Sobre el
Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM), sobresalía ligeramente la
cresta de Peñalara. Para emprender la ascensión, lo primero fue rodear el
edificio y, una vez situado a su espalda, tomar...
... un
amplio camino que se interna en el robledal, señalado con estacas marcadas en
verde.
También
hay otras rojas, numeradas y con un código QR con información sobre el entorno.
Junto a la número cinco, dejé las balizas verdes para continuar recto por el
camino, hacia donde un cartel medio borrado indicaba que está la Cueva del
Monje.
Poco
después, dejé la pista por un desvío a la izquierda (E).
Enseguida,
en una segunda bifurcación, de nuevo a la izquierda (NE).
Al
desembocar en una pista asfaltada, la tomé a la derecha (S), llegando enseguida
a la Cueva del Monje, que no es tal, sino un apilamiento de rocas que deja un
hueco debajo. Situado en una amplia explanada a la derecha de la carretera,
nunca le he encontrado el interés.
Pasada la
Cueva del Monje, en un suave cambio de rasante, dejé el asfalto por un camino a
la izquierda (E), que se interna en el pinar.
Por aquí,
el paisaje se hizo más típicamente guadarrameño, sustituyendo los pinos de gran
porte a los robles.
No tardé
en estar caminando junto al cauce de La Chorranca, arroyuelo saltarín que, al
paso por...
... una
zona de grandes canchos, se despeña en algunos de los saltos más altos y
bonitos de estas sierras.
El más
alto, sobre todo, me pareció delicioso.
Por aquí,
al estrecharse el barranco, la senda presenta algunos pasos escabrosos, como éste, pero,
como se puede ver, no suponen un problema.
Al dejar
atrás la zona de cascadas, pasé por un claro, donde, volviéndome, pude
contemplar el Montón de Trigo sobre el bosque.
Finalmente,
la senda desembocó en una pista asfaltada, que tomé a la izquierda (NE), pero
para...
...
dejarla a los pocos metros por la derecha (E), por un carril de tierra que
seguía remontando el arroyo.
Más
arriba, al cruzarme con una senda horizontal, la tomé a la izquierda (N).
Tras un
trecho de llaneo, salí al Raso del Pino, conocido claro donde hay un repetidor
y se cruzan varios caminos. Girando a la derecha (E), retomé el ascenso...
... por
el camino que va al Puerto de los Neveros. No hay pérdida; es el único
claramente ascendente que sale.
Al dejar
atrás el arbolado, me encontré cerca ya del cordal, ante el alargado crestón
del Alto de los Neveros. A la derecha, veía...
... la
cresta de Peñalara, desde el Risco de los Pájaros hasta la cumbre. Girándome
aún más,...
... la
Peña del Águila, el Montón de Trigo y la Mujer Muerta, entre otros, enfrentados
al...
... gran
llano que se veía, pardo, más allá del bosque que cubre los dos tercios
inferiores de la ladera.
Al
tenderse la pendiente llegando al Puerto de los Neveros, se descubrieron al
otro lado las crestas de Ayllón, Mondalindo y la Morcuera. Girando a la derecha
(S), pasé a...
...
seguir la traza de paso que recorre el anchísimo y suave lomo del cordal, en lo
alto del cual se veía uno de los roquedos más conocidos (y fotografiados) de
estas sierras:...
... la
arista norte del Cerro de los Claveles.
Camino
del mismo, al ganar altura, fue descubriéndose el cordal al noroeste hasta La
Muela, ya en el tramo llamado La Somosierra, alzándose sobre el valle del
Lozoya.
Cuando
apareció la Laguna de los Pájaros, sin llegar a la misma, dejé la senda por la
derecha (SO), para continuar por la cuerda, hacia el risco homónimo, que iba a
rodear por la izquierda, camino del puntiagudo Cerro de Claveles.
Pasando
sobre la laguna, se aprecian los rizos que provocaba el vendaval. No recuerdo
haberla visto antes así. Más allá, al otro lado del tajo del Lozoya, la segunda
cima del Guadarrama: las Cabezas de Hierro.
Desde más
arriba, la Laguna de los Pájaros completa.
Pasado el
Risco de los Pájaros, la subida hacia los Claveles, sin presentar obstáculos,
es el tramo más agreste hasta entonces.
Está
formado mayormente por un caos de bloques de buen tamaño y muy estables. La
ruta no sólo está indicada con hitos; hay una traza de rocas pisadas claramente
marcada.
Al pasar
por un hombro, se ve un buen trozo del valle del Lozoya bajo el rellano de las
Lagunas.
Al otro
lado, se proyecta de la sierra la Mujer Muerta, como una queriendo ganar
terreno a la meseta.
El acceso
a la cima del Cerro de los Claveles se presenta como un resalte de unos diez
metros, donde hay que trepar un poquito (I), pero sin exposición ni
continuidad.
Una vez
arriba, aún queda por superar una facilísima arista de bloques.
Desde el
Cerro de los Claveles, se descubre la vertiente de las Cinco Lagunas.
También
se ve ya cercana la cumbre. Para llegar a ella, hube de pasar primeramente una
arista de bloques, más horizontal, pero también más aérea que la previa.
Su paso
más difícil es esta horcada (I), de unos tres metros de profundidad, en la que
hay que trepar, pero por terreno inclinado, lejos de la vertical. De todas formas, no es obligada; en la misma foto, a la derecha,
se aprecia una traza al pie del crestón de roca. Se la puede tomar antes de la
trepada de acceso a la cima del Cerro de los Claveles, pero también hay después
un par de destrepes sencillos. Está bien como solución de emergencia (hielo
imprevisto, vértigo, etc.), pero es más divertido ir por arriba y, como se ve,
apenas plantea problemas.
En fin,
una vez pasada la arista, merece la pena detenerse a contemplar el airoso Cerro
de los Claveles, antes de...
...
cubrir los últimos metros, ya por terreno amplio y suave, hasta la cumbre de
Peñalara.
Destacaba
al norte el amplio panorama hacia la meseta; lástima que la atmósfera estuviera
turbia. Por abajo, claro, porque arriba seguía soplando de firme, tanto como
para obligarme a buscar apoyo para sacar las fotos.
Al
noreste, el Lozoya corre, entre los dos brazos del Guadarrama, hacia las
montañas de Ayllón, que ese día apenas se distinguían.
Al
suroeste, la perspectiva que más me gusta desde Peñalara: más allá del lomo de
la montaña, las siluetas de Cabezas de Hierro, Guarramillas, Siete Picos, la
cresta del Valle de la Fuenfría y la Mujer Muerta. Incluso se distinguen, como
una sombra, las crestas del Abantos y la Sierra de Malagón.
Como el
viento ya se me había llevado el gorro y amenazaba con llevarme a mí también,
estuve poco en la cima. Enseguida inicié la bajada, prosiguiendo el cresteo
hacia las Dos Hermanas, por la anchísima traza, del cordal que miles
(¿millones?) de ascensiones han ido dibujando a lo largo del último siglo. Dejé
el camino por la izquierda (SE) al pasar a la altura de la Hermana Mayor, para
encaramarme a la misma y...
...
volverme a echar una mirada de despedida a Peñalara.
Y tampoco
está mal la vista hacia las Cabezas de Hierro, donde se distingue todo el
cóncavo norte, con los dos Pulmones.
Luego,
bajé a la derecha (SO), para alcanzar directamente el collado (2.255) intermedio
entre ambas Hermanas. Allí atravesé la traza y bajé por la vertiente norte,
derivando a la derecha (NO), en busca de...
... una
senda que viene señalada en el mapa. No existe. Lo que hay en su lugar es una
vieja trinchera. Pero, como el terreno, una tendida rampa herbosa, es cómodo y
el surco lleva la dirección que me interesaba, caminé junto al mismo, usándolo
de guía.
Al poco,
al pasar una torrentera, me encontré con una hilera de hitos que salía hacia mi
derecha (N), atravesando prácticamente horizontal la ladera. Dejando la
trinchera, comencé a seguirlos.
En un
lomo poco marcado, donde se hizo visible la cresta rocosa de los Claveles, se
dibujó...
... un
trazo más claro en el piso pedregoso.
Poco
después, el terreno se despeñó hacia Majada Hambrienta, el gran rellano bajo...
... la
cara noroeste de Peñalara.
Al llegar
al pie de la pendiente y entrar entre los pinos, la senda desapareció en una
banda de pedrera, por la que continué en bajada directa, hasta...
...
llegar a un claro. Allí reencontré los hitos, que atravesaban horizontalmente
la ladera. Siguiéndolos a la derecha (NE), me encontré...
... ante
el Chozo de Aránguez. Sin llegar al mismo, junto al corral que se ve en primer
término, giré a la izquierda (NO), para...
... tomar
un estrecho trazo que tajaba el enebral. Un hito marcaba su arranque.
Más
adelante, al desaparecer el matorral, la senda se difuminó y, en ausencia
también de señales, me dediqué a descender directamente a través del abierto
pinar.
Al
desembocar en un camino bien marcado, lo tomé a la izquierda (SO).
No tardó
el mismo en transformarse, inopinadamente, en un amplio carril, que, tras
cruzar un par de torrentes, acabó...
... en
otra pista de mejor condición, por la que seguí a la derecha (N).
Enseguida
llegué a otro camino, éste de grava. Ya dije en la introducción que este monte
ha sido tan explotado que, su tercio inferior, es un dédalo de veredas y carriles.
Bueno, pues giré aquí a la izquierda (S).
Al bajar,
el bosque se fue coloreando al aparecer los helechos, ya otoñados.
Y si
había pasado del piso natural a la tierra y, de ahí, a la grava, en el
siguiente cruce di con el asfalto y giré a la derecha. Estaba en Navalesquilar
y, siguiendo esta pista, llegaría a la Cueva del Monje, cerrando el itinerario.
Pero hay otra opción más corta y más agradable, que conozco de otras veces. Al
llegar a la primera curva a la derecha (la que se ve),...
... sin
llegar a entrar en el giro, dejé la carretera por la izquierda (NO), entrando
en el pinar por ese hueco que se ve en el arbolado. Al principio, no se aprecia
rastro de senda, pero...
...
apenas recorridos veinte metros, apareció el resto de un camino, abandonado,
pero reconocible y cómodo. Avanzaba por una especie de terraza, llevando a la
izquierda...
... el
torrente de la Cabaña del Tío Levita. Este atajo, contrariamente al tópico, es
cómodo y, además, una sucesión de parajes deliciosos...
... de
variado carácter.
Al llegar
a la confluencia de “mi” arroyo con el de Peñalara, giré a la izquierda (SO),
para vadear el primero, superar la pendiente de la orilla opuesta, y avanzar
medio centenar de metros manteniendo dirección, hasta alcanzar...
... un
carril que baja paralelo. Lo tomé a la derecha (O) y,...
... poco
después, llegué a los primeros robles y, enseguida, desemboqué en otra pista.
Tenía a la derecha (N)...
... el
claro de la peña del Tizo. Fui hacia allí y, tras cruzar un torrente, a la
izquierda (NO), en un segundo cruce.
Sin más
que seguir ese carril, al cabo de un kilómetro cerré el itinerario y, tras
caminar otro tanto más, llegué al CENEAM, desde donde...
... se
vuelve a ver la cumbre de Peñalara.
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