Tras
aparcar junto a la barrera que cierra la Vereda de las Encinillas en
Camorritos, comencé a caminar por otro camino que sale a la derecha (NE),
también cerrado.
Al poco,
cuando el carril se bifurca, continué por la derecha (NE), yendo siempre en
horizontal y paralelo a la pista que va junto a las vías del tren, en la que
acabé desembocando. La tomé a la izquierda (N) y…
… muy
poco después, me encontré en un claro frente al que se alzaba el lomo
suroriental de Siete Picos. Entonces, giré a la izquierda (N), enfrentando la
pendiente, para…
… volver
a entrar en el bosque por una senda más estrecha, que…
…
enseguida se empina, comenzando realmente la subida. A esta hora temprana, el
cóncavo permanecía en sombra, algo de agradecer en pleno agosto. Durante esta
parte de la ruta, pasé por varios cruces, en los que siempre me mantuve en
subida y por el camino más marcado.
Al llegar
junto al cauce del Río Pradillo, que no crucé de momento, comencé a entrever la
cresta de Siete Picos.
Poco
después, al paso por un hueco en el arbolado, pude verla mejor, destacando un
risco picudo con un llamativo bloque encima.
Es una
buena referencia para localizar, a la derecha, la canal de la X, el tubo de
matorral y cantos, por donde superaría las grises paredes que defienden el
cordal. Y, buena noticia, seguía en umbría.
La vereda
por la que remontaba el pinar desembocó en la horizontal Senda Herreros, que
tomé a la derecha (NE).
No vino
mal este descanso en la subida, pese a que el cruce del nacimiento del Río
Pradillo resulta escabroso. Además, la senda no siempre estaba clara en ese
corto trecho y las marcas de PR me vinieron bien un par de veces.
Al mismo
tiempo que el sendero se pacificó, salí a terreno más despejado, sobre al sur,
donde, más allá del Valle de Siete Picos, la llanura cubierta de bruma se
extendía hasta el Monte Abantos.
Durante
un tiempo, fui llevando a la izquierda placas y resaltes rocosos. Al acabar,...
...
apareció sobre mí la entrada a la canal de la X, no muy visible, pero marcada
por el característico bloque sobre el cancho picudo. Dejé entonces el camino
por la izquierda (NE) y remonté, ya sin senda, la...
...
ladera de pasto, empinada pero sin obstáculos reseñables. A mi espalda, la luz
del sol seguía persiguiéndome.
Arbustos
duros fueron sustituyendo al pasto, haciendo la progresión más penosa, si no
fuera por la abundancia de placas que sobresalían del monte bajo y que, con
fáciles trepadas (I), permitían avanzar evitando el matorral.
Al ganar
altura, fueron apareciendo más allá del lomo occidental del cóncavo, las cimas
del Valle de la Fuenfría, empezando por la Peñota y siguiendo la Peña del
Águila.
También,
la roca parecía irse abriendo a mi paso, en un entorno de paredes y rocas
caballeras cada vez más espectacular.
Hay
tramos realmente empinados pero en ningún momento se pone la cosa ni difícil ni
incómoda.
No tardé
en verme dominado por el bloque característico. En su vertical y justo después
encontré...
... los
dos o tres escalones un poco más importantes; todos ellos son pasos de II de
entre 3 y 6 metros. Nada grave.
Una vez
superados, me encontré a la altura de otra bonita “bola”, ésta en el lado
oriental de la canal. Si la combinación de pinos, matorral y roca de la canal
era bonita, el paisaje al fondo no desmerecía.
El final
se anunció al tenderse el terreno y aparecer la torre cimera de Siete Picos.
Buscando la mayor continuidad de la roca, me acerqué al lomo que llevaba a la
derecha. Podía haber hecho lo propio al otro lado, pero ahí daba ya el sol.
Estaba ya
a la altura del bloque característico que llevaba viendo desde la remontada por
el cóncavo. Y la vista al sur no necesita comentario.
Delante,
me encontré con el último de los escalones (II) y, a continuación, la canal se
dividía en dos ramas que abrazaban el Séptimo Pico. La lógica parecía mandar
seguir la derecha, que se veía más umbría y además seguía recto pero preferí ir
a la izquierda, al descubrir que...
... el
matorral clareaba mucho. Admirando el flanco vertical del más alto de los Siete
Picos, alcancé enseguida...
... la
cresta. Dejando de lado el resto de puntas, giré a la derecha (SE) para...
...
rodear el contrafuerte del Séptimo Pico que, con la de veces que habré pasado
por aquí (19 ascensiones a cima más alguna otra visita), nunca me había fijado
en el curioso arbotante que presenta. Al otro lado, me...
...
encontré ante la cara norte de la torre cimera. Sin necesidad de llegar al
lugar de subida usual, el de los hitos, superé por una fácil sucesión de
escalones fisurados y placas inclinadas (I) los diez o doce metros que me
separaban de...
... la
cima. Más allá del hito, sobre el resto de picos de la cresta, destacaban al
oeste la Sierra del Quintanar y la Mujer Muerta.
Volviéndome
al sur, la canal de la X quedaba tapada por la perspectiva, aunque llegaban a
verse los dos bloques caballeros que la dominan. Más allá, detrás del rocoso
pico de Majalasna, primero y más bajo de los siete, el cordal occidental del
Valle de la Fuenfría, los montes escurialenses y la Sierra de Malagón. Incluso se
distinguía la sombra lejanísima e imprecisa del Gredos oriental.
Más a la
izquierda, la llanura madrileña se extendía hasta difuminarse en la distancia,
más allá de los cerrillos del Pie de Monte.
Al este,
lo más alto del Guadarrama: Peñalara, Cabezas de Hierro, Guarramillas y
Maliciosa.
Al norte,
el terreno desciende gradual por el mar de pinos de Valsaín y el valle del
Eresma hacia la meseta reseca. Vaya contraste.
Haría el
regreso recorriendo la cresta hacia el oeste.
Descendí
del pico al este, dejándome deslizar por una placa acanalada que cae hacia el
cruce de sendas que se ve a ese lado, para luego derivar a la derecha por una
sucesión de gradas inclinadas (II). Es la bajada más cómoda y directa si uno se
fía de las botas, aunque no la más fácil. A continuación, tomé a la izquierda
(NO) una buena senda que rodea el risco por el norte y va recorriendo la
cresta.
Al pie
del siguiente pico, el Sexto, me volvía contemplar la cumbre pues, a partir de
aquí, apenas volverá a dejarse ver. Y, por cierto, si no se había notado, tras
haber remontado todo el cóncavo de Siete Picos solo, fue salir de la canal y
encontrarme rodeado por un auténtico gentío.
El
camino... bueno, en realidad son varios y no es fácil determinar el trazado
principal. Da igual; la cosa es que, abundantemente marcado con hitos, la senda
va rodeando las peñas y riscos que jalonan la cuerda, la mayoría de las veces
por el norte, aunque también hace un par de incursiones por el sur.
El
entorno no es espectacular y no tiene nada de alpino. Pero es muy bonito y
ameno.
Casi sin
sentir, me encontré ante el Segundo Pico (obsérvese el montañero a punto de
alcanzar la punta), al pie del cual la senda se bifurca. Yo tomé por la izquierda
(S) para atravesar el collado oriental.
Antes, me
despedí del brazo noroeste del Guadarrama, que dejaría de ver: Quintanar, Mujer
Muerta y Montón de Trigo entre otros.
Desde esa
horcada entre los picos Segundo y Tercero, una senda se despeña por la vaguada
meridional y...
... entra
enseguida en el pinar, cuya sombra ya se iba agradeciendo. Alternando tramos
más o menos empinados, con mejor o peor firme, fui perdiendo altura con rapidez
hasta...
... salir
del bosque en la pradera de Majalasna, frente al pico del mismo nombre o
Primero de los Siete.
Detrás,
el Segundo Pico presentaba un aspecto magnífico y, a la derecha, asomaba parte
del resto de la cresta; concretamente, del Quinto al Séptimo.
Aquí, mi
senda desembocó en la llamada de los Alevines, marcada con discos amarillos y
marcas de PR. La tomé a la izquierda (S) para continuar la bajada, de nuevo
bajo los pinos.
Al
principio, el arbolado no era muy denso y podía ver la cara sur de Siete Picos
e incluso la canal por donde la había superado.
Luego, se
adensó el pinar y, de nuevo alternando tramos muy buenos con otros mediocres,
el camino se fue llevando...
... hasta
un nuevo rellano empradizado: Navarrulaque. Aquí se encuentran varios caminos e
incluso la vieja Carretera de la República. El lugar está hiperindicado y, para
seguir hacia Camorritos, no tuve sino que atender a los carteles. Así, según
salí de los árboles, giré a la izquierda (S) para...
...
tomar, de los dos caminos que salen de ese lado, el de más a la derecha que,
marcado como GR,...
... baja
a través del pinar. Se trata de la Vereda de las Encinillas y, sui recuerdas,
en su inicio había dejado el coche. El cómodo trazado me llevó bajo los árboles
en un epílogo plácido a la jornada.
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