Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Este
itinerario invernal es posiblemente el más popular de Ayllón y un clásico del
Sistema Central. Hay varios trazados invernales por los que superar el Circo de
la Pinilla y éste es el más lógico, pues sigue el eje de la Canal de las Mesas,
que constituye su eje. Si no lo había hecho hasta ahora fue por pereza: la
mitad inferior de la ascensión transcurre por una estación de esquí. Para
evitar los inconvenientes que esto supone, esperé a que cerraran la temporada,
aprovechando que este año sigue habiendo bastante nieve. Otra solución es salir
muy pronto para estar por encima del Gran Plató a las nueve, cuando abren los
remontes.
Respecto a
los aspectos montañeros, es una ruta muy bella, tanto por las amplísimas vistas
hacia la Meseta y, con suerte, las montañas cantábricas e ibéricas que la
cierran por el otro lado, como por el entorno inmediato. Que es además muy
variado, con rincones espectaculares entre las agujas y espolones que coronan
la Canal de las Mesas, y otros plácidos, como la extensa cuerda entre el Pico
del Lobo y Las Peñuelas o los pinares que se atraviesan volviendo a La Pinilla.
La canal en sí tiene una buena longitud y su pendiente es bastante regular,
predominando las pendientes en torno a los 30º, excepto en dos lugares
concretos en que se superan notoriamente los 45º durante una veintena de
metros.
RELATO GRÁFICO:
Tras
aparcar ante la estación de esquí, entré por su calle principal, para subir
siguiendo el trazado del telesilla de la izquierda. Pero me encontré con que,
pese a estar la temporada acabada, seguían cerradas las verjas que dan paso a
la misma. Así que me desvié a la izquierda (E) por la primera calleja que vi
entre edificios, a buscar...
... la
carreterita que va entre los edificios de apartamentos y por la que se suele
iniciar la ruta habitual por el Aventadero. Tomándola a la derecha (S),
enseguida salí del núcleo de la estación, tras rodear un depósito de agua.
El
asfalto acabó pero el carril continuó, de tierra, amplio y cómodo a través del
pinar. En la primera lazada que hace a la izquierda, tomé a la otra mano (SO)
un ramal que va al corte del remonte que me proponía seguir. Pero, en vez de
entrar en él, tomé unos metros antes una senda a la izquierda (S). Se trata de
un itinerario de BTT, que va paralelo al gran pasillo y, en mi opinión, lo
mismo da ir por uno u otro lado.
Así que,
en la siguiente comunicación entre ambos, hacia los 1.625 m de altitud, me pasé
bajo el telesilla y remonté bajo el mismo la recia pendiente, viendo asomar
sobre las agujas que coronan el Circo de la Pinilla.
Abajo, el
sol se iba extendiendo por la llanura segoviana, mientras yo continuaba en la
fresca umbría que, con el silencio de la mañana, construían un ambiente
inmóvil, como de naturaleza suspendida.
En el
Gran Plató, a 1.800 m de altitud, prácticamente acaba el bosque y pude ver la
Canal de las Mesas en toda su longitud, con su eje principal ascendiendo hasta
el portillo central y sus ramas laterales, más difíciles la mayoría, pero menos
naturales como subida. Para llegar a su boca o base; es decir, donde el terreno
efectivamente se acanala,...
... hube
de superar algo más de 150 m con pendientes crecientes pero todavía menores de
30º, hasta un segundo rellano más pequeño.
A partir
de ahí, me aparté de las instalaciones de esquí, que quedaron a mi derecha,
ascendiendo por el eje de la canal. Me ayudó una huella, vieja pero aún
aprovechable, que vino bien pues la nieve estaba blanda y me hundía por encima
del tobillo. Tras superar así una cincuentena de metros...
... de pala
regular y amplia al 30º, llegué a...
... la
base de una banda rocosa. Varios pasillos, todos ellos estrechos, breves y de
pendiente mediana, permiten cruzarla. Escogí el de la izquierda, por lógica
orográfica y porque por él iba la huella.
En el
tercio central de sus 35 m de desnivel, la pendiente alcanzó al menos los 50º
y, además, la encontré helada y con la huella medio desaparecida.
Fue el
primer punto de la ruta donde hube de poner algo de atención, pero el paso es
más lúdico que otra cosa.
Estaba a
2.050 m de altitud y ante mí se extendía el tramo superior y más fascinante de
la canal: 175 m de desnivel hasta la cresta, rodeados de canchos y agujas. Lo
primero fueron unos 100 m de desnivel por una amplia rampa a 30º o poquito más,
donde la nieve volvía a estar blanda.
El
terreno estaba aún bastante abierto. A mi izquierda la vertiente norte
“geométrica” del Lobo, donde hay pasillos de nieve pero poco marcados, y...
... al
otro lado, el lomo de Las Cancheras, ya iluminado por el sol y por donde bajan
las pistas.
Tras este
otro tramo relajado,...
La
pendiente se intensificó al entrar en el estrecho culminante, manteniéndose en
torno a 40º, al pasar a la altura de...
... los
espolones que delimitan los tubos occidentales de la canal (el del Gusano, el
más conocido), más empinados que el central, pero muy cortos y desviados de la
lógica del terreno.
En los 50
metros finales, con la huella desaparecida del todo, volví a encontrar hielo y
la pendiente llegó a los 50º durante una veintena de metros, justo antes de
remitir gradualmente hasta el estrecho collado o portillo de las Mesas. Y
entonces llegaron las nubes, que vi pasar raudas a través del angosto boquete,
para...
...
extenderse por el cielo septentrional, hasta entonces inmaculado. Mientras
miraba hacia atrás, La Pinilla y los setecientos y pico metros de ladera que
acababa de superar se iban ocultando.
Pues
bien, al otro lado, la cosa era aún peor. Hacia el oeste, la visión de la
cresta se perdía a pocos metros.
Y al sur,
igual. Bueno, sigamos hacia cumbre. Giré a la izquierda (E) e, incorporándome a
la buena huella que iba recorriendo el cordal, rodeé por la derecha el Alto de
las Mesas.
Durante
ese corto flanqueo, los vapores se retiraron algo por un momento, dejándome
vislumbrar la Buitrera de los Lobos y el barranco que la separa de un invisible
Cerrón.
Al cabo,
apareció el Pico del Lobo, en lo alto de un amplio lomo de nieve ligeramente
empinado (<20º). Remontándolo, llegué, a la espalda del ruinoso edificio que
ocupa la cima,...
... ante
el gélido mogote sobre el que se asienta el hito cimero. Las condiciones eran
como para quedarse poco: soplaba un vendaval helado y, encima, apenas se veía
nada.
Cuando
llegué, sólo hacia el este, hacia el Berbellido y el cordal del Rocín y la
Cebosa se veía algo.
Al sur,
ni siquiera, se distinguía la vecina Buitrera de los Lobos.
Y de las
montañas más occidentales de la sierra (Cerrón, Tres Provincias), ni rastro.
Ante el panorama, no tardé mucho en emprender el retorno y entonces, apenas...
... había
empezado a bajar directamente al norte por una amplia pala de nieve de
pendiente ligera (20º), aclaró en un instante. Ante mí, enmarcada por el Alto
de las Mesas y Las Peñuelas, se extendía la apagada meseta castellana más allá
del cambio de rasante de la ladera. Al acercarme a la arista, fui derivando a
la derecha (NE) para seguir el cordal, unos metros por debajo del filo. Por si
hubiera tenido alguna duda, una potente huella reproducía el recorrido.
Al llegar
al Portillo de Las Peñuelas, me despedí una vez más del Pico del Lobo,
contemplando una de las perspectivas más conocidas del Sistema Central. Pero
que ese día estaba hermosa como nunca antes la había visto. Y no es mi primera
visita invernal a este pico.
Pues, a
continuación, cambié de vertiente y, con la Buitrera ante los ojos, pasé a
atravesar, en diagonal ligeramente descendente, la ladera norte de Las
Peñuelas.
Éste fue
el tramo donde mejor me vino la huella pues la inclinación lateral de la
ladera, sin llegar a ser grande, ronda los 40º en un par de puntos. Más cómodo
así. Dejadas atrás Las Peñuelas, me reincorporé a...
... la
cuerda que se extiende hacia el Cerro del Aventadero. Hasta aquí viene a llegar
un camino que sube desde La Pinilla y cuyo trazado usaría en mi descenso. Pero
no aún; tapado por la nieve como estaba, es más cómodo dejarse deslizar por lo
blanco siguiendo el lomo del cordal hasta...
...
llegar al rellano donde se encuentra el Portillo del Aventadero, hueco entre
canchos por donde pasa el camino. Aunque aún estaba a 2.030 m de altitud, la
nieve empezaba ya a presentar algunos huecos. Allí me incorporé a la traza,
tomándola a la izquierda (O) para...
...
cambiar de vertiente, pasando a dominar la gran caída septentrional de la
Sierra de Ayllón, como un acantilado frente al mar verde y pardo de Castilla la
Vieja. Por cierto que, al fondo, se asomaba el Tres Provincias.
Pero esa
panorámica visión se ocultó pronto, al entrar en el pinar. El camino me fue
llevando, a base de amplias lazadas, en un suave descenso hacia el pie de
monte. Cuando se bifurcó a los 1.770 m de altitud, continué por un carril de
saca que sale en medio (NO) de los dos ramales de pista. Éste permite un atajo,
ahorrándose las lazadas ya que, a estas alturas, la pendiente de la ladera es ligera.
Pasé varios cruces y, para no ser prolijo, vale con decir que siempre tomé el
que bajaba más decididamente.
Más abajo
y reincorporado a la pista habitual, al llegar a la cota 1.600, la dejé por la
derecha (NO) para tomar una senda que me condujo enseguida a los bloques de
apartamentos de La Pinilla. Cruzando entre ellos, siempre hacia abajo, llegué
al aparcamiento, desde donde...
... me
despedí de la Canal de las Mesas.
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