Arcos del Agua (2.058)

ASCENSIÓN DESDE FASGAR

CRESTEO INTEGRAL

El pico de los Arcos del Agua, situado cerca del extremo suroriental de la Sierra de Gistreo, toma su nombre de los manantiales y lagunas que aloja el alto circo glaciar de su cara noreste. Es un monte asimétrico, culminado por un ancho lomo, desde el cual, si el terreno se desploma rocoso y vertical en la citada vertiente, cae gradualmente al sur y al oeste en extensas laderas de matorral. Todo este edificio, al elevarse sobre valles feraces, poblados de bosques y prados, da lugar a un entorno de gran belleza natural. Por otro lado, su situación en el sector más occidental de la Montaña Leonesa, separado de la divisoria cantábrica, y con una considerable prominencia, hacen que el panorama desde la cima sea extenso. A esos atractivos, se suma el apartamiento de esta comarca mal comunicada de aldeas adormecidas, donde, si el monte abunda en sendas, éstas han sido casi borradas por la vegetación.

La ruta no puede ser más simple. Saliendo de Fasgar, aldea situada al norte de la vertiente norte de la cresta de Arcos del Agua, se toma la misma en el Collado de Campo, paso principal al vecino valle homónimo, para alcanzar cumbre. Luego, se baja por el lomo opuesto, hasta dar con un barranco que permite un cómodo regreso, al menos en apariencia, a Fasgar.

En segundo término, la cima de Arcos del Agua vista desde el suroeste; a la izquierda, cae la arista por donde subí

SITUACIÓN:

  • Zona: Montaña Leonesa Occidental (Cordillera Cantábrica)
  • Unidad: Sierra de Gistreo
  • Base de partida: Fasgar (León)

ACCESO: Fasgar está 70 km al NO de León, por Otero de Dueñas, Riello y Cirujales. Atravesando el pueblo, se llega a una plaza con una curiosa fuente-puente (ver primera foto), que es un buen sitio para aparcar y comenzar la ruta. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.311 / 2.058
  • Mi tiempo efectivo: 4h32
  • Mi tiempo total: 6h10
  • Dificultades: Muy fácil. Salvo un tramo incómodo por el matorral y de orientación dudosa, la ruta transcurre por caminos.
  • Track para descargar en Wikiloc

Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Tomar en Fasgar la pista, señalizada como Camino de Santiago, que sube al Collado de Campo y dejarla allí por la izquierda (S) para tomar el cordal hasta la cumbre de Arcos del Agua.

Seguir por la cuerda al S y, pasada una antecima, bajar a la izquierda (E) para continuar el cresteo por Peña Cefera y otras puntas secundarias. Bajando del Chano los Contos, girar a la izquierda (N) para ir por lo alto de un lomo, siguiendo los restos de senda invadida por la vegetación, hacia el Pico Viciocastro. En la collada previa (1.554), tomar a la izquierda (NO) la vereda que la atraviesa, para bajar a la Reguera Vicicuntín y seguirla hasta el Barranco de Arcos del Agua. Allí, al dar con una pista, buscar enfrente la continuación de la senda (poco visible; hito) y seguir hasta Fasgar.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Otra típica caminata con cresteo en la cantábrica leonesa. En esta ocasión, por un monte de poca fama pero gran belleza. No llega a estar abandonado: durante la subida, había hitos y un trazo estrecho pero nítido cortaba la vegetación del cordal. Pero tiene toda la pinta de que por aquí pasa menos de gente que por los vecinos Catoute o Tambarón, y muchísima menos que por celebridades locales, como las Ubiñas o el Cornón. Fue una pena que las nubes empañaran las vistas porque, a tenor de lo que entreví cuando los vapores se abrían, el panorama es bonito y extenso. Pero, con todo, el entorno justificó la excursión, tanto por la naturaleza exuberante como por el roquedo vertiginoso sobre el circo de las lagunas. Por ahí también se puede subir fácilmente, y de forma más directa, desde Fasgar. Si escogí el cresteo fue por prolongar una excursión que prometía y visitar la Peña Cefera para contemplar la cresta de Arcos el Agua sobre las lagunas, aunque al final la niebla me privó de ello.

El conjunto de la actividad transcurre por sendas, aunque la mayor parte está sin señalizar e incluye un corto tramo de campo a través. Creo que resultaría aún más fácil el descenso prolongando el cresteo hasta el Collado de los Cenochos, para retornar a Fasgar por el Arroyo de Pando, el Colladiello y Vegapujín. En ese caso, nos ahorramos la pelea con el matorral y aseguramos la orientación, al precio de hacer 4 km y 100 m de desnivel más: no llega a una hora. Pero vi en el mapa las sendas que bajaban por la Vega de Muñeca y piqué; luego resultaron estar comidas por el brezo. Si volviera, escogería esa otra alternativa más larga.

RELATO GRÁFICO:

De la plazuela citada en el apartado de acceso, salí por una calleja se dirige al suroeste; según un cartel, al Campo de Santiago.

Inmediatamente, tomé a la derecha (O) la Avenida del Patrón Santiago, marcada con las flechas amarillas del Camino. Andando por ella junto al río, acabé de salir del pueblo.

Su continuación es una excelente pista de tierra, que remonta el Río de Urdiales, hasta…

… llegar ante el Fontanal, donde el valle se ensancha bajo el Alto Valdiciervo. Allí, el carril se bifurca y yo continué por la izquierda (O), para ascender en diagonal por la ladera, camino de un barranco tributario.

Al ganar altura, cuando los árboles que flanquean el camino me lo permitieron, pude ver cómo quedaba atrás el valle. En todas estas fotos, apenas se aprecia un pálido y soso reflejo del colorido de los robles y álamos otoñados entre el verde tan variado de la hierba y el matorral. En directo y pese a la bruma, se veía mucho más vivo.

Por encima de esto, el valle de Urdiales, que asciende hacia un invisible Tambarón, tapado por las nubes. 

A continuación entré en una vaguada y, a poco de pasar junto al triple caño de Las Fuentes,…

… alcancé el Collado del Campo. Estaba ya en el cordal que culmina en el Arcos del Agua, así que dejé la pista, y con ella el Camino de Santiago, girando a la izquierda (S) para…

… tomar una senda estrecha pero bastante nítida que ascendía directamente por el anchísimo lomo.

Con tan cómoda subida, pronto había ganado considerable altura sobre el collado y…

… pude ver a mi derecha el Campo de Santiago, curiosamente soleado bajo el denso palio de nubes oscuras. El día se presentaba ciertamente extraño. Desde aquí, debía haber podido ver también las dos cimas más altas de la Sierra de Gistreo, el Catoute y el Valdeiglesias, pero nada de las crestas circundantes era visible. 

Sí lo eran las laderas en gran parte y, de hecho, mirando hacia la boca de ese Valle del Campo, el cielo se veía claro.

Las pedreras aparecieron, abriendo grandes claros en el matorral, cuando me faltaba muy poco para ganar la cima secundaria llamada Sesteadero Buey de Fraile (¡ahí es nada!). En estos pasos, los hitos vinieron a aclarar la ruta, lo que tampoco es que hiciera mucha falta, pues el terreno podía ser algo más incómodo pero seguía uniforme y sin presentar obstáculos.

Desde lo alto de esa punta secundaria, descubrí a la izquierda Fasgar, entre las hilachas de la nube en que estaba punto de entrar. Si bien limitaban la visibilidad, los vapores teñían de misterio el valle… y es que, el que no se consuela es porque no quiere.

Tras bajar a una amplia horcada, emprendí la subida final a la cumbre,…

… manteniendo el terreno la misma tónica de suavidad y amplitud.

Subiendo, veía mi derecha un buen trecho del valle de Campo.

Hacia la cota 1.950, apareció al otro lado la más pequeña de las lagunas de los Llaos mientras…

… me acercaba a un entronque de crestas, a partir del cual la cuerda se estrechó,…

… sin llegar a ser aérea. También acabé de entrar en la nube.

Lo cual no me privó de alguna visión vertiginosa a mi izquierda, como ésta, en que bajo la espectacular culminación de un espolón, se aprecian los dos lagos mayores.

Tras pasar una antecima, a la vista de la cumbre, vi el sol iba a través de la niebla y pensé que igual hasta despejaba.

No fue así; esto es lo que podía ver mirando atrás desde lo alto del Arcos del Agua. Y, en el resto de la circunferencia, peor, por la falta de la referencia del lomo. Esperé un poco, aprovechando para descansar, pero nada.

Emprendí el regreso siguiendo la cuerda al sur un poco más, hasta pasar una cercana antecima.

A los pocos metros, me encontré dos hitos de buen tamaño en la cresta, donde ésta se divide. En medio de ambas señales, giré a la izquierda (E) y…

… me dejé caer por una empinada ladera hacia el collado que separa el Arcos del Agua de la Peña Cefera. Entré al poco en el matorral, donde…

… hube de parar y mirar con atención para localizar un trazo borroso que me permitió atravesar el alto brezal con relativa comodidad. A mi derecha, se abría un nuevo valle: el Arroyo del Cáscaro, del que no se veía gran cosa aunque el sol brillaba en su parte baja.

Terminaba de bajar cuando aclaró un poco sobre el Arcos del Agua. Fue el primero de varios amagos de apertura que acabaron en nada.

A mi izquierda, por debajo del rellano de las lagunas, también se veía brillar el valle del Urdiales, de donde había salido.

A continuación, la subida a la Peña Cefera se presentó como un ancho lomo de matorral mayormente rastrero, con algún pasaje empinado. El trazo mejoró y la subida fue cómoda.

Cerca de culminarla, las nubes llegaron a dejar ver al menos la silueta de la cumbre del Arcos del Agua, a la derecha de la antecima desde donde había bajado al collado.

Los vapores parecían perder densidad y abajo brillaba más el valle.

Así llegué, casi con tiempo claro a la punta occidental y más baja (2.009) de la Peña Cefera. Siguió luego una corta cresta casi horizontal hasta la cima.

Desde la misma, vi los valles convergentes de Cáscaro y la Cuesta de la Seves brillando al sol. La cosa estaba revuelta y tan pronto el ambiente era tétrico como brillante. Esto, en medio de la absoluta soledad y el silencio, pues apenas soplaba una brisa ligera, hizo fascinante este tramo de cuerda.

Pronto dejé atrás la cresta, ancha y cómoda, mezcla de matorral rastrero y pedrera, y me encaramé a lo más alto de Peña Cefera.

Lo mejor sin duda, el panorama al sureste, con su mezcla colorida de luces y sombras.

A continuación, bajé, siempre por la cuerda, que aquí gira al sureste y que, aunque no se aprecie, seguía recorrida por un trazo que hizo la progresión cómoda. La novedad era el considerable abismo vertical que llevaba a la izquierda, más allá del cual…

… se iban apreciando ya las laderas septentrionales del Vallegordo, donde está Fasgar.

Tras descender esa recia pendiente,…

… siguió otro tramo prácticamente horizontal y otra bajada más ligera hacia el pequeño abombamiento en el cordal del Chano los Contos, que marcaba el final del cresteo.

Pasando por el punto más bajo, el Arroyo de la Cuesta de la Seves aparecía brillante y colorido a mi derecha.

Si miraba atrás, veía Peña Cefera mostrando su cara más bravía. A su derecha…

… (izquierda en sentido de la marcha), las nubes dejaban ver ahora el Tambarón, tras el que asomaba ligeramente el Nevadín, otro segundón de lujo de Gistreo. Más a la derecha aún, y más lejos,…

… una gran cumbre cantábrica, el Cornón de Peñarrubia, junto a su satélite, el Muxavén.

Siguiendo con la vuelta, más al este el horizonte se cubría de nubes y de la vecina Sierra de Villabandín sólo se distinguía una masa oscura cubierta de nubes. A la izquierda de la misma, sí que llegaba a verse brillar al sol…

… algo de los montes de Babia, concretamente todo el tramo al oeste del Montihuero, que aparece en el extremo derecho, incluyendo la Peña Chana, centrada en la imagen.

Pero en fin, tras despedirme desde el Chano los Contos de Peña Cefera y el Arcos del Agua, continué por el lomo, amplio y herboso, hacia el este.

Las pendientes son, en este tramo final del cresteo, las más suaves de la ruta. Pasada una redondeada prominencia,...

... en la depresión, subsiguiente, giré a la izquierda (N), dejando traza y cordal, pues...

... vi que, aunque no hubiera senda, la ladera se presentaba suave y había amplios huecos entre los piornos. Tras un inicio de escasa pendiente,...

... el terreno se empinó hasta un rellano con un viejo redil. La continuación de la bajada se veía ya: el lomo que cae desde la izquierda, acabado en un cerro más abajo, que es el Pico Viciocastro. Pensando que al corral debía de llegar alguna senda, la busqué entre el matorral hacia el arranque del lomo, pero no conseguí dar con ella, así que me fui más a la derecha donde...

... el matorral era menos denso. De allí, caía una vaguada, por cuyo fondo seco y cómodo, pues el matorral no estaba cerrado, continué bajando.

No tardé en encontrarme caminando junto a un modesto torrente. Donde éste forma un pequeño salto y los árboles dispersos se iban transformando en bosque, me encontré con una senda que, efectivamente, está en el mapa hacia los 1.680 m de altitud. Tomé a la izquierda (NO)...

... dicho trazo, mediocre al principio, para luego...

... cerrarse hasta tornarse precario. Algo ayudaba en la pelea con el denso brezal, que me llegaba además casi a los hombros, pero no mucho. Al cabo de un buen trecho, la arruinada senda giró casi en redondo a la derecha para tomar dirección noreste. Ya ese punto lo tuve que intuir y, a partir de ahí,...

... ya no estuve seguro de si iba siguiendo trazo o no. Fue una sorpresa ver, en casa, cómo la línea del GPS se ciñe a la senda del mapa ¡soy un artista! En fin, manteniendo cota, fui encaramándome al lomo de antes, en cuya...

... culminación me encontré un corte en el matorral. Este seguía denso pero la caída definía una especie de surco de algo más de medio metro de profundidad y uno y pico de ancho que recorría la divisoria: eso debió de ser en su día el camino que iba al redil. En fin, que lo tomé a la izquierda (N) y fui bajando penosamente por él hacia el collado (1.554) previo al Pico Viciocastro, que se fue elevando ante mí.

En la pradera que lo ocupa, paré a recuperar la calma y quitarme la buena porción de ramitas, hojitas y otros restos vegetales que llevaba adheridos al pelo y la ropa. Y, de paso, a mirar la bajada. Si vuelvo, no sé por dónde iré... pero no será por ahí.

Total, aquí me encontré una vereda bastante buena, o al menos así me lo pareció tras lo que antecede, que tomé a la izquierda (O). La cosa es que la entrada al matorral no está muy clara, aunque el Tambarón sirve de referencia, pero...

... tras la primera línea de zarzas y piornos, se definió para cortar nítidamente el brezal en un rápido descenso hacia...

... la Reguera Vicicuntín. Ahí, el trazo se difuminó con la abundante hojarasca del suelo y, fiándome del trazado en el mapa, crucé el torrente por donde me pareció y, girando a la derecha (N) pasé a seguir su curso, por terreno cómodo y despejado bajo los árboles.

Cuando el bosque se cerró, derivé a la izquierda (O) unos metros y salí enseguida a unos prados separados por muretes, que, recuperando la dirección norte, recorrí siguiendo la linde de los árboles. Al poco, volvía a entrar en el bosque y...

... me topé con un ancho carril. Estaba en el barranco principal que recopila los torrentes que bajan del Arcos del Agua y éste era el camino que lo sigue. Lo crucé y busqué, al otro lado, la continuación de la senda que llevaba; la encontré diez o quince metros más abajo (derecha),...

... marcada con un hito. Igual que antes en el collado, el paso entre el matorral estaba poco claro durante unos pocos metros, al cabo de los cuales...

... topé con el arroyo de Arcos del Agua, el cual presentaba varios brazos. Los vadeé y, al otro lado del último, me encontré, ahora sí que sí, con un camino...

... amplio, claro y comodísimo, que me llevó a cruzar, en ligero descenso, la ladera bajo la Peña del Molar, Así, trazando una tendida diagonal en la ladera meridional del Vallegordo, el sendero me llevó, entre robles y abundante matorral...

... de vuelta a Fasgar, cuyo caserío apareció bellamente dominado por el colorido Cueto.

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