Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Subí por
primera vez por el Embudo, sin saber que se llamara así, en noviembre de 1993.
No había nieve y pensé que debía de volver cuando la hubiere. Tardé casi 20
años y me encontré, en el invierno de 2011 con que el viento había barrido toda
la mitad superior del Embudo y tampoco había mucha nieve más abajo, así que la
ascensión sólo presentaba condiciones invernales en partes del cóncavo. Vaya.
Por fin, ahora, en 2022 he
encontrado la ocasión para acudir a esta montaña en unas condiciones de nieve
razonables, si bien tampoco perfectas. La nieve helada me obligó a calzar
crampones, pero, por su poco espesor, iba arañando la roca debajo, lo que,
sobre todo en las zonas de placa, ralentizó mi marcha para afirmar bien cada
paso. Aun así, la jornada fue agradable y divertida, pues el Embudo no es una ruta difícil,
ni tampoco la más prestigiosa de las que transcurren a través de la cara norte
de La Sagra. De hecho, creo que es popular más bien por ser fácil. Pese al
aspecto fiero visto desde los Collados, el Embudo tiene una pendiente regular y
llevadera, libre de obstáculos. Además, a la vista de la montaña, es el
itinerario más lógico para alcanzar la cumbre por esta vertiente. Así que ¿por
qué forzar el paso y no ir por lo natural?
Respecto a la zona, ésta
ha cambiado mucho; en la década de 1990, era muy solitaria y no había casi de
nada. Ahora hay bastantes servicios en los pueblos cercanos e incluso en los
propios collados, pero también limitaciones de paso y amenazas de aumentarlos.
Si no hubiera subido aún esta montaña, no tardaría mucho en hacerlo pues, el
día menos pensado, encontraremos el paso a esta ruta definitivamente cerrado o
con permisos y lista de espera. Y es que esta subida es bonita y asequible, con
su poquito de ambiente alpino y excelentes vistas.
RELATO GRÁFICO:
Tras
aparcar junto al Cortijo del Collado de Abajo, comencé caminando por la carretera
al nordeste para rodear la cerca que me cerraba el paso hacia la Sagra, cuya mole,
hendida por El Embudo, podía ver al sur.
Una vez
al otro lado y de nuevo a la altura del cortijo, tomé al sureste una pista que
me introdujo en un pinar.
Al salir
del bosque, el camino se estrechó y continuó siguiendo la linde de un campo
arado por lo alto de la Loma Carrillo.
Desde
allí, era perfecta la perspectiva de todo el recorrido por El Embudo: primero, el
estrechamiento de la base; luego, el gran cuenco cónico bajo los roquedos que
se evitan por la izquierda, y, finalmente, la pala despejada para salir a
cresta.
A mi
izquierda, cuando los árboles dejaban un hueco, podía ver cómo iban surgiendo
crestas en el horizonte oriental. A destacar, señalada por la nieve, la Sierra
de Taibilla.
Cuando el
carril se estrecha y gira a la izquierda (E) para dirigirse al Collado de las
Víboras, por donde regresaría, lo dejé por una senda que sigue recto (S), de
cara al monte.
La
pendiente se fue intensificando según ganaba altura. Mientras, a mi espalda,
iban quedando abajo los Collados de la Sagra, sobre los que destacaba la silueta
airosa del Castellón de los Mirabetes. Y, a la izquierda, la Cuerda de la
Guillimona coronada de nieve.
Luego,
volví bajo los pinos, ahora más modesto y encontré las primeras manchas de
nieve.
La senda me
condujo a la boca del Embudo, ante la que me encontré al salir de los árboles y
que es un barranco de suave pendiente, donde la nieve todavía era escasa.
A los
lados, riscos de formas peculiares, limitan el corredor a un lado...
... y
otro.
Luego
viene un estrechamiento en que el tubo hace una doble curva. Es el verdadero
cuello del Embudo. Pero nunca llega a haber verdadera exposición.
En la
segunda parte del estrechamiento, encontré tramos de 45º y la nieve, ya dura,
me obligó a calzar los crampones.
El
entorno seguía muy atractivo, con bonitas formaciones rocosas y pinos enanos
creciendo en lugares inverosímiles. Y mirar atrás empezaba a impresionar.
Al salir
del cuello del embudo, me encontré en la base del cono, que se presentaba como
un blanco cóncavo despejado, rematado por una banda de roca que se rodea por la
izquierda (E). Lo remonté avanzando pacientemente, con bastante calma, pues son
unos 150 metros con pendiente continua cercana a 45º.
A mi
izquierda, iba dejando los últimos pinos que, escarchados y con su curiosa
inclinación, resultaban bastante decorativos.
Al acabar
de rodear el resalte, encontré los pasajes más empinados, alcanzando los 50º en
varios tramos cortos, aunque entre ellos tampoco disminuye gran cosa la
pendiente.
Dejado
atrás el roquedo, una mirada abajo antes de...
... derivar
a la derecha (SO) para remontar en diagonal la pala, menos inclinada (40-45º),
que me separaba de la cresta.
A mi
izquierda, bajo un cercano espolón, veía ya el trazo en la nieve de la senda
por donde va la ruta normal.
Luego, alcancé
la cuerda algo por encima del collado de cota 2.299 y giré a la derecha (SO)
para...
...
seguir la senda que, por la cuerda, se dirige a la cumbre. Que no es lo que se
ve. Ese pico aparente es una antecima que...
... rodeé
por la vertiente norte. Desde esa travesía comencé a ver, ahora sí, el hito
cimero, enfrente de la Sierra Seca y otras del suroeste del complejo Cazorla -
Segura.
Desde lo
alto de la Sagra, se domina este panorama al sur, contrastando con la nieve de
la cresta los colores apagados de las modestas sierras de Jorquera, Montilla y
otras que dominan el campo en torno a Huéscar. En el horizonte, se alineaban
las de Espuña, muy borrosa, el Gigante, María y Orce.
Al oeste,
sobre el oscuro Marmolance, las nubes apenas dejaban ver la Sierra de Baza.
Algo más clara aparecía Sierra Nevada, con las cimas de...
...
Mulhacén y Veleta bien identificables, pese a la distancia.
En el
arco norte, eran visibles una buena parte de las crestas de Cazorla – Segura,
desde las sierras Seca y de Castril, sobre la que se intuía la sombra de
Mágina, hasta la Guillimona. En medio, un panorama indistinto, con predominio
de los tonos pardos, destacando sólo, contra el horizonte, la pincelada blanca
en las Banderillas y la contundente silueta oscura del Yelmo.
En fin;
al este, las sierras de Taibilla y Moratalla dominaban el horizonte, junto al
solitario Mojantes. En esa dirección, emprendí el descenso, volviendo sobre mis
pasos, para...
...
continuar luego por la senda del cordal, pasando...
... por encima
del Embudo.
Al doblar
el espolón de la cota 2.304, la senda, en busca del paso fácil, pasa por un
corto tubo empinado y con un par de pequeños resaltes (40º / I grado). A partir
de ahí, la bajada hasta el Collado de las Víboras, que resultaba ya visible
bajo el límite de la nieve,...
... transcurre
por un amplio lomo de pendiente moderada.
La nieve
fue disminuyendo mientras pasaba junto a los primeros pinos.
Las
vistas eran bonitas a izquierda, con la Guillimona y la Sierra de Taibilla,
y...
...
derecha, con el verde Morrón de los Lobos y la Sierra de María en el horizonte.
Al llegar
al Collado de las Víboras, amplio prado despejado entre pinos y peñas, giré a
la izquierda (N) por una senda que entra en el cercano pinar, no sin antes...
... echar
un vistazo al lomo que acababa de descender.
Enseguida,
volví a pisar nieve, ahora blanda, y la vereda giró a la izquierda (NO) para...
...
rodear los resaltes de la base de la montaña mientras perdía altura.
Luego, atravesé
un pinar, al salir del cual a...
... un claro
en rellano, la senda que llevaba gira a la derecha, la dejé por otra a la
izquierda (NO), no muy clara pero con el arranque marcado con un par de hitos. Referencia
buena es que el nuevo camino apunta al Castellón de los Mirabetes, el cual,
recordemos, domina los Collados de la Sagra.
Por ella
volví al bosque, a cuya salida me encontré que estaba cerca de la base del
Embudo. Entonces llegué al cabo de...
... un
carril más ancho, que no es otro que el camino por el que había iniciado la
excursión. Tomándolo, llegué enseguida al desvío del entronque de Loma Carrillo,
donde a la subida había dejado la pista. No me quedaba sino deshacer el camino
de ida para regresar al Cortijo del Collado de Abajo.
Comentarios
Publicar un comentario