Aparqué
en el collado de cota 1.059 próximo a La Torre de Tamúrcia y desde el que hay
una bonita vista del pueblo.
Al otro
lado, al norte, se veía el gran farallón que defiende la cresta de la Serra de
Sant Gervàs, incluyendo la Pala de Teller, justo delante, y la de l’Avedoga,
con su doble cumbre en el extremo derecho. Hacia allí me dirigí, tomando el
desvío, señalizado a El Portús, que sale a la izquierda (NE) de la pista que
llega de La Torre y baja al fondo del Barranc de Miralles.
Al ir
entrando en el barranco, se fueron descubriendo a la izquierda las estribaciones
de la Sierra de Sis, en la vecina Ribagorza.
Cerca del
fondo, iba viendo la Pala de l’Avedoga enmarcada por las ramas de los robles.
La bajada
acabó en el torrente, que la pista cruza por un vado sin preparar. La escasa
profundidad me permitió cruzarlo sin mojarme más que las suelas. Al otro lado,
inicié una suave subida que…
… me fue
acercando, casi sin sentir, a las coloridas paredes.
Al
desplazarme cambiaba la perspectiva tanto de la Pala de l’Avedoga, a mi derecha,
como…
… de la
zona occidental de la gran pared al otro lado, mientras los últimos restos de
vapores de la niebla matutina terminaban de levantar, jugando con la ladera.
Llegando
a los Corrals de Sallonts, volví a ver La Torre de Tamùrcia asomando sobre la
loma de la que había partido.
También
hay una buena perspectiva al oeste, hacia las lomas del extremo sur de la
Sierra de Sis.
En este
tramo, la pista estuvo un trecho blanqueada, embelleciendo el entorno, sencillo
y apacible pero muy bonito.
Así
llegué al final de la pista, de donde salen dos sendas divergentes. Siguiendo
la señal de El Portús, tomé la de la izquierda (NE), en cuyo inicio hay unos
rústicos escalones.
Pronto
aparecieron las señales rojiblancas de un GR, que me acompañarían hasta la
cresta. El caminillo es estrecho pero está muy bien acondicionado y me llevó en
gradual subida, hasta la Ermita de Sant Gervàs.
Llegando
al edificio, junto a unos arcos, tomé a la derecha (N)…
… una
senda poco visible que remonta la ladera hacia las paredes superiores. Tras
unos metros muy empinados,...
… el
caminillo viró a la derecha para trazar una diagonal más tendida hacia el este,
al tiempo que se aclaraba la traza. Desde este tramo en balcón, había buenas
vistas hacia la quebrada vertiente occidental del Camporan y, más a la
derecha,…
… la
Torre de Tamúrcia y un horizonte en el que iban surgiendo las sierras de Gurp y
el Montsec.
Tras
cruzar un lomo, atravesé la cuenca del Barranc de Sant Gervàs. Los varios
cauces que caen por ella estaban prácticamente secos y no me plantearon ningún
problema al cruzarlos pero, con agua corriendo, el principal de ellos puede
resultar expuesto, pues la traza se pierde en una laja de roca pulida e
inclinada.
En el
lomo del otro lado, giré a la izquierda (N), siguiendo la senda, para
remontarlo hacia las paredes superiores.
Al
acercarme a la roca, fui distinguiendo, entre los espolones que defienden la
cresta, la fractura que permite ganarla sin dificultad. Concretamente, se
encuentra entre los dos últimos riscos de la derecha; sobre un cancho partido
más abajo.
Más a la
derecha, iba viendo cómo la Pala de l'Avedoga quedaba (falsamente) a mi altura.
Llegando
a la roca, la senda me llevó a la derecha (E) en…
… una
travesía horizontal al pie de las paredes, abriéndose paso entre abundante
matorral, robles deshojados y bloques caídos, hasta…
…
alcanzar una grieta en la roca. Una marca de pintura y un hito invitaban a
entrar…
… en el
estrecho pasillo. El peculiar paso es corto y carece de dificultad, pues es
suficientemente amplio como para caminar por su fondo, cubierto de piedras y…
… de
pendiente suave. Sólo a la salida hay un par de escalones que requieren
levantar la pierna para…
… acceder
a la cresta en El Portús, momento en que descubrí, al norte, las crestas
nevadas de la cadena axial. Caminando unos metros más allá de la divisoria,...
… ya en
vertiente norte, se desplegó ante mis ojos un panorama que iba desde el picudo
Basibé, hasta la chaparra Torreta de l’Orri, pasando por la cresta meridional
de la Vall de Boí y la Serra del Rei.
A mi
derecha, se elevaba airosa la Pala del Teller. Lo lógico hubiera sido ir hacia
allí pero, aunque en el cielo había aún más sol que nubes, la previsión de
lluvias a partir de mediodía me decidió a asegurar la cima principal y…
… desde
el cruce de sendas donde estaba, giré a la izquierda (O) para seguir la traza que,
marcada con hitos, seguía la cuerda hacia la Pala del Teller, aunque dando un
rodeo por la vertiente septentrional. El trazo abría un nítido corte en el
matorral y, tras una zona de pendiente suave,...
…
atravesé un amplio rellano hasta…
… un lomo
suave. Giré allí a la izquierda (SO) para remontarlo. Había perdido el trazo
poco antes con la nieve pero, como el terreno era ya regular y el matorral
había perdido la densidad de antes, me dediqué a subir por donde me pareció.
Durante
esta remontada, la nieve, escasa y medianamente consistente, tipo moqueta que
se suele decir, llegó a rozar los 20º; nada serio.
Poco
antes de culminar, las nubes se levantaron de las crestas septentrionales lo
justo para dejar ver el Corronco, la Pica de Cerví, el Pic de Llena y Lo
Tossal, que son las cimas de la cadena axial más cercanas y limitan por el sur
las áreas montañosas de la Vall de Boí y de Sant Maurici.
Desde la
cumbre, volví a ver el panorama al sur, apreciándose el quebrado terreno que se
extiende hasta las sierras meridionales del Prepirineo. Más allá de los
Montsecs, se llegaba a ver la Sierra de Carrodilla, que se extiende al este del
Congosto de Ólvena, incluyendo un destacado pico de San Quílez.
Me
desplacé un poco al oeste por la cresta, hasta un hombro cercano, desde el que…
… hay una
bonita vista de la cumbre a un lado y, al opuesto,...
… otra,
impresionante, de las cuchillas rocosas que caen a la Noguera Ribagorzana desde
el Tossal de les Cornasses, con el fondo del Tossal de los Moros, la Roca
Cirera y el Amariedo.
Al norte,
el panorama aún era mayor que antes, llegando al oeste hasta el Macizo de
Posets y, al este, a la Serra de Taús. Como más destacados de esto, en el
extremo izquierdo,...
… los
Eristes, la cresta Espadas - Posets, el Cibollés y Basibé.
Hacia el
centro, los ya mentados Pica de Cerví y sus vecinos.
A
oriente, se veía más allá de la Pala de l’Avedoga la continuación del
Prepirineo por el Boumort y, muy al fondo, medio difuminadas por las nubes, el
cadí y la Serra de Port del Comte. Para ir al siguiente pico, en vez de
deshacer la ruta de subida, recorrí directamente la cresta, rocosa y despejada,
al este.
La
pendiente suave permitía un descenso relajado y me dediqué a ir mirando, a mi
derecha, la caída de las paredes meridionales.
En
general, el panorama era menos vertiginoso de lo que me esperaba, pero, en
algunos sitios, no estaba mal.
Antes de
llegar al collado, pasé por el rellano de antes. Aunque las nubes no cesaban de
llegar y oscurecerse, parece que el tiempo iba aguantar al menos hasta
completar los dos picos.
En fin
que, tras el apacible descenso, sin senda pero por un terreno muy cómodo y
carente de dificultad,...
… me
volví a encontrar en el cruce del Portús y, tomando la senda que va al este,
inicié la subida a la Pala de l’Avedoga, primero por terreno casi llano y,
luego, por pendientes ligeras y moderadas.
De vez en
cuando, me paraba para volver la vista abajo y atrás.
Aunque el
matorral se adensaba a veces, la senda hacía el avance cómodo.
Este
cresteo es más espectacular que el de la Pala de Teller.
A media
subida, los hitos me hicieron derivar a la izquierda, hacia la vertiente norte,
donde el terreno forma una rampa despejada, que encontré cubierta de nieve.
Para
entonces, volvieron a quedar despejadas las crestas de Cerví.
Tras
remontar la blanca pendiente, que no llega a 20º, la vista de la Pala del
Teller era estupenda.
Ya veía
muy cerca la cima, desde la cual, es...
...
todavía más amplia la visión hacia la parte occidental de la sierra, más allá
de la cual se iban descubriendo el Turbón, el Cotiella y la Sierra de Chía.
Pero no
estaba en cima: al llegar a esta punta oeste, descubrí que el hito estaba sobre
la oriental, que era por tanto la más alta. Y hacia allí dirigí mis pasos
siguiendo la arista.
Desde la
horcada intermedia, hay esta atractiva perspectiva de la Serra de l’Estall,
enmarcada en roca. Más allá, en el horizonte, las siluetas oscuras del Boumort
y el Montsec.
Desde la
Pala de l’Avedoga, al noreste, la vista se extendía hasta la Serra del Rei y la
Torreta de l’Orri, en medio de las cuales asomaba al fondo la cresta del
Salòria, que ha quedado medio tapada por el hito.
Al norte,
el Pirineo axial seguía mostrándose, ahora quizás algo más despejado.
Incluso
se descubrió por un momento el Macizo de la Maladeta, donde se distinguían, el
Vallibierna, la Cresta de Enmedio, el Aneto y el Russell.
Al otro
lado, vecino el Camporan dominaba...
... los
barrancos que caen al Noguera Pallaresa, por donde se veían llegar las nubes y
algunas cortinas de lluvia. Había que abreviar.
Para
regresar, comencé por deshacer el camino hasta El Portús, llevando ante los
ojos la Pala del Teller, sobre cuyo lomo septentrional asomaban...
... el
Turbón, el Cotiella y la Sierra de Chía.
Una vez
en el collado, se trataba de deshacer el camino de subida, que transcurrió sin
otra cosa que reseñar que el encuentro con unas ovejas montaraces al pasar al
pie de las paredes meridionales.
Con el
cambio de luz, se apreciaban muy bien los contrastes de la nieve y la roca en
la vertiente del Camporan.
De vez en
cuando, me volvía para despedirme de esta hermosa cresta. Si el tiempo me había
respetado,...
... tuve
incluso la suerte de que el cielo se cubriera justo para subir a la sombra los
ciento y pico metros de desnivel que hay del Barranc de Miralles al collado
junto a la Torre de Tamúrcia donde había dejado el coche.
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