Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Bonito paseo
por entornos de baja y media montaña, entre bosques y jarales, disfrutando de
hermosos paisajes. También, con la posibilidad de cruzarse con la fauna de la
zona, especialmente ciervos y buitres. Aunque la primavera tiene mucho
prestigio en este tipo de entornos, cada estación va a tener su encanto en
estas sierras. Y pocas advertencias caben sobre la excursión, pues los caminos
son buenos y la altitud moderada hace que raramente la meteorología llegue a
ser hostil. Quizá, evitar la temporada de caza o asegurarse de no coincidir con
una montería (no hay tantas).
RELATO GRÁFICO:
De las
dos pistas que salen al sur del aparcamiento de autocaravanas de Robledo del
Buey, tomé la de la derecha, que...
... baja
al suroeste, hacia el...
... cauce
del Río Pusa para vadearlo y...
...
remontar la ladera de la loma de Piedra Escrita. Al ganar altura, podía ver a
mi espalda el pueblo y la bonita silueta del Cerro Botija más allá.
Alcancé el
lomo en el collado de cota 869, donde hay un cruce de caminos. Giré a la
derecha (O) para seguir la cuerda.
A mi izquierda,
al sur, podía ver la mole achaparrada del Viezo.
Mirando
atrás, el Corocho de Rocigalgo y sus satélites aparecían silueteados por el sol
y la bruma.
Al norte,
la cresta de la Sierra del Castillazo, lo más agreste de esta parte de los
Montes de Toledo.
En el
siguiente cruce, continué recto (O) para terminar de ascender a lo más alto de esta
loma (1.001).
Mirando atrás,
gran panorama, donde se puede ver lo recorrido hasta el momento.
Bajando
al otro lado de esta elevación, descubrí al oeste el pico de las Moradas y, más
allá a la derecha, la Sierra de Sevilleja. La breve bajada acabó en una
bifurcación, donde giré a la izquierda (SO) para volver a subir hacia...
... la
loma de la Cruz de la Llanada, que podía ver a mi izquierda, con la cima al
extremo.
Pocos
metros antes de culminar la subida, en un nuevo cruce, giré a la izquierda (S),
para seguir por la cuerda antes citada.
Mirando
atrás, la Sierra del Castillazo mostraba sus dos picos más importantes: el de
los Aljibes y el que lleva su mismo nombre.
Según me
acercaba a la cima, los vapores la iban cubriendo.
Y, aunque
el panorama a mi izquierda, al noreste no estaba tan cerrado,...
... las
nubes venían del otro lado, donde llevaban rato acumulándose. Especialmente en
torno al pico de las Moradas.
Al pie de
la cúpula cimera, mi camino desembocó en otro más importante, que tomé a la derecha
(SO), pero...
... para
dejarlo enseguida por la izquierda (SE), por una más precario que prosigue
recorriendo el cordal.
Poco
después, ya entre los robles, di con otra pista mejor, que tomé a la izquierda
(E), continuando la subida, suavizada ahora a base de curvas.
Luego,
encontré un desvío a la derecha (S), ante el que pasé de largo, girando en el
segundo (éste que se ve).
De nuevo
en el bosque, cuando el carril dejó de subir y giró a la izquierda, lo dejé por
el exterior de la curva (SE). Enseguida, recorridos pocos metros entre los
robles, di con unas rodadas que me ayudaron a...
...
encontrar la cima, ubicada en un claro del robledal.
Al sur,
todo lo que se veía era un muro de vapor.
Al otro
lado, estaba más claro, pero, pese a encaramarme al hito, no se veía nada por
encima de los árboles. Anotaré el Viezo en mi registro de vértices de dudosa
utilidad.
Como las
vistas desde la cima son de lo peor del recorrido, no me entretuve mucho allí y
reemprendí camino siguiendo por la cuerda al este.
Al poco,
llegué a una bifurcación y giré a la izquierda (N) para...
...
regresar a la vertiente septentrional, bajando por la cual...
... salí
de la nube, precisamente al paso por un claro con buen panorama hacia Robledo y
las crestas que lo rodean.
Luego,
volví al bosque y hasta me hizo sol.
Cuando el
carril se dividió en dos, seguí por la derecha (NE), pasando a seguir un
lomo...
Ancho y
bastante panorámico, que baja apaciblemente hacia el valle del Río Estenilla,
dejando el del Pusa a la izquierda.
Luego, el
carril que llevaba cruzó una pista; podía haberla tomado y, en vez de ir por
los subibajas de la cuerda habría llegado al mismo sitio flanqueándola. Pero no
merecen la pena los rodeos para ahorrarse cuatro metros de desnivel.
Además,
desde la cuerda, tenía de vez en cuando curiosas perspectivas del Viezo.
El carril,
que era ahora cortafuegos, me llevó a contornear un pinar, con el sol sobre mi cabeza,
pero un muro de nubes al fondo.
Tras
pasar un pequeño depósito de agua, desemboqué de nuevo en la pista, que ahora
sí tomé, a la izquierda (N), pues dentro de poco iba a abandonar el lomo y
precisamente por ese lado donde aparecía el pueblo.
En la
base de esta loma hay una Casa Forestal, pero no llegué a ella. Cuando ya
vislumbraba entre los árboles su helipuerto, dejé el carril por una senda que
baja a la izquierda (N) y...
...
desemboca al poco en otro carril, que tomé a la izquierda (SO). También podía
haber llegado a la casa pero no merece la pena y, pudiendo atajar
confortablemente, mejor así. Bueno, pues empezaba al aparte final del retorno, rodeando
la cabecera del Arroyo del Toro hasta...
...
cruzar su cauce, que encontré seco y subir al otro lado, que ya es la ladera de
aquella loma de Piedra Escrita de antes.
A poco de
iniciar la subida, otro cruce, donde giré a la derecha (NE).
Al ganar altura,
buena perspectiva del Viezo a mi derecha, O, mejor dicho, de las nubes que
seguían tapándolo.
Delante, el
macizo del Rocigalgo no se veía mejor. No es que me hiciera mal día, pero la
visibilidad era mejorable.
Así
llegué a la loma de Piedra Escrita y, justo, en el cruce en que la había
alcanzado a la ida. Ahora seguí recto (NE) para...
... bajar
por el otro lado, deshaciendo camino hacia Robledo del Buey.
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