La pista acaba en una pradera, al pie de la
cabecera del valle, donde se alzan varias casas, la mayor de las cuales es
conocida por la zona como El Chalé. Crucé la explanada y continué por un camino
más estrecho, que parece prolongar el carril, pero enseguida lo dejé por...
... un desvío que baja a la derecha (S), a
cruzar el arroyo por un puente.
Al otro lado, la senda me llevó a remontar el
barranco que baja del Collado de la Llana, primero por su orilla derecha y,
luego, tras cruzar el cauce, por...
... el corte que abre a través de la densa
retama del lomo occidental. Durante la subida, crucé recto (S) otra senda
horizontal. Desde esa altura, se veía ya en toda su extensión la Sierra de
Candelario.
Poco después, fue mostrándose, blanca por
encima del matorral, la culminación de la Cuerda Llana y la senda me hizo girar
para...
... volver hacia el eje del barranco, coronado
por el Collado de la Llana. La alta montaña, parece salir a recibirte; además
del Castilfrío, que domina la horcada, asomaron por ella el Cerro del Estecillo
y el Infiernillo Mayor.
Al cambiar de vertiente, pasando a la
Garganta de la Sierra, pude contemplar completa la cima del día. Incluso, el
ancho lomo por el que iba a subir, que cae a la izquierda desde la cumbre, y,
detrás y del mismo lado, la cresta oriental, por donde bajaría. La senda
prosiguió, bajando en diagonal a la izquierda.
A media ladera, el trazo, cada vez más
borroso, cruza una valla por un hueco. Al otro lado, debía de haber visto una
bifurcación y, de hecho, aquí cerré el itinerario circular. Pero no lo vi, pues
el otro camino está aún menos marcado. En todo caso, seguí por la derecha (SE),...
... perdiendo altura a través de esta
despejada ladera. Enfrente, la perspectiva del Infiernillo Mayor iba variando.
Aquí, el lomo de la subida se ve casi de frente.
El trazo acabó borrándose del todo al pasar por
una zona de hierba encharcada. Pero, para entonces, la Casa de la Angostura era
visible, así como la confluencia de barrancos detrás. Por ahí debía de cruzar
la garganta y, ya sin marcas ni traza de ninguna clase, busqué, aguas arriba
como mandan los cánones,...
... un buen sitio para vadear la corriente.
Al final, me tocó dar un saltito en el torrente principal (éste). Luego, el
cruce del tributario fue mucho más fácil.
Una vez cruzados los dos barrancos y situado
al pie del lomo septentrional del Infiernillo, comenzaba la verdadera
ascensión. He copiado a mano, sobre esta fotografía (del mismo día), el track
GPS. Como se ve, además
de procurar pisar siempre nieve, intenté ir por la cuerda del lomo, única
referencia disponible cuando no se ve la cima, que es casi siempre.
Pero vamos por partes, tras cruzar el
segundo torrente, comencé por remontar una ladera sembrada de cantos y retama y
pintada de manchas de nieve.
Cuando predominó el manto blanco, me calcé
los crampones y fui serpenteando entre los cantos, procurando mantenerme en lo
alto del lomo y seguir su dirección.
Hacia los 1.900 m de altitud, me encontré
con un resalte de roca vertical y lo eludí por la derecha, por una palas de
nieve, que...
... se fueron empinando hasta alcanzar los
45º en los 20 ó 30 metros previos a un rellano, donde giré a la izquierda (SE),
para volver por terreno más tendido al lomo, que acabé atravesando, pues
presentaba un nuevo escalón.
En la vertiente oriental, giré a la derecha
(SO) y retomé la subida directa por el más tendido de dos tubos, el de la
izquierda en la foto. Como antes, volvía encontrarme con los 45º durante otros
30 ó 40 metros.
A continuación, me encontré en lo alto del
lomo, ya más tendido, y a la vista de lo que parecía la cumbre y que, en
realidad, no es más que un hombro.
Este tramo fue muy relajado, con un terreno
amplio y despejado, de pendiente moderada. A mi izquierda, iba ampliándose la
vista hacia el fondo de la Garganta de la Sierra, mientras que, al otro
lado,...
... la Sierra de Candelario continuaba
dominando el paisaje. Tras ciento y pico de metros manteniéndose constantes los
30º,...
... por un momento, hube de afrontar de
nuevo los 45º, para encaramarme a una arista de nieve, que...
... me llevaría hasta el hombro citado, sin
otra dificultad que esquivar algunas rocas. Al alcanzarlo, me encontré con
que...
... el cordal continuaba elevándose, hasta
lo que, ahora sí, debía de ser la cima, que mostraba una bonita vertiente
nororiental.
A mi derecha, se descubrieron las siluetas
oscuras de los Montes Tras la Sierra, más allá de unas laderas suaves, que
contrastaban con...
... el magnífico espectáculo alpino al otro
lado.
Al culminar este otro tramo de lomo, antes
de encaramarme al cancho que lo corona, una mirada atrás. Se ve el lomo por
donde había subido sobre el barranco de la vertiente sureste. Más allá, sobre
el redondeado Canchal de Ballesteros, se llegaba a distinguir la puntita de La
Covacha.
Pero tampoco estaba en la cima; ésta se
encuentra unos metros más allá, sobre otras rocas ligeramente más altas. Cubrí
ese corto espacio, llevando a la izquierda...
... el tajo tremendo de la Garganta Jaranda,
por la que unas nubecillas entraban y salían, mientras que, al fondo, la bruma
no dejaba ver el Valle del Tajo.
Desde el Infiernillo Mayor, se ve así el
resto de la cuerda. A la derecha,...
... al oeste, vista completa de la Sierra de
Candelario y Montes Tras la Sierra.
Al norte y este, aparte de que iban
metiéndose nubes, el panorama quedaba muy limitado por la antecima. Inicié el
regreso volviendo a la misma, para bajar hacia la derecha (SE), primero por
unos bloques y luego...
... por una rampa de matorral, hasta
alcanzar finalmente una arista de nieve, que...
... presentó en su inicio algún tramo
ligeramente empinado y, digamos, poco ancho, antes de...
... acabar siendo casi horizontal.
Recorrerla fue un verdadero paseo celestial, con unas vistas preciosas
alrededor y un terreno cómodo y fácil bajo los pies. Por cierto, pese a que
éste es el itinerario de subida habitual, estaba sin hitar, circunstancia que
indica lo poco frecuentado que es este pico.
A mi izquierda, podía ver el perfil del lomo
por el que había subido. Aunque en algún momento alcanzara los 45º, como se ve
la pendiente es generalmente suave.
Al otro lado, por un momento, sólo uno, se
mostró el fondo de la Garganta Jaranda, casi 1.000 metros más abajo.
El tramo horizontal de arista acabó en una
ligera culminación, coronada por un gran hito de más de dos metros de alto,
desde el cual...
... hay que volverse a mirar. Sí señor, una
montaña bien bonita, ésta.
A continuación bajé por un lomo ancho y
regular, pero más empinado, hacia la Portilla Jaranda, pero...
... no la alcancé, sino que, viendo terreno
favorable a la izquierda (NE), me dejé caer a ése lado, hacia el eje de...
... la amplia y regular vaguada que
desciende del collado a la Garganta de la Sierra. Aquí sí que se veía algún
hito sobresalir de la nieve: marcan la senda que atraviesa la Portilla viniendo
del Valle del Tajo.
El descenso acabó junto al cauce,
precisamente en lo que parece la toma de aguas de una acequia. La crucé y
continué ladera arriba, hacia la casa que se ve en la parte derecha de la foto,
bajo los riscos.
Desde allí, hay una bonita vista de la
Portilla Jaranda y el Infiernillo Mayor, así como de...
... la cabecera de la Garganta de la Sierra,
bajo el Cerro del Estecillo.
Giré a la izquierda (NO) junto a la construcción,
para buscar la salida de una senda que corta la ladera septentrional. El
arranque, como toda ella, es bastante borros; menos mal que los hitos me
ayudaron. Aunque no sé si gané, pues el caminillo estaba lleno de cantos,
cuando no encharcado, y resultaba tan incómodo como el resto.
En algunos tramos desparecía el trazo bajo
una capa de nieve, y era peor, pues ocultaba hoyos en que, por la orientación y
la hora, metías la pierna hasta la corva.
Pero, pese a todo, con vistas como ésta del Infiernillo, ¿quién no va a
ir contento?
Si echaba la vista atrás, la cabecera de la
garganta iba desapareciendo con la perspectiva. Por cierto, que aquí se aprecia
el cantizal que es esta senda y mis dudas sobre si merece mucho la pena
empeñarse en seguirla.
El paso sobre la Casa de la Angostura me
anunció que estaba próximo a cerrar itinerario.
Y, efectivamente, poco después, llegué al
hueco en la valla. Entre lo precaria que la traza y que sale detrás de un
matorral y una gran roca, no me extraña que, a la ida, no viera la salida.
En fin que, deshaciendo ya el camino de ida,
terminé de subir entre la retama al Collado de la Llana.
Desde el mismo, con el cambio de luz, se
veía ahora mucho mejor el Castilfrío.
Luego, bajé al fondo de la Garganta de San
Martín, que crucé por el puente del Chalé, para descender por la pista hasta...
... donde había aparcado. Así de colorida y
alegre se veía la garganta, bajo el Castilfrío y la peña Negra, cuando llegué.
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