En el pequeño aparcamiento a partir del cual se limita el paso de vehículos, comencé a caminar por la pista de la Garganta de Bohoyo, que coincide ahí con el PR-AV 16.
Sería prolijo enumerar los varios cruces que me fui encontrando y, aun tratándose de algo tan simple, en apariencia, como remontar el valle por su vertiente derecha, las señales me vinieron bien en ellos. El robledal, formado al principio por arboledas dispersas, fue...
...
adensándose hasta dar lugar a un denso y bonito bosque. Y eso que el otoño
apenas se sentía aún.
Al salir
del arbolado, llegué a la pradera de la Fuente de la Navezuela, desde donde
comencé a ver los barrancos sucesivos que cortan la vertiente meridional de la
garganta. Por uno de ellos, el del Bollo, todavía invisible, iba a ganar el
cordal.
Poco
después, al tiempo que me alcanzaba el sol, pasé junto a la cabaña de La Seca,
primera de las que jalonan el valle. Para entonces, la pista había acabado,
pero una buena senda la había sustituido.
A mi
izquierda, las crestas eran cada vez más rocosas, según me internaba en la
montaña. Este barranco que se ve es la Gargantilla Seca, previo al Arroyo del
Bollo, que se adivina entre ese risco triangular más alejado y la cresta más
cercana. Ésta desciende de Los Campanarios y, desde aquí, muestra...
... los
torreones rocosos que le dan nombre.
Tras
haber dejado atrás una segunda cabaña, y poco antes de llegar a la tercera, se
abrió a mi derecha el Arroyo del Bollo. Dejé entonces la senda por la derecha
(S) y, siguiendo trazas de paso del ganado, bajé...
... a
cruzar el torrente por estos bloques. Mirando arriba y abajo, no había sitio
tan fácil sin mojarse, por lo que es importante localizar las mencionadas
trazas, no sólo por atravesar con cierta comodidad la vegetación de ribera,
sino por localizar el vado.
Una vez
en la orilla meridional, me dirigía a la boca del barranco, a través de un
terreno de cantos y matorral abierto, que, sin presentar obstáculos, resultaba
un poco incómodo.
Sobre
todo cuando, según avanzaba, fue evolucionado hacia la pura (y dura) pedrera.
Como para
compensar la cosa, el entorno era fascinante, con los riscos de la esteba y la
Campana, a mi derecha, y...
... el
más sobrio (y sombrío) del Bollo, a mi izquierda.
El
vallecito se fue estrechando, mientras me acercaba a un recodo. Al llegar al
mismo,...
...
sorpresa: el reseco pedregal se transformaba en un lanchar sobre el que corría
el agua. Por dónde se escapaba ésta, no lo sé; tampoco me puse a buscar el
sumidero. Y Gredos es todo granito, así que este fenómeno resulta bastante
curioso. En fin, que, alternando una u otra orilla según me marcaba la
facilidad de paso, proseguí...
...
remontando el arroyo, ahora en dirección sureste.
Justo por
encima de esta cascada, lo crucé una vez más, pero ahora para permanecer en la
vertiente izquierda, separándome además del cauce hasta...
...
encaramarme a un lomo de pedrera y piornos que baja de la cima. Ésta se ve en
la foto, a la derecha, aunque muy poco marcada. Una vez en la cuerda. Me puse a
remontarla, en medio de...
... un
entorno magnífico, mirara a donde mirara.
Al ganar
altura, el barranco fue mostrándose a mi espalda en toda su majestuosidad
salvaje.
Respecto
al terreno por el que progresaba, era razonablemente cómodo, pese a todo: los
cantos no se movían y los piornos resultaron ser evitables. Por otro lado, la
extremada pendiente de algún tramo me obligó a gatear un poco.
Cuando el
lomo se levantó en un risco de roca sólida, empecé a rodearlo por la izquierda,
por una amplia terraza herbosa, con la idea de dirigirme al collado cabecero
del barranco. Pero, antes, vi a mi derecha,...
... una
verdadera escalera, que me permitiría volver a la cuerda muy fácilmente, aunque
las gradas resultaron tan altas como para tener que trepar un poco (I). Tras
ganar cuarenta o cincuenta metros así,...
... salí
efectivamente al lomo, que continuaba en suave ascenso, alternando rellanos de
pedrera estable con resaltes, de entre diez y veinte metros cada uno, sumamente
fáciles de superar (I / I+). Y todo ello, insisto una vez más...
... con
un ambiente montañero que no esperaba encontrar en la Sierra Llana.
Al ganar
altura, fueron asomando, a través del collado cabecero del barranco, las más
altas crestas de Gredos: Galana y Almanzor.
Se
anunció la proximidad de la cuerda al tenderse el lomo. También perdió el
carácter rocoso, pasando a estar poblado por un matorral denso que, afortunadamente,
pude contornear.
Echando
la vista atrás, más allá del Arroyo del Bollo, con sus crestas, y el tajo de la
Garganta de Bohoyo, la vista se extendía hacia la meseta.
Antes de
llegar a la cima, topé con una senda que recorre el cordal, y por la que
alcancé el vértice. Desde el mismo, había...
... una
perspectiva bastante buena hacia la Galana, el Almanzor y el mundo de espolones
que se extiende por debajo.
Más
completo resultaba el panorama hacia el Campo Arañuelo, el extenso llano donde
confluyen Tajo y Tiétar, aunque la calima apenas dejaba ver nada con precisión.
Incluso costaba trabajo distinguir, al fondo, la silueta de los Montes de
Toledo.
Al oeste,
el cordal, visible hasta el Casquero de Peones, cumbre máxima de esta Sierra
llana, medio tapaba los macizos vecinos de la Covacha y Candelario. Hacia ese
lado inicié la bajada, siguiendo la senda. Ésta va mayormente por el cordal,
salvo...
... para
evitar pedreras o canchos. Entonces, pierde algo de altura por una u otra
vertiente, según convenga.
Al paso
por una mínima prominencia llamada Cabeza Berrenda, me volví a contemplar el
Alto de la Batalla, con el fondo de la cresta del sector de los grandes circos.
Resulta curioso el contraste entre la relativa suavidad de la cima y la
aspereza de las crestas que convergen en ella.
El
siguiente pico es el de Los Campanarios, que muestra por este lado una cara
mucho menos agreste que lo visto desde la garganta. La senda no lo asciende,
sino que rodea por la vertiente meridional, pero un trazo que se desprende
oportunamente a la derecha (NO), me permitió pisar la cima sin vérmelas con el
matorral.
Desde
esta modesta cima, la perspectiva hacia la cumbre del día era similar a lo ya
visto.
Pero
había una interesante vista del tramo final de la Garganta de Bohoyo.
Bueno,
realmente, el sitio bueno para ver esto es la antecima oriental. Para llegar al
punto más alto, visible por un hito de buen tamaño, hube de abrirme paso, sin
otro remedio esta vez, a través de dos o trescientos metros de matorral
cerrado. Al otro lado de la punta,...
... hay
una mejor vista del macizo occidental y la Sierra de Candelario, más allá de
una zona en que el cordal se ameseta. Por delante tenía unas suaves bajada y
subida hasta el Alto de las Becedillas,
donde iba a dejar el cordal principal,
por el que, a la derecha (NO), se proyecta hacia la Cabeza del Tormal. Para
facilitar la cosa, reencontré...
... una
buena traza de senda (no es la misma que antes) junto un un muro divisorio, que
mantuve a la derecha hasta el entronque de lomos. Desde allí, la vista hacia
atrás, con el Almanzor asomando tras Los Campanarios, no estaba más, pese a la
zona quemada. Peor estaba...
... el
panorama a la derecha: un mar de piornos cerrado y alto de más de un metro se
extendía lo que la vista. Lo solucioné con algo que no hago todos los días,
pero no es la primera vez: caminar sobre el muro. Como este método es cómodo
pero lento, lo alterné...
... con
trechos por el suelo, siempre que el matorral remitía algo. Al progresar, se
fue descubriendo la Cabeza del Tormal, que no llegué a alcanzar, pues en el
collado previo dejaría la cuerda.
Más
adelante, fui viendo a mi izquierda (aquí con el fondo del pico de La Covacha)
unos grandes hitos que sobresalían del matorral. Era el Camino de la Guía,
vieja ruta de trajinantes y contrabandistas, con la que convergí...
... en el
Mojón Altillo. A partir de ahí, seguí el amplio trazo de esta vereda,
señalizada por...
... estas
verdaderas torres de tres metros, que ni las tapará la nieve ni las tirará
ningún temporal.
Así fui
bajando hacia el Collado del Sillado, donde, además de haber cabaña y fuente,
el camino se junta con una ramal que sube del pueblo de Navalonguilla y pasa a
estar balizado, además de por los hitos, por los dos juegos de estacas del
PR-AV 57 y el GR 293. ¡Como para perderse! También deja la cuerda, para bajar
por la vertiente oriental (derecha), al principio
...
trazando una diagonal por la ladera, momento en que...
... se
descubrió la cabecera de la Garganta de Bohoyo, dominada por las crestas
centrales de Gredos y, a la derecha, el Alto de la Batalla, cuya...
... cima apenas se veía entre las crestas circundantes.
A
continuación, la senda me llevó a lo alto de un lomo, descubriendo al otro lado
la Hoya de los Gamellones y...
...
pasando a bajar más directamente, por lo alto del mismo, hacia el hombro
llamado Cruz de Marcelo. Allí, giré a la izquierda (N), por...
... una
vaguada que desemboca en los Prados de los Cerezos, donde confluyen varios
torrentes y no vi ni un solo árbol de esa especie.
Lo que sí
había era una cancela, a partir de la cual la senda era continuada por un
camino mejor y más amplio, que avanzaba entre muretes de piedra. Mirando atrás,
podía ver la vertiente que acababa de descender.
Por aquí
conviene ir atento. A pesar de la sobre-señalización, estuve a punto de dejarme
atrás esta bifurcación. Que sí: que a la derecha, junto a la estaca sale una
senda que...
... baja
más directamente, tajando al noreste el matorral, como si fuera directa a la
Garganta de Bohoyo.
No es
así, sino que, antes, pasa a girar a la izquierda (N), para cortar la ladera en
horizontal. Aquí, al atravesar terreno rocoso, la traza estaba poco clara y
alguien había reforzado los dos juegos de estacas con hitos.
Por
cierto, que, por esta parte, se ve la mejor perspectiva de la cima del Alto de
la Batalla.
La senda
acabó ante una cancela en lo alto de un lomo, al otro lado de la cual, se
prolongaba el camino por una pista que me llevó, en pocos minutos, al...
...
pueblo de Bohoyo. Allí desaparecieron las marcas de PR, pero, las de GR me
siguieron guiándome en un breve callejeo, al cabo del cual...
... salí
por la carretera que, al este, conduce a Navamediana. Tocó caminar junto al
asfalto durante algo más de un kilómetro, tras lo cual tomé a la derecha (S),
el desvío de tierra señalizado a la Garganta de Bohoyo, que...
... me
dejó de vuelta, en pocos minutos, en el aparcamiento de donde había salido.
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