Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Caminata muy
bonita, variada y panorámica, que tiene la pega del incomodísimo terreno por el
que transcurre, que va a ralentizar el ritmo de progresión. Con tanto lapiaz,
desaconsejo ir con calzado sin caña, tipo zapatillas de trekking, o con suela
muy blanda, si es que le tenemos un mínimo cariño a nuestros pies y tobillos.
Creo además que no hay alternativa, pues no vi ningún trazo llegar a la cumbre
del Lobatejo y, si bien había algunos hitos en su lomo suroeste, no tenían
continuidad ni vi diferencia alguna entre la línea presuntamente marcada y el
resto del lomo. Vamos que, mejor, levantar la vista y dejarse guiar por los
propios ojos. Y, a pesar de tanto inconveniente, considero la excursión muy
recomendable.
RELATO GRÁFICO:
No salí
del Llano del Moro por la pista, sino por un carril menos marcado que se dirige
al SE y parece ir más directamente hacia la sierra.
Dio
igual: el camino acabó convergiendo con la pista, a la que me incorporé para
continuar la aproximación. Tras seguir recto (S) ante un desvío, bajé a un
barranco, del que salí por una vaguada de la vertiente opuesta. Al llegar a lo
alto de esa cuesta, me encontré ante...
... un
segundo arroyo, el de Moreno y Zarzilla. Lo crucé igualmente y remonté la
ladera opuesta, que ya es la de la Cuerda de los Pozuelos en diagonal. Tras
pasar junto al Cortijo Moreno, traspuse un lomo, cambiando de...
...
vertiente, pero continuando la suave remontada. Al fondo, veía ahora los Tajos
del Peral, que caen de la cuerda de la peña de Miguel López, primera pico de la
jornada.
Pasado el
desvío a la Fuente de la Canaleja, la pista deja de subir a partir de esta
curva. Entonces, la dejé por ese camino a la izquierda (SO). Si el inicio está
borroso,...
...
enseguida, la traza se define. Mientras continuaba ascendiendo hacia la cuerda,
a la derecha, llegaba a...
... distinguir
borrosamente, entre los cerros del Bramadero, el caserío de Baena. Más allá
nada. El día se presentaba turbio.
El camino
acabó en al llegar a lo alto de la Cuerda de los Pozuelos, en el collado
(1.171), en un paraje rodeado de encinas. Al fondo, una cancela oxidada
permitía pasar una cerca que va por la cuerda. La crucé y...
... salí
a un prado desde el que pude ver, por primera vez, la cumbre del Lobatejo ante
mí. Pero no me dirigí a ella directamente, sino que giré a la derecha (O)
para...
...
recorrer la cuerda, ancha y tendida. Comencé por ese hueco en la vegetación, tras
el cual...
... el
terreno se despejó del todo. Pero no hay que dejarse engañar; bajo la hierba,
se ocultaba un lapiaz que me obligó a retener el paso y poner cuidado para no
dejarme un tobillo. Mirando atrás, podía ver ya la cuerda seguir, más allá del
collado de donde venía, hasta el Cerro Acebuchite. Más lejos, a la izquierda,
se veía la silueta triangular del Jabalcuz.
A la izquierda,
se iban descubriendo diversas crestas de la zona central de la cordillera,
destacando la Tiñosa a la derecha.
A la
derecha, la mole del Cerro de las melladas lo tapaba todo, además de que la
atmósfera turbia y las nubes tampoco dejarían ver gran cosa.
Por terreno
cómodo en apariencia, pero siempre incómodo, fui avanzando por la cuerda. Ese
resalte, único accidente, casi, de la misma, lo contorneé por el norte
(derecha).
Luego,
siguió más o menos igual, salvo que el lomo se hizo aún más ancho. Sólo a la izquierda
llegaba a ver...
... el
Lobatejo.
No llegaba
ver apenas nada fuera de la culminación cordal mirando atrás...
... y menos
aún a la derecha.
Poco a
poco, fui distinguiendo ante mí un ligero abombamiento: por fin, la cima.
En lo
alto de la Peña de Miguel Pérez, no encontré ninguna señal. La perspectiva mejoró
algo aquí, pero poco. Al suroeste, aparte del cerro sobre el que se asienta la
Ermita de la Virgen de la Sierra, apenas asomaba nada más. Girando a la
derecha,...
... al
noreste tampoco sólo alcanzaba la vista a los rebordes septentrionales de la
propia sierra. Al lado contrario,...
... sí
que se veía bien el Lobatejo, aunque el barranco intermedio quedaba oculto,
como si se pudiera subir caminando directamente hacia allí. Como no era así, me
dirigí más a la derecha,...
...
prosiguiendo por la cresta al sur, hacia esa prominencia que ve al fondo. Al
volverme en la misma, pude...
... comprobar
la monotonía de este cordal. Esa es la cima de Miguel Pérez.
Desde
ahí, la perspectiva al suroeste era bastante mejor. Pero la turbidez del aire
impedía que la vista llegara, como en días claros, a las sierras subbéticas
occidentales. Especialmente la de Ronda.
Enfrente
a mi izquierda, tenía la loma que iba a remontar hasta la cumbre del Lobatejo.
También muy tendida, al otro lado de un barranco, el del Arroyo de Navahermosa,
que por aquí tenía poca profundidad.
Así que,
sin llegar al Collado de Navazuelo, a cuyo través se veía la sombra de la Sierras
Horconera, giré a la izquierda (SE), traspuse el arroyo y me encaramé de nuevo
a la cuerda.
Ésta es
tan ancha, tendida e incómoda con el brazo septentrional. Bueno, lo último,
quizá un poco más. Esperaba encontrar aquí algún tipo de senda, pues esta es la
ruta normal, pero, si bien encontré algunos hitos, además de estar demasiado
separados para guardar continuidad, no marcaban ninguna traza más pisada
siquiera.
Todo el
terreno, al lado o lejos de esos hitos, era igual, así que caminando por donde
me pareció, con parsimonia, mirando donde ponía los pies, fui ganando altura.
A mi izquierda
la Peña de Miguel Pérez parecía cualquier cosa menos eso. Al lado opuesto, por
lo menos,...
... mejoraba
la vista hacia la Sierra de la Horconera, donde ahora se veía la Tiñosa, en su
extremo izquierdo.
Y así,
poco a poco, fui distinguiendo el hito ahí arriba. Se puede ver a la izquierda
de lo que parece más alto.
Al
culminar el Lobatejo, descubrí al otro lado (este) el alargado Cerro Acebuchite
y, por encima, las siluetas del Ahillo y las sierras de Mágina y la Pandera.
Girando a la derecha,...
... al
sureste, la Sierra Horconera, con su apéndice de la de Rute. Siguiendo con el
giro,...
... al
oeste, poco que ver más allá de las estribaciones que esta Sierra de Cabra
proyecta a ese lado.
Al noroeste,
sobre la Peña de Miguel Pérez, los rebordes septentrionales del cerro de
Camarena y compañía. Y dije, en la introducción, que esta sierra, tan bajita y
alomada, tiene una estructura compleja.
Comencé
el retorno descendiendo al norte por la ladera a la izquierda de la cuerda. El
terreno, como siempre: bajo ese hermoso prado florido, está lleno de cantos,
que, encima, por aquí no se veían. Bueno, con paciencia y cuidado, fui
perdiendo altura mientras localizaba, en la ladera de enfrente, el collado
(1.171), al que debía volver. Está justo a la izquierda de esa gran peña gris
que se ve en la vertical de los dos cerros que ocupan el centro de la foto. Y
el acceso más lógico, siguiendo los prados de la vaguada, evitando por ellos
canchos y monte bajo.
Este
descenso no es tampoco muy empinado, como se puede ver.
Incluso fue
de lo más tendido de la jornada, que ya es decir.
Mirando
atrás, la cumbre. Mejor pinta tiene vista de lejos. Por cierto, ahí, en medio
de la foto hay un hito. Y no se veía otro, así que no sirve para nada.
Por otro
lado, tampoco se veía una línea de bajada mejor que otras. Por aquí, ya
bastante abajo, fui viendo enfrente que, bajo el collado, hay una banda de roca,
que tiene un paso despejado a la izquierda. Se trata de un ancho pasillo entre
una aguja característica, a la izquierda, y un cancho con una pared que hace esquina,
a la derecha. No se ve muy bien, pero no me di cuenta de haber sacado otra foto
mejor. Para ir hacia allí, apunté a la aguja al bajar, procurando...
...
desviarme lo mínimo al empezar a encontrarme árboles y matorrales, que se
fueron adensando. Pasada esta primera banda,...
... me
encontré con el camino que desciende el Arroyo de Navahermosa. Lo seguí a la
izquierda (NE) para dejarlo a los pocos metros por la izquierda (N), al ver...
... un
hueco en la vegetación, que permitía un paso relativamente cómodo hacia el
fondo del barranco.
Aun así,
acabé teniendo que atravesar una estrecha banda de vegetación extraordinariamente
densa, como se puede ver.
Al otro
lado, me encontré en el cauce seco, que atravesé para remontar la ribera
opuesta, con...
... la referencia
de la conocida aguja. Ahora, era también visible una pedrera al pie de la
misma, hacia la cual me dirigí.
Una
repisa de roca sólida que ascendía en diagonal permitía un paso aún más cómodo.
Volviéndome al final de la misma,...
... podía
ver el final del descenso previo. Aparentemente, no había mejor paso que el que
encontré.
Luego,
vinieron otros pocos metros de pelea con el encinar, aunque encontré un
estrecho paso (si; es lo que se ve). De ahí, salí...
... a un
segundo canchal bajo la aguja. Lo superé en diagonal, teniendo que usar las
manos para superar los bloques, y...
... me
encontré en un pardo con árboles dispersos, que atravesé girando a la izquierda
(N) hacia...
... un
pequeño escalón, que pasé sin dificultad. Sobre el mismo,...
... un
prado pedregoso, de los dominantes durante la jornada. Tras ganar algo de
altura por él, una mirada atrás, al Lobatejo y el Arroyo de Navahermosa.
Luego, un
poco más de subida, derivando a la derecha (NE), donde veía asomar el risco que
hay sobre el collado (1.171).
Antes de
atravesar por segunda vez la Loma de los Pozuelos, una mirada atrás para
despedirme del Lobatejo, pues lo perdería de vista...
... con
el cambio de vertiente. Allí, me encontré el camino de la ida, por el que regresé
al Llano del Moro, sin otra novedad que...
...
fijarme en algún paraje, como éste de la Fuente de la Zarza, en el que antes no
me había fijado mucho.
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