Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Esta
combinación invernal de las rutas normales y más frecuentadas del Pico Murcia es
una actividad divertida que transcurre en un entorno espectacular en los valles
y panorámico en cresta, con permiso de las nubes, claro. La única dificultad que
plantea se debe al tramo de pendiente mediana (40º) que encontré a la bajada que,
sin suponer un gran obstáculo, obliga a poner algo de cuidado y a coger el
piolet. El resto, aun nevado, no pasa de ser una caminata por terreno agradable
que, si no calificaré de relajada, tampoco diría que es exigente.
RELATO GRÁFICO:
En
Cardaño de Arriba, tomé la Senda del Pozo de las Lomas, que sale al norte del
fondo del aparcamiento. Ya desde el primer momento se distinguía la nieve, muy
arriba sobre la verdes laderas. El camino es una cómoda pista, marcada como PR,
que asciende suavemente,…
…
remontando el Arroyo de las Lomas, curso principal del valle, que baja del
corazón del macizo.
Pronto,
fue quedando atrás Cardaño y, volviendo la vista, podía verse el bonito cuadro
que formaban la espadaña de la iglesia y las dos cimas del Fraile, en la Sierra
del Brezo, asomando por la boca del valle.
Al poco,
pasé junto a una fuente y casi inmediatamente la pista giró a la izquierda
(SO). Siguiendo las marcas blanqui-amarillas, la dejé de lado y continué recto
por una senda estrecha. Poco a poco, me acercaba a la confluencia del Arroyo de
Valcabe, que la vereda cruza por un puente. Una vez al otro lado, me desvié del
camino principal, y del PR, a la izquierda (N), por...
... una
senda que remonta, por su vertiente izquierda, este nuevo barranco, al fondo
del cual se iban ya viendo las nieves de Peñas Malas.
Poco
después, desemboqué en una pista, la misma del inicio, que había cruzado el
arroyo por un vado aguas arriba del puente. Por ella, continué remontando el
Valcabe, que gira al oeste, momento en que apareció la figura triangular del
Pico Murcia, brillando blanca al sol.
Insensiblemente,
iba ganando altura y pronto pude ver también, a mi espalda, el trío formado por
los picos de Hoya Contina, el Vallejo y las Canchas de Ojeda, en el brazo
oriental del valle principal. Por cierto, que todo este tramo, en domingo
soleado y con la montaña así de nieve, lo realicé rodeado de numerosos grupos.
Según me
acercaba, el aspecto del Pico Murcia se iba haciendo más impresionante, hasta
llegar a un amplio rellano donde el valle se abre y confluyen varios torrentes.
Estaba a
1.650 m de altitud y la nieve en vertientes expuestas al norte era ya continua
y con pinta de tener buen espesor. El cauce principal toma allí dirección
sureste, lo mismo que la senda y las rutas más usadas. Por ello, a partir de
ese punto, quedé solo, al dejar el camino y girar al otro lado,...
... a la
derecha (NO) para seguir ahora el Arroyo de la Cuenca, que baja del Collado de
Peñas Zahurdas, donde pensaba ganar la cresta y que empezaba a descubrirse
tímidamente al fondo. Esta ruta, si bien no es muy habitual, tampoco es una
rareza y esperaba una senda. Si la hay, fui incapaz de encontrarla. Como el
terreno no era malo, tiré por derecho, remontando una ladera de mediana
pendiente, sin nieve y poblada de matorral abierto, llevando el saltarín
torrente a la izquierda.
Al cabo
de unos 50 metros de desnivel, me encontré en una terraza, desde la que la
vista hacia la cabecera de Valcabe, por donde luego bajaría, era estupenda.
Incluso se distinguía, a la izquierda, la bajada desde la cuenca superior de
Las Ceresuelas, que resultaría ser el tramo más empinado de toda la ruta.
Como esta
amplia repisa, pese a su leve inclinación lateral, permitía atravesar la ladera
con comodidad, la seguí a la izquierda (O), hacia la horcada, que ya se veía
bien clara bajo la cumbre del Murcia. Al trasponer un cercano contrafuerte,...
... entré
en la cuenca del Arroyo de las Zahurdas, que baja de Peñas Malas y que rodeé,
cruzando el torrente entre dos cascadas. Estaba a 1.800 m de altitud y la nieve
fue continua a partir de aquí. Sin dejar de seguir el rellano, volví al Arroyo
de la Cuenca,...
...
cruzando otro curso de agua, anónimo, antes de girar a la derecha (NO), para
seguir otra terraza, más empinada pero sin acercarse siquiera a los 30º,
adosada a la ladera septentrional del barranco. La subida de aquí al collado,
es muy bonita, bajo la cara norte del Pico Murcia. Claro que, si miraba atrás,...
... la
cresta de Hoya Contina a Canchas de Ojeda sobre el valle, aparecía cada vez más
hermosa también.
La
perspectiva del Pico Murcia variaba al avanzar, pudiendo apreciarse cada vez
mejor el perfil de la arista a superar una vez alcanzada la cuerda.
La nieve
estaba cada vez más blanda y me hundía hasta la rodilla, así que, cuando vi que
la repisa moría contra un cancho que se prologaba continuo hasta la cuerda,...
... no me
lo pensé y me encaramé al mismo. Fue un alivio caminar por terreno consistente.
Al volverme cerca de culminar, vi que la doble cumbre del Curavacas empezaba a
asomar sobre el Pico de Hoya Contina.
El Pico
Murcia mostraba su faz más fiera; un pequeño cóncavo formado entre la cara
norte y el lomo por el que iba a subir.
Al llegar
al Collado de Peñas Zahurdas, descubrí al otro lado crestas cubiertas de nubes
que, además, venían hacia mí y a buena velocidad... ¡Vaya! Tenía que haber
madrugado algo más. De momento, al oeste, más allá del cercano Pico de la Rasa
a la izquierda, poco se distinguía de las montañas de Riaño. Más a la derecha,
sí se apreciaba la complejidad de...
... los
cordales que rodean cabecera del río Orza y...
... la
altivez del Corcadas.
Girando a
la izquierda (SO), acometí la parte final de la subida por la cuerda, ancha,
suave y pedregosa. Tenía poca nieve pero, por una vez, me alegré, recordando
cómo estaba en el barranco que acababa de superar.
En cuanto
gané un poco de altura, descubrí a mi espalda la Peña Prieta, más allá de Peñas
Malas. Al fondo a la izquierda, se aprecian algunos riscos de Picos de Europa
asomando sobre las nubes; por desgracia, fue todo que vi de los tres macizos.
A la
izquierda, el Curavacas aparecía despejado y aparentemente visible: en
realidad, del pico en sí sólo asomaban las puntas.
La
pendiente, que había comenzado escasa, se fue incrementando, hasta ser mediana
hacia la mitad de la subida, precisamente en un tramo en que la nieve dejó
totalmente paso al cantizal.
Para
entonces, las nubes habían comenzado a invadir el macizo, ocultando ya Peña
Prieta y Curavacas.
Tras el
tramo seco, llegué a un entronque de aristas defendido por un ventisquero donde
la pendiente alcanzó los 40º por primera vez. Pero el paso era corto y encontré
la nieve bastante consistente, casi por única vez en la jornada.
Al
superar el escalón, descubrí al otro lado el cordal que une el Espigüete, casi
invisible a la izquierda, con el Pico de la Rasa. Más lejos, la mole rechoncha
de Arbillos a la izquierda y la oscura Peña Corada centrada en la foto,
mientras que los montes de Riaño, a la derecha, seguían casi invisibles. Aquí
giré a la izquierda (SE), para...
...
continuar la subida por la cuerda, que se presentaba ahora como una verdadera
pasarela, blanca y regular, con una pendiente superior a 30º y apuntando a un
cielo todavía azul. Y encima, sin crampones, se hundían justo las suelas. Una
gloria. Qué pena que fuera tan corto.
Efectivamente,
la cresta se tendió enseguida y, ya hasta la cumbre, volvieron a asomar las
piedras. Aunque esta arista es más estrecha, como se ve, no llega a ser
expuesta. Y las nubes, que no cesaban de llegar. De hecho, a la izquierda
debería de verse la cara norte del Espigüete y, en su lugar había un muro de
niebla.
A la
izquierda, hacia el Curavacas, era la única dirección en que la vista estaba
más despejada. Y tampoco duró mucho...
Cinco
minutos después de la anterior foto, éste era el panorama desde la cumbre del
Pico Murcia, mirando atrás, a la arista por la que había llegado.
Sólo se
veía algo hacia la Rasa y,...
...
ocasionalmente, hacia el Curavacas. Al menos, la bajada por Las Ceresuelas, que
se veía abajo en esa dirección, permanecía despejada.
Una de
las cosas que más me atraía de visitar el Pico Murcia era contemplar de cerca y
a su nivel la cara norte del Espigüete. Pues bien, esto me encontré. Qué pena
no haber salido una hora antes. Estuve a pesar de ello un buen rato en cumbre
viendo si se abría pero nada; cuando me cansé de aguantar la humedad y el
vientecillo helado que se sentían dentro de la nube, comencé a descender por un
ancho lomo que cae al sur (derecha al llegar).
Con su
orientación, estaba limpio de nieve y, siendo la normal más normal, desde
arriba vi mi paso a través del pedregal facilitado por un buen trazo marcado
con hitos, que además no venían mal con esta niebla.
Al menos,
la bajada fue buena, por terreno despejado y regular y con la incomodidad de
los cantos atenuada por la traza. Al llegar al collado inmediato (2.198), la
visibilidad no iba a mejor. Había previsto un recorrido más largo por la cresta
pero, tal como estaba de tapado, decidí que no merecía la pena y...
... me
dispuse a bajar por el cuenco de Las Ceresuelas, que se abría a mi izquierda.
Pero tampoco inmediatamente.
Buscando
el mejor acceso, proseguí todavía un poco por la cuerda, sobrepasando el Alto
de la Ceresuela (2.206) y tomando el lomo de la izquierda (E) cuando se divide.
Así salí al collado (2.151), desde donde la bajada es, en teoría, menos
empinada. Rodeando el peñasco que se alzaba en el entronque por la derecha; es
decir,...
... por
la vertiente que da al Espigüete, me encontré con que éste seguía sin verse y,
sin embargo, el sol iluminaba el fondo del Arroyo Mazobre. ¡Qué cosas!
Llegado
al collado, me dejé caer a la izquierda (NE), por la regular ladera, ligeramente
abombada, de Las Ceresuelas que,...
... a lo
largo de 200 metros de desnivel, fue suavizándose paulatinamente desde los 30 a
los 20º. Por aquí me encontré unas huellas de esquíes, que me vinieron bien
para mantener la dirección buena.
Hacia los
1.950 m de altitud, salí de las nubes, casi al tiempo que llegaba a un rellano,
tras el que el terreno parece volver a empinarse. Viendo la boca de un tubo a
mi izquierda, decidí bajar por él.
Pero no
había perdido 50 metros por él cuando me encontré con una brusca caída del
terreno. No es que la pendiente fuera extrema (calculo entre 50 y 60º y había
una huella de snowboard) pero como a la derecha era menos pino, me desplacé a
ese lado en horizontal hasta que, al cabo de 100 metros, me pareció la cosa más
abordable. Inspirado por la traza de unas tablas, me dejé caer a la izquierda,
descendiendo directamente unos 100 metros con una pendiente de unos 40º.
A partir
de ahí, la pendiente se atenuó ya definitivamente. Estaba en lo más alto del
Arroyo Valcabe, que corre aquí por un amplio y suave barranco, hacia el pico de
Coto Redondo. Siguiendo su curso, llegué enseguida a la confluencia donde a la
subida me había separado de la senda.
Ahora, la
cabecera de Valcabe se mostraba más adusta que esa brillante mañana.
Y no
digamos el Pico Murcia, que ahora aparecía tocado por una nube.
Total,
que ya sólo me quedó, en la calma de primera hora de la tarde, deshacer el
camino de ida desde la confluencia de los arroyos de Valcabe y La Cuenca hasta
Cardaño de Arriba.
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