Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Hermosa
ascensión en todos los sentidos, para montañeros con experiencia en pequeña
escalada y progresión fuera de sendero, incluida buena orientación. La
exigencia física no es muy fuerte en general, pero la subida desde la gravera a
la base de la grieta es demoledora. De hecho, fue para mí mucho más duro ese
tramo que la propia grieta, donde hay poca exposición y las trepadas son
fáciles, aunque condicionadas por una roca resbaladiza, con apoyos pulidos y
redondeados. Mis consideraciones sobre dificultad no son aplicables a
condiciones invernales ni en mojado; entonces, la ascensión será bastante más
difícil y expuesta.
Creo que dejé el camino de
Unanu demasiado pronto y es mejor comenzar la subida del zócalo de la montaña
cuando se llegue a la altura de la mayor de las graveras pero, como no sé si la
salida del camino está marcada en ese caso, dejo en la descripción detallada de
la ruta tal como la hice. Lo mismo se puede decir para el descenso a Uharte;
posiblemente habrá otras alternativas más cortas o prácticas.
RELATO GRÁFICO:
Eran las
once menos cuarto de la mañana cuando dejé Uharte-Arakil por la pista de tierra
que, señalada con las marcas rojas y blancas de los GR, sale del extremo sur
del pueblo, derecho al monte. Salí tarde a propósito, para dejar que se secara
la humedad que pudiera haberse acumulado durante la noche en la Grieta. El inicio
de la ruta, siguiendo el camino de Unanu, es un poco confuso pues las pistas
han proliferado. A poco de salir del pueblo, encontré un par de bifurcaciones
sin marcar. En la primera seguí por la derecha y, en la segunda, por la
izquierda, manteniendo dirección al suroeste. A continuación crucé un portillo,
el primero de varios, junto a un nuevo cruce donde reaparecieron las marcas,
que me llevaron por la izquierda. Todo este rato caminaba por terreno despejado
bajo el Beriain, de donde...
... las
nubes se iban retirando aunque algunas todavía se demoraban, agarradas a la
cresta.
Al quedar
los campos atrás, entré en una zona de transición previa al bosque, donde
prosperaban grandes robles.
Una vez
bajo las hayas, encontré un nuevo portillo y algún desvío aunque ahora la
orientación era fácil; se trataba de seguir el sendero más marcado y las
señales de pintura, ganando altura muy poco a poco. Al acentuarse la pendiente
para remontar un pequeño barranco, la senda se volvió pedregosa y los helechos
la invadían en algunos puntos. Pero al poco se aclaró de nuevo el camino.
Tras un
nuevo portillo, llegué a un cruce múltiple en un pequeño claro, al pie de los
espolones que bajan de Ihurbain. Estaba en el collado de cota 788, del cual salí
bajando al suroeste, hacia la gravera de Arruazu, donde hay varios huecos
abiertos, pero no parece que siga en explotación.
Al pasar
por el primero de ellos, giré a la izquierda (SE) para remontar la empinada
ladera que me separaba de las paredes que defienden la cresta del Beriain.
Cuando llegué a la linde del bosque, me encontré con una cerca de alambre;
busqué portillo a ambos lados y, no encontrándolo, la salté y...
...
comencé a subir a través del hayedo, empinado y formado por árboles jóvenes y
muy densos, donde la visibilidad se reducía a pocos metros. El terreno fue
derivándome a la derecha (S) paulatinamente y yo, a falta de otro criterio, me
dejé llevar.
Al ganar
un lomo, encontré otra alambrada que terminaba pocos metros a mi derecha, justo
en lo alto del mismo, y la rodeé. Me encontré allí además unas marcas de
pintura naranja y trozos de cinta de plástico que parecían definir la subida;
es posible que esto sea una ruta marcada, que podría arrancar del Camino de
Unanu un poco más adelante de donde yo lo había dejado. Sea como sea, emprendí
la subida directa por este lomo, empinado pero mucho más cómodo que antes. Las
marcas terminan en unos puestos de caza, con aspecto de no haber sido usados
desde hace mucho. Pero ahora la ruta estaba clara.
Según
subía, el terreno se empinó aún más, apareciendo incluso la roca en algunos
puntos, y distinguí a mi derecha...
... una
pared; se trata del resalte que defiende el zócalo donde se asienta la cresta
del Beriain.
Por
encima del mismo, los árboles clarearon y me encontré caminando sobre suelo
pedregoso bajo espectaculares desplomes.
Por
encima del bosque, podía ver ahora el valle del Arakil dominado y la Sierra de
Aralar al otro lado.
Según ganaba
altura, fue diferenciándose a mi derecha un corte en la pared; es...
... la
Grieta de Ihurbain, en cuya busca iba. Antes de entrar en ella y aprovechando
la parada para ponerme el casco, me volví...
... para contemplar
el valle. Se veían las graveras donde había dejado el camino.
Contorneé
varios resaltes por repisas de hierba para entrar en el estrecho pasillo que
parece entrar en las entrañas del monte. El principio es una rampa de mediana
pendiente, pedregosa en su eje. Buscando la comodidad, me desplacé a la
izquierda para subir por una zona herbosa, donde se apreciaban incluso trazas
de paso.
El
corredor fue estrechándose según subía, hasta cerrarse del todo en un primer
resalte.
Al pie
del mismo pude disfrutar de una fascinante constante de toda esta subida: la
visión del valle soleado a través de la sombría ranura del tubo.
Tras un primer
escalón de poco más de un metro, mixto de hierba y roca, muy abundante en
apoyos aunque algo resbaladizo (I) y otro tramo de rampa, llegué al segundo
resalte, el más alto y difícil de la ruta. Se trata de un muro de unos 10 m,
dividido en su mitad por un rellano. La sección inferior es abierta y la superé
por un canalizo inclinado (II), mientras que...
... la
más alta se cierra en un diedro, más vertical en la salida y acabado en una
pequeña panza (II+), donde había una chapa.
Entraba
en el tercio superior de la grieta, donde más se estrecha.
Otra
rampa pedregosa y tercera trepada; una chimenea herbosa de unos 5 m rematada por
un corto paso en roca (II-).
Otra
corta rampa de tierra precede al último escalón, de apenas 3 m y lleno de
apoyos (II). Superada la última dificultad y lo más vertical de la grieta,
impresiona volverse y echar una mirada abajo.
A
continuación, el corredor se abre y acaba enseguida. Y volví a salir al sol en
lo alto de la arista que había llevado a la derecha. Girando al otro lado (NE),
una pendiente de hierba y piedras me llevó enseguida a la cresta de la montaña,
donde...
... me
encontré de sopetón con una vertiginosa visión de la vertiente norte, ondulada,
verde y empinadísima. Tomando la arista a la derecha (SE), llegué...
... en
pocos minutos, al cabo de una arista de roca estrecha, pero sin dificultad, al...
... buzón
de la Punta de Ihurbain. Más allá, veía la cumbre, con la ermita de San Donato.
Hacia allá me dirigí, primero por una regular arista rocosa.
Posteriormente,
por el ancho bulevar herboso que constituye una de las características del
Beriain. De vez en cuando, me acercaba al borde derecho, a...
... asomarme
a la boca de alguno de los tubos que caen a la vertiente norte.
Poco
después de las dos de la tarde, alcancé el hito del Beriain. Mirando al
Ihurbain, de donde había llegado, se distinguía borrosa la silueta dentada de
Aizkorri. A uno y otro lado, se prolonga la meseta,...
... defendida
al norte por altos farallones que...
... caen
al Valle del Arakil.
Trasladándome
junto a la ermita, pude ver la vertiente de Leziza, con su cabecera boscosa
dominada por...
... las
crestas meridionales de la Sierra de Andía.
Al cabo
de media hora, abandoné la cumbre, siguiendo la cuerda al sureste por una
desdibujada senda, aunque...
... se
caminaría con igual comodidad por cualquier parte de este llano.
Al poco
empecé a fijarme en unas manchas de pintura amarilla que marcaban la ruta y
pasé junto a una depresión pedregosa bastante característica. En el siguiente
alto,...
... giré
a la izquierda (NE) para acercarme al borde de la meseta en busca del arranque
de la senda que baja de este Puerto de Uharte y que, tras un tramo de cortas
lazadas y fuerte inclinación, toma...
...
dirección noroeste, trazando una larga diagonal abalconada a través de la ladera
del Beriain.
Tras
rodear una breve pedrera, llegué al límite del hayedo y me volví brevemente a
echar un último vistazo a los resaltes orientales.
El
sendero a través del bosque es muy claro y, aunque tiene algún tramo irregular
y hasta algún mínimo escalón de roca, me condujo sin sobresaltos hasta...
... la
linde inferior, donde se lanza a una bajada más empinada y directa por una
pendiente despejada de guijarros. Con los árboles cada vez más espaciados,
llegué a...
... un
cruce con varios carteles. Siguiendo sus indicaciones, continué recto.
Podía ver
ahora desde abajo los espolones que limitan aquellos tubos a los que me asomaba
desde la cresta.
Caminaba
por terreno llano y entre grandes robles dispersos, viendo delante la Sierra de
Aralar, cuando llegué a una especie de amplio descampado vallado. Se trata de
la antigua cantera de Errotarria, de donde se extraían piedras de molino.
Llegan allí varias pistas y tomé la que sale al sur, dejando a la izquierda un
pequeño grupo de árboles y la vieja explotación.
Ese
camino me llevó por un hermoso robledal. Las marcas amarillas se iban hacia la
izquierda (O), por una estrecha senda, supongo que atajando hacia
Uharte-Arakil. Pero decidí seguir por la pista, muy cómoda y fresca; estaba tan
cerca del pueblo que no puede ser mucho el ahorro.
Cuando mi
pista se topó con el llamado Camino del Berro, aún más ancho y mejor
acondicionado, lo tomé a la izquierda (NO) y éste me condujo en pocos minutos
hasta Uharte-Arakil, donde entré a las cuatro y veinte de la tarde. Al final el
día se había despejado totalmente e incluso hacía un calor impropio de finales
de octubre. Y se veía muy bonito el Beriain brillando bajo el sol y mostrando
el pasillo, tan vertical en apariencia, de la Grieta de Ihurbain.
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