Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Yendo solo, tanto
recorrido forestal llega a hacerse un poco largo, sobre todo a la bajada, pese
a su belleza. Por otro lado, la empinada primera parte de la subida se puede
suavizar siguiendo los caminos que, en amplias lazadas, remontan estas gargantas.
Así lo hice en parte de la bajada. Pero, si con mi recorrido llegó a hacérseme
larga la caminata entre árboles, mejor no alargarla más aún. Estando la montaña
como la encontré, con nieve a partir de un tercio de altura, que es cuando la
pendiente cede, ésta es una ruta moderadamente larga y muy fácil, sin pasajes
expuestos ni confusos. Y con la tranquilidad asegurada, pues poca gente se
decide a ascender al Nevero o sus vecinos desde el norte; y por comodidad, que
no por dificultad.
RELATO GRÁFICO:
En el
aparcamiento del área recreativa del Refugio del Chorro, caminé hacia fondo,
junto al Río Cega, para tomar la pista cerrada con barrera que lo remonta.
Poco
después, ésta se bifurca al pie de la Ladera de la Boca del Asno, precisamente
donde forma un lomo poco marcado, que asciende durante 850 m hasta la cumbre
del Pico del Nevero. Así pues, se trataba de remontarlo. Yo no lo hice
estrictamente de frente sino que, antes, me fui unos 100 m por el carril la
derecha, a tomar...
... uno
de los carriles de saca que suben por esta empinada ladera.
Aunque el
suelo era despejado y regular bajo los pinos, se caminaba mejor por él.
Sólo en
un par de sitios en toda esta primera mitad de la subida llegué a ver algo
fuera del pinar: la ladera boscosa de enfrente.
De vez en
cuando, me cruzaba con otros carriles; en esos casos, siempre seguí por el que
subía más de firme (SO). También me encontré con una cerca de alambre que cruza
la ladera, que atravesé sin problemas, pues no es tupida.
La nieve
fue haciéndose poco a poco más abundante hasta llegar a ser continua, a partir
de los 1.600 m. A partir de ahí, dejé de ver el trazo de los carriles y me
dediqué a ganar altura directamente cara a la pendiente.
Sólo
utilicé la pista que encontré hacia la cota 1.650 para corregir mi trayectoria
hacia la derecha, en busca de pendientes menores. Durante los primeros 400 m de
desnivel del lomo, está la máxima pendiente, siempre entre 20 y 30º.
A partir
de los 1.750 m, la pendiente fue cediendo, al tiempo que los pinos aclaraban,
dejando ver un cielo del que las nubes de primera hora se iban retirando.
Y
entonces, mirando atrás, vi por primera vez la llanura castellana, sombría bajo
unos grises vapores.
Junto al
Refugio de Pino Mediano, que no vi pero tampoco busqué, me encontré un cruce de
caminos. Proseguí recto (SO), remontando una pendiente que ahora era ligera,
aunque la nieve, muy blanda y de buen espesor no lo ponía fácil. Incluso con
las raquetas me hundía por encima del tobillo.
Al menos,
el terreno era cómodo y, cuando al poco el camino que seguía giró a la derecha,
lo dejé para continuar siempre arriba. Según ganaba altura, la perdían los
pinos y pronto...
... pude
ver sobre sus copas. Aunque lo que apareció a mi derecha no fue muy alentador:
la loma de Los Pelados y Peñacabra, sombría y cubierta de nubes. Vaya.
Al poco,
salí del todo de los árboles en lo alto de Peña Cabra, un modestísimo cabezo
que rompe la pendiente del contrafuerte. Y buen mirador hacia los núcleos del
Reajo Alto y el Nevero. En medio, a través del boquete del Puerto de Navafría,
se distinguía la sombra de la Peña de la Cruz.
Continué
descendiendo, de nuevo entre pinos a un suave collado, donde me encontré con...
... una
pista preparada para esquí de fondo, parte de la “estación nórdica” Navafría. A
mí me sirvió para pisar un rato nieve más consistente. Tras desplazarme un poco
a la derecha (O) de donde salí, en una bifurcación, giré a la izquierda (S)
para continuar la subida. Ante mí, la última parte del lomo estaba cubierta de
nubes y fui temiéndome encontrar lo peor en cumbre.
Luego, en
la bifurcación junto a la cota marcada como 2.042 en el mapa, continué por la
derecha (SO), por un ramal que acabó enseguida.
Las nubes
seguían aparcadas sobre Peñacabra y Los Pelados pero...
...
repentinamente se despejó la loma sobre mí. Parece que al final iba a tener
suerte. Ahora, la nieve estaba helada pero, entre la escasa pendiente y que la
costra superficial era quebradiza, subía muy bien con sólo las cuchillas de las
raquetas.
A mi
izquierda, también la Somosierra aparecía despejada y se podían formar bonitos
cuadros con los arbolitos escarchados.
Al final
de este suave tramo, llegué a un alto a 2.146 m. Atrás se dominaba la subida
desde Peña Cabra y...
...
delante, un cuenco que atravesaría antes de acometer la suave remontada final,
mientras de la cumbre se retiraba el último penacho de nube. Bien.
El
terreno era aquí suave y regular, monótono pero...
... de
una belleza casi irreal. Tras el cercano horizonte blanco, inesperadamente
apareció...
... la
casetita en ruinas que ocupa la cumbre. Mientras llegaba al Nevero, la Cuerda
Larga iba asomando, hasta que...
... la
cabecera del Valle de Lozoya, con las Cabezas de Hierro y Peñalara enfrentadas
se mostró junto al gran hito de cemento situado al suroeste de la cima. Y hay
que ir hacia allí y sobrepasarlo incluso para...
... poder
contemplar el Valle del Lozoya en toda su extensión, con el Ocejón y la Sierra
de la Puebla asomando por su boca y todo el cordal sur, desde la Sierra de la
Cabrera hasta las Guarramillas.
Y no se
cansan los ojos de mirar las dos mayores cumbres del Guadarrama
dominando Rascafría.
Más a la
derecha, se ve el cordal que llega de Peñalara, que se adivina accidentado por
un momento en los hoyos que se abren al norte bajo Los Pelados y Peñacabra.
Al norte,
la visión queda muy limitada por la extensión de las lomas.
Al este,
el trío mayor de Ayllón asomaba ahora sobre la Somosierra. Comencé la bajada
precisamente hacia allí, recorriendo la cresta divisoria al noreste, en
dirección al Alto del Puerto.
Al dejar
atrás la cumbre, ésta mostraba una cornisa, que enmarcaba hermosamente las
Cabezas y Peñalara. Por cierto, que ésta mostraba una curiosa nube-tupé.
Al cabo
de un corto recorrido por esta ondulada suavidad blanca,...
... me
encontré en un collado por donde asomaban el Mondalindo y la Sierra de la Morcuera.
Estaba al
pie de la cota 2.165, que no llegué a ascender. En vez de eso, derivé a la
izquierda (NE) de la cuerda y...
... me
deslicé por la ladera tomando como referencia un cabezo verde que asomaba más
allá del blanco horizonte de la ladera: el Picardeñas.
Poco a
poco se fue descubriendo la Somosierra, que llevaba un ratito oculta y, luego,...
... el
tajo de Regajoniesto, que era lo que iba buscando.
Este
barranco se presentó al principio como un tubo de nieve de mediana
consistencia, muy cómodo. Pero enseguida, al llegar a los primeros árboles,...
... el
terreno se hizo más accidentado, la nieve más blanda y el agua corriente abrió
una zanja que hacía incómodo ir por el eje. Así, gané altura por la ladera
izquierda, que me pareció mejor, y avancé entre los pinos, siguiendo el arroyo,
primero en horizontal y...
... luego
bajando, entre los árboles, por terreno estrecho y empinado, llegando la
pendiente a acercarse a los 30º.
Cerca del
cauce, giré para seguirlo a cierta distancia, buscando siempre el terreno más
cómodo, hasta que...
... di
con una pista, de nuevo con huellas de esquí de fondo, que seguí a la derecha
(NE). La misma traza una prolongada lazada hasta Navalcollado, en la loma que
limita el valle por el este, antes de bajar a Regajohondo, que era adonde me
dirigía. No llegué a la loma, sino que, a la vista de lo regular de la nieve y
lo despejado del suelo del bosque,...
...
cuando la pendiente se atenuó, que fue al paso por una curva a la izquierda
bajo el Cerro de los Colladillos, dejé la pista por ese lado (NO) y emprendí un
descenso directo entre los pinos.
La bajada
acabó junto a una cerrada curva que hace la misma pista que había dejado. La
tomé a la izquierda (O), hice el giro y...
... me
encontré enseguida con el Refugio de Regajohondo y el múltiple cruce de caminos
que hay más allá. Caminé manteniendo la dirección hasta...
... el
último ramal que sale a la derecha (N), el cual está indicado con marcas de PR
y un cartel que señala a El Chorro. Ése era mi camino.
La pista,
cubierta de una buena capa de nieve blanda, comenzaba bajando junto al cauce
del Arroyo del Chorro, hasta que más adelante éste se encajona y...
... queda
invisible, bastante abajo. Sale entonces un camino que baja a la izquierda (NO)
y que tomaría. Pero antes, avancé un poco por la pista, que mostraba ya el
asfalto, hasta...
... el
Mirador de las Cebadillas, desde el que...
... hay
buenos panoramas de la Meseta al norte, más allá del corte del Río Cega, y...
... del
cercano risco de los Castillejos Bajeros, que se alza al otro lado del Arroyo
del Chorro. Mi camino de retorno pasaría cerca de su culminación, pues detrás
se extiende la Ladera de la Boca del Asno. Así pues, retrocedí por la pista y
tomé el camino de antes, el cual,...
... ancho
y bien trazado, baja por el pinar a...
...
cruzar el torrente por un puentecillo y...
...
remonta la otra ladera para rodear el cancho de antes.
A
continuación, se bifurca. Un ramal a la izquierda sube a otro mirador pero yo
tomé el de la derecha (N), que encontré cortado de troncos y que enseguida
cruza una cerca. La misma que había pasado esa mañana, aunque aquí tiene
puerta.
Luego
baja en diagonal y, al cruzarse con un carril horizontal, reconocí un cruce
donde había estado a la subida. Sin hacer ya más casos a las marcas del PR,
seguí de frente (NE), por...
... un
carril de saca que llevó en empinadísima bajada directa hasta...
... la
pista del Río Cega y, por ella, a la derecha (NE), al área recreativa de donde
haba partido.
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