Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Completa ruta
invernal, muy entretenida, bonita tanto por los parajes que atraviesa como por
el panorama desde la cresta. Aunque las dificultades son ligeras, tiene de
todo, tanto roca como nieve. Los resaltes de roca en la arista podían evitarse
casi todos, pero por intensas pendientes laterales de matorral, que, cubiertas
de nieve, pueden ser más difíciles y expuestas que la trepada y, sin ella, muy
incómodas. En fin que, como siempre que hay nieve, matorral y roca mezclados,
todo dependerá del día: condiciones meteorológicas presentes y pasadas marcarán
la ruta.
En mi caso concreto,
utilicé raquetas durante la subida hasta el collado del Boquín. Luego, fui con
las botas sin más, pues la nieve no estaba helada, hasta la cúpula cimera del
Botete, donde me puse los crampones y agarré el piolet, pues encontré nieve
helada, incluso un poquito de hielo, y la pendiente superaba los 30º en los 50
m finales. Luego, seguí igual hasta bajar por el otro lado, pues, aunque al
este la nieve estaba más blanda, preferí la seguridad adicional de las puntas
en esa bajada, que se acercaba a los 45º. En resumen: que hay que llevar de
todo, lo que hace un poquito más exigente la actividad por el peso de tanta
cacharrería.
RELATO GRÁFICO:
A la
entrada de Guímara, aparqué y comencé caminar por la pista que sale a la
izquierda (O) de la carretera, remontando el valle del Cúa, dominada por la
cresta de la Peña Rogueira al otro lado del río. Era agradable estar al sol en
esta fresca mañana despejada, mientras calentaba las piernas. Me puse las
raquetas, aunque habría podido prescindir de ellas yendo sobre las rodadas
marcadas en la nieve.
Según
avanzaba, cambiaba la perspectiva sobre Peña Rogueira o, mejor dicho, sobre su
satélite occidental, el Pico del Ladeirón, que iba mostrando su gran cancho.
Al pie de
la Sierra de Cienfuegos, gira a la izquierda con el valle, tomando dirección
suroeste y...
... se
acerca al cauce del río.
Luego,
cambié de orilla por un puente y pasé a caminar bajo el cordal principal de los
Ancares. Al fondo, el Cerro de la Pesca señalaba la cabecera del valle.
De nuevo
en la ribera oriental, pasé bajo Peña Dueña, cuya cima pisaría luego.
Algo más
adelante, un área recreativa y una cabaña.
Tras
nuevo cambio de vertiente, cuando la pista acomete la subida final al puerto de
Cienfuegos, tomé a la izquierda (SO) un desvío, que...
...
continúa remontando el valle. Al fondo, veía ya el Alto Boquín y, a su
izquierda, el collado donde iba aganar la cuerda. Incluso llegaba a distinguir
el trazo del camino que sube al mismo.
Antes,
pasé sobre la Cabaña de la Pesca, asentada en un rellano desde donde se
dominaba buena parte del valle remontado, con la Peña Rogueira, ahora sí con la
cumbre visible, al fondo.
En el eje
del valle, me encontré con otra bifurcación. Siguiendo por la derecha, se va al
Alto del Cuadro. Pero yo seguí por la izquierda (SE), hacia el collado anónimo
donde...
... tenía
previsto alcanzar la cuerda, en la base de la arista occidental del Botete o
Loma de Peña Dueña. Pese a lo avanzado de la hora (ya eran las doce), se
mantenía el hielo en las umbrías. También la nieve del suelo se iba notando más
dura con la altitud.
Poco
después alcancé la cuerda en el collado (1.612) abierto entre el Alto Boquín y
el Botete. Allí, giré a la izquierda (NE) para dirigirme a la cumbre.
No sin
antes pararme un momento a contemplar, al otro lado, el hermoso aspecto que
presentaba el horizonte, en el que brillaban sucesivamente el Teleno, los
Montes Aquilianos y la Sierra de la Cabrera, a través del boquete del Río de
la Vega. Más a la izquierda,...
... al
otro lado del profundo tajo, se elevaban los picos Carballín y Ferreira, en el
cordal que sale al sur del Botete.
Se ve que
la cuerda hacia éste había sido barrida por el viento literalmente y quedaba
muy poca nieve. Como, además, no estaba dura del todo, me quité las raquetas y
me comencé a recorrerla. El inicio era un lomo amplio y suave, donde se
mezclaba el matorral rastrero con algunos canchos, hasta un risco cercano, más
allá del cual se veían ya los dos secundarios de esta parte del cresteo: Peña
Dueña y el Morteiro.
Apenas
ganada algo de altura, me volvía a contemplar, al otro lado del collado, el
Alto Boquín y el Cerro de la Pesca.
Este
primer resalte, con sus 35 metros de roca medianamente inclinada y muy
cincelada (I), es el más largo que encontré. Podía haberlo evitado por los
lados, pero hubiera sido más incómodo e, incluso, expuesto. Roca segura y
fácil, y sin crampones, siempre mejor de frente.
Desde lo
alto de esta punta anónima, a casi 1.700 m de altitud, la continuación volvía a
ser un lomo carente de dificultad y razonablemente cómodo, terreno ideal
para...
...
recrearse con las vistas del valle del Río Cúa, a la izquierda, y...
... del
de la Vega, al otro lado. En el horizonte, en la parte de los Aquilianos, se
distinguían bastante bien...
... las
cumbres del Teleno y la Cabeza de la Yegua.
Llegando
a Peña Dueña, comencé a ver, a través del boquete entre ésta y el Caraballín,
unas crestas más allá, al este: la Sierra de Gistreo.
Mirando
al oeste desde esta primera cima del día, más allá del Boquín y la Pesca,
asomaba la cresta del núcleo principal de los Ancares. De momento, se veían el
Mostallar y el Cuíña.
Al otro
lado, la Peña Rogueira volvía a estar descubierta y se llegaba a ver el cordal
oriental de Ancares hasta el Teso Mular. A continuación, la cuerda se combaba
en una horcada (1.723), la más profunda del recorrido.
Encontré
la bajada cubierta de nieve, pero, como no estaba muy helada, continué sin
pinchos, pues...
... la
subida al Morteiro volvía a estar trufada de canchos.
Y, si
algunos los evité cómodamente, como éste, por la nieve de la izquierda,...
...
otros, como este resalte de 20 m, lejos de ser vertical y con excelentes apoyos
(I), preferí atacarlos de frente. Desde lo alto del mismo, a 1.800 m de altitud
ya,...
... me
volví a aprovechar la perspectiva del escalón para recrearme la vista con el
panorama al oeste. Ahora, más allá de la cuerda desde Peña Dueña y la mole del
cerro de la pesca, asomaba otro pico famoso de lo zona: el Miravalles.
Por
delante, unos pocos metros de apacible subida hasta el Morteiro y, luego, otro
trecho más largo, pero aparentemente similar, hasta el Botete.
A mi
izquierda, más allá del Valle de Fornela, el panorama no hacía más que ampliarse
y, mirando abajo,...
...
empecé a ver el primero de los cóncavos que se abren en la vertiente
septentrional de la montaña, definiendo subidas más aventureras, pero parece
que también asequibles... ¡Qué maravilla de montaña!
Al otro
lado, también había aumentado el tramo de cordal meridional visible. Ya, hasta
el Mollanedo, que lo remata.
Una
imperceptible bajada me dejó en el collado (1.811) al pie de la cúpula somital
del Botete. La subida se presentaba aparentemente cómoda y sin dificultad. Y
así hubiera sido si no fuera porque, en la mitad superior de la misma, me
encontré la nieve helada, e incluso alguna placa de hielo cristalino
(evitable). Precisamente en esa zona punteada de matojos. Así que me tuve que
poner los crampones y, viendo que la cosa se empinaba cerca de cumbre
(superaría ligeramente los 30º), también agarré el piolet.
Al llegar
a la cima del Botete, la Cordillera Cantábrica apareció ante mis ojos, en un
amplio sector que iba del Cornón de Peñarrubia, identificable a la izquierda, a
la Sierra de Gistreo, a la derecha. En medio, destacaba la pareja de peñas
descomunales que son...
... las
Ubiñas, con los Fontanes y el Fariñentu a la izquierda.
En
Gistreo, se distinguían también sus picos principales: Tambarón, Valdeiglesias
y Catoute.
A la
derecha, al sur, el larguísimo cordal de los Montes de León en el horizonte y,
más cerca, el cordal meridional culminado en el Ferreira. Hacia Suertes, había
un gran fuego que no estaba antes y cuyo humo...
...
estropeaba un tanto la visión de la Sierra de Ancares más allá del Miravalles,
aunque...
... la
turbidez no impedía apreciar la contundencia de las moles del Mostallar y la
Cuíña.
Al
noroeste, entre el Cerro de la Pesca y la Peña Rogueira, se abría en el cordal
la amplia comba del Puerto de Cienfuegos, más allá del cual azuleaban las
tierras lucenses de A Fonsagrada.
Tras un
buen rato repasando todo ese amplio horizonte, reconociendo montañas ascendidas
y por ascender, recordando y haciendo propósitos, etc. Tras un buen rato en
cumbre, digo, emprendí el regreso acercándome al gran hito frente a la
Rogueira, que marca el extremo norte de la arista cimera y dejándome a la
derecha (E), por...
... una
fuerte pendiente de nieve consistente, la más intensa de la jornada, que no
llega a los 45º pero se acerca. Así que conservé piolet y crampones hasta...
... el
collado inmediato (1.838), a partir de donde, además, matojos y piedras
predominaban sobre el blanco. Allí me asomé a dos espoloncillos colgados sobre
el cóncavo al norte de la arista, llamados Los Fanales. Desde el primero
(1.846), mirando atrás, se ve así el Botete y, volviéndome a la derecha...
... la
peña Rogueira sobre el valle.
Continué
caminando por la cuerda, amplia y cómoda ahora, hacia el Fanal oriental (1.843),
desde donde...
... la
perspectiva hacia la cumbre era aún más amplia.
Continué
la bajada hacia un tercer saliente y el cupular Alto de Curriellos; llegando a
éste,...
... la
nieve volvió a ser continua, pero, como estaba consistente pero no dura, seguí
con sólo las botas. A mi derecha, la vista del Ferreira y compañía era
magnífica.
Desde la extensa
cima del Curriellos, me volvía a contemplar una vez el Botete, pues, a
continuación,...
... al
bajar al otro lado, dejaría de verlo. Aunque, a cambio, el panorama ante mis ojos
era de fábula, mientras descendía pendientes moderadas de nieve consistente,
primero junto a la linde del matorral y, luego, a partir de una collada, por el
cortafuegos que se ve y que tomé a la derecha (E) para seguir la loma.
Mirando
atrás, el Alto de Curriellos mostraba ese bonito cóncavo con la nieve estriada.
El
cortafuegos alternaba trechos de pendiente muy suave, casi llanos, con...
... bruscas
bajadas, pero donde la pendiente debe quedarse por los 20º como mucho. Bueno
para ir relajando piernas. En esta vertiente, la montaña se muestra más suave,
pero sin dejar de tener una belleza, menos espectacular, pero más armónica.
Según
bajaba, el cortafuegos se fue estropeando, con matorrales invadiéndolo y un piso
irregular que la nieve no acababa de cubrir. Así que, cuando vi que tocaba con una
pista, lo dejé por la izquierda para tomarla de bajada (N). Y, por si había
alguna duda, Peña Rogueira me marcaba la situación de Guímara.
Tras un
par de amplias lazadas, comencé a ver el pueblo en el fondo del valle y, poco
después, el carril desembocó en la pista del inicio, 200 ó 300 m aguas arriba
de Guímara. Así que no tuve más que tomarla a la derecha (E), para en menos de
cinco minutos, llegar al coche.
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