Pico de Lanchamala (2.002)

ASCENSIÓN DESDE PIEDRALAVES

CRESTA DEL PUERTO DE NAVALUENGA AL DE LAS SERRADILLAS

El Pico de Lanchamala es el pico más alto de la Sierra del Valle, la más oriental y menos visitada de Gredos. Culmina una loma alargada de relieves suaves en general, salvo donde aflora la roca, en forma de grandes placas y espolones empinados, añadiendo un toque abrupto al conjunto. Las laderas están cubiertas de densos bosques y bandas de matorral, llegando estas últimas hasta la misma cuerda, jalonada por los típicos cuetos de bloques apilados. Dentro de la sierra, el Lanchamala es una prominencia redondeada más; la más alta, pero no llama en exceso la atención, compartiendo las características generales del conjunto.

Por la morfología de esta montaña, la manera más atractiva de visitar cualquiera de sus cimas es recorrer la cresta entre sus collados adyacentes, aprovachando para acceder a ellos las viejas sendas, generalmente en buen estado, que unían ambas vertientes de la sierra. Y de eso se trata hoy.

Al otro lado del valle del Tiétar, Lanchalisa y Lanchamala dominan Piedralaves

SITUACIÓN:

  • Zona: Macizo Oriental de Gredos (Sistema Central)
  • Unidad: Sierra del Valle
  • Base de partida: Piedralaves (Ávila)
ACCESO: El Embalse del Horcajo / Piedralaves está 80 km al sur de Ávila, por El Tiemblo, Navahondilla y Piedralaves. Atravesando este pueblo, tomar a la derecha (N), la Calle del Venerito, donde un cartel de madera indica, entre otras cosas, la Charca de la Nieta. Remontar primero el pueblo y luego el pinar siguiendo esas indicaciones hasta dicho paraje, donde hay un cruce. Girar allí a la izquierda (N), indicado a la “Presa”, y seguir hasta el final del asfalto, ya junto al embalse. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen a ese punto en el siguiente link a GoogleMaps.

 OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.033 / 2.002
  • Mi tiempo efectivo: 6h03
  • Mi tiempo total: 8h22
  • Dificultades: Muy fácil (en las condiciones del día: nieve blanda discontinua de hasta 40 cm de espesor en el lomo). Todo el cresteo transcurrió por nieve blanda que, aunque de pendiente ligerísima, hacía incómoda la progresión al ocultar la senda y las irregularidades del terreno.
  • Track para descargar en Wikiloc
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA


LA RUTA: Junto a la presa, tomar la pista que bordea el Embalse de Piedralaves por el este y remonta la Garganta de la Graja. Al desembocar en otra horizontal, tomarla a la derecha (E) unos metros y, al cruzar el cauce, dejarla por la izquierda (NE), por una senda que acaba de remontar el barranco hasta el collado de Los Hornillos. Subir a la izquierda (N) por el lomo, por el bien marcado camino que atraviesa el Puerto de Navaluenga, dejándolo allí para seguir la cuerda a la izquierda (O), ayudándose de los hitos que marcan el mejor paso, hasta el Pico de Lanchamala.

Continuar cresteando al SO, hasta el Portacho de las Serradillas y tomar allí, a la izquierda (S), la senda que lo atraviesa. Dejándose conducir por ella, se llega a la Pradera del Pozo, donde se la deja por otra a la izquierda (NE) que, pasando junto a la construcción que da nombre al paraje, desciende a través del bosque hasta el Embalse de Piedralaves.


Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Caminata prolongada pero, en principio, muy llevadera, transcurriendo en su integridad por caminos o terreno cómodo y balizado... salvo cuando la nieve, como era el caso, cubre la cresta con una capa inconsistente. Así, fui todo el rato pisando en falso y obligado a tener cuidado por si los tobillos. Eso me retrasó bastante; estimo que, en seco, hubiera echado una hora menos. Por otro lado, aunque sea con hitos y trazas borrosas, todo el itinerario está señalizado y sólo hay que atender en los pocos cruces que hay a escoger las señales correctas.

Quiero resaltar la circunstancia infrecuente de tener capas de nubes tanto por encima como por debajo, dotando al paisaje de una fascinante belleza sombría. Con lo que, aunque la nieve no me hubiera hecho ir despacio, me habría ido parando igualmente a mirar.

RELATO GRÁFICO:

El día se presentaba engañosamente claro cuando aparqué junto a la presa del Embalse de Piedralaves, me calcé las botas, cargué con la mochila y eché a andar por la pista que sigue la orilla oriental, prolongación en tierra de la carretera de acceso.

Tras dejar atrás el pantano, remonté la Garganta de la Graja, ocupada por un bosque de sorprendente variedad, donde se mezclaban pinos y robles de porte impresionante.

Al desembocar el carril en otro horizontal, tomé éste a la derecha (E) y, dejando de lado unos primeros hitos que se ven subir a la izquierda (NE), crucé el riachuelo y tomé...

... la segunda senda en esa dirección. La salida es poco visible; en la foto, está a la derecha de los tres grandes robles que se ven en primer término junto al cauce.

Pero pronto, el trazo se definió como un corte en los helechos que, además, los hitos ayudaban a seguir.

Una parte especialmente agradable de la subida transcurrió por la orilla del torrente.

Al salir del bosque, me encontré ante el collado de Los Hornillos. Al ver que los hitos, junto con el cauce que iba siguiendo, empezaban a derivar a la izquierda de la horcada, giré a la derecha (E), crucé el barranco y...

... atravesé la ladera posterior, hasta...

... dar con otra torrentera, que remonté a la izquierda (NE).

Al culminar la subida, merece la pena volverse a contemplar la garganta, con el embalse al fondo. Por encima de éste, se veía la loma que cae de la Mesa de Serradilla a los cerrillos de la Sarnosa y el Enebro, por cuyo flanco visible transcurriría la mayor parte del descenso. También ,a la izquierda, se iba intuyendo el mar de niebla que se extendía sobre el valle del Tiétar.

Continuando, al llegar al collado de Los Hornillos, se descubrieron al este la Escusa, el Berrueco y el Borbollón. Ya en segundo término, asomaba levemente por detrás de este último la cresta de la Peña de Cenicientos. Aquí giré a la izquierda (N), para...

... tomar el camino que, remontando el ancho lomo pedregoso que cae de la cresta de la sierra y, tomada cierta altura, atravesando la ladera en diagonal a la derecha, alcanza el Puerto de Navaluenga, que se ve a la derecha de la foto, sobre la estaca. De principio, no encontré el trazo (había un movimiento de tierras en el collado y se lo debieron de cargar), pero, tras ascender poco unos metros...

... apareció el trazo, muy claro y marcado con hitos. Siguiéndolo, pasé junto a los árboles más altos que antes veía, antes de cambiar de ladera y acometer la larga diagonal.

La vista a mi derecha era extensa y hermosa, con una banda de cielo claro, emparedada entre un palio de nubes y la niebla que inundaba el valle del Tiétar. De ésta, sobresalían la Peña de Cenicientos y las sierras de la Higuera y San Vicente, mientras que el largo cordal de los Montes de Toledo quebraba el horizonte.

Cuando la senda gira casi en redondo, al noroeste, se veía cercana la cuerda cuajada de riscos sobre la ladera de bosque y matorral. Abajo a la izquierda, la pradera que ocupa el collado de Los Hornillos, de donde venía.

En el Puerto de Navaluenga, di vista a la vertiente norte, sombría, con las nubes tapando la cresta de la Paramera.

Girando a la izquierda (O), me dispuse a seguir el amplio lomo, guiado por unos hitos que, a falta de senda, marcaban el paso cómodo entre el matorral y los cantos. En primer lugar, rodeé la Peña Horcada por el flanco septentrional, como más tarde haría con la mayoría de los canchos que se alzan la cresta.

Ya desde el inicio del cresteo, y durante todo él, la nieve blanda acumulada entre los peñascos ocultaba las irregularidades del piso sin sostenerme. Así, la mitad de las veces mis pasos eran en falso, ralentizando la progresión. Fui siguiendo los hitos en lo posible, pero creo que ese día me hubiera dado igual no hacerlo. Y, para ayudar, las rocas que sobresalían de la nieve estaban mojadas y resbalaban. Menos mal que el panorama era bonito, a pesar de...

... que las nubes hurtaban parte de las vistas lejanas, como el Guadarrama, que en días claros, se ve al noreste desde aquí.

Tras rodear el primer risco, apareció el ramo intermedio de cresta, hasta La Errencilla. Realmente, lo de bonito se quedaba corto; era fascinante, con un toque irreal, cuando el ambiente sombrío era interrumpido por los rayos de luz que, aquí y allá, atravesaban las nubes superiores. 

Pasando junto a un risco, éste enmarca la perspectiva hacia el manto de nubes del valle del Tajo, interrumpido sólo por los Montes de Toledo (concretamente, el sector de las Villuercas). Así, fui alternando trechos por la cuerda con otros...

... por el flanco septentrional, durante los cuales podía ver a mi derecha...

... las gargantas que caen hacia el Alberche.

Me iba acercando a la subida a La Errencilla, la más importante del cresteo. Los hitos me llevaron a cruzar por arriba el risco que se ve en su base y, con la perspectiva que da la prominencia, pude ver...

... el trozo de cordal recorrido desde el Puerto de Navaluenga y, más lejos, el sector entre la Escusa y el Miro.

Al sur, la cosa seguía parecida, con las sierras de la Higuera y San Vicente enmarcando el sector central de los Montes de Toledo (¿reconoces el Rocigalgo? Está en la vertical de la cima del cerro más cercano que se ve abajo). Quizá, con el paso del sol por ese lado, aumentaba la “luminotecnia”.

Desde lo alto de La Errencilla, era mayor la perspectiva hacia la cuerda recorrida y el sector más oriental de la Sierra del Valle.  Todo este tiempo, la andadura seguía siendo incómoda, con el pasillo en el matorral y los cantos que señalaban por los hitos, cubierto por una capa de nieve inconsistente.

A partir ahí, el cordal se tendió. Ya apenas hube de superar pendientes, pues los riscos se podían rodear, por uno u otro flanco, según marcaban los hitos o, directamente, a la vista del terreno.

Al caminar por la cuerda, pasé varios apilamientos de bloques que formaban bonitas composiciones con el paisaje.

En este tramo final, pasé por la vertical del Embalse de Piedralaves, que se veía interrumpiendo el bosque 900 metros más abajo.

Rodeando el penúltimo cancho (cota 1.967 del IGN), llegó del norte...

... una nube que cubrió la cumbre, la cual se ve aquí en segundo término. Rodeando por la derecha la prominencia previa, ...

... pasé sobre el embudo de salida de la Garganta de Lanchamala. La había considerado como vía para esta ascensión, inaugurando con ella la temporada invernal, pero, con la poca nieve, me alegré de no haberla dejado para mejor ocasión.

La pendiente final a la cumbre de Lanchamala es suave y, a dos tercios de su altura, me metí en la nube, no sin antes echar un vistazo atrás.

La visibilidad era ya escasísima cuando pasé junto al vértice geodésico que, en esta montaña, no está en el punto más alto.

Pocos minutos después, llegué a la verdadera cima, señalada por un modesto hito de piedras en lo alto de un peñasco. Además de verse poco, por entonces, la brisa ligera que había soplado durante todo el cresteo, se intensificó, arrastrando además cristalitos de nieve. Apenas me detuve para pisar la piedra y emprendí enseguida...

... la bajada por el cordal, girando a la izquierda (SO). No se veían los hitos, pero había un par de invitadores pasillos, en esa dirección, en el matorral.

Poco después, volví a encontrar las señales, a las que se añadió luego...

... una cerca que recorría la divisoria. Caminando junto a ella, empezó a dibujarse ante mí una ladera que subía: estaba llegando al Portacho de las Serradillas, donde concluiría el cresteo. Para entonces, la leve ventisca se había transformado en un aguanieve ligera pero molesta, así que, sin llegar al fondo de la horcada, giré a la derecha (S)...

... en cuanto vi terreno propicio, atajando por una ladera abierta y de poca pendiente. La referencia era el corte, que se intuía al fondo, de la Garganta de la Serradilla, por donde pasa...

... el camino balizado con hitos y pintura roja y amarilla, que cruza el collado y cuyo trazo encontré al poco. Para entonces, tanto la boca del barranco como su nacedero estaban bastante claros, con el fondo de un valle del Tiétar más sombrío que hasta entonces.

Más abajo, al parar a comer en la pradera protegida del viento, vi atrás cómo parecía descubrirse la cima... ¡Vaya! Si me hubiera detenido arriba... pero ahora no iba a volver.

La senda me llevó al principio junto al cauce de la Garganta de las Serradillas, pero, enseguida, ...

... se separó para atravesar la vertiente derecha más suavemente y...

... adquiriendo pronto bastante altura, lo que le dio una magnífica perspectiva sobre las estribaciones meridionales de la sierra, incluido el embalse. En su límite, la niebla que llenaba el valle...

... jugaba con los árboles, dando lugar a bonitas imágenes, sobre todo donde...

... se combinaba con el colorido diverso de pinos y robles.

Poco a poco, fue apareciendo delante la silueta cónica del Cerrillo del Enebro, que el camino rodea...

... por la derecha, para alcanzar el posterior collado del Azare, abierto entre esta elevación y La Sarnosa. Al cambiar de vertiente, di vista a...

... la vertiente meridional más al oeste de esta Sierra del Valle.

En el Azare, la senda giró a la derecha (SE), emprendiendo una intensa bajada por el flanco oriental del lomo y entrando pronto en el bosque. O eso me pareció al principio.

En realidad, esta bajada fue una sucesión de arboledas y prados, en un entorno bellísimo, pese a, o precisamente por, el carácter sombrío y algo melancólico del día. Además, hacía rato que el tiempo se había estabilizado; había dejado de llover y yo caminaba con más calma.

Así, hasta llegar a la Pradera del Pozo, la más amplia y que se extiende en un rellano colgado sobre el valle. Allí, el camino se cruzaba con un trazo horizontal. Dejando el itinerario balizado, lo tomé a la izquierda (N), pero...

... para dejarlo inmediatamente por la derecha (NE), por un rastro más sutil, que abre un hueco en el matorral (a la derecha de los dos pinos más cercanos).

Enseguida, llegué al viejo pozo de nieve que da nombre al paraje. La verdad es que siempre me ha parecido más notable el roble solitario que crece detrás que la construcción en sí.

Desde ahí, continué descendiendo en la misma dirección, siguiendo un claro sendero, marcado... 

... con discos azules y rojos en los árboles. Tras un prolongado descenso a través de un bosque cada vez más denso, durante el que crucé una pista forestal horizontal, desemboqué en...

... en la presa del Embalse de Piedralaves. Y ya sólo me quedaba cruzarla para regresar al punto de partida de la ruta.

Desde el dique, había una bonita perspectiva de la cresta sobre el bosque y la superficie del agua, mientras que, al otro lado, ....

... se veía cercano el límite de la niebla, que, ya cercano el final del día, persistía en el valle del Tiétar.

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