Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Excursión
larga y exigente que permite visitar uno de los mejores y menos valorados
miradores de todo el tramo central de Gredos, pasando por bellos y variados
parajes, incluyendo el espectacular y entretenido Callejón de los Lobos. Este
último es, como todo corredor, más indicado para el invierno; pero en verano
también es factible sin gran sufrimiento, pues los bloques que lo llenan son
grandes y están, en general, bien asentados. Y la desolación de la roca
descarnada también puede ser atractiva.
Aunque hay tramos en que
hay que poner mucha atención para seguirlos, los hitos nos van a acompañar
durante toda la jornada cuando no haya senda marcada. Las trepadas, por otro
lado, presentan una exposición mínima. Así, casi toda la exigencia de la
excursión es física y la técnica es menor de lo que podría esperarse a la vista
de los datos y el mapa.
RELATO GRÁFICO:
Comencé a
caminar cruzando el Tormes por el puente que hay a la altura de Navalperal.
Una vez
en la orilla meridional, giré a la derecha en la bifurcación, siguiendo las
indicaciones del PR-AV 35 hacia las Cinco Lagunas. A continuación, el camino me
llevó a la Garganta de Gredos, donde se vuelve a dividir. Seguí por la
izquierda (S) para bajar a cruzar este otro cauce por el Puente de las Ranas y
continuar remontando el valle por la otra vertiente.
Tras una
breve subida, donde el carril que seguía gira a la derecha, lo dejé siguiendo
recto (S) por una senda más estrecha, que vuelve a bajar. Entre los árboles,
vi, por primera vez en la jornada, la cumbre de Cabeza Nevada. Hoy, no era ése
mi objetivo, pero su contundente silueta sería una presencia constante a la
largo de la excursión.
El corto
descenso me dejó en el Soto, prado desde el que, a mi derecha, podía ver así de
bonito el Risco Redondo, remate de la Cuerda de los Barquillos. En ese paraje,
la Garganta del Pinar, por la que continuaría la aproximación, desemboca en la
de Gredos.
Así que,
cuando, tras haber cruzado el cauce de la Garganta del Pinar y llegado al final
del llano, la senda se dividió en tres, giré a la derecha (SO) para remontarla.
Primeramente, bajo los árboles y, luego,...
... entre
prados y matorral y con la Cabeza Nevada a la vista.
El camino
iba por una terraza a bastante altura sobre el cauce. Según avanzaba, iba
viendo quedar atrás el Risco Redondo y...
...
acercarse la Cabeza Nevada, a la que pronto se unieron otras cimas de la
cabecera del valle: Picurucho, Belesar, Meapoco y Risco del Fraile. Entre estos
dos últimos, se veía...
... la
Portilla de Cantos Colorados y la canal de salida del Callejón de los Lobos. No
así el propio callejón, oculto por los canchos que lo cierran.
Más
adelante, la senda se aproximó al cauce y, al poco,...
... me
encontré ante el Chozo de la Barranca, tras el que la garganta se estrecha. La
senda me llevó a remontar el resalte pedregoso tras el refugio, desde los alto
del cual...
... hay
una bonita vista atrás.
A
continuación, el terreno, cada vez más rocoso, se tendió de nuevo bajo los
riscos de las Hoces y el Fraile, que tapa al Meapoco.
A mi
izquierda, los desplomes que sostienen la cresta del Novillero, tras la que
asoma la cima de Cabeza Nevada.
En este
ambiente espectacular, los hitos me fueron acercando, por pequeños resaltes y
lanchas, al torrente, que,...
... en
ocasiones, ha tallado curiosamente la roca.
Ya a la
altura del Risco del Fraile, pasé junto a la Laguna de Majalescoba.
También
vi las primeras cabras del día; ya las echaba de menos.
Una
mirada atrás, a la laguna, desde el siguiente resalte, formado por...
...
grandes placas tumbadas bajo la tremenda vertiente oeste de Cabeza Nevada.
A
continuación, me encontré ante la Hoya de las Berzas, donde la senda se
bifurca. La rama izquierda y principal sigue hacia las Cinco Lagunas. Yo
continué por la derecha (SO), hacia...
... el
fondo del circo, espectacularmente encuadrado por el Picurucho y el Meapoco.
La senda
me llevó hacia la vertiente de la derecha, dominada por un grupo de agujas bajo
el Risco del Fraile
Con la
hierba, desapareció la traza, pero unos hitos continuaron guiándome.
Especialmente útil fue su presencia al paso por unos bloques amontonados donde
tuve que ayudarme de las manos (I).
Luego, se
volvió a pacificar el terreno. Continué remontando el vallecito hasta
sobrepasar un gran cancho, tras el cual giré a la derecha (NO) para...
...
encarar una empinada ladera de prado pedregoso.
Al ganar altura, podía ver abajo la Hoya de
las Berzas dominada por Cabeza Nevada y...
... las
crestas del Picurucho, el Gutre y la Galana.
Al pasar
un cambio de pendiente, descubrí sobre mí la entrada al Callejón de los Lobos,
a la izquierda de una bonita aguja, que,...
... al
pasar a la altura de su base, enmarcaba bellamente un pequeño trozo de llanura
al norte.
Estaba en
la boca del callejón, angosto tubo pedregoso que los hitos aconsejaban remontar
por la derecha, por una especie de terraza algo elevada del fondo y formada
por...
...
grandes bloques, muy estables, cuya superación requirió a veces pequeñas y
fáciles trepadas (I).
Al salir
de la parte más estrecha y empinada,...
... me
encontré con un tubo más ancho, lleno de una pedrera más fina. Menos trepadas
pero alguna incomodidad. A la izquierda, del lado del Meapoco, se abrieron un
par de tentadores corredores herbosos. Pasé ante ellos sin hacerles caso, pues buscaba...
... un
rellano de hierba encajonado más arriba, donde la canal se abre en tres. Una
sigue de frente hacia la Portilla de los Lobos.
Otra
rama, llena de brezo, se iba a la derecha, hacia la cara este del Risco del
Fraile.
Yo giré a
la izquierda (SO) para remontar el suave tubo pedregoso que subía hacia la
Portilla de Cantos Colorados.
A punto
de culminar, una mirada atrás: las Parameras en el horizonte, más allá de estas
estribaciones septentrionales de Gredos.
No llegué
al collado; antes, cuando vi buen paso, giré a la izquierda (SE) para dirigirme
directamente a la cima por un terreno de bloques apilados sin dificultad.
Al ganar
el lomo del cordal, pequeña decepción: al oeste, las nubes cubrían el macizo
occidental y la Sierra de Candelario; pero es que,...
... al
sur, un muro blanco se levantaba más allá de la divisoria de Gredos.
Bueno, al
menos las crestas cercanas eran visibles. Por ejemplo, la Galana y satélites al
otro lado de la Hoya de las Berzas y las Cinco Lagunas. A la izquierda, valle
abajo,...
...
Cabeza Nevada. Junto a ella, en el horizonte, las Parameras se veían ya
difuminadas.
Al norte,
la Garganta del pinar, por donde había venido, y la Cuerda de los Barquillos,
por donde me disponía a volver.
El inicio
del retorno consistió en volver por donde había venido.
Al paso
por la Portilla de Cantos Colorados, vi que se había despejado el Pico de los
Castillejos, en el cordal principal.
Avanzando
por la anchísima y desolada cuerda al norte, no fui tocando las cimas, sino
rodeándolas, guiado por los hitos. El Meapoco occidental lo dejé a la izquierda
y, respecto a la Plaza de Toros y el Risco del Fraile, me dirigí al collado
intermedio. Mientras avanzaba por un terreno tan cómodo, me iba recreando
con...
... el
panorama a mi derecha, hacia las crestas centrales y la cumbre del Meapoco,
y...
... a mi
izquierda, donde la nubes iban dejando al descubierto las crestas de las montañas
del Barco y Béjar.
Al
atravesar el collado entre Plaza de Toros y el Risco del Fraile,...
... el
terreno cayó en una pendiente algo más intensa y apareció el suave lomo del
Calvitero. Por debajo, se adivinaba el hoyo de Las Lagunillas, siguiente hito
de la ruta.
De camino
pasé por una zona encharcada.
Luego,
llegando a la portilla del Calvitero, se abrió a mi derecha (NE) el hoyo de Las
Lagunillas. Para acceder al mismo, giré a ese lado y, dejando a la derecha un llamativo
risco,...
... bajé
por una incómoda canal herbosa trufada de cantos. Unos pocos hitos confirmaban
la ruta más que guiar.
Bueno, el
terreno tampoco es de los peores. Y el entorno, presidido por Cabeza Nevada, es
precioso. Al llegar al fondo plano de la hoya,...
... puede
ver a mi derecha la vertiente rocosa, cortada por varios tubos, que descendí
entre la niebla en un invierno de hace años.
Al llegar
al extremo del rellano, una mirada atrás antes de...
... pasar
por un estrecho, siguiendo el desagüe de Las Lagunillas, a un segundo rellano.
Al final de éste, el terreno se desploma y yo, siguiendo unos hitos, giré a la
izquierda (NE) para atravesar la ladera manteniendo cota.
Si me
volvía ahora, podía ver el Risco de las Hoces sobre otra lagunilla y la Cabeza
Nevada al otro lado de la garganta.
Por
delante, apareció el fondo verde de la Garganta del Pinar.
Casi de
repente, se abrió a mis pies el Barquillo Cimero.
La senda
que seguía, que se había ido dibujando paulatinamente, rodea el hoyo en busca
de un collado que se abre al oeste. Antes, al paso por una torrentera, giré a
la derecha (NE), dejando el camino para...
...
descender, aprovechando el hueco en el matorral. Una vez en el fondo herboso y
plano del barquillo, giré a la izquierda (NE) y me incorporé a una traza que va
recorriendo esta curiosa cadena de rellanos.
Sorprendentes
parajes estos prados colgados a 1.900 m de altitud, sobre cuyos bordes elevados
asoman las crestas de Gredos.
Otras
barquillos son más angostos y con más matorral que hierba, pero en nunca se
hace incómodo el paso.
Asomarse
a los bordes, proporciona hermosas perspectivas.
El último
Barquillo, o Bajero, vuelve a ser amplio y herboso. A partir de él, inicié...
... un
descenso más empinado, en diagonal bajo el Risco Redondo. Tras atravesar una
zona de rediles y una cerca, pasé por...
... la
Fuente del Pradillo, a partir de la cual la senda se definió y pasó a llevarme
a través del matorral y junto a un viejo murete.
Luego, al
paso por un prado más abierto, una mirada atrás.
Poco a
poco, se iba descubriendo delante el ondulado altiplano que se extiende entre
Gredos y la Sierra de Piedrahita. Se acercaba el final.
Luego,
atravesé una zona arbolada antes de...
...
desembocar en una pista. Se trata de la misma del principio de la excursión.
Así que la tomé a la derecha (NE) y,...
... tras
una última mirada a Cabeza Nevada, enseguida...
...
enseguida llegué al desvío donde la había dejado esa mañana y sólo me quedó,...
... ya
con Navalperal a la vista, deshacer camino hasta los puentes de las Ranas y
Tormes.
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