Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ésta es una
ascensión corta pero intensa, muy empinada de principio a fin, a un pico de
fuerte carácter alpino y extenso panorama. Además, el día escogido el paisaje
presentaba una particularidad no muy frecuente en estas latitudes: una cantidad
considerable de nieve en las montañas brillaba inmaculada sobre unos bosques vestidos
de otoño; todo un lujo. Con su orientación obvia y estando libre de obstáculos
más allá de la fuerte pendiente, la ruta, en seco, podría ser afrontada por
cualquier senderista, a condición de tener buenas piernas y pulmones. Pero con
nieve, como es el caso, hay que contar con una mínima preparación en técnicas
invernales, ya que la salida de la terraza puede resultar expuesta si se
encuentra helada.
RELATO GRÁFICO:
Una vez
aparcado el coche en Valdorria, comencé a caminar deshaciendo camino (E) por la
carretera bajo la masa caliza de la peña. A punto de llegar al collado (1.362)
por donde había accedido desde el valle del Curueño, dejé el asfalto por una
pista a la izquierda (N) para…
…
abandonarla a su vez, a los pocos metros, por la derecha (NE), pasando a seguir
la cerca que rodea un prado. Así, culminé enseguida el lomo, desde el que
mirando atrás se veía, sobre los tejados de Valdorria, el telón de peñas
(Galicia, Amargón, Pinguera), que domina bellamente el pueblecito.
Al otro
lado, cambiaba de vertiente y me recibió la cresta de Prado Llano, que se
levanta al otro lado del Curueño. Giré entonces a la izquierda (NE) para,…
… ya sin
camino, pasar a recorrer la ladera de la montaña hacia el centro de la cara
sureste, que forma un cóncavo que se adivina entre el cancho más cercano y la
cresta del fondo. Atravesé la zona de placas, siguiendo una tendida diagonal de
repisas herbosas.
Éstas no
son continuas ni demasiado cómodas pero tampoco hay obstáculos y pronto fue
quedando atrás el collado.
Cuando se
abrió a mi izquierda (N) un gran tubo pedregoso, giré hacia ese lado y comencé
a remontarlo. Enseguida aparecieron unos hitos que marcaban, no una senda que
merezca tal nombre pero sí una traza de rocalla más pisada, y decidí
aprovecharla.
Al ganar
altura, a mi espalda fue descubriéndose, por encima de las abruptas peñas de
San Froilán y Morquera, la Meseta infinita, más allá del Valle del Curueño.
Superados
unos 200 metros, comencé a pisar nieve al acercarme a un estrechamiento del
tubo, donde dos riscos parecen formar un pórtico. En medio, se veía otro
picacho rocoso (su culminación es la aguja característica que veía desde el
valle del Curueño), que rodeé por el lado oeste (izquierdo).
Enseguida,
a poco de pasar la cota 1.600, la nieve se hizo continua aunque se mantenía con
poco espesor y bastante consistente, obligando ya desde el principio a patear
para sentar el paso. El ambiente se iba haciendo también más alpino y…
… la
pendiente alcanzó y superó enseguida los 30º. No es que sea mucho, pero tampoco
es trivial.
Hacia los
1.700 m de altitud, llegué al pie de unos canchos más empinados y, dejando de
lado a la derecha la aguja característica,…
… giré a
la izquierda (O) para seguir subiendo por una ancha terraza. La pendiente
seguía, bastante regular, entre los 30º y 40º. Al este, por encima del pico de
Prado Llano, habían aparecido en el horizonte el Espigüete y la Peña Corada,
entre otros.
La
terraza, que supera unos 150 m de desnivel, se fue tendiendo, presentando
incluso algún rellano, en su mitad superior. Resultaba atractivo ver cómo
culminaba este pasillo glacial contra un impoluto cielo azul. Además,
ésta era para mí la primera nieve de la temporada y eso siempre me ha provocado
un estado de ánimo algo exaltado.
A mi
derecha, se fue descubriendo la punta secundaria (1.912), anunciando la
proximidad de la cumbre.
A mi
espalda, el panorama era impresionante, habiéndose acabado de descubrir el Alto
Carrión, delante del cual, se apreciaba el tremendo trapezoide de las Peñas
Pintas. Mientras tanto, la nieve se había ido haciendo cada vez más dura; pese
a golpear de firme, sólo conseguía meter la puntera de la bota y comencé a
echar de menos los crampones.
Llegando
cerca del hombro culminante, descubrí la cumbre. Este final de la terraza, se
encuentra…
… en la
arista sur de la Peña de Valdorria y, desde el mismo, descubrí la mole del
Polvoredo, asomando aún tímidamente. Detrás, se distingue a su izquierda la
Sierra de Gistreo y, mucho más lejos, el gran cordal que forman la del Teleno y
los Montes Aquilianos.
Volviendo
la mirada a la izquierda, veía muy abajo el pueblo de Valdorria y, al otro lado
de unas lomas, el Valle del Curueño, corriendo hacia la brillante superficie
gris de la meseta. Pero mi objetivo estaba al otro lado.
Girando a
la derecha (N), remonté los 50 metros de desnivel que me restaban para la cima,
por un lomo helado. Este tramo final parecía incómodo por la irregularidad de
los cantos cubiertos por una fina capa de nieve endurecida, pero…
…
tomándomelo con un poco de cuidado, pude encontrar un itinerario que,
zigzagueando entre las zonas más “bacheadas”, me llevó por pendientes cómodas
que no pasaban de 30º.
Lo
primero que te recibe en la cumbre de la Peña Valdorria corta el aliento: de
izquierda a derecha, el Polvoredo medio tapando las sierras de Gistreo y
Villabandín; luego, los montes de Luna y las Ubiñas por encima del Machacao;
siguen el Bucioso y el Brañacaballo con sus satélites, y, pasando al otro lado
de la cresta que proyecta al noroeste el Valdorria, se alinean las cumbres de
Faro.
Entre
todo esto, si algo destaca son las Ubiñas, reconocibles pese a la lejanía.
Al norte,
se muestra el Bodón con el fondo de las cumbres de Faro, donde destaca la
Morala, y la Sierra de Sentiles. Más cerca, otros dos peñascazos: la
Sopeñallana y la Verde.
Al este,
se llegaba a ver el Cornión por encima de la mole caliza del Susarón y la
cresta del Cueto Ancino. Más a la derecha, siguen los Mampodres, la Sierra
Mediana y el Alto Carrión, delante este último de los montes de Riaño. Por fin,
por encima del vecino pico de Prado Llano, la Sierra del Brezo y la Peña
Corada.
Un zoom a
la parte del Cornión y Mampodres: se distinguen el Pico del Lago, la Peña Ten y
la Peña Santa; por encima de los Mampodres, asoman ligeramente las crestas
grises de los Urrieles.
El Alto
Carrión: se alinean en el horizonte Peña Prieta, Murcia, Curavacas y Espigüete
(¡montañón! estaba a 60 km). Ahora sí que se ve bien Peñas Pintas ¿eh? ¿Y ese
peñasco de en medio? Pues la modesta Peña de San Pedro, que no llega a
1.600 m… una más de la zona.
Y, en fin
¿qué decir de Peña Corada? Con su altitud modesta, altiva y solitaria,
orgullosa se diría, se eleva separada del resto de la cordillera. ¿Una montaña
rebelde?
Al sur,
se extendía la meseta hasta perderse la vista, abombado sólo ligeramente el
horizonte, hacia la derecha, por los Montes de León.
Antes de volver por donde había venido, me fijé en esta composición del Polvoredo y todo aquel horizonte occidental que me recibió al llegar, visto a través del estrecho corredor que baja hacia la Portilla del Agua.
Al
iniciar el descenso, descubrí que, si las vistas iban a ser las mismas, el
cambio de luz permitía ahora apreciar mejor el vivo colorido de los valles.
De hecho,
a mitad de la terraza fueron llegando unas nubes, altas y pacíficas, cuya
sombra...
...
colaboró a mejorar aún más la visión del paisaje. Y así, alternando la mirada
entre los valles,...
... los
montes vecinos y el horizonte, fui descendiendo con calma hasta dejar primero
la terraza,...
Para
entrar en el tubo inferior, desde donde fui viendo el collado (1.362) próximo a
Valdorria. Tras dejar atrás la nieve, caminando...
... por
el pedregal, llegué al lugar donde había comenzado la remontada esa mañana
pero, viendo hitos más abajo, continué perdiendo altura. Unos 50 m más abajo, la canal se cerró y
empinó y dejé de ver señales. Entonces giré a la derecha (SO) y...
...
atravesé la ladera siguiendo el borde inferior de los canchos que, de subida,
había atravesado. Lo cierto es que esta opción es más incómoda, a través de
pedrera suelta y teniendo que ir rodeando arbustos. Mejor por la roca. Volví a
pisar hierba cerca del lomo que baja de la Peña Valdorria, que alcancé, como a
la ida, algo por encima del collado. Desde allí,...
... me
volví a despedirme de la vertiente del Curueño. Ahora se distinguía muy bien el
contraste entre los bosques otoñados y los adustos gris y blanco de la
crestería de Prado Llano, a cuyos pies el sol iluminaba las casitas de Nocedo.
Ya sólo
me quedaba bajar un poco por el otro lado para llegar a la carretera y tomarla
a la derecha (O) para entrar en Valdorria.
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