Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Bonita excursión en cualquier época del año, aunque gana
bastante en otoño. La pena fue que los pronósticos fallaron y lo que debía de
ser un día cubierto, pero despejado y en calma bajo el palio de nubes, resultó
ser una jornada de lluvia y niebla. Encima, me falló la cámara y, a partir de
la cima, las fotos las hice con el móvil, con la consiguiente merma de calidad.
Pero acabé y visité una vez más cima; no el hito al que, con la roca mojada y
sin el incentivo de no haberlo pisado antes, no me apeteció encaramarme. Para
el que vaya en seco y le apetezca, la trepada más fácil es por ese cóncavo que
se ve en la foto debajo y a la izquierda del hito; aunque liso y casi vertical,
la roca es muy rugosa y mide menos de dos metros; con un solo tirón, vale. Toda
la trepada, con sus tres escalones, totalizará unos cinco metros de I grado
superior. De todas formas, no es necesario tocar la señal para disfrutar de la
ruta y la cumbre.
He dibujado dos trazos rojos en el mapa; son sendas correcciones
a mi ruta por recortes que no tomé al desconocer si iban donde yo quería, pero
que luego comprobé que me hubieran quitado unos metros sin mermar apenas los
atractivos de la jornada. Utilizarlos a ellos no se gana gran cosa, pero parece
lo lógico. De hecho, los incluyo en el resumen de la ruta de más arriba, aunque
en el relato largo con las fotos cuento lo que efectivamente hice.
RELATO GRÁFICO:
Tras
aparcar en la Fuente del Lobo, volvía la carretera de acceso y subí unos metros
para tomar una pista que sale hacia el suroeste, atravesando la ladera entre
castaños.
En el
claro abierto por unas talas, la perspectiva permitía ver esta imagen de las
ramas desnudas apuntando al cielo. Aquí acabó el carril, pero…
… una
senda estrecha, pero suficiente, proseguía la travesía de la vertiente.
Al poco,
vi a mi derecha una especie de púlpito; es el Mirador de Navarejos, desde el
que, en tiempos, debió de gozarse de un hermoso panorama, tapado ahora por las
ramas de los árboles que crecen alrededor.
Fue más
adelante, a través de un hueco entre los árboles del lado del valle, cuando
pude ver esta perspectiva de las montañas hurdanas más allá del valle del
Alagón.
Luego, me
encontré un desvío a la derecha que una señal indicaba tomar; sin hacer caso,
pasé de largo. No tardé en desembocar en este camino, algo más ancho, que tomé
a la izquierda (S), cruzando a continuación el Arroyo de los Horquillos.
Al poco,
en una nueva bifurcación (primer trazo rojo en el mapa), continué por la
derecha, siguiendo una estrecha senda entre muretes. Fue un error; cuando me di
cuenta de que me desviaba de la dirección adecuada, atajé a la izquierda (S)
por un hueco de la valla, saliendo…
…
enseguida a este prado, desde donde veía la ladera del monte sobre mí, por
primera vez en la jornada. Allí me encontré el otro camino, el que había dejado
de lado en el anterior cruce. Tomándolo a la derecha (SE), inicié…
… en ese
momento, al cabo de una hora, la verdadera subida. De momento, suave y por
excelente camino bajo los robles.
Luego,
tras pasar un claro en lo alto de un lomo, el camino desembocó en una (segundo
trazo rojo), que tomé a la derecha (SE), bajando a cruzar otro torrente. Al
otro lado, subí al siguiente lomo y, ante una cancela, giré a la izquierda (S),
pasando a travesar…
… una
pradera, siguiendo un trazo junto a una linde de matorral. Desde allí, mirando
atrás, se veían así las peñas de Valdesangil más allá de la vertiente boscosa
de que veía de cruzar.
La
travesía de este prado sirve para evitar un rodeo innecesario, pues, poco
después, cuando vi un hueco conveniente en el matorral y el murete que llevaba
a la derecha, giré para cruzarlos, encontrando al otro lado…
… la
pista de antes, a la que me reincorporé para ir hacia la ladera del monte.
Luego, tras recruzar el anterior arroyo anónimo y empezar la subida, me
encontré una pista que llegaba por la izquierda; obviamente, es la que antes
había dejado de lado y que me hubiera permitido acortar algo, de haber sabido
su trazado.
Luego,
tras una cancela, la pista fue remontando la ladera de El Chivito en amplias
diagonales.
Mirando
al llano, vi cómo las nubes se comían la Sierra de la Peña de Francia y venían
hacia aquí. Vaya. Eso no estaba previsto.
Al paso
por la Casa de los Cabreros, dejé de lado el camino que va a la Peña de la Cruz
y vi sobre mí unos canchos. No son la cima, pero sí sus satélites: el canchal
de la Paloma y la Peña Chica. Me iba acercando.
Y,
entonces, mirando hacia la parte de Béjar y Valdesangil, vi venir un arcoíris,
seguido…
… una
bruma que fue invadiendo la ladera.
Lo último
que pude ver hacia el valle fue la mezcla de sol y nubes de un tiempo revuelto.
Y así se
veía la Peña Negra cuando iba llegando. La pista gana la cuerda a la izquierda
del cancho, desembocando en otro carril, que, a la derecha (S), me llevó
enseguida al…
… flanco
noreste del risco, donde…
… esta
escalera da inicio a…
… una
subida bien equipada, por la que se accede sin dificultad a la cima.
Bueno, no
del todo. Para tocar el vértice, hay que trepar un poquito. Tal y como está el
día, no merece la pena arriesgarse a una costalada, así que lo dejé pasar por
esta vez. Además, se veía lo mismo en cualquier dirección, encima o debajo del
hito: un muro blanquecino.
Inicié el
retorno bajando por donde había llegado hasta…
… el
último cruce de la subida, donde ahora continué recto (NE) por la pista que
sigue el cordal.
Pronto,
una variada vegetación se apretó a los lados de la pista.
Luego,
empezó a verse algo más. En la foto, el domo oscuro del Arca Madre.
Salí de
la niebla a la altura de la Peña de la Cruz, que era visible a mi izquierda. Había
pensado pasar por ella, pero, tal y como estaba el día, no merecía la pena el rodeo.
Así que,
en el desvío a dicho sitio, giré a la derecha (E) para continuar el descenso.
Luego, en
la primera curva en el primer recodo que hace la pista a la derecha, junto a
una cruz, la dejé por el otro lado para tomar una senda más estrecha que
desciende directamente al norte, hacia unas nubosas peñas de Valdesangil.
A partir
de la Fuente del Espino, además de entrar en el robledal, el camino sigue la
conducción de agua que nace en la misma y que sigue bajando, pero muy
suavemente, abrazando hacia el noreste la ladera del Arca Madre.
Así, al
salir de los árboles me encontré mirando al este, hacia la Sierra de
Candelario, también tapada por las nubes.
Enseguida,
llegué al extremo de una calle entre chalets, por la cual continué hasta…
… que,
frente a la trasera de la Residencia de Prado Llano, la dejé por una senda que desciende
recta entre castaños, cruzando de vez en cuando una carretera.
Hasta
llegar al Santuario de Ntra. Sra. del Castañar, donde también llega la carretera
citada. A partir de ahí, seguí descendiendo por la misma, ahora al noroeste,
encontrándome en la Fuente del Lobo en pocos minutos. Para entonces, hacía rato
que había dejado de llover y las nubes se estaban retirando a buen ritmo, pero
a buenas horas.
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