transcurrieron por terreno rocoso, pero, lo que desde abajo parecían unas placas, no tenían continuidad; se trataba de un lapiza razonablemente cómodo, aunque hube de ayudarme de las manos para superar algún cancho (I).
La pendiente se iba tendiendo, según subía.
El Pic de Moredo ya era totalmente visible, antes de llegar a la cresta, al alcanzar la cual...
... pude ver al otro lado las cumbres de Marimanha y Bonabé. No estaba, ni mucho menos en la cima; éste se encontraba a la derecha (S), aparentemente...
... bastante cerca. Hacia allí me fui por la arista, que es un ancho lomo calizo de pendiente moderada. Aunque hice ocasional uso de las manos (I),...
... la mayor parte del tiempo fui caminando.
Cuando creía alcanzar la cumbre, descubrí que aún quedaba un buen espacio de lomo, más ancho y tendido aún.
Cuando por fin culminé el
Pic de Qüenca, descubrí al oeste un extenso panorama montañoso, desde las crestas
de la zona de Aigüestotes y Sant Maurici hasta los grandes macizos de la
Ribagorza. En medio destacaba...
... el de Besiberri; lo
más lejano que dejaban ver las nubes.
Más a la derecha, Marimanha, donde había estado el día anterior.
Sobre el lomo por el que había llegado, Bonabé y la cumbre del macizo, el...
... Pic de Moredo. Qué montaña más bonita.
Y, en fin, el panorama al este, precioso e impresionante. Las nubes seguían amagando sin dar y yo tenía que ir pensando en bajar, que Alós d’Isil se veía muy lejos, en el fondo del valle.
Comencé por prolongar algo el cresteo, hasta el hombro meridional de la arista cimera, desde donde, por cierto, hay un estupendo panorama del valle de Àneu. Allí, giré a la izquierda (E) y...
... me dejé caer por un trazo que se dibujaba en la rampa de tierra y piedras que se extendía hasta el verde lomo del Serrat d’Escala Grau, ruta normal por la que se desarrollaría la primera parte del descenso.
La pedrera, aunque breve, es incómoda, por resbaladiza e inestable.
La subida que improvisé, cuyo perfil se veía desde aquí, es bastante más agradable que ésta y, si no se sale de Lapre, creo que más aconsejable.
Más abajo, ya en la zona herbosa del lomo, la andadura es mucho más agradable.
Y puede ir uno recrearse la vista, despidiéndose por ejemplo de las crestas de Sant Maurici, que...
... pronto quedarían ocultas al entrar entre los pinos. También, el Moredo y...
... por supuesto, el Qüenca.
Al poco de caminar entre
pinos, topé con un camino que cruza el lomo; se trata del mismo que corta el
Clot d’Escorralets y que había usado ya de subida, hasta dejarlo en el torrente
anónimo. Así que lo tomé a la izquierda (N), para cerrar la ruta.
El grado de abandono del carril, que es ancho y bien afirmado, es grande: en pleno firme crecen pinos que no brotaron precisamente ayer.
Pasado el torrente anónimo, y caminando ya por terreno conocido, apareció el torrente de Moredo. Antes de llegar al mismo,...
... me desvié de la ruta de subida, girando a la derecha (SE) en aquella bifurcación cerca del vadeo.
La nueva senda es un trazo estrecho, con tramos borrosos, pero que se puede seguir, la cual ataja por los prados para ahorrarse las lazadas de la pista. Para acortar la bajada está bien.
La senda acaba vadeando el torrente de Moredo (otro par de saltitos) y desembocando en la pista de Lapre, que tomé a la derecha (NE).
Después de caminar 600 ó 700 m por ella, otro atajo. Se trata de ese hueco en el matorral del margen izquierdo de la pista, por donde sale al este...
... un borroso trazo que corta la hierba alta, descendiendo directamente hacia las Bordes de Moredo.
Al llegar al gran prado, ya conocido de la subida, me topé con la pista de acceso al caserío; lo crucé y, buscando la senda de trazos amarillos al otro lado, lo tomé para regresar a Alós d’Isil.
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