Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ascensión
fácil, incluso con nieve; sin ella, la superación de la cabecera del circo
pierde toda la dificultad, aunque las fuertes pendientes del final hacen que,
así, llegue a ser más penosa. Sólo había subido a Hoyo Cerrado una vez, hace
más de 25 años, y entonces encontré aún menos sendas; al menos, no parece que
existiera el camino que atraviesa la Ladera del Gato desde el Palancar; la
pelea con el matorral, la recuerdo épica. Entonces salí de Oteruelo, valle
arriba; pero, actualmente, es más fácil dejar el coche en Alameda y, en todo
caso, ambas opciones de salida son muy similares en tiempo de
ascensión.
Toda la dificultad reside, por un lado, en el
tramo de matorral, no muy denso ni alto y con referencias obvias a la vista y,
por otro, en la fuerte pendiente del final, con un piso de hierba que puede ser
resbaladizo si está helado o mojado. Así pues, la mayor exigencia la van a poner el
desnivel y la distancia.
RELATO GRÁFICO:
Comencé a caminar en el prado próximo a
Alameda del Valle que cito en el apartado “ACCESO”, siguiendo al norte el
Camino de Segovia; es decir la misma pista por la que había llegado con el
coche. Ya desde el inicio, podía ver sobre los árboles el Cerro de Los Pelados
y Peñacabra; en medio, se adivinaba Hoyo Cerrado.
Enseguida, dejé el camino de Segovia,
siguiendo recto (N) donde éste se desvía a la izquierda. De momento, atravesaba
una zona de prados llana y despejada.
A mi izquierda, podía ver las Cabezas de
Hierro y Peñalara, enfrentadas a través del valle del Lozoya.
El aspecto de la cumbre del Guadarrama,
sobre todo, era magnífico.
Según llegué al bosque, cuyo límite coincide
con el inicio de la pendiente, tomé a la derecha (N) un desvío...
... no tan bueno como la pista de antes, y
empecé a elevarme sobre el valle, donde se veía ahora Rascafría.
Cuando el camino deja de subir, para llanear
un trecho, a la izquierda (O) otro desvío, esta vez...
... una vereda ancha pero con bastante pinta
de abandono, que acabó por...
... desembocar en una pista magnífica. Es la
misma de antes, pero los dos últimos desvíos sirvieron para ahorrarme un rodeo,
remontando la boscosa ladera de El Palancar más directamente. Girando a la
derecha (NE), continué subiendo.
Abajo, iba viendo el Valle del Lozoya, tanto la cabecera, como...
... el corte que abre aguas abajo, a través
del cual llegaba a ver algo de Ayllón.
Por encima, ya se distinguían bien los dos
hoyos que flanquean el Cerro de Los Pelados: el Borrascoso a la izquierda y el
Cerrado a la derecha.
La pista acabó en un prado, en el que se
marcaban unas rodadas. Siguiéndola, giré a la izquierda (N), pasé...
... junto a unos corrales y lo atravesé para
buscar, en la linde del matorral de su extremo septentrional (más o menos en la
vertical del todoterreno), la salida de...
... un camino estrecho y pedregoso, que
remonta en diagonal a la izquierda (NO) la Ladera del Gato.
Aquí, se ve cómo queda atrás la pradera. Se
sigue viendo el coche y, el final de la pista, está en el saliente de prado más
lejano, en la vertical de la Najarra. De todas formas, con lo denso que es aquí
el monte bajo, es difícil despistarse: o se encuentra el camino o no.
Al pasar un alto, la senda baja a vadear el
Arroyo de Varcialengua, tras lo que llanea por la ladera del siguiente lomo.
En las orillas, los matorrales lucían unos
hermosos carámbanos de a palmo. Había menos nieve de lo que esperaba, pero, por
falta de frío, no sería.
Ya en la ladera de Sabucarejo, se puede
observar la profundidad y complejidad de las vertientes de este sector de
sierra.
Desde la cuerda del segundo lomo, la senda
baja hacia unos prados entre robles y helechos. Era el momento de dejarla y
busqué a la derecha (NE)...
... el paso mejor a través del matorral. Lo
encontré en este hueco, justo en la divisoria, que luego se fue continuando, de
manera que...
... si bien no había senda ni traza que
seguir, tampoco el monte bajo incomodaba mucho. Al ir viendo cerca los canchos
que defienden la cima de Peñacabra, comencé a derivar a la izquierda (N - NO),
entrado en...
... la ladera, desde donde ya se veía la
boca de Hoyo Cerrado, para ir hacia ella, llaneando bajo la roca.
Y, entonces, sorpresa: me topé con unos
hitos, bien situados, que marcaban una senda estrecha pero razonablemente
clara. La misma subía desde mi izquierda, por lo que creo que debe de ser continuación
de la que había abandonado antes. Si es así, no doy por malo lo hecho, pues el
matorral no era incómodo y me debí de ahorrar algo de desnivel.
La cosa es que el caminillo me acercó al
cauce del Arroyo de Hoyo Cerrado y me llevó a remontarlo, dejándome en la boca
del circo, donde, al dejar paso el matorral a la hierba, desapareció la traza.
Ante mí, un pasillo que se iba estrechando entre las vertientes de Los Pelados,
a la izquierda, donde...
... las rocas lucían barbas de hielo, y, al
otro lado,...
... una Peñacabra, bastante menos abrupta.
Aunque abundaban las placas de hielo,
siempre encontré paso entre ellas y no llegué a utilizar los crampones. Tras
cruzar un primer rellano y superar una suave rampa, alcancé...
... un segundo prado. La cabecera de éste
era ya de altura y pendiente mayores. Al superarla, se adivinaba a la
izquierda...
... otro rellano bajo la cima de Los
Pelados, pero mi idea no era esa, sino...
... remontar todo el eje de Hoyo Cerrado
hasta el final. Tras un tercer rellano, más extenso, la subida última se
presentaba como una rampa herbosa de unos 100 metros de desnivel, cuya
pendiente superaba los 30º, sobre todo en sus últimos metros. Se podría
suavizar la subida por la izquierda, donde el terreno traza naturalmente un
zigzag.
La rampa final, como dije, era empinada y,
desde lo alto de la misma, la vista abarcaba toda la Cuerda Larga y una porción
considerable de Sierra de la Morcuera.
Había alcanzado la cresta de la Sierra de
Guadarrama, muy extensa en este sector, más allá de la cual la meseta al norte
se mostraba sombría. Aunque la atmósfera estaba bastante clara: al fondo, se
llegaban a distinguir la oscura silueta culminada en blanco de la Cordillera
Ibérica.
A la izquierda (SO), la cima de Los Pelados
aparecía cercana. A ella me dirigí, pero no por el carril que recorre la
cuerda, sino más directamente, caminando junto al borde de Hoyo Cerrado, con el
de disfrutar de unas perspectivas del mismo que...
... resultaron no ser vertiginosas como
esperaba. Además, antes de ir a la cima verdadera, quería pasar por una punta
oriental, que el camino evita, y que me pareció sobre el mapa que tendría mejor
vista.
Finalmente, así se veían el Nevero y
Peñacabra desde la antecima este de Los Pelados.
Al sur, más allá de Hoyo Cerrado, el cordal
meridional del Guadarrama, del Mondalindo a Peñalara. Para el panorama en esa
dirección, me fui a la cima, caminando...
... directamente sobre el ancho lomo,
cubierto de matorral bajo y disperso.
Rodeada por las crestas de la Cuerda Larga, a un lado, y la Mujer Muerta y Las
Parameras, al otro,...
... la cumbre del Guadarrama aparecía
seductora.
Para continuar el cresteo, me fui por lo más
corto a buscar el carril, que va un poco al norte de la divisoria, y tiene
además la mejor perspectiva (dentro de lo que cabe), sobre la Castilla
infinita.
Mientras caminaba siguiendo la cuerda al
suroeste, me fijé en que, entre los picos de la Sierra de la Paramera, se veía
el macizo del Circo de Gredos, muy nevado. Tras un suave descenso, al paso por
un ligero alto (2.104), me desvié a la izquierda (SE) del camino, hacia unos
canchos que me pareció que debían de ser un buen balcón.
El roquedo en cuestión era la culminación
del Hoyo Borrascoso y, efectivamente, había interesantes perspectivas hacia la
pareja Pelados - Peñacabra y...
... hacia el Valle del Lozoya. Más completa
esta vista que otras de la jornada.
Siguiendo la cuerda, empezó a asomar una
pradera un par de ondulaciones más adelante: el Puerto de Malagosto, donde
pensaba iniciar el regreso al valle.
Allí, dejé este carril por otro que sale a
la izquierda (S) y, gira luego a la izquierda para...
... cortar la ladera hasta el Collado
Vihuelas. Éste es una amplia horcada abierta en...
... la Loma de Peñas Crecientes, por cuya
cuerda transcurriría casi toda la bajada. El camino, que es ya aquel, llamado
de Segovia, por donde había comenzado la ruta, tiene zonas mejores y peores:
pese a su condición de PR “oficial”, en algunos sitios el matorral casi se lo
ha comido, aunque nunca llegó a perderse del todo.
A la izquierda, una bonita perspectiva de
Los Pelados y Peñacabra.
Al otro lado, la cabecera del Lozoya.
Y, delante, se iba descubriendo el caserío
de Alameda del valle bajo los Altos del Hontanar. Al llegar a un robledal, el
camino giró a la izquierda y llaneó un trecho, abandonando la cuerda por la
vertiente oriental; no hay que preocuparse; enseguida retomó el descenso.
Al llegar a un prado con corral, el trazo se
interrumpió, para continuar en el extremo opuesto, ya...
... convertido en pista circulable. Poco
después, en una bifurcación continué, obviamente, bajando (S).
El descenso acabó en las llanas praderas de
Majada Vieja, desde donde, a mi espalda...
... aún podía ver el cerro de Los Pelados,
encajado entre los dos hoyos.
Caminando por este bucólico paisaje, acabé
llegando al primer cruce de esa mañana y a pocos minutos a la derecha (S),
quedaba el lugar donde había dejado el coche.
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