COMENTARIOS: Esta
ruta es una larga caminata con considerable desnivel, pero muy llevadero, al no
presentar pendientes fuertes ni terrenos incómodos. Tampoco tiene dificultades
reseñables, pese a no estar balizada y haber trechos sin traza, pues en todo
momento se tiene a la vista el siguiente punto de paso. Por otra parte, la cresta
es panorámica y, el entorno, muy hermoso, a pesar de la cercanía de una
carretera y una estación de esquí.
RELATO
GRÁFICO:
Desde el
aparcamiento Alabaus, en la Collada del Pedró, crucé la carretera para remontar
al noreste el amplio y suave lomo herboso que baja del Cap de Ginebrar. No hay
senda ni señales, pero tampoco se echan de menos. Por cierto, esas dos
manchitas que se ven debajo del árbol más destacado eran...
... un
par de ejemplares de fauna local, bastante descarados. Me miraron impasibles
mientras pasaba a pocos metros de ellos.
Ya desde
el principio, se descubrió a mi izquierda el cordal septentrional de la
Cerdaña, concretamente los núcleos presididos por el Puig Pedrós y el Carlit.
Al otro
lado, los prados caían suavemente hacia el eje de la cabecera que me disponía a
rodear, más allá de la cual podía ver el tramo de cresta que va de la Creueta
al Cim de Pla Baguet, suave pero constante subibaja.
La
pendiente apenas se hacía sentir y resultó sorprendente mirar atrás, al cabo de
pocos minutos, y encontrarme con que la Collada del Pedró quedaba ya tan abajo.
Detrás, se alzaban el Puig Llançada, cuya cima no se llegaba a ver por
perspectiva, y la Tossa d’Alp detrás.
Pues
bien; a partir de la cota 1.913, aparte de aparecer al fondo la cresta del
Puigmal, la pendiente se suavizó aún más y así se mantuvo hasta la cima del...
... Cap
del Ginebrar. Desde allí, la vista hacia las montañas que envuelven por el
norte la Cerdaña era ya prácticamente completa, habiendo aparecido a la
izquierda los montes de La Llosa y, al otro extremo, muy destacado, el...
... trío
formado por el Puig de la Portella Gran y los dos Perics.
Al oeste,
sobre la loma por la que había llegado, el Puig Llançada mostraba, ahora sí, la
cumbre, entre el Tossal de Rus y la Tossa d’Alp.
Al este,
el cordal continuaba hacía las aún más suaves y amplias crestas del Ripollés.
Hacia allá comencé a bajar por el lomo herboso hasta que, viendo a mi derecha
(SE), giré a ese lado para...
... pasar
a descender a través de pendientes praderas, con la referencia de la Creueta,
mi siguiente objetivo, que se alzaba al otro lado del eje de la cuenca. A su
izquierda, por cierto, comencé a ver el mar de nubes que se extendía al sur y
del que, en esta imagen, se veía sobresalir el Taga.
Para
facilitar el cruce del Torrent de Pla de Rus, me dirigí hacia una clara
confluencia veía a la derecha, derivando a ese lado (S), aunque no tanto como
para acercarme a unos corrales a la misma mano, de los que pasé bastante
separado.
Tras el
vado sin dificultad del arroyo, remonté los prados de La Feixa, que se
extienden en la ribera opuesta, bajo la Creueta. Se trata de un terreno de
prados ondulados, en general suave, por donde la búsqueda del paso cómodo me
fue llevando en gradual subida, primero al sur y luego al oeste, pero siempre
con la cima de la Creueta a la vista.
Al ganar
altura, pude examinar el trecho recorrido por el romo Ginebrar.
Atravesando
esta ladera, crucé varios torrentes. Tras el último, ya bajo la Creueta,
alcancé su lomo norte, que pasé a remontar por pendientes algo más intensas
pero que nunca se harían extremas. Al llegar a lo que en esta foto parece la
cima, descubrí varias cosas: ...
... un
soberbio panorama de las montañas de la Cerdaña al norte, del Monturull al Puig
Peric; ...
... una
buena perspectiva a mi derecha del cresteo restante hasta el Puig Llançada,
y...
... que
no estaba aún en la Creueta sino en su antecima norte (2.022). Para alcanzar
aquélla debía salva una ligerísima depresión y remontar una breve y empinada
ladera herbosa.
Mientras
recorría este postrer tramo de subida, podía ver a mi izquierda la prolongación
del cordal por el Montgrony y, detrás, las crestas del Ripollés, donde
destacaban Puigmal, Bastiments, Balandrau y Taga.
Al pisar
lo más alto de la Creueta, descubrí el brillante mar de nubes al sur, del que
sobresalían a la derecha algunas crestas del Berguedà: Catllaràs, Rasos de
Peguera y Serra Ensija.
Continué
el cresteo a la derecha (SO), primero por terreno casi llano, que enseguida...
... cayó
a otro rellano, desde donde se veía, muy bonito, el juego de brillos y sombras
entre el límite del palio de nubes y las siluetas oscuras de las estribaciones
del cordal.
Tras el
segundo rellano, una nueva caída, ésta con un desplome rocoso, que salvé
caminando por una brecha del mismo.
Finalmente,
una moderada pendiente herbosa me dejó en el Coll de la Creueta, donde crucé la
carretera para tomar una pista de tierra que, saliendo al sur, rodea por ese
lado un modestísimo alto. Podía haberlo pasado por la cuerda, pero preferí la
comodidad; total, bastante cresteo iba a tener, pues...
... al
otro lado del mismo, cuando la pista rodea la cabecera de un barranco, la dejé
por la derecha (O) para remontar la ladera herbosa de l’Home Mort. De nuevo sin
senda pero sin problemas de orientación, pues tuve siempre a la vista, al
menos, la siguiente cima de la ruta.
De nuevo
en la cuerda, al volverme atrás desde este Home Mort, pude ver la Creueta, de
donde venía, enmarcada por el Puigmal y la cresta del Montgrony.
Más a la
izquierda, el Cap de Ginebrar sobre la Collada del Pedró.
Continué
recorriendo el cordal hacia el alargado Cim de Pla Baguet. El terreno
continuaba suave aunque, en la alargada cresta de éste, ...
... se
volvió algo más pedregoso.
Desde
este cuarto pico del día, nueva mirada atrás: lo de antes, rodeando el modesto
Home Mort.
Por
delante, una bajada más intensa y pedregosa de lo habitual, pero sin problemas,
hacia la redondeada cota 1.938. Sin alcanzarla, giré a la izquierda (S) para
bajar por una vaguada hasta una pista y, tomándola a la derecha (SO), ...
...
llegar al Coll de la Bassa. Dejé allí el carril por la izquierda (O) para
remontar la ladera del Tossal de Rus, de nuevo hierba continua y mullida. Tres
trazas trepaban por la empinada rampa, todas de aspecto similar. Tomé la
central.
Tras un
buen rato de recio ascenso, durante el cual el panorama se fue ampliando a mi
espalda, alcancé...
... el
lomo oriental de la montaña, cerca ya de la cima.
Desde la
cumbre del Tossal del Rus, entre las crestas del Berguedá se descubrió
espectacular a la derecha, ...
... el
Pedraforca.
Ya sólo
me quedaba por subir el Puig Llançada, que se alzaba masivo y suave al oeste.
Caminé hacia él por el lomo, amplio y casi llano al principio, y luego...
...
medianamente empinado, pero siempre regular. En la Collada de les Tortes, giré
ligeramente a la derecha (NO) para ascender por el otro lado junto a una
torrentera seca, llamada de l’Euga Blanca.
Tras un
trecho llevando el cauce a la izquierda, llegando a un estrechamiento, giré
(SO) para cruzarlo y remontar la ladera del otro lado, no hacia la cumbre, sino
en diagonal a la izquierda para...
...
atenuar un poco la intensa pendiente. Desde aquí, el Tossal de Rus se veía como
una gran cúpula de bellas proporciones regulares.
Alcancé
así el lomo suroriental del monte, desde el cual...
... a los
montes que veía antes al suroeste, se sumaba la Sierra del Cadí, de la que sólo
era visible su extremo oriental, el Comabona.
En fin,
acabando de remontar esta extensa loma, llegué a...
... la
cumbre del Puig Llançada. Al oeste, aparecieron la vecina Tossa d’Alp y el
Moixeró, enmarcada aquélla por las montañas pallaresas a un lado y la Tossa
Plana de Lles al otro.
Al sur,
persistía el mar de nubes, aunque algo clareado por el calor.
Al este,
el Rigard abría un profundo tajo entre las crestas de Nuria y el Montgrony.
Al norte,
la Cerdaña seguía llenado el horizonte, más allá del lomo cimero. En esa
dirección emprendí el regreso.
La cuerda
enseguida ganó pendiente, dentro de la suavidad. Por ella fui avanzando primero
al norte y luego al suroeste, teniendo ante los ojos las montañas de la Cerdaña
y el Ripollés, entre las que asomaba ahora la masa achaparrada del Macizo de
Madrès, en el Capcir.
Pronto se
dibujó un carril en la hierba, que ya no abandonaría hasta el final. A poco de
dejar la cima, se levantaron unas nubes oscuras pero duraron poco y no llegaron
a estropear el tiempo.
Poco a
poco fui acercándome a las instalaciones de esquí. A partir del Cap de les
Costes de l’Huguet, bien reconocible por la estación superior de remonte que lo
ocupa, lomo y camino giraron al norte, y yo con ellos.
El
entorno estaba muy urbanizado en este tramo final de excursión, pero lo
compensaba el soberbio panorama.
Junto a una cafetería, el carril se bifurcó y
yo continué por la derecha (E), pasando a...
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